Museos y Dispositivos Amables

Museos y Dispositivos Amables

A nivel mundial, la definición tradicional de museo se ha renovado de acuerdo con la evolución de la sociedad y de la realidad actual de la comunidad museística. Recordando el enunciado convencional del papel del museo, se trata de una institución que adquiere, conserva, investiga, comunica y exhibe con el propósito de estudio, educación y disfrute material que evidencia de las personas y su entorno (ICOM). Son funciones que se asignan a los museos cuando se les considera como tales y no se limitan a proporcionar información al visitante. Hoy en día, un visitante puede desarrollar capacidades tales como sentir, captar, conmoverse, analizar, cuestionar, emocionarse, percibir y desarrollar pensamientos y reflexiones relacionados con la vida, además de otros sentimientos en todas sus dimensiones a partir de lo que el museo le ofrece (Unal, 2012). Por lo tanto, las funciones de un museo no se limitan a preservar y almacenar artefactos de tesoros nacionales, sino que también es una fuente de conocimiento para una visión completa del mundo.

El museo también puede ser entendido como una institución que difunde el conocimiento sobre la historia, la cultura y la ciencia natural a todo tipo de público (Tambi, 2011). Es el responsable de la difusión a la sociedad del patrimonio cultural que subsiste, almacenando y exhibiendo objetos y especímenes seleccionados. Al hacerlo, ofrecen sus propios mensajes directos y distintivos de sus objetos a través de sus exposiciones y políticas educativas (Hooper-Greenhill y Pearce, 1995). Tradicionalmente, los museos han mostrado al público sus colecciones mediante el uso de un número muy limitado de soportes, pero la innovación tecnológica actual ofrece la oportunidad de sacarle partido a nuevas formas de comunicación, permitiendo al visitante explorar la riqueza y variedad de las colecciones hasta el último rincón de su significado, a su ritmo y bajo demanda. Las exhibiciones de los museos son medios de comunicación pública. Ofrecen una experiencia transformadora que, a su vez, expande y altera la conciencia, el interés y la valoración de los visitantes sobre muchos aspectos de ellos mismos y del mundo que les rodea.

Maryrand (2001), afirma con cierta vehemencia, que las exposiciones de los museos deben comunicarse en lo más profundo de la mente del visitante para activar sus emociones. Para ello, el museo ha de ofrecer dos cosas, a saber:   

  • Colección (objetos o archivos).   
  • Conocimiento (narrativa a partir de la exposición de una colección).

La suma de estos dos elementos genera lo que podemos denominar «significado». Si esto no se logra, la puesta en valor del patrimonio acompañado del conocimiento del mundo sencillamente no existiría; los museos no existirían. Hooper-Greenhill (2000) entiende que la definición de «significado» aplicada al museo se construye solo en relación a las colecciones que éste posee. Los objetos se ensamblan para hacer declaraciones visuales, que se combinan para producir narrativas visuales. La mayoría de las técnicas museográficas que se observan en los museos del mundo atienden a este enunciado de que las ideas que se exponen se diseñan a partir del uso de textos e imágenes colocados en la exposición, cuya interpretación responde, exclusivamente, a simples técnicas de visualización que no se complementan con esas otras formas de comunicación que mencionábamos anteriormente.

Pero el público se está volviendo cada vez más exigente en el consumo de su ocio, por lo que los museos adoptan técnicas que amplían la oferta en las formas de expresión museológica a través, por ejemplo, de espectáculos audiovisuales, programas multimedia, simulación, realidad aumentada, interacción u otras experiencias, transformando poco a poco las exposiciones en un modo de entretenimiento. Al margen de esto, sabemos que una buena experiencia interactiva en el museo puede aumentar el interés de los visitantes por su entorno y hacerles tomar conciencia de los factores que afectan a su entusiasmo. Pero lo fundamental es no perder de vista que estas experiencias transformativas, basadas en un diseño racional, metódico y creativo de las exposiciones, apuesta por un aprendizaje informal efectivo y afectivo que solo puede darse si los visitantes se están divirtiendo realmente. Lord (2001), afirma que el propósito de la exposición del museo es transformar efectivamente algún aspecto de los intereses, actitudes o valores de su audiencia. Esta experiencia positiva se refuerza, además, gracias a un descubrimiento estimulado y consolidado por la confianza del visitante en que lo que percibe en la exposición es genuino y auténtico.

Aunque existen diferentes formas de explorar las exposiciones de los museos como visitantes, los modos de aprendizaje (aprehensión) de éstos (Lord, 2001), generalmente se clasifican en cuatro grupos:

1. Contemplación.

El modo de aprehensión de los visitantes, el preferido por la mayoría de los museos de arte que buscan generar una experiencia estética, puede ser utilizado a su vez por los museos de historia o los de ciencias. El aprendizaje está basado en la  exposición de obras de arte individuales, imágenes, artefactos o especímenes destinados a ser apreciados al margen de otros elementos que también se encuentran en exposición. Tradicionalmente, las cartelas de texto proporcionan cierta información, a saber: título, artista, fechas, soporte, donante, para apoyar la comprensión en la contemplación del objeto en sí mismo. Pero existen otros métodos para transmitir información que estimulan la contemplación reflexiva del arte, como son los soportes de audio. En el modo contemplativo, el visitante permanece relativamente inactivo físicamente, aunque su intelecto y sus emociones pueden participar activamente. La experiencia transformadora consiste en la apreciación mejorada del significado y de las cualidades de cada objeto para sí mismo.

2. Comprensión:

Es más probable que los museos de historia y de ciencias naturales presenten temáticas contextuales o temáticas. Hablamos del tipo de exposición donde los artefactos, especímenes u otros objetos expuestos no están destinados a ser estudiados para ser comprendidos individualmente, pero si para asociarse entre sí. En algún momento pueden estar en un entorno de sala o diorama, o simplemente agruparse por relaciones temáticas o contextuales dentro de una vitrina. La información visual dispone de varias capas, combina palabras e imágenes para ayudar a la comprensión. El objetivo de esta forma de exposición es alentar a los visitantes a descubrir su significado relacionando un objeto con otro, o cada objeto con el contexto o tema general. De este modo participan más activamente en el proceso de establecer relaciones, estudian la información visual y leen las cartelas, relacionando o comparando los objetos entre sí – siempre y cuando el tema de la exposición haya captado realmente su interés -.

3. Descubrimiento:

Con este método expositivo los visitantes pueden explorar una gran variedad de especímenes o artefactos, apreciando ejemplos individuales y comprendiendo sus relaciones. Tradicionalmente, este modelo se puede observar en muchos museos de historia natural con colecciones de especímenes en grupo, pero también prolifera en aquellos que disponen de medios adaptados de «exhibición de almacén», en los cuales el objeto es clasificado en grupo siendo visible y accesible en vitrinas y/o cajones. El descubrimiento de los artefactos en exhibición se puede mejorar aún más mediante el acompañamiento de un dispositivo móvil digital o con hojas plastificadas adyacentes a las vitrinas.

4. Interacción:

El modo más cinestésico desde el punto de vista del aprendizaje informal es el que se utiliza en centros del descubrimiento y museos para niños, en los cuales existe personal, voluntarios, aparatos interactivos y especímenes duplicados identificados  que forman parte del sistema de la educación práctica. Estos sistemas se pueden emplear para provocar una respuesta del visitante que desencadenará la experiencia transformadora del mismo, facilitando en la medida de lo posible el descubrimiento de significado que afecta a sus valores, actitudes e intereses. Las encuestas que se hacen a los visitantes de este tipo de museos muestran que la forma de exhibiciones interactivas que tienen más éxito son aquellas en las que el público responde a una guía informada, un guía-animador o un intérprete en el museo – mejor si está vestido con un disfraz de época -. Esta interacción directa de persona a persona pudiera ser una de las experiencias más efectivas que los museos ofrecen, especialmente cuando el personal o los voluntarios están capacitados para suscitar preguntas e involucrar a los visitantes en sus presentaciones. Muchos ejemplos de exhibiciones interactivas son dispositivos mecánicos o electrónicos, como el hecho de levantar una tapa de un panel para leer y responder preguntas planteadas usando gráficos, o presionar un botón para iluminar el modelo o mapa tridimensional. El desarrollo de programas multimedia, especialmente la aplicación de software informático durante estas dos últimas décadas, ha hecho que la exposición interactiva resulte mucho más amplia e imaginativa, especialmente en la presentación de las ciencias físicas y naturales, en la historia y en los museos de arte. La exposición interactiva puede incluir simulaciones de realidad virtual y soluciones de realidad aumentada. También se está haciendo muy popular el uso de monitores que ayudan a los visitantes a visualizar un edificio histórico que originalmente se encontraba en un sitio arqueológico reducido a escombros.

Algunas investigaciones nos indican que el diseño de un programa de educación que disponga de diferentes sistemas de comunicación de significados (métodos educativos) proporciona un mejor aprendizaje cognitivo y mayor concienciación sobre la necesidad de adquirir conocimiento. Debemos mencionar la importancia de tener un cuidado extremo, una delicadeza infinita, con las formas de comunicación que utilizamos en el museo ya que éstas afectan directamente a nuestra experiencia emocional. Una buena exposición reduce los límites que normalmente existen entre el público y los soportes de difusión del conocimiento, y ésto se consigue cuando la interfaz entre los visitantes y el contenido de la exposición es amable, accesible y universal. Mayrand (2001) explica que para lograr una buena exposición, se requiere tener una visión global que llegue a definir cómo debe interactuar el visitante con la colección, el conocimiento y el saber. Solo a través de un claro enfoque de comunicación, con la aplicación de una sólida estrategia que parta del exhaustivo conocimiento y con la experiencia asimilada que tengamos sobre todo tipo de visitantes, se podrán diseñar exposiciones que realmente valgan la pena. Mediante una investigación continua a través de los estudios de visitantes se producirá el esquema de aprendizaje necesario para desarrollar ese tipo de interfaz amable y divertido, capaz de comunicar las ideas que apoyan la formación del conocimiento a lo largo de toda la vida de la exposición.

Mientras tanto, con el desarrollo de las nuevas tecnologías de la comunicación personal, algunos museos se inclinan a introducir otro tipo de «dispositivos personales» que protagonicen la experiencia personal del visitante en la visita, tratando de influir en sus formas de comportamiento hacia las colecciones. La comunicación del museo, gracias al uso de estos «dispositivos personales» (guías de audio, terminales interactivos, teléfonos inteligentes, tabletas táctiles, realidad aumentada, etcétera), reconocerá e identificará hábitos de comportamiento, incluida su posible intención de regresar al museo. En este sentido, es muy importante examinar específicamente los impactos que se reflejan en el resultado de aprendizaje de los visitantes a fin de diseñar las nuevas exposiciones.


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Fotografía: Queppelin – How we used Augmented Reality to bring Museums to life.

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