Museografía Didáctica e Interactividad

Museografía Didáctica e Interactividad

Una exposición es la suma de un buen número de decisiones. Para su diseño deberemos dar varios pasos firmes antes de poder aspirar a la consecución de un resultado excelente. Las exposiciones son una gran parte del «todo» en el museo, pero también el contexto juega un papel muy importante cuando se trata de satisfacer las expectativas de los visitantes. La creación de una exposición estéticamente bella o entretenida ya no es suficiente. Es necesario ir más allá – al menos cuando se planifica una exposición en toda regla – y pensar, sobre todo, en el diseño de la experiencia.

Actualmente, las exposiciones verdaderamente interactivas son inusuales en los museos modernos, están quedándose viejas, parece que fueran algo del pasado. En las que aún permanecen, a menudo la acción se limita a un rendimiento reactivo. Se presiona un botón o se gira una rueda y se sigue la acción. En muchos casos, ésto podría ser suficiente, pero al planificar exposiciones es bueno tener en cuenta que la verdadera interacción siempre debe producirse a partir de la comunicación con el visitante. La acción reactiva suele ser muy corta. Lo que el público podrá aprender a partir de este tipo de interacción es realmente limitado, pues normalmente sólo funciona de una forma: «presionar el botón o no hacerlo». En tal caso, el resultado ha de ser claro y simple porque la acción es muy sencilla.

Las exposiciones interactivas necesitan más carga intelectual que las simplemente reactivas. Deberemos determinar un objetivo para que el visitante consiga llegar al final; por ejemplo, un premio o alguna acción entretenida en la que pueda verse inmerso. Existen también las interacciones cerradas: hay varias formas de alcanzar un objetivo; será decisión del público seleccionar la ruta que quiera seguir para lograrlo. La interacción abierta no necesariamente debe tener un fin determinado. Podría tratarse de una exploración sobre «algo» concreto, o una comunicación directa con la exposición, con lo cual no tiene por qué existir una lección clara que el visitante pueda recibir. La última interacción se produce para ofrecerle información sobre un determinado problema o idea; o puede contener detalles acerca de un enigma completamente nuevo. Como podemos comprobar, hay muchas maneras de interactuar con la exhibición.

Por otro lado, no importa la complejidad o simplicidad que tenga el uso de la exposición, siempre deberemos formular una pregunta trivial acerca de algún problema común, con un enunciado lo más simple posible. Si la cuestión se plantea hábilmente, podrá ser utilizada como base para otras exposiciones. A ésto podríamos denominarlo «narrativa expositiva». Es muy importante que la formulación de la narrativa tenga alguna conexión con algo a lo que las personas se enfrentan en su vida cotidiana; esa relación es vital para generar la mejor experiencia posible.

Pero no es absolutamente necesario que las exposiciones sean interactivas. En los centros de ciencia cabría esperarlo, pero en otro tipo de museos, como los centros de interpretación y patrimonio, es muy probable que ni siquiera sea factible. Si alguna parte de la exhibición aparece inactiva, deberá mostrarse claramente que esa opción no existe. Siempre ha de haber un motivo real de por qué determinada exposición se diseña y produce para ser «práctica» (interacción en el nivel donde se necesita cierto compromiso físico), y no solo para que resulte «divertida». Si no aparece una razón de peso que justifique la narrativa, la exposición corre el riesgo de volverse confusa y decepcionante.

Es muy importante cerciorarnos de que la seguridad de los objetos originales tipo «solo mirar» no se vea comprometida si se incita a alguna «acción» alrededor del mismo. Con una distribución bien planificada, tanto las exposiciones activas como las no activas pueden apoyarse mutuamente y generar un buen ritmo durante toda la visita. La combinación de ambas se puede utilizar para crear una narrativa atractiva y dinámica, con las mismas técnicas que se emplean en la dramaturgia más moderna.

Como señala Caulton, no todas las exposiciones prácticas son apropiadas para los diferentes temas de exhibición. Al final del día, éstas no deberían distorsionar el descubrimiento histórico o científico (Caulton, 1998, 35). Han de planificarse con buen gusto, especialmente si están involucrados temas delicados. Si no es así, sería bueno reconsiderar todo el significado y la existencia de una exposición de naturaleza interactiva.

Como mencionábamos anteriormente, para lograr que una exposición resulte más fácil de seguir para los visitantes, ha de existir una narración coherente que explique bien el modo de recorrerla, o la forma en que se supone que debemos interactuar con ella. Conectar o separar las exposiciones facilitará la comprensión de lo expuesto. La narración puede darnos una pista sobre el orden en que se exhibirán los objetos- por ejemplo, en un centro de patrimonio la historia local se presenta como una línea del tiempo-. Así mismo, se podrían escalar las exposiciones para que fueran comparables, sin importar su ubicación en el espacio expositivo – comparar un átomo de hidrógeno con el tamaño de la molécula de etanol en una pantalla de química -.

La narración no debe resultar demasiado estridente, ya que puede reducir la concentración sobre las exposiciones individuales. No obstante, es una buena herramienta para conseguir que el público sienta curiosidad por seguir el recorrido y pasar a la siguiente etapa. Una narrativa apropiada sirve, a menudo, como tema central de la exposición, planteando preguntas o problemas comunes para el visitante – algo especialmente útil en los museos y centros de ciencia -.

Lo más difícil es lograr que la ciencia sea interactiva, como suele ocurrir en los centros de ciencia, ya que implica encontrar una verdad fundamental sobre la misma. Sin embargo, ésta se halla sometida a un constante cambio; todos los días se publican nuevas teorías y observaciones (solo hay que ver lo que está ocurriendo con el tema de los exoplanetas). Caulton habla sobre el «constructivismo» como el método de reorganización del conocimiento personal tal como se produce cuando las personas interactúan con el mundo (Caulton, 1998, 37).

Al planificar exposiciones, debemos alentar al público a interactuar con aquellos elementos que se consideren relevantes en el contexto personal, físico y social de la visita (Caulton, 1998, 37). Como resultado, conseguiremos que saque sus propias conclusiones sobre los contenidos, ofreciéndole la oportunidad de establecer conexiones entre las diferentes ideas expuestas y de poder desarrollar su propia visión del mundo. Éso, naturalmente, plantea un gran desafío para los museógrafos, ya que ese tipo de exposiciones no puede seguir claramente tramas preestablecidas. Sin embargo, podría generarse un entorno en el que se produjeran distintas posibilidades y opciones – a modo de pistas o sugerencias – para obtener más información. Algo así como crear una gran ruta de tareas donde los resultados únicamente pudieran ser entendidos y juzgados por los propios visitantes.

Se ha cuestionado si es una buena política dejar que el público permanezca en su área de confort sin desafiarle a probar algo completamente nuevo. Podría sugerírseles, a aquellos interesados en los contenidos, que profundizasen voluntariamente en su conocimiento, si bien existe el riesgo de fortalecer solo la imagen de las ciencias como entidades separadas. Esto es exactamente lo que se debe evitar, ya que los métodos interdisciplinarios son muy importantes para las ciencias – y para todo lo demás -.

Según Caulton (1998, 27), la orientación es un componente vital en la comunicación entre la exposición y sus visitantes. Hay cuatro formas diferentes de orientación: geográfica para guiar; psicológica, para estimular la mente; intelectual, para fomentar la comprensión del contenido y conceptual, para ayudar a desarrollar ideas. Las cuatro juegan su papel tanto fuera (en la forma del entorno) como dentro de las exposiciones. Estas premisas deberían ayudar al público a concentrarse en cada exposición individual, pues de no ser así, es probable que la experiencia de aprendizaje se vea comprometida.


Recurso:

Caulton, T. (1998): Hands-On Exhibitions. Managing Interactive Museums and Science Centres. Routledge.

Ahlamo, E.K. (2013): Interactive exhibitions. The Use of Interactivity in Educational Exhibitions. Universidad de Ciencias Aplicadas de Tampere. Tampere, Finlandia.

Fotografía principal: CultureMap. Stunning new glimpse of Earth shines at Houston Museum of Natural Science.


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2 comentarios en «Museografía Didáctica e Interactividad»

  1. Soy estudiante de Museología y desde que me llegan estos artículos siento que amplio mi perspectiva profesional por el nivel conceptual utilizado y las temáticas.

    1. Muchas gracias Cecilia por tu comentario. Nuestro esfuerzo diario va encaminado a ser útiles y contribuir en la medida de lo posible a la modernización de los museos, algo muy necesario para nuestra sociedad. Saludos.

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