Antropología y Arte

Antropología y Arte

 

¿Cómo estudian los antropólogos el arte en comparación con los científicos de otras ciencias sociales? Las diferencias radican tanto en la metodología de la antropología moderna (uso sistemático de la etnografía como método de investigación), como en el contenido (enfoque en las sociedades marginadas y exóticas). Los antropólogos generan gran parte de su conocimiento a partir de observaciones directas, personales y en profundidad del día a día de las personas objeto de estudio y de la interacción con éstas, que informan sobre los detalles de su vida cotidiana. Cuando esta disciplina se comenzó a desarrollar en la primera parte del siglo XX, los antropólogos investigaban culturas exóticas y no occidentales, a menudo como resultado del encuentro colonialista. Gran parte del contenido actual de esta ciencia deriva de la experiencia de ser los primeros occidentales en llevar a cabo estudios de lugares remotos y de sus gentes. El antropólogo era necesariamente un generalista que registraba información sobre el idioma, el medio ambiente, la economía, la religión, la vida familiar, el gobierno, etcétera, pues nada de ésto se recogía en la bibliografía occidental (a diferencia de los estudios antropológicos realizados ​​en territorio europeo o en Estados Unidos).

Esta experiencia supuso el paradigma de la investigación antropológica a través del holismo, por el cual la vida de un individuo debe ser entendida en función del lugar que ocupa en el mundo y su actividad durante toda la vida. El acercamiento científico hacia comportamientos exóticos ha sido fundamental para la comprensión de las diversas culturas del mundo desde el punto de vista de las personas que las constituyen. 

Por otro lado, los antropólogos opinan que la producción artística, incluso en Occidente, debe considerarse, no simplemente como una estética aplicada, sino como una actividad incorporada al mundo del arte; como un conjunto complejo de relaciones sociales (Becker, 1982). Sería un error focalizarse en un único objeto de arte e ignorar todo el cúmulo de relaciones humanas que contribuyeron a facilitar su creación. Un artista de mediana edad en los Estados Unidos, por ejemplo, tendrá necesidad de vivir en un hogar donde alguien, no forzosamente el propio artista, proporcione un seguro de salud (Plattner, 1996). Un artista español, joven, requerirá acceso a una vivienda, que obtendrá normalmente a partir de sus relaciones familiares (Plattner, n.d.). Estos enfoques concretos y mundanos sobre el estudio de la experiencia de la vida presuponen que aquellas personas analizadas por los antropólogos son, por definición, expertos en sus propias vidas y cultura local, sin importar cómo de «bajas» puedan clasificarse en su estructura social o económica.

Un lugar arquetípico en la investigación antropológica podría ser una comunidad local en un país no occidental (los aborígenes australianos, por ejemplo, o los Pel de Malí) o una comunidad marginada en un país del primer mundo (gitanos). Los antropólogos especializados en estos estudios pueden desarrollarlos sobre tres tipos de temas: estudios sobre arte del tercer mundo o culturas exóticas, donde se analiza el significado cultural de los objetos de arte; estudios sobre exposiciones y políticas de museos, tratando de cerrar la brecha entre culturas marginadas, no occidentales y occidentales; y estudios en el ámbito del arte contemporáneo.

Los primeros estudios sobre el arte de las comunidades tribales a pequeña escala se centraron en establecer la procedencia cultural de los objetos, para configurar clasificaciones en función de sus significados, respondiendo a las necesidades de los conservadores del museo occidental bajo cuya responsabilidad estaban los objetos de arte primitivo etnográfico. Pero, cuando éstos se exponen en los museos simplemente como meros objetos de arte, sin ninguna explicación sobre su significado cultural, los antropólogos se molestan, mostrándose, por lo general, severamente críticos. Desde nuestro punto de vista, esta forma de exhibir el objeto también resulta deshumanizante, ya que normalmente no se intenta identificar al artista nativo individual, como ocurre con la exhibición de los objetos artísticos occidentales en los museos. Se trata de una manera de proceder que bien pudiera recordar a los antropólogos algunos antiguos conceptos sobre los malos tiempos del colonialismo impenitente (Price, 1989). Por otro lado, estudios históricos han analizado las colecciones de los museos como retratos de sociedades exóticas en el momento de la historia en el cual se recogieron esos objetos, dándoles un sentido antropológico a partir de la mentalidad occidental de aquella época, cuando se trataba de culturas del tercer mundo.

Análisis más recientes del arte del tercer mundo están interesados ​​en señalar cómo el arte expresa la cultura local o nacional. Heider (1991), por ejemplo, muestra cómo el cine producido en Indonesia revela aspectos únicos de la cultura indonesa. Muchos estudios se centran en la interacción de las sociedades capitalistas dominantes con mundos de arte local supervivientes, en el contexto del turismo o de la mercantilización y distribución occidentales, a través de la vía comercial galería-museo (Coote y Shelton, 1992; Karp y Lavine, 1991). Entre algunos de los aspectos que se analizan están las tensiones introducidas en las comunidades locales por los valores del mercado de arte occidental, que enfatizan la creatividad individual y la competencia, así como la libertad personal. Si hablamos de la creación artística, influye el hecho de que las comunidades «tradicionales» no occidentales (por ejemplo, los Pel) tienden a estructurarse para reprimir la identidad individual a favor del bienestar grupal. El increíble éxito de algunas comunidades indígenas en la creación de un arte único, que se han posicionado dentro del espectro de un mercado mundial, ha tenido sus costos (Myers, 2001). Y mientras, en las comunidades no occidentales, que quieren y necesitan los ingresos derivados de la venta de productos locales a mercados no locales, todo aquello relacionado con la expresión cultural se ve afectado por la mercantilización y (en su opinión) la hiper-individualización al estilo occidental. Actualmente, este concepto de alejamiento entre culturas autóctonas y expresión artística sufre los efectos de la desigualdad entre clases, raza y género, mostrándose en la mayoría de los casos como herramientas de reivindicación social (Dubin, 2001; Mullin, 2001).

Por estas razones, un interés constante de la antropología es descubrir cómo las conductas sociales particulares codifican el significado local y defienden la cultura local de las fuerzas externas (Morphy, 1991, para las pinturas aborígenes australianas, Glassie, 1997, para los alfareros bangladesíes). Una interesante línea de trabajo está utilizando conceptos de la teoría de la globalización para mostrar que los artistas y vendedores de arte africanos crean vidas productivas en dos continentes mediante el comercio de objetos de arte (Steiner, 1994; Stoller, 1996, 1999).

Otra corriente de investigación examina los mundos artísticos en Occidente cuestionando cómo el arte, visto como mercancía y medio de expresión individual, se adapta a la sociedad capitalista moderna. El estudio único de Halle (1993) informa sobre los objetos de arte en 160 hogares del área de la ciudad de Nueva York. Nos descubre el significado personal del arte en las vidas de esta muestra de familias ricas, de clase media y trabajadora, y desafía la influyente teoría del capital cultural de Bourdieu (1984) y Darbel (1990), quienes sostienen que el «arte de la élite» es una parte del capital cultural que dicha élite utiliza para remarcar su estatus y limitar el acceso de los que no forman parte de la misma. El meticuloso trabajo empírico de Halle demuestra que el «arte elitista» (por ejemplo, el gusto por el arte abstracto) es bastante atípico dentro de las clases bajas.

Plattner (1996) hace un retrato del mundo del arte que se produce en una ciudad con una media de clase no elitista. Este estudio etnográfico muestra cómo los artistas, comerciantes y coleccionistas, en un mercado de arte local, toman decisiones económicas sobre estos objetos extraños que son a la vez expresión personal y mercancía. Plattner ilustra sus ideas y propuestas sobre conceptos abstractos tales como la construcción social del valor de las cosas.

Otros antropólogos definen el arte de manera muy amplia, dándole mayor importancia a los aspectos expresivos del comportamiento humano. Anderson (2000, p.8) lo hace a partir de:

  • Análisis de toda clase de objetos y artefactos producidos artesanalmente.
  • Análisis de la creación artística a partir del ejercicio de habilidades excepcionales y diferenciadas.
  • Análisis de los objetos producidos artesanalmente como uso cotidiano.
  • Análisis de objetos destinados a afectar a los sentidos.
  • Observación de las convenciones estilísticas de las obras.

Para aclarar un poco más esta última idea, Anderson dedica su libro al estudio etnográfico de 64 artistas identificados por esos criterios, donde incluye a un especialista en tatoos, un reparador de autos, un jardinero, un predicador, además de un pintor, un orfebre y otros. Su opinión es que el arte, partiendo de una estética vernácula local, adquiere el enfoque tradicional de la antropología en la vida mundana, con la gente sencilla, otorgando la mayor importancia a lo cotidiano, de una manera muy diferente a cómo lo hace la élite. A su manera, las clases más modestas están generando «antropología doméstica». Así como los primeros antropólogos encontraron el arte en objetos tan habituales como las proas de canoa talladas de Melanesia, los escudos de África o el paño de corteza de Sudamérica, Anderson encuentra arte en la vida diaria de los residentes de una ciudad de Estados Unidos. Ejemplifica su valor antropológico en el ejercicio de encontrar arte «elevado» en lugares deprimidos, valiéndose de la antropología para dignificar las vidas de las personas ilustrando el arte de su día a día ( Sherzer, 1990, sobre expresión lingüística en América Central; McNaughton, 1988, sobre herreros africanos; Scoditti, 1990, sobre los tallistas de canoas melanesios, y para un enfoque evolutivo general, ver Dissanayake, 1988).

¿Hacia dónde se dirige el campo de los estudios antropológicos en el arte? Entre otras cosas, la antropología tiene mucho que aportar al estudio de los mercados del arte, utilizando como herramienta el perfil de descripción profunda y detallada en la que el campo se ha ido definiendo. El principal desafío es penetrar en el misterio de la atribución de valor en las ventas de arte. Dada la creación social de valor en el arte, ¿cómo funcionan las relaciones personales entre comerciantes y coleccionistas para legitimar los precios? La ciencia económica es incapaz de resolver este problema. La información provendrá seguramente de estudios etnográficos muy detallados que muestren cómo se hace el trato en una variedad de contextos humanos. El otro campo donde la antropología tiene una contribución única es en los estudios de la globalización del arte. Los antropólogos están en una posición privilegiada para avanzar en nuestra comprensión sobre los procesos generales provocados por choques culturales, cuando el arte no occidental tiene éxito en los mercados occidentales. Llegarán nuevas ideas sobre la forma en que este «arte extranjero» influirá en nuestros mercados y cómo nuestra comercialización e individualización afectarán de vuelta a la «vida en la aldea», ahora que la tecnología permite que los creadores, la información y los productos fluyan de manera automática en todo el mundo.


Recurso bibliográfico:

Plattner, S. (2010): Anthropology of art. A handbook of cultural economics. Chicago: University of Chicago Press.

Fotografía principal: The selved yard.


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