La Exposición: Principios Didácticos

La Exposición: Principios Didácticos

Los principios referidos al montaje de exposiciones, tanto permanentes como temporales, son los siguientes:

  1. La exposición debe utilizar recursos variados; la repetición cansa: La repetición agota al visitante; cuando nos enfrentamos a una vitrina con 50 jarrones etruscos o 60 huesecitos fósiles, se nos cae la moral a los pies. Incluso cansa a los eruditos, que ya es mucho decir. Los recursos expositivos, si se repiten constantemente, también cansan – vitrina+vitrina+vitrina -. Por esta razón, es preferible utilizarlos de forma variada mezclando recursos escenográficos, sonoros, audiovisuales, olfativos, interactivos, perceptivos, tecnológicos, etcétera, de forma que al pasar de un ambiente museográfico a otro, el visitante siempre tenga la sensación de sorpresa. La exposición debería sorprender no sólo por la excepcionalidad de sus piezas, sino especialmente por la variedad de los recursos.
  2. Siempre hay que partir de lo conocido para ir hacia lo desconocido: Para que exista comunicación entre las personas es preciso que pisen un terreno común, y ese terreno es aquello que conocemos todos. Esto es algo muy importante que hay que tener en cuenta a la hora de proyectar la exposición desde el kilómetro 0. Debemos partir de lo que puede resultar obvio para todos y relacionarlo con la disciplina científica de una manera amable, evitando la prepotencia en el conocimiento de las cosas. Un erudito siempre es un mal profesor, debe pasar por el filtro de lo comprensible por los humanos de carne y hueso, no somos dioses del Olimpo habitando el templo de las musas. De nada sirve la transferencia de conocimiento si no es asimilable por y para todos.
  3. La musealización debe atender tanto a los conceptos como a los procedimientos: Muchas exposiciones están diseñadas sobre lo que en didáctica entendemos como un concepto que consideramos que es el fundamental y que el visitante debe asimilar. Sobre esta idea se agrupa toda clase de información, datos, hechos, ejemplos, etcétera. El discurso o relato de la exposición tiende a mostrarnos el «cómo era el pasado» si se trata de museos de historia, o cómo es un ecosistema, si se trata de una exposición  ciencias naturales. En estos casos y en algunas ocasiones, el discurso expositivo se olvida de lo que los especialistas en didáctica denominan los procedimientos, es decir, enseñar el «cómo se hace» o el «cómo lo sabemos». Una exposición planteada de forma didáctica debería tender en lo posible a mostrar también los procedimientos más allá de los conceptos. Plantear expositivamente los procedimientos ayuda al visitante a cuestionarse los mensajes expuestos y observar las razones que los investigadores han utilizado para fundamentar dicho concepto, hecho, resto o proceso.
  4. El discurso museológico debe incluir una introducción, un desarrollo y una conclusión: Ciertamente, plantear un discurso museológico es explorar y transmitir una idea central, un mensaje único (que derivará en otros). Por lo tanto, se debe proceder como en cualquier otro trabajo científico o de ensayo, indicando lo que se pretende enseñar desde el comienzo de la visita, cómo se ha hecho y de qué problemática o situación parte. El discurso museológico siempre debe llevamos a una conclusión, ya sea positiva o negativa. Nuestras mentes buscan un comienzo, un desarrollo y una final, siempre, como si estuviéramos viendo una película. La exposición debe responder a esa necesidad mental que tenemos para la comprensión de nuestra realidad con relación a los contenidos, Así el recorrido es mucho más sencillo para el visitante.
  5. Los objetos deben estar siempre acompañados de un cierto contexto: Son muchas las exposiciones, donde los objetos son los elementos más importantes, ya que constituyen la base del discurso expositivo. Pero en todo caso, si no están contextualizados de alguna manera, quizás se vuelvan irrelevantes para el visitante. Es decir, puede que los objetos expuestos tengan un valor excepcional (jarrones etruscos, por ejemplo), pero no tengan especial significación de cara al visitante general. Para conseguir la atención del visitante sobre el objeto, puede ser importante, en función del objeto, saber cómo fue fabricado, con qué material, poderlo comparar con otros de la misma manufactura, conocer el proceso de formación, de construcción, su época en relación con hechos históricos relevantes y conocidos por el gran público, el entorno macro y micro, su localización o entorno geográfico y el papel del objeto en la organización social o el medio natural en el que se sitúa. Todo ello nos ofrece unas coordenadas que ayudan a situar el objeto, a observarlo más allá de sus propios límites físicos y a entender sus contextos en relación al visitante.
  6. Los mensajes escritos (cartelas), si no queda más remedio que colocarlos, deben ser cortos, parecidos a eslóganes de publicidad o títulos de noticias: Los textos en los museos son normalmente uno de los enemigos públicos número 1 de los visitantes a la exposición, sobre todo para los niños y niñas. Estos insufribles textos lejos de servir como elementos transmisores de información, se convierten en paneles insufribles muy difíciles de leer y más de comprender. Si los textos son cortos y accesibles se leerán. Encontrarse con una gran cantidad de texto es disuasorio para los visitantes, ir a una exposición no es leer un libro o un catálogo. Si el texto debe aparecer necesariamente, hagamos que el visitante se intrigue por él, que lo deba buscar (levantando una tapa, deslizando un resorte, pulsando un botón…)
  7. Los mensajes deben estar priorizados; no todo tiene la misma importancia: Priorizar significa organizar jerárquicamente la información, al igual que ocurre con un libro de texto. Los mensajes superfluos, tales como la descripción de una pieza o de un cuadro – que el visitante tenga delante de sus ojos – la acumulación erudítica de detalles no significativos, las muestras de sabio gratuitas, son elementos negativos para la exposición que acaban entorpeciendo el mensaje.
  8. Un único espacio no debería contener más de un mensaje: Siempre que sea posible, debemos evitar acumular mensajes en un mismo lugar; cada espacio, cada sala, cada vitrina, debería proporcionar un único mensaje principal, emitido de todas las formas posibles. El hecho de colocar mensajes auxiliares y de apoyo no siempre facilita la comprensión del mensaje principal.
  9. La arquitectura y diseño de la exposición deben estar al servicio de las ideas y de la comprensión del mensaje expositivo: Hablamos de espacios en los que no se vive, no se habitan; se trata de diseñar y construir soportes para la comunicación museográfica, no estamos planificando urbanismo, ni viviendas, la obra debe estar al servicio de la exposición de contenidos museológicos, de ideas, de objetos. El marco arquitectónico debería supeditarse a lo que se expone y no al revés. En la exposición, los soportes museográficos, nunca deben prevalecer sobre el propio contenido que muestra, nunca deben hacerle sombra. El diseño debe someterse al mensaje museográfico; no intentemos ganar un concurso de diseño extraordinario, aquí el diseño debe cumplir una misión muy concreta, es una herramienta para la mejor comprensión del mensaje de la exposición. El diseño no debe devorar el mensaje, ni difuminarlo haciéndolo incomprensible. El edificio, a su vez, debe atender a los criterios de funcionalidad, accesibilidad y cumplir con los objetivos del museo o sala de exposiciones, posibilitando la adaptación y prevalencia de espacios amables con el visitante.selection-du-weekend-37-5UFUNK

RESUMEN:

  • La exposición debe utilizar recursos variados; la repetición cansa al visitante.
  • El discurso de la exposición debe partir de lo conocido para ir hacia lo que debemos descubrir.
  • La musealización de la exposición debe atender tanto a los conceptos como a los procedimientos.
  • El discurso de la exposición debe mostrar un principio comprensible, un desarrollo y una conclusión.
  • Los objetos deben exponerse con cierto grado de contextualización; debemos dotarlos de un contexto comprensible.
  • Los mensajes gráficos deben ser cortos, como eslóganes publicitarios o titulares de periódicos.
  • Los mensajes deben responder a ciertas prioridades; no todo tiene la misma importancia para el visitante.
  • Un único espacio no debe contener más de un mensaje, es mejor un mensaje por cada espacio.
  • La arquitectura y el diseño de la exposición deben estar al servicio de las ideas y de la correcta comprensión del discurso expositivo; estos recursos nunca deben hacer sombra a la finalidad de la exposición: transmitir conocimiento.

Recursos: SANTACANA MESTRE, Joan y SERRAT ANTOLÍ, Nuria: «Museografía didáctica». Editorial Ariel Patrimonio, Barcelona (2205).

Imagen principal y para redes sociales: UFUNK

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