La Cuarta Generación de Museos de Ciencia

La Cuarta Generación de Museos de Ciencia

 

Si los museos de ciencia comienzan a adoptar la alfabetización científica crítica, los modelos de comunicación democráticos y los temas sociocientíficos (a menudo controvertidos), ¿qué podrían ser, convertirse y/o encarnar los museos de ciencia de cuarta generación? En el texto de hoy, ampliamos nuestra idea y comprensión sobre esta cuarta generación a través de seis impulsores definitorios que tienen implicaciones para las identidades institucionales, las prácticas arraigadas y las agendas de investigación de académicos y profesionales de museos. Aunque se presentan de forma lineal, estos impulsores clave son fluidos, se superponen y se influyen mutuamente tanto en la teoría como en la práctica.

Junto con los objetivos tradicionales de recopilar, conservar y comunicar la ciencia, los museos de ciencia de cuarta generación pueden convertirse en lugares de activismo, reflejando objetivos más contemporáneos y con visión de futuro que responden a los paisajes cambiantes de los museos actuales. Janes y Sandell (2019) describen las «expresiones nuevas y divergentes del poder inherente del museo como una fuerza para el bien», actuando como catalizadores del cambio. En un momento en el que nos enfrentamos a desafíos como la pandemia de COVID-19, la degradación ambiental, los avances en tecnologías reproductivas, los problemas de gestión de desechos, la extracción de petróleo y el calentamiento global, los museos de ciencia pueden convertirse en actores y voces adicionales para la transformación social, ambiental y política (Janes, 2009; Ng et al., 2017).

Consideramos que la idea de la atención plena en los museos es una construcción útil. Janes (2010) describe la atención plena como estar plenamente presente en el momento y prestar atención de manera deliberada y explícita a las cosas, personas o eventos que ocurren a nuestro alrededor, tanto a nivel local como global, sucesos que de otro modo pasarían desapercibidos. Se trata de comprender nuestras elecciones y las razones detrás de ellas. El «mindfulness» en los museos no implica abandonar las tradiciones que históricamente han sostenido y caracterizado a los museos de ciencia en todo el mundo. En cambio, debemos asumir el enfoque de la atención plena para abordar problemas más amplios y repensar las identidades y roles de los museos de ciencia en las sociedades contemporáneas.

En el mundo de los museos de ciencia, comenzamos a ver trabajos de promoción y convocatorias que reflejan perspectivas críticas y de sostenibilidad (Pedretti y Navas Iannini, 2020). Por ejemplo, la Declaración de Toronto (Congreso Mundial de Centros de Ciencias, 2008), el Protocolo de Tokio (Congreso Mundial de Centros de Ciencias, 2017a) y la Declaración de Mechelen (Congreso Mundial de Centros de Ciencias, 2017b), hablan de una presencia global más intensa y de un trabajo que mueva más allá de las paredes de los museos de ciencia a medida que se afianzan las coaliciones y los objetivos compartidos de sostenibilidad y responsabilidad cívica.

Si pensamos en las prácticas en exposiciones, dos ejemplos destacan. El primero es «Ngoda: La riqueza bajo nuestros pies» (Mutare Museum, Zimbabue). Esta exposición, que se centra en el comercio ilegal de diamantes y los testimonios de los residentes desplazados de las áreas de extracción, se convirtió en un espacio de diálogo público (Chipangura, 2017). Debido a su contenido, la exposición rápidamente se volvió controvertida, generando debates públicos entre funcionarios gubernamentales y la comunidad. Esta audaz exposición logró generar un cambio social y cierta justicia para las familias desplazadas, al mismo tiempo que contribuyó a repensar las identidades tanto del museo como de las comunidades locales. El segundo ejemplo relevante es «Raza: ¿somos tan diferentes?» (Museo de Ciencias de Minnesota, EE. UU.). Según el sitio web del museo (Museo de Ciencias de Minnesota, s.f.), esta exposición «ayuda a los visitantes a comprender qué es la raza y qué no lo es. Les proporciona las herramientas necesarias para reconocer las ideas y prácticas raciales en la sociedad estadounidense contemporánea» (párrafo 4).

El concepto de «lucha productiva» inicialmente contradice la imagen de los museos de ciencia como lugares de diversión y entretenimiento. La ambigüedad y la disonancia no son necesariamente lo que los visitantes esperan cuando llegan a un museo de ciencias, lo cual plantea una interesante paradoja. Por un lado, el público espera obtener información y «conclusiones» sobre ciertos temas, así como tener experiencias agradables respaldadas por el museo. Por otro lado, tanto el personal como los visitantes reconocen y tienen interés en que los museos de ciencia aborden cuestiones complejas y controvertidas (ver Achiam y Sølberg, 2017; Cameron y Kelly, 2010; Navas Iannini y Pedretti, 2017; Pedretti y Navas Iannini, 2020).

En el contexto de los museos de ciencia, la «lucha productiva» implica que tanto los visitantes como los profesionales de los museos estén comprometidos, piensen de manera crítica y posiblemente experimenten algún impacto emocional (D’Mello et al., 2012; Kapur, 2016). Esto puede resultar problemático e incómodo, ya que el personal del museo se enfrenta a negociaciones para desarrollar nuevas exposiciones u otras iniciativas educativas que aborden temas controvertidos (como el sexo, la desigualdad o la salud mental). Del mismo modo, puede generar desorientación e incomodidad entre los visitantes. Surgirán preguntas sobre qué contenido se debe incluir o excluir, qué conocimientos se privilegian o no y por qué, cómo se abordan los problemas planteados por los patrocinadores y financiadores, y cómo se tiene en cuenta la perspectiva del público. Sostenemos que los momentos de lucha productiva son necesarios y brindan oportunidades para el crecimiento institucional, la reevaluación de objetivos y el cambio de enfoque.

Algunos museos de ciencia han abrazado la lucha productiva de diferentes maneras. Se pueden fomentar oportunidades para experiencias (positivas) con la incomodidad y la lucha (tanto emocional como cognitiva), por ejemplo, a través de exposiciones que aborden temas sociocientíficos complejos (p. ej., Navas Iannini y Pedretti, 2017). Estas oportunidades también pueden ser promovidas por otros tipos de iniciativas educativas desarrolladas o apoyadas por los museos de ciencia. Un ejemplo destacado es el Controversial Science Café, organizado periódicamente por el museo Espaço do Conhecimento—UFMG (Centro de Conocimiento—Universidad Federal de Minas Gerais) en Belo Horizonte, Brasil. El objetivo de este café es involucrar a los visitantes en discusiones polémicas sobre temas científicos complejos con implicaciones sociales (Espaço do Conhecimento, n.d.). En los últimos tiempos, este espacio ha abordado temas como los desafíos de la movilidad urbana, las mujeres en los campos STEAM, los desastres ambientales relacionados con la minería y las noticias falsas. El intercambio informal, horizontal y cercano entre los expertos y la audiencia y la naturaleza de los temas elegidos abren un espacio para conversaciones difíciles e inclusivas.

La incomodidad productiva nos recuerda que las luchas (ya sea con el contenido, la complejidad, los sistemas de valores, las costumbres culturales, etc.) pueden ser positivas y, de hecho, nos ayudan a trabajar con ideas difíciles y creencias en conflicto en la creación de significado y las experiencias de creación de sentido.

Ng et al. (2017) presentan la poderosa noción de alianza en el mundo de los museos científicos como un modelo para abordar y promover la diversidad y prácticas inclusivas. La idea de la alianza nos permite ver a estas instituciones como lugares en disputa, espacios inclusivos y, una vez más, como sitios para el bienestar y la transformación social. En el contexto de los museos de ciencia, la alianza implica lo siguiente: reconocer que no se trata solo de ellos mismos; practicar la escucha activa, la autorreflexión y el aprendizaje; y tener la voluntad y la conciencia de ser activo y capaz de tomar dirección (Ng et al., 2017). Este trabajo es desafiante e implica una serie de prácticas y experiencias vividas (Ng et al., 2017).

Históricamente, es sabido que los museos de ciencia han excluido a las poblaciones marginadas, privadas de derechos y sin poder (Dawson, 2014a, b; Feinstein, 2017). Para muchos, estas instituciones pueden ser consideradas alienantes e inaccesibles, donde se privilegia la blancura (y el statu quo). Estas reflexiones nos llevan a cuestionar cómo los museos de ciencia pueden descolonizarse y establecer relaciones con las comunidades en las que están ubicados. Las posibles vías para fomentar la inclusión social y la equidad de manera significativa incluyen establecer asociaciones y redes con diferentes organizaciones y actores sociales, como universidades, centros comunitarios, iniciativas ambientales locales y escuelas. Esto implica consultar con las comunidades, desarrollar competencias culturales y fomentar la participación y aceptación de la comunidad (Dawson, 2014a, b; Feinstein, 2017; Janes y Sandell, 2019). Es evidente que estamos presenciando el surgimiento de marcos de equidad para los museos de ciencia que se basan en el acceso a la infraestructura, la alfabetización, la aceptación de la comunidad (Dawson, 2014a, b) y las prácticas creativas que respaldan oportunidades de aprendizaje intercultural (Aguirre, 2014). Del mismo modo, abogamos por construir experiencias y prácticas que sean inclusivas, relevantes y significativas para todos los visitantes.

La alianza con las comunidades representa una poderosa forma de promover la transformación social y ambiental en y a través del entorno de los museos de ciencia. Un ejemplo notable es el Parque Explora en Medellín, Colombia (Aguirre, 2014). A través de diversas iniciativas, este museo se ha dedicado a involucrar a las comunidades de bajos recursos que se encuentran en su cercanía geográfica. El museo ofrece subsidios de entrada para grupos escolares y de bajos ingresos, promueve centros juveniles de investigación y fomenta proyectos comunitarios. Un esfuerzo destacable del Parque Explora es el proyecto «Territorio Expandido-Laboratorio de Prácticas Barriales». Esta iniciativa tiene como objetivo «articular comunidades a través de la apropiación social del conocimiento, el intercambio de saberes, la reflexión sobre lo local y el trabajo colaborativo, para desarrollar habilidades de liderazgo, investigación y comunicación en la juventud de Medellín» (Parque Explora, s.f.). Estos proyectos se enfocan en temas como la biodiversidad y la electrónica creativa, y parten de los intereses y las dinámicas sociales de las comunidades locales, buscando generar soluciones colaborativas a los problemas locales (Parque Explora, s.f.).

En resumen, en el corazón de la alianza se encuentran los siguientes conceptos:

  1. Equidad: buscar la justicia y la equidad a través de prácticas institucionales y contenido de exhibición (Feinstein, 2017; Ng et al., 2017).
  2. Capacidades comunitarias: honrar y reconocer a la comunidad, sus conocimientos y competencias, y reutilizando a través de ellos el trabajo de los museos de ciencia.

En los últimos tiempos, ha habido un aumento en publicaciones, investigaciones y prácticas de los museos de ciencia que destacan su capacidad para promover la empatía a través de diferentes medios (Gokcigdem, 2016; Janes y Sandell, 2019; Ng et al., 2017). Aunque inicialmente la idea de la empatía puede resultar discordante para los museos y rara vez se considera como un objetivo (Koster, 2016), ha llegado el momento de hacerlo.

La empatía se describe como el reconocimiento y la compartición de los sentimientos, incluyendo la angustia, de los demás para comprender mejor sus situaciones, incluso si no compartimos esos sentimientos o situaciones (Koster, 2016). Un ejemplo destacado es la exposición «Heureka Goes Crazy» (Heureka, el Centro de Ciencias de Finlandia, PILKE) y su versión ligeramente adaptada y renombrada en Estados Unidos como «Mental Health: Mind Matters» (Museo de Ciencias de Minnesota, EE. UU.). Ambas exposiciones abordan temas sociocientíficos complejos y delicados relacionados con la salud mental. Sus objetivos institucionales compartidos incluyen crear conciencia y desmitificar los prejuicios sociales sobre la salud mental y las enfermedades mentales, involucrando a los visitantes en temas que históricamente se han considerado tabú, desestigmatizando la salud mental y fomentando la empatía (Rosenström, 2015; Museo de Ciencias de Minnesota, 2018). Estos son ejemplos destacados de cómo dos museos de ciencia se han comprometido de manera deliberada y explícita a promover la empatía y, como resultado, el cambio y la transformación social, a través de sus prácticas de exposición. Ambas exhibiciones invitan a los visitantes a involucrarse de manera crítica, emocional y, a veces, a ponerse en el lugar del «otro» para desarrollar empatía, compasión y comprensión (en términos de conocimiento y sentimientos).

Al observar más allá de la producción de exposiciones, debemos destacar el surgimiento de otras prácticas que involucran coaliciones, organizaciones y espacios, todos ellos compartiendo un hilo común: abogar por la empatía, el impacto social y la acción en los museos de hoy (Murawski, 2016). Curiosamente, estas prácticas y movimientos a menudo se encuentran en museos de historia y arte. Por ejemplo, el Centro para la Empatía y las Artes Visuales dentro del Instituto de Arte de Minneapolis (Centro para la Empatía y las Artes Visuales, s.f.) se enfoca en la investigación y las prácticas institucionales (tanto para el personal como para los visitantes) que fomentan y promueven la empatía y la conciencia global a través de las artes. Otro ejemplo es el Museo de la Empatía (Museo de la Empatía, s.f.), que realiza proyectos itinerantes de arte participativo centrados en cuestiones de prejuicio, desigualdad y conflicto desde la perspectiva de la empatía. Su objetivo principal es ayudar a los visitantes a «ver» el mundo a través de las perspectivas y experiencias de los demás.

Sostenemos que es igualmente urgente y necesario ubicar y fomentar la empatía en el contexto de los museos de ciencia (y, en términos generales, en el campo de la educación científica), en parte debido a la tradición dominante de (re)presentar la ciencia como algo objetivo y desprovisto de contexto (como lo social, cultural, ambiental, político y ético). Los museos de ciencia de la cuarta generación pueden desarrollar espacios y prácticas que inviten a los visitantes a participar, a sentir profundamente y a comprender mejor a los demás.

Sabemos y reconocemos que los museos de ciencia tradicionalmente han presentado la ciencia como algo abstracto, sin problemas, autoritario y concluyente. Estas prácticas y compromisos de larga data en presentar la «verdad» y los «hechos» perpetúan el estatus del conocimiento científico y continúan privilegiando un sistema de conocimiento que ha estado predominantemente orientado hacia la cultura blanca y occidental. Estas observaciones plantean interrogantes sobre otras voces, el silenciamiento de conocimientos y experiencias, y el privilegio otorgado a ciertas epistemologías. Proponemos que los museos de ciencia de la cuarta generación pueden interrumpir las narrativas científicas tradicionales, honrar una diversidad de voces y comenzar a compartir la «autoridad epistémica».

Feinstein (2017) sostiene que la «ciencia» de los museos de ciencia a menudo se desarrolla «con un grupo particular de personas en mente» (página 534). Esto es poderoso y a la vez problemático. Aunque los museos de ciencia son considerados lugares de aprendizaje de la ciencia en todo el mundo, la investigación y las prácticas nos indican que generalmente la forma en que creamos estas experiencias de aprendizaje se basa en un conjunto de normas, convenciones y prácticas de grupos específicos de personas (Dawson, 2014b; Feinstein, 2017). Puede resultar más difícil y menos gratificante para los visitantes involucrarse en prácticas culturales que les resultan desconocidas o que contradicen sus propias prácticas (Rogoff, 2003). Según Sjöström y Eilks (2017), nuestras perspectivas sobre el conocimiento científico se desarrollan dentro de nuestra propia cultura (incluyendo nuestros valores y visiones del mundo). Si adoptamos la noción de los museos de ciencia como espacios epistemológicos, podemos (y debemos) considerar una variedad de experiencias de aprendizaje científico que honren una diversidad de perspectivas y sistemas de conocimiento, involucrando al aprendiz en la coproducción del conocimiento.

La relevancia y el propósito de los museos de ciencia han sido temas de debate continuo y polémico. En 1998, Bradburne sugirió que los centros de ciencia necesitan experimentar una transformación radical si quieren seguir siendo relevantes y prósperos. Advirtió sobre la desaparición de los museos de ciencia y argumentó que los centros de ciencia todavía se planifican sin un sentido crítico en torno a exhibiciones prácticas sobre principios y fenómenos científicos, y cuando las instituciones públicas intentan contextualizar la ciencia y la tecnología en su contexto social, paradójicamente, la sociedad queda excluida. Janes (2009), a través de su provocador libro titulado «Museos en un mundo en problemas: ¿Renovación, irrelevancia o colapso?», nos invita a seguir cuestionando el propósito de estas instituciones, especialmente en la actualidad, cuando se deben considerar y discutir tantos temas socio-científicos difíciles para promover la transformación social y ambiental. Otros escritos recientes (Butler y Lehrer, 2016; Janes y Sandell, 2019; Pedretti, 2002; Pedretti y Navas Iannini, 2020) presentan argumentos convincentes similares, impulsando conversaciones y prácticas de museos en nuevas y provocativas direcciones que enfatizan la crítica y la agencia.

Nuestro análisis de los museos de ciencia a través del surgimiento de una cuarta generación y sus impulsores clave sugiere que las instituciones están evolucionando, revisándose y redefiniéndose para convertirse en algo más de lo que han sido históricamente. Desde nuestra perspectiva, los museos de ciencia de cuarta generación son audaces, innovadores y orientados hacia el futuro, y ofrecen posibilidades para promover el compromiso cívico, el activismo y el cambio. Reconocemos que los museos de ciencia de cuarta generación, junto con sus prácticas críticas y de agencia (ya sean exposiciones o programas curatoriales, foros, cafés científicos, divulgación, coaliciones y trabajo comunitario), presentan sus propios desafíos y narrativas, especialmente cuando se abordan temas controversiales. Sin embargo, ha llegado el momento del cambio, ha llegado una nueva era para los museos de ciencia.

 


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Recursos bibliográficos:

Aguirre, J. M. (2014): Territorio Expandido-Laboratorio de prácticas barriales. Parque Explora.

Butler, D. y Lehrer, R. (2016): Synergy in the Quest for Equity in Science Education. Journal of Research in Science Teaching, 53(5), 667-682.

Dawson, E. (2014a): Curating controversy: Museums and the ethics of exhibition-making. Berg.

Dawson, E. (2014b): Beyond ‘opening up the black box’: Investigating the roles and purposes of new science centres in the UK. Science Museum Group Journal, 2.

Feinstein, N. (2017): The museum as a site of social potential. Curator: The Museum Journal, 60(4), 523-541.

Gokcigdem, E. (2016): Museums and Social Responsibility: The Role of Museums in Society. Routledge.

Janes, R. R. (2009): Museums in a troubled world: Renewal, irrelevance, or collapse? Routledge.

Janes, R. R. y Sandell, R. (2019). Museum activism. Routledge.

Koster, R. (2016): Exploring the notion of empathy in science centers and museums. Science Education and Civic Engagement: An International Journal, 8(2), páginas 5-14.

Murawski, M. (2016): Re-envisioning the Museum: Implications for Staff Practices. Curator: The Museum Journal, 59(4), páginas 435-442.

Ng, P., Hammerman, J. y Gokcigdem, E. (2017): Museums and civic engagement: Designing interactive experiences. Routledge.

Pedretti, E. (2002): Changing Perspectives on Learning in Museums. Science Education, 86(3), páginas 455-468.

Pedretti, E., y Navas Iannini, A. (2020): Science Museums as Contested Spaces: Engaging Visitors in Critical Dialogue about Socio-scientific Issues. In E. J. Kloser (Ed.), Teaching and Learning about Science in the 21st Century (páginas 419-441). Springer.


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Fotografía: Empathy Museum – A Mile in My Shoes

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