Nuevas Reflexiones Sobre el Museo del Futuro

Nuevas Reflexiones Sobre el Museo del Futuro

 

Internet es hoy para nosotros lo que solía ser la electricidad en el siglo pasado: un gran acelerador de la innovación. Cada día se envían aproximadamente 300 mil millones de correos electrónicos en todo el mundo; se escriben 5 millones de publicaciones, se publican más de 500 millones de tweets y se visualizan 20 mil millones de páginas web. Bastante más de la mitad de la población mundial ya tiene acceso a Internet y a un teléfono inteligente, mientras que más de un tercio posee una cuenta activa en las redes sociales. Una de cada cinco personas en el mundo ha comprado, al menos, un producto en línea en los últimos 30 días, y el número de viviendas conectadas a la red está creciendo sustancialmente.

Estas impresionantes cifras representan una sociedad cambiante, donde las nuevas tecnologías conquistan todos los aspectos de nuestra vida, a menudo modificando los patrones de consumo y los productos. En la industria musical, la llegada de la tecnología digital ha revolucionado la relación entre artistas, compañías discográficas, tiendas minoristas de música y consumidores, creándose nuevos modelos de negocio. Pero la música es solo un ejemplo de cómo la tecnología digital puede cambiar el juego. Los textos, que antes se leían en los libros comprados en librerías o en los periódicos de los quioscos, ahora se leen en Internet o se descargan en lectores electrónicos, tabletas o teléfonos móviles y Kindle. Las librerías no han desaparecido, pero gigantes como Borders, la segunda cadena más grande de los EE. UU., ya ha cerrado. Plataformas como Booking han revolucionado la forma de organizar los viajes y las vacaciones, en beneficio de los consumidores y en detrimento de las agencias de viajes tradicionales. Kodak, una de las pocas empresas que, junto con General Electric, se ubicó en los primeros puestos de la capitalización financiera durante la mayor parte del siglo pasado, desapareció en tan solo unos pocos años, no porque la gente ya no haga fotografías, sino porque la tecnología nos ha proporcionado nuevas herramientas: cámaras digitales compactas y teléfonos móviles, con tecnología digital Leica, incluso.

¿Qué pasará con los museos cuando la tecnología digital alcance su máximo potencial? ¿Qué características tendrá el museo del futuro? ¿Cómo aprovecharán los museos las oportunidades que ofrece la innovación digital? ¿Qué competencias necesita esta industria para mantener hoy la relevancia social de nuestros museos?

La disolución de las jerarquías y las funciones sociales lleva a los museos a abrirse; ya no son sistemas cerrados como en el siglo pasado, sino partes de sistemas amplios de relaciones científicas, culturales y territoriales. Los usuarios, además de ser consumidores de productos culturales, se están convirtiendo en sujetos activos de la producción y transmisión de contenidos. El museo del futuro será una obra colectiva (participativa) o dejará de existir. Se desarrollará y creará conjuntamente con las comunidades más grandes, que lo respaldarán y compartirán decisiones sobre él. En esta transición, la innovación digital proporciona la infraestructura que multiplique las oportunidades de intercambio, participación y accesibilidad.

Los museos han comenzado un largo proceso a través del cual van adaptándose a estas nuevas dinámicas, en favor de sistemas más horizontales y nuevos lenguajes de comunicación. En el pasado, solían exhibir objetos. Actualmente, deben conectar la multiplicidad de ideas y el conocimiento que los diferentes pueblos han ido desarrollando en base a estos mismos objetos. La tarea que ahora se espera que los museos realicen, en el plano real y en línea, es compartir, dentro y fuera, colecciones y contenidos narrados a partir de las colecciones.

La cultura digital está modernizando el vocabulario de los museos; compartir es definitivamente una de las palabras clave del futuro. Compartiendo colecciones y espacios, creando conexiones con nuevas audiencias- incluso con aquellos aparentemente distantes-. Compartir significa una oportunidad de crecimiento y representa una herramienta de marketing indirecto, muy útil para ampliar la audiencia.

Dado que la centralidad del público es cada vez más importante, el tipo de experiencia que los museos pueden proponer a sus visitantes, en la vida real y en línea, se convierte en el núcleo de su oferta cultural. Un exhaustivo conocimiento de su público es un elemento esencial para satisfacer mejor la demanda de contenidos culturales que se pueden disfrutar a través de la experiencia, donde el factor cognitivo se combina con el emocional. Los visitantes, por su parte, se sentirán atraídos por las habilidades de los museos para narrar historias con las que puedan identificarse, se les presentará con un punto de vista íntimo y auténtico, capaz de afectar a las personas no solo a través del pensamiento, sino también a partir de las emociones.

He aquí la segunda palabra: narración, el medio por el cual se transmite hoy el aprendizaje moderno. Dado que el objetivo es facilitar una nueva forma de crear participación a largo plazo con el público, el museo del futuro optará por una combinación virtuosa de narración directa (el museo se narra a sí mismo) e indirecta (los visitantes narran el museo), todo a favor de una narrativa participativa. Se debe animar, tanto al público como a su personal, a crear sus propias historias y conexiones con el museo en sí y con la historia que representa.

Al mismo tiempo, para ayudar a los ciudadanos a orientarse a través de la vasta información científica y pseudocientífica en la que se encuentran inmersos a diario, se espera que los museos satisfagan las necesidades reales de la sociedad, construyendo puentes entre diversas disciplinas y tipos de conocimiento. Por un lado, los ciudadanos son receptores de información; por el otro, se convierten en protagonistas en los procesos de producción de contenidos culturales, gracias a nuevas formas de interacción, servicios y metodologías de aprendizaje. El museo del futuro es, por lo tanto- aquí llegamos a la tercera palabra clave-, creado conjuntamente por personas. Se trata, cada vez más, de un trabajo colectivo, promovido por ciudadanos y científicos. Así es como el valor social de los museos debe favorecer la creatividad en las comunidades. Así es como los museos se convierten en lugares para visitar desde una edad temprana, en manera cotidiana, como los cines, parques y supermercados. En definitiva: no es un templo dedicado al pasado, sino una institución viva que mira hacia adelante, capaz de estimular la participación y la creatividad de su audiencia a todos los niveles. El museo debería ser cada vez más importante para la sociedad, un lugar inspirador donde se estimula la producción de nuevos significados.

Como conclusión, el museo del futuro deberá ser más emotivo. Las personas podrán conectarse con él de diferentes maneras, y las dimensiones física y digital estarán cada vez más interconectadas, siendo dos caras de la misma moneda, tanto para los visitantes como para el personal.

Las tecnologías digitales son un medio para lograr la misión del museo. Es por esto que afectan a todos los aspectos de la vida del mismo y al trabajo del personal, aunque en diferentes grados. Todo comienza con la digitalización del patrimonio; la base de datos de la que el museo extrae todos sus contenidos. Gracias al escaneo 3D, ahora es posible tener archivos digitales de alta resolución, que permiten un acceso rápido y fácil al rango de información sobre las colecciones almacenadas. Todos los interesados ​​se benefician, tanto los internos (para la organización de exposiciones, la elección de posibles adquisiciones, la evaluación de los activos, etcétera) como los externos (para investigaciones, solicitudes de préstamos de otros museos, etcétera). Algunos museos ya lo han hecho con gran parte de su patrimonio público; otros están buscando el sistema de visualización más adecuado para poner su catálogo digital en línea. A veces recurren al software existente; en otros casos, sin embargo, deciden desarrollar soluciones propias, en estrecha colaboración con sus proveedores. En este caso, el personal del museo juega un papel importante en la definición de los criterios para el desarrollo de sistemas: una integración entre las exigencias del museo y las soluciones propuestas. El desarrollo de nuevas tecnologías no solo cambia el trabajo de los archivistas y museólogos, sino también el de los conservadores, que están cada vez más comprometidos con la colección en formato digital. El arte en Internet ha estado creciendo en los últimos años, y algunos museos ya han lanzado nuevas colecciones a las que se puede acceder solo a través de la Web.

Por otro lado, se espera que la comunicación combine el contenido cognitivo y emocional, para satisfacer las necesidades físicas y virtuales de los visitantes. Gracias a las redes sociales, los museos pueden conocer más a su público, tanto durante su visita como desde sus casas. Personalizan el contenido y el lenguaje, de acuerdo con el objetivo que pretenden alcanzar. Edad, género, origen, educación e intereses son toda la información necesaria para desarrollar una comunicación adecuada. Aparte de la visita al museo, el análisis de grandes volúmenes de datos (Big data) y la creación de perfiles de usuarios, pueden hacer que la comunicación resulte única y personalizada. Esto proporciona información sobre las opiniones y preferencias de los usuarios antes, durante (con el uso de los IBeacons) y después de la visita (física y virtual), a fin de preparar una oferta cultural a medida. Lo que un equipo de redes sociales puede hacer hoy va más allá de las necesidades de comunicación tradicionales y de una mayor personalización del contenido. El trabajo de estos profesionales de análisis de grandes volúmenes de datos fomenta la vida cotidiana de los museos en la web, conectando todas las actividades y el conocimiento que los museos desean compartir. Por lo tanto, su reputación crece, junto con su capacidad para producir nuevos contenidos culturales.

La estrategia digital de un museo dependerá de muchos factores, como recursos financieros, pero también de una mentalidad abierta y del liderazgo adecuado capaz de gestionar el cambio. Cuanto más clara sea la definición de objetivos y prioridades, más involucrados estarán los departamentos de la organización en la implementación del cambio. De hecho, no surge ningún producto digital si no se han promovido importantes innovaciones en los procesos, nuevos comportamientos y metodologías. Es necesario informar a todos los empleados y colaboradores del museo sobre el potencial y los beneficios que la tecnología digital puede generar en la gestión de la institución. Los resultados se lograrán solo si todo el personal se identifica en la misión del museo y comparte las herramientas elegidas para lograrlo, ya sean digitales o no. Los objetivos finales han de ser establecidos muy claramente y alcanzados a través de un trabajo en línea.

Dado que el proceso de mejora es continuo y progresivo para consolidar el posicionamiento del museo, es crucial realizar una investigación de mercado extensa y constante, y decidir en qué tipo de producto digital vale la pena invertir. Esto evita que la institución desperdicie recursos para productos «modernos» que están poco en línea con su estrategia general. Además, el uso de demasiados productos digitales puede producir un efecto engañoso, comprometiendo la comprensión de los usuarios con la misión del museo. Al mismo tiempo, invertir en el análisis de big data para medir el impacto de las acciones es una forma de evaluar constantemente la calidad de la oferta cultural y su mejora continua.

El secreto para cualquier estrategia digital exitosa es aumentar la accesibilidad de sus colecciones, tanto en el sitio como en línea. A fin de mejorar ésta en el sitio, el museo debe invertir en soluciones tecnológicas que generen oportunidades iguales en beneficio de objetivos específicos; por ejemplo, personas discapacitadas o en desventaja económica y social. Desde este punto de vista, la oferta de nuestros museos aún es deficiente y debe estructurarse mejor para satisfacer una demanda ya existente y potencialmente creciente. En cuanto al terreno en línea, las inversiones en infraestructuras digitales son fundamentales: en primer lugar, en las webs, la piedra angular alrededor de la cual se debe construir la marca del museo. Cuanto más fuerte sea la marca, mayores serán las posibilidades de atraer visitantes. Invertir en el sitio web es importante no solo para mejorar la reputación del museo, sino también por sus activos, en términos de negocio. Cuanto mejor sea la calidad de la plataforma, mayor será la posibilidad de transformar el recorrido virtual de los usuarios en otra acción, como suscribirse al boletín, comprar una entrada o souvenir. Invertir en un buen sitio web implica generar tráfico y aumentar el volumen de negocios. Al mismo tiempo, es igualmente importante tener una buena estrategia en el uso de las redes sociales. El objetivo es mejorar no solo los indicadores de desempeño, sino también la participación general de las comunidades locales. Por lo tanto, es necesario conocer en detalle las necesidades de los usuarios, una vez más. Como mencionamos anteriormente, funciona si toda la organización, no solo el equipo de redes sociales, participa en la producción de contenido digital. En esta etapa de la transición, la solución más efectiva sería crear un grupo líder, que se alimente de los departamentos involucrados (conservación, comunicación, TIC, marketing, enseñanza) y empuje a todo el personal del museo.

Pensemos por un momento que la mayoría de los museos del mundo son pequeños. Debido a la reducción de sus recursos, se ven afectados mucho más que los grandes por la actual crisis económica mundial. En algunos países europeos, la mayoría de los museos dependen financieramente de los gobiernos locales (lo que a veces da como resultado una mucho menor autonomía en la producción de contenido digital). Sin embargo, las tecnologías digitales ofrecen nuevas soluciones a costos asequibles, especialmente en beneficio de los patrocinadores financieros del gobierno local. Aunque para muchos museos pequeños los costos de desarrollar y administrar un sitio web sean insostenibles, la difusión de las redes sociales ha reducido considerablemente las barreras de acceso a la comunicación digital, proporcionando herramientas muy poderosas para la creación de redes.

Para los museos pequeños, incluso más que para los grandes, es esencial abandonar el modelo tradicional de trabajo en un mundo «cerrado». En el ámbito digital, hasta el pequeño museo puede encontrar su público objetivo u otros museos de nicho en todo el mundo con los que colaborar y crear proyectos. Está muy manido, pero, «unidos venceremos». Hoy en día, también los pequeños museos deben cruzar sus límites y mirar más allá, desarrollando nuevas actividades para aumentar sus redes y establecer alianzas sólidas con otros museos, más o menos próximos geográfica o temáticamente, pero también con otras instituciones externas que no pertenecen a la industria museística. La colaboración con universidades para el desarrollo de habilidades digitales puede favorecer, por ejemplo, un caldo de cultivo para la formación de nuevas generaciones de profesionales digitales. De manera más general, la creación de redes sólidas de apoyo y colaboración, dentro y fuera de la industria, permitirá una mayor eficacia para la búsqueda de recursos, y brindará la oportunidad de crear momentos de capacitación informal con los grandes museos, cuando sea posible compartir sus experiencias.

Gracias a los efectos de las tecnologías y de las redes, los pequeños museos pueden beneficiarse del efecto «Long Tail«, teorizado por Chris Anderson, para explicar el modelo comercial y económico implementado por Amazon y Netflix. Para estos gigantes, el volumen de ventas totales de los productos menos populares supera al de los muy populares. Anderson concluye, por lo tanto, que una oferta ilimitada crea una demanda ilimitada, principalmente en beneficio de productos de nicho concreto. En la industria de los museos, las tecnologías digitales también permiten que los museos más pequeños accedan al mercado global y, si sus redes son sólidas, obtengan más visibilidad. Así pues, mientras la cultura de consumo masivo se está transformando en un archipiélago de nichos que todos pueden alcanzar gracias a la tecnología digital, la atención y el interés por los grandes museos afectan positivamente a los museos de nicho- siempre que se incluyan en los sistemas de comunicación territorial que amplían la elección del usuario-. Finalmente, la planificación razonable de recursos podría ser extremadamente ventajosa. Cuando los recursos financieros escasean, es preferible no dispersarse. Conviene elegir menos actividades y llevarlas a cabo lo mejor posible- como sea posible-, en términos de calidad de trabajo y desarrollo. Para seleccionar las plataformas y herramientas adecuadas, es importante diseñar una estrategia y focalizarse en un tipo concreto de audiencia.

Junto a las inversiones y las infraestructuras digitales, las competencias del personal y el interés pueden establecer, más que nada, la rapidez con que el museo se moverá en el mundo digital. Lo que necesita la industria es una buena combinación de competencias, desde la historia del arte hasta la comunicación digital, desde el marketing en línea hasta la gestión cultural y la tecnología de la información. Aún más útil es la unión y la colaboración entre diferentes profesionales que intercambien mútuamente su experiencia.

Las habilidades digitales esenciales para abordar los cambios actuales están relacionadas con la comunicación, el análisis de big data, la producción de contenido y la experiencia del usuario. En lo que respecta a la comunicación, se requieren especialistas en redes sociales para su uso estratégico. Solo la experiencia puede promover el desarrollo de habilidades necesarias para obtener un buen nivel de participación. La clave es, por lo tanto, planificar estratégicamente y mirar más allá de los objetivos a corto plazo. Asimismo, es deseable trabajar con personas diversas, tanto dentro como fuera del museo. La capacidad de trabajar en equipo es crucial, además de mostrarse  abiertos y estar dispuestos a colaborar.

A su vez, la calidad del trabajo depende, en gran medida, del interés. Las habilidades y la dedicación se pueden desarrollar solo si hay pasión. Estimular el interés y la pasión por las tecnologías digitales constituye la clave para promover el cambio. La perspectiva debe ser la de la «gestión de jardinería», donde el objetivo de la administración es el desarrollo del individuo: la evolución positiva de una institución dependerá del desarrollo de los individuos que la reviven cada día con su trabajo.
Los perfiles necesarios en este momento de transformación deberían poder combinar tradición e innovación. Se han desarrollado habilidades curatoriales, científicas y editoriales que, al mismo tiempo, son capaces de combinar el conocimiento «tradicional» con un conocimiento profundo de los nuevos medios digitales. En la mayoría de los casos, es preferible entrenar los perfiles existentes para desarrollar habilidades digitales innovadoras, en lugar de contratar personal nuevo, especialmente considerando los recursos financieros limitados disponibles para la mayoría de las instituciones culturales.

Actualmente, está emergiendo una figura fundamental en la promoción de la cultura digital y en la adquisición de las habilidades digitales necesarias para modernizar el museo. Hablamos del consultor de TICs culturales. Este profesional será el responsable de la estrategia digital del museo y de la planificación financiera de los recursos tecnológicos. Se trata de un perfil estratégico para aquellos museos que quieran asumir los desafíos de la transformación digital. No solo deberán conocer todo sobre la planificación y la gestión de una comunicación digital efectiva, sino que también deberán desempeñar un papel de mediación entre el museo y el mundo exterior, tratando de dialogar con los diferentes grupos implicados, para colaborar o para conectar con sus comunidades.

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