La luz y el color, trabajando juntos, son los principales factores que influyen en la apariencia general de un espacio. El color, en particular, desempeña un papel fundamental en nuestras percepciones visuales y reacciones subconscientes (Meerwein et al., 2007; Singh, 2006; Yksel, 2009). Por otro lado, aunque a menudo subestimamos el papel de la luz porque nos permite ver los colores, en sí misma también tiene un impacto importante, aunque en su mayoría de manera inconsciente, en nuestra evaluación visual general (Boyce, 2004; Custers et al., 2010; Meerwein y colaboradores, 2007).
Los numerosos estudios sobre la influencia de la luz y el color en entornos han arrojado resultados complejos y en ocasiones contradictorios (Babin, Chebat y Michon, 2004; BARLI, Aktan, Bilgili y Dane, 2012; Brengman y Geuens, 2004; Crowley, 1993; Gohar, 2008; Knez, 1995, 2001; Park y Farr, 2007; Singh, 2006; Turley y Milliman, 2000). Algunos de estos estudios han señalado diferencias en las respuestas a la luz y el color según la cultura y el género, especialmente en aspectos subjetivos como las preferencias por ciertos tonos e intensidades (Knez, 2001; Ou, Luo, Woodcock y Wright, 2004b, 2004c; Park y Farr, 2007; Singh, 2006; Valdez y Mehrabian, 1994). Sin embargo, otros estudios han demostrado de manera bastante consistente que algunas de las respuestas fisiológicas y psicológicas son universales, independientemente del género y la cultura (Hutchings, Ou y Ronnier Luo, 2012; Mahnke y Mahnke, 1987; Meerwein et al., 2007; Ou, Ronnier Luo y Cui, 2008).
Se ha demostrado que el color influye en cómo percibimos el sabor, el tiempo, el espacio, la temperatura y el tamaño (Gohar, 2008; Mahnke y Mahnke, 1987; Yuksel, 2009). En entornos comerciales, tanto el color como la iluminación pueden afectar las actitudes hacia los productos y las decisiones de compra (Babin, Hardesty y Suter, 2003; Bellizzi y Hite, 1992). Esto sugiere que la interacción entre luz y color puede tener un impacto que no es evidente cuando se estudian por separado.
Por ejemplo, el color rojo se cree que estimula el apetito y la actividad, por lo que se utiliza en muchos restaurantes de comida rápida. Por el contrario, los colores azules pueden reducir el apetito y son adecuados para lugares tipo buffet «todo lo que puedas comer» (Singh, 2006). En películas, cuando un barco de guerra es atacado, a menudo se ilumina de rojo junto con sirenas de peligro. Las habitaciones pintadas con colores cálidos como el rojo y el amarillo pueden parecer más cálidas que las pintadas de azul o verde, incluso si la temperatura ambiente es la misma (Mahnke y Mahnke, 1987; Nassau, 1983). Además, un entorno ruidoso puede parecer aún más ruidoso si está dominado por colores como el amarillo y el rojo (Mahnke y Mahnke, 1997).
El color rojo se considera emocionante y puede generar fuertes respuestas emocionales, fisiológicas y perceptuales (Mahnke y Mahnke, 1987; Meerwein et al., 2007; Spenwyn, Barrett y Griffiths, 2009). Por esta razón, se utiliza en casinos, donde se busca crear un ambiente emocionante que fomente la actividad de juego y confunda la percepción del tiempo (Singh, 2006). Sin embargo, la evidencia empírica sobre estas ideas es algo ambigua. Un estudio encontró que la velocidad de las apuestas estaba más relacionada con el ritmo de la música que con la iluminación de color, y que el riesgo asumido no se veía significativamente afectado por la luz o la música utilizadas, aunque se realizó en un entorno simulado (Spenwyn et al., 2009).
Por otro lado, este mismo estudio reveló que la iluminación roja amplificaba la percepción de la música a un ritmo rápido. Todos estos datos refuerzan la necesidad de investigar los ambientes de manera integral y en su contexto, ya que los factores ambientales pueden interactuar entre sí, lo que es difícil de discernir en estudios que manipulan variables ambientales individualmente.
En términos generales, los resultados obtenidos sugieren que la luz y el color son elementos cruciales en la formación de percepciones generales en entornos expositivos, moldeando la sensación general de los espacios y, en última instancia, la experiencia de los visitantes. Este aspecto ha sido reconocido por otros investigadores (Bonn et al., 2007; Kottasz, 2006; Peponis et al., 2004; Roppola, 2012; Stenglin, 2004). Sin embargo, pocos estudios han abordado directamente la percepción de la luz y el color en contextos museísticos.
Desde una perspectiva arquitectónica, el color ejerce una influencia significativa en la percepción del tamaño y el ambiente de un espacio específico. La luminosidad de un color es uno de los factores más cruciales en la percepción espacial (Mahnke y Mahnke, 1987). En general, los colores más brillantes (es decir, más luminosos) hacen que un espacio parezca más grande que los colores oscuros. Por ejemplo, un techo de color oscuro dará la impresión de ser más bajo que uno pintado con un tono más claro (Meerwein et al., 2007). Los colores oscuros y saturados reducen la percepción del tamaño de una habitación (Mahnke y Mahnke, 1987). Además, la disposición y combinación de colores en una habitación, es decir, en sus paredes, techos y suelos, afectará a cómo se percibe. Por ejemplo, los techos oscuros pueden crear una sensación de opresión, pero ver nuestra sombra en el suelo puede generar una sensación de seguridad (Meerwein et al., 2007).
Si bien la luminosidad se relaciona principalmente con el tamaño y la amplitud de un espacio, la saturación tiene un mayor impacto en la sensación de «actividad». Los colores altamente saturados se asocian con una mayor sensación de emoción y complejidad, mientras que los colores menos saturados son más relajantes, independientemente de su tonalidad (Mahnke y Mahnke, 1987).
Otro aspecto importante en el contexto arquitectónico es si un color se percibe como «cálido» o «frío». Manteniendo la luminosidad y la saturación constantes, los colores cálidos tienden a parecer más pesados que los colores fríos. Además, los colores brillantes en tonos cálidos, como el rojo, el ocre o el naranja, parecen más cercanos y a veces pueden resultar abrumadores en comparación con colores más suaves en tonos fríos, como el azul claro o el verde lima. Los tonos cálidos tienen un efecto «centrífugo», lo que significa que atraen la atención hacia el entorno, mientras que los tonos fríos son «centrípetos», diseñados para mejorar la concentración y la atención en una tarea específica (Mahnke y Mahnke, 1987).
Estas observaciones sobre cómo los colores influyen en la percepción son consistentes con la «Teoría de Stenglin«. Los resultados de la investigación sobre «color y emoción» proporcionan una base teórica adicional para comprender la función del color en la percepción del entorno, un tema que se explorará en detalle en un próximo artículo titulado «La percepción del color: Emociones cromáticas y el significado del color».
En resumen, la relación entre la luz y el color desempeña un papel fundamental en la percepción de nuestros entornos y en nuestras respuestas emocionales y fisiológicas. Tanto la luz como el color son elementos que interactúan de manera compleja para influir en cómo experimentamos y evaluamos los espacios que habitamos. La investigación en este campo ha revelado una serie de hallazgos intrigantes, aunque a veces contradictorios, sobre cómo la luz y el color afectan nuestras percepciones y emociones.
Desde el impacto del color en nuestras preferencias y comportamientos en entornos comerciales hasta la forma en que la luminosidad y la saturación afectan la percepción del tamaño y la actividad de un espacio, queda claro que la interacción entre la luz y el color es un área de estudio en constante evolución. Los colores pueden ser «cálidos» o «fríos», brillantes o suaves, y cada uno de estos aspectos influye en cómo nos sentimos y actuamos en un espacio determinado.
En última instancia, comprender cómo la luz y el color afectan nuestras percepciones y emociones es esencial en campos tan diversos como la arquitectura, el diseño de interiores, la psicología y el marketing. Esta comprensión nos permite crear espacios que no solo sean visualmente atractivos, sino también funcionales y que promuevan experiencias positivas para quienes los habitan. A medida que continuamos investigando en este fascinante campo, podemos esperar descubrir aún más sobre cómo la luz y el color moldean nuestro mundo y nuestras percepciones.
Recursos bibliográficos:
Mahnke, F. H. y Mahnke, R. H. (1990): El color en los ambientes. Editorial Gustavo Gili.
Babin, B. J. (2008): Marketing Sensorial: La influencia de los sentidos en la elección del consumidor. Ediciones Pirámide.
Rivas, T. y Pallarés, J. (2013): El color como influencia en la percepción visual. Cuadernos de Investigación: Publicación Digital del Departamento de Historia del Arte de la Universidad de Sevilla, 9, páginas 47-56.
Peña, N. S. y Romero, J. (2012): La influencia del color en el comportamiento del consumidor: una revisión desde el marketing. Revista Latina de Comunicación Social, (67), páginas 101-119.
Turley, L. W. y Milliman, R. E. (2000): Atmospheric Effects on Shopping Behavior: A Review of the Experimental Evidence. Journal of Business Research, 49(2), páginas 193-211.
Kottasz, R. (2003): The Influence of Store Layout and Design on Customer Satisfaction: The case of «España Alimentación». Journal of Retailing and Consumer Services, 10(6), páginas 345-352.
Valdez, P. y Mehrabian, A. (1994): Effects of color on emotions. Journal of Experimental Psychology: General, 123(4), páginas 394-409.
Mahnke, F. H. y Mahnke, R. H. (1987): Color and Light in Man-made Environments. Van Nostrand Reinhold.
Knez, I. (2001): Effects of Colour of Light on Nonvisual Psychological Processes. Journal of Environmental Psychology, 21(2), 201-208.
Stenglin, M. (2004): Aesthetic Quality in Architectural Design—Neurological and Psychological Origins. Nordisk Arkitekturforskning, 16(4), páginas 15-24.
Singh, S. (2006): Impact of Color on Marketing. Management Decision, 44(6), páginas 783-789.
Meerwein, G., Winner, H. y von Castell, C. (2007). How Lighting Conditions Affect Mental and Emotional Reactions to Art. Psychology of Aesthetics, Creativity, and the Arts, 1(3), páginas 144-150.
Kottasz, R. (2006): The Role of Colour in Marketing. Marketing Intelligence & Planning, 24(7), páginas 641-660.
Bonn, M. A., Joseph-Mathews, S. M. y Dai, M. (2007): Influence of Lighting and Colour on Customer Satisfaction: Case Study of a Full Service Restaurant. International Journal of Hospitality Management, 26(1), páginas 18-28.
Roppola, T. (2012): Aesthetical and Perceptual Qualities of Architectural Spaces—Assessing Perceptual Qualities of Urban Spaces. Journal of Urban Design, 17(4), páginas 475-490.
Yuksel, A. (2009): Effects of Colour on Emotions in Hotel Design. International Journal of Hospitality Management, 28(4), páginas 620-626.
Babin, B. J. (2003): Modeling the Impact of Retail Atmospherics on Customer Emotions and Behavioral Intentions. Tesis doctoral, Louisiana State University.
Gohar, R. (2008): Investigating the Influence of Lighting, Colour and Decor on Consumer Choice and Behaviour in Retail Environments: A Cross-Cultural Examination. Tesis doctoral, Victoria University of Wellington.
ISSN | 3020-1179 |
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