Exposición del Objeto como Fábrica de Conocimiento

Exposición del Objeto como Fábrica de Conocimiento

Hoy por hoy, parece estar ampliamente aceptado que el trabajo de un curador de exposiciones deba valorarse dentro del contexto de la investigación académica. Esto podría ser cierto en las exposiciones relacionadas con la Historia, donde el estudio sobre el origen de los objetos es la prioridad del trabajo curatorial. Pero mientras que en algunas áreas del conocimiento, como la arqueología, los objetos se valoran naturalmente como una fuente de información histórica por derecho propio, determinados museos – entre ellos, los de ciencia y tecnología – no aportan ese valor. En este contexto puede entenderse que las exposiciones se utilicen principalmente para ilustrar y visualizar resultados de investigaciones basadas, principalmente, en fuentes bibliográficas.

Muchas de las grandes exposiciones históricas de las últimas décadas (históricas en el sentido de exhibir la historia cultural), han inspirado el trabajo académico más allá del mero estudio y decodificación de los objetos. Esto se debe a que los curadores han ampliado su labor para poder facilitar un trabajo creativo y en equipo, enfocado hacia la producción de contenido y conocimiento en sí mismo. Actualmente, se empieza a visualizar la idea de que los museos y sus exposiciones no son solo un teatro de la historia sino, además, un «laboratorio» con escenografía incluída (Gottfried Kor y Martin Roth). La introducción de esa escenografía puede crear plataformas visuales capaces de proporcionar ideas y transmitir algún tipo de pensamiento; es en este proceso donde se ponen a prueba las propuestas curatoriales más modernas. El objetivo final es poder generar un modelo de comunicación universal y accesible, donde los objetos «hablen» entre sí y con el visitante, lo que contribuye, finalmente, a un significado abierto a todos. De este modo, la contextualización escenográfica promueve un espacio productivo para el conocimiento- más bien asociativo- que puede llegar a ser ambivalente. Pero para poder generar esa comunicación fluida deberemos abandonar definitivamente la erudición de antaño, la añeja y antipática, y sustituirla por un discurso amable para todos. 

A fin de conseguir que la exposición sea una fábrica universal de conocimiento, hemos de valorar en su justa medida la experiencia de la exposición como una «escuela de percepción», un vehículo para transmitir conocimiento a todos, sin distinción, y no como un espacio de alarde de exhibición del gran saber del Super-yo. Siguen existiendo lagunas en torno a la conceptualización universal de la exposición. Continúan generándose ruidos difíciles de amortiguar. Podemos hablar, por ejemplo, de los catálogos que siempre acompañan a la exposición y que, normalmente, se distancian parcial o totalmente del formato de la misma. Lo que estos catálogos hacen, de manera evidente, es demostrar que la exposición es un generador y un producto de la máxima erudición; hay que leerlos con un diccionario en la mano y, aun así, no se entienden; ¿qué hay de la exposición en sí misma?; ¿o de las que definitivamente no son históricas, centradas en la ciencia y la tecnología contemporáneas en lugar de en las humanidades? La erudición, además de resultar muy poco o prácticamente nada creativa, no confía ni en la estética del objeto, ni en su capacidad de comunicar por sí mismo, ni en sus cualidades «intrínsecas» o significados emocionales. 

El marco museológico donde aparece un exceso desmedido en la entrega de conocimiento al público se encuentra bastante alejado de lo que debe ser la práctica profesional en un museo actual. Es importante valorar la creación de la exposición como un proceso de producción de conocimiento – como ya hemos mencionado en otras ocasiones -, donde el enfoque principal del trabajo museológico no se centre en la supuesta capacidad de aprendizaje del futuro visitante ni en su experiencia anterior. Los curadores han de bajar al suelo, desde sus pedestales de mármol, y demostrar que están capacitados para proponer una narrativa universal y accesible en el desarrollo de la exposición (The Square, 2017). La gestión de los egos no puede formar parte del proceso de creación.

No obstante, debemos reconocer que no está del todo claro, ni bien delimitado, el concepto de «erudición académica». Las ciencias naturales (y las humanidades) necesitan, quizás hoy más que nunca, un enfoque único, accesible y universal en el diseño y producción de exposiciones. Y ese enfoque ha de ser capaz de generar imágenes inteligibles (legibles y entendibles) y bellas, no solo para el experto académico, sino para un público amplio al que se le permita participar activamente en la exposición, generando, tal vez, unos modelos de conocimiento más «sólidos socialmente»- si parafraseamos un concepto aplicado a otro contexto-. La exposición como soporte de difusión de conocimiento es más que un simple proceso de comunicación de arriba hacia abajo, desde la academia hacia el público; por ello es necesario desarrollar una plataforma productiva y dinámica entre las culturas de expertos disciplinarios y la propia sociedad, en un esfuerzo de acercamiento que invite a las personas a visitar los museos.

Por supuesto, si narrásemos la evolución del proceso de diseño de una exposición paso a paso, desde el planteamiento hasta su producción, surgiría de modo recurrente la duda de si realmente puede funcionar la pretendida comunicación entre contenido y público, partiendo del enunciado teórico sobre el «entendimiento público de la investigación que se pretende comunicar». Pero esa sería otra historia, u otro artículo: «la historia del desarrollo en la creación de la exposición», que explicaría también cuáles son los procesos de aprendizaje informal dentro del museo.


Recurso:

Susanne Lehmann-Brauns, Christian Sichau y Helmuth Trischler (editores, 2010): The exhibition as Product and generator of scholarshipMax Planck Institute for the History of Science. Berlín, Alemania.

Fotografía: I.Pining.


La objetivo del curso es brindar conocimientos útiles, que sirvan a la identificación de los factores de riesgo que pueden afectar de manera directa o indirecta a los  bienes culturales, tomando las medidas de prevención acertadas y bajo la normativa vigente. Establecer las herramientas necesarias para lograr entender al museo, su medio y su contenido como un sistema, y mediante el conocimiento de los entornos físicos que rodean a los objetos que permitirán la correcta planificación de rutinas acordes a todas las actividades que se desarrollan en los espacios museales para mantenerlos en óptimas condiciones sin que esto se convierta en un factor que las perjudique.

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