La narrativa es una de las principales herramientas de procesamiento mental que podemos utilizar para transmitir mensajes educativos en los museos. Hay quien opina, como es el caso de Hein, que «debemos reconocer que el museo no es depositario de la ‘verdad’, sino que sus contenidos están generados por humanos imperfectos e influidos culturalmente». Pero también explica que «los mensajes que emiten los museos son en sí mismos historias, narraciones para leer que deben ser entendidas por los visitantes». Como ya hemos dicho en artículos anteriores, el aprendizaje es un proceso sociocultural. Falk y Dierking argumentan que la narrativa es un medio muy eficaz, no solo para transmitir conocimiento, sino también para compartir información sociocultural. Las narrativas, o los guiones narrativos, son clave para estructurar el conocimiento en el museo y, en consecuencia, para organizar, interpretar y entender el mundo desde sus exposiciones.
Asimismo, ambos autores relacionan la estructura narrativa con el proceso de construir memoria a largo plazo. Se refieren a la investigación sobre el conocimiento que ha demostrado que, universalmente, las personas pueden organizar mentalmente la información de manera efectiva si se les narra en una historia. Esas historias constituyen un mecanismo para transmitir el patrimonio cultural/histórico, y ayudan a proporcionar significado a los hechos. Falk y Dierking también aluden a acciones sociales de juego y actuación, como la música y el teatro, y a varios tipos de formas narrativas, como la poesía. Existen modos diferentes de narrar las historias a fin de transmitir información cultural, recurriendo a patrones de relaciones sociales y códigos de conducta, así como a suposiciones, implicaciones y emociones que tienen que ver con las formas habituales de interacción social. Estas narrativas se suelen apoyar en objetos y artefactos pero, en algunos casos, son las historias mismas las que se convierten en medios culturales. Por lo tanto, los objetos de los museos pueden desempeñar un papel importante en la construcción, el soporte y la transmisión de la narrativa. Tanto ésta como la teatralidad son aspectos importantes en el diseño de exposiciones, ambas estrechamente relacionadas con los métodos de aprendizaje constructivista.
Tricia Austin habla de dos escuelas de pensamiento – para ella predominantes -, y explica sus dos enfoques contrastados sobre la naturaleza de la narrativa. La «perspectiva ontogenética» propone que los «cerebros y cuerpos humanos están conectados para construir continuamente narrativas» valorando éstas como parte de nuestra capacidad de comunicarnos usando el lenguaje. La «perspectiva filogenética» sugiere que la narrativa es el resultado de una evolución cultural. «Las personas adquieren habilidades narrativas que producen y articulan un sentido del yo o del ‘yo y el mundo’, derivando sus acciones hacia una narrativa de la identidad». Austin plantea que es posible combinar las dos perspectivas si reconocemos que la narración, aunque esté «integrada en el cerebro», se puede desarrollar también con la práctica. Estos procesos son espaciales en su naturaleza, ya que cualquier experiencia utilizada por el hombre para generar identidad y desarrollar su comprensión sobre el mundo ocurre inevitablemente en algún lugar. Austin enuncia esta idea como su principal argumento para la creación de narrativas en espacios destinados a la transmisión del conocimiento. Son entornos que utilizan tanto el plano intelectual como el corpóreo, y transmiten un mensaje a través de una variedad de medios sensoriales – si bien también hacen uso de palabras escritas o habladas, y de imágenes o películas -. Aunque los aspectos físicos del entorno se perciben a través de nuestro cuerpo y luego desencadenan pensamientos o emociones, la información textual y las imágenes pueden provocar recuerdos sensoriales e incluso interacciones físicas.
Visto desde la perspectiva didáctica, otro aspecto importante de la narración es su naturaleza constructiva, ya que nace de «la interacción entre uno mismo, los demás y el mundo» y, en consecuencia, difiere dependiendo de cómo o dónde se comunica y por quién. Reconociendo esa naturaleza didáctica de la narrativa y su importancia en el proceso de creación de significado, resulta interesante tener en cuenta la coautoría y el contenido generado por los visitantes, así como los temas relacionados con la ética y el juego de poder que encontramos en las exposiciones de los museos. También conviene considerar los estímulos que deberían estar presentes en el entorno con el fin de hacerlo atractivo para el visitante. La historia, comunicada a través de medios intelectuales y sensoriales, ha de generar tensión y crear un sentido de desarrollo gradual (un principio, desarrollo y final que cuestione), además de ofrecer elementos de incertidumbre que inciten al deseo de buscar más respuestas. Este equilibrio entre lo familiar y lo desconocido es lo que hace que el público se motive, confiando en su propia capacidad para resolver un misterio. Si una narración está estructurada de manera efectiva, «provocará una percepción realista, acción física y cambio o transformación intelectual; esto puede describirse como aprendizaje o descubrimiento en el contexto de la exposición, pero también como una reafirmación de su sentido del yo».
Por otro lado, los visitantes de los museos no pueden aprender lo suficiente si no se les proporciona el espacio adecuado y el tiempo necesario para concentrarse e interpretar la información. El efecto que tiene la organización espacial y la materialidad de la arquitectura en el aprendizaje va más allá de un entorno físico y psicológicamente cómodo. El diseño espacial que se adapta al «diseño expositivo» juega un papel muy importante en la estructuración de la narrativa. De hecho, una secuencia de espacios constituye una especie de narrativa por derecho propio. Determina el recorrido y el ritmo del movimiento de los visitantes y, por lo tanto, influye en su percepción de la exposición. Además, la organización de espacios puede facilitar la orientación en el edificio y, en consecuencia, en la propia exposición. Si el diseño arquitectónico complementa el diseño conceptual de la exposición, se generará una narrativa coherente en el discurso del museo (guión museológico). Conceder tiempo para el aprendizaje también se puede conseguir a través del medio arquitectónico. La organización de los espacios y sus cualidades físicas se podrían combinar para apoyar la intención curatorial al proporcionar una secuencia temporal y un ritmo en su recorrido.
La comodidad física y psicológica está estrechamente relacionada con la comodidad social. En este caso, los diseñadores tratan con el nivel de confort dirigido a diferentes grupos sociales en entornos particulares, con el mensaje que el museo comunica a un grupo étnico o social en particular, y así mismo tratan con lo que ese mensaje representa para esta parte del público. Dichos mensajes pueden transmitirse no solo a través de los significados simbólicos de la arquitectura, sino también de sus cualidades espaciales y físicas. Ciertos grupos podrían sentirse incómodos por la monumentalidad abrumadora del edificio o la información cultural que concede la primacía a una determinada cultura. El «post-museo» reconoce sus responsabilidades sociales y promueve la diversidad y la tolerancia. Asimismo, contempla la naturaleza sociocultural del conocimiento y su papel en la formación de la identidad. Por lo tanto, la arquitectura del museo debe relacionarse con las comunidades y promover su identificación con la institución. Una de las formas de lograr este objetivo es diseñar un edificio que esté enraizado en la historia y la identidad local. Ser capaz de identificarse con un lugar, en este caso el museo que proporciona experiencias de aprendizaje positivas, es fundamental para el proceso de creación de identidad. También es posible crear un espacio que impulse el aprendizaje a través de la interacción con otros visitantes, fortaleciendo así los vínculos entre los miembros de la comunidad y, en consecuencia, el museo.
La responsabilidad ética del museo hacia la sociedad también se relaciona con las soluciones de diseño utilizadas en el proceso de mediación. Como sucede en los diversos museos que representan el Holocausto, la materialidad magistralmente empleada, combinada con una narrativa emocional y controvertida, puede tener un impacto muy fuerte en el visitante. La experiencia del museo se vuelve encarnada y teatral, lo que fortalece la respuesta emocional y cognitiva. Sin embargo, puede distraer el aprendizaje y hacer que éste sea más entretenido que didáctico. El «post-museo» aboga por la integración de experiencias placenteras y la creación de significados. No obstante, se debe mantener un equilibrio, ya que los museos tienen la responsabilidad de evitar caricaturizar los sistemas de valores y la transmisión de conocimiento. Otro riesgo en el uso de narrativas museológicas potentes, combinadas con una presencia arquitectónica generalizada, es que podría conducirnos a ofrecer una experiencia de aprendizaje restrictiva. Si la arquitectura moldea cada movimiento de los visitantes y guía su atención dejando poca libertad de elección, la capacidad de éstos para formar sus propias interpretaciones será muy limitada.
Por otro lado, es posible argumentar que el espacio del museo no debe limitarse a un edificio. Podría extenderse, por ejemplo, a su entorno urbano o natural. Esta suposición no niega el papel que juega la arquitectura en la didáctica museística. Sin embargo, se sugiere que podría abarcarse un espacio físico más amplio en los museos: desde su entorno inmediato a las ciudades o paisajes en los que se encuentran. Greenberg explica que la estructura de una exposición se puede producir en capas entrelazadas, que van desde lo micro hasta lo macro, en niveles que podrían trascender el propio espacio físico:
Los fragmentos históricos simplemente se hacen más grandes y algunas de las historias más épicas trascienden la escala física, fundamentadas en la memoria colectiva y personal.
Podríamos decir que la experiencia de aprendizaje en un museo situado en un extenso parque llega a ser diferente a la que se produce si se encuentra rodeado por un paisaje urbano. Esta suposición es posible gracias al reciente reconocimiento de que la experiencia del museo dura mucho más que el tiempo que se pasa en él. Los visitantes sienten su presencia a través de los medios y las interacciones sociales, tienden a planificar y anticipar la visita antes de que realmente suceda, y continúan dando sentido a la información percibida mucho después de que finalice la misma. Todos estos procesos contribuyen al aprendizaje en el museo y, por lo tanto, no debería descuidarse el impacto que el ambiente físico provoca sobre ellos.
Recursos:
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Fotografía: North Carolina Museum of Art. You Are Here: Light, Color, and Sound Experience.
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