Respuestas Afectivas en el Contexto del Museo

Respuestas Afectivas en el Contexto del Museo

A pesar de que históricamente las ciencias (incluida la psicología) han considerado el afecto como una emoción poco importante en los procesos racionales de percepción y conocimiento, hoy en día se entiende que se trata de una parte esencial del aprendizaje, involucrada en la toma de decisiones y en nuestro desenvolvimiento social (Barrett, Mesquita, Ochsner y Gross, 2007; Immordino-Yang y Damasio, 2007; Norman, 2004). Se ha reconocido que el afecto desempeña un papel poderoso en nuestra capacidad de memoria y en la aplicación del aprendizaje en contextos, a priori, desconocidos (Immordino-Yang y Damasio, 2007). Su efecto positivo ayuda a potenciar la imaginación y la creatividad, mientras que la exposición a los objetos bellos (que sabemos que producen igualmente un efecto positivo en el visitante) se perciben como menos relevantes para el aprendizaje (Norman, 2004). Este último punto sugiere que el diseño de la experiencia, cuando está relacionada con la generación de emociones positivas en el museo, puede influir de manera definitiva en el disfrute de una vivencia gratificante por parte de sus visitantes, convirtiéndose en una valiosa herramienta para fomentar pensamientos que alimenten nuestra curiosidad por las cosas, la exploración y el aprendizaje. Por esta razón, podemos asegurar que la dimensión emocional forme parte, inevitablemente, del diseño de la experiencia:

Las emociones dan color a nuestra memoria y experiencia y, por lo tanto, guiarán nuestra atención selectiva hacia la información (Uzzell y Ballantyne, 1998, pag.152).

En la mayoría de los estudios sobre visitantes se hace hincapié en las respuestas cognitivas o conductuales referentes a la experiencia del museo (es decir, estudios observacionales o entrevistas diseñadas para obtener las dimensiones cognitivas del aprendizaje en la experiencia en el museo del visitante y relacionada con la recuperación nemotécnica del contenido). Sin embargo, el afecto se reconoce también como una faceta fundamental de esa experiencia (Falk y Gillespie, 2009; Packer, 2008; Roppola, 2012; Soren, 2009). A partir de estas investigaciones, se ha descubierto que dicho afecto es un factor muy importante en la creación de nuestra imagen mental global del museo (Moreno Gil y Ritchie, 2009). Por otro lado, esta dimensión afectiva se vincula muy sólidamente con la motivación de buscar la «riqueza de la experiencia» (que incluye entretenimiento y motivaciones educativas) de la visita (Moreno Gil y Ritchie, 2009). Esto hace pensar en la existencia de un posible vínculo entre las respuestas afectivas y las experiencias de aprendizaje relacionadas con la diversión, tal como lo describe Packer (2006). De hecho, las respuestas afectivas a las experiencias de los museos parecen constituir un componente principal de su atractivo:

[…] el aprendizaje que más se valoraba se expresaba en el lenguaje afectivo de la dimensión intrínseca, usando palabras como enriquecimiento, descubrimiento, iluminación, inspiración, perspectiva, conciencia, diversión, afirmación, alegría, placer y emoción (Scott, 2009).

En un estudio sobre el papel que juega el afecto en el contexto de una exposición, Falk y Gillespie (2009) diseñaron una «cuadrícula de afectos» (Russell, Weiss y Mendelsohn, 1989), adaptada para medir ese estado afectivo de los visitantes en su recorrido por la exposición. Esta herramienta se basa en un modelo de afecto que abarca las dos dimensiones subyacentes, la del placer y la de la excitación (Russell, 1988). La cuadrícula consiste en un espacio diagrama de 9 x 9 cuadros en la que los estados de placer y excitación de los encuestados se pueden mostrar rápidamente como una escala a nivel de elemento individual. Se ha comprobado que la cuadrícula de afecto es un instrumento que funciona adecuadamente, no solo para medir ese nivel de afecto en el entorno de una exposición, sino para distinguir las diferentes respuestas que se producen ante diversos tipos de exposiciones (Falk & Gillespie, 2009). Los visitantes que habían experimentado una exhibición con alto contenido emocional pudieron recordar, varios meses después, más detalles sobre la misma y sobre el ambiente percibido que los que habían asistido a una de contenido emocionalmente más frío.

En el contexto de los sitios patrimoniales, la atención al contenido emocional de la experiencia del visitante se ha descrito como «interpretación caliente», para distinguirla del enfoque más frío, distante y principalmente racional que la interpretación del patrimonio a menudo utiliza (Uzzell y Ballantyne, 1998). En esa interpretación caliente, el compromiso emocional se valora como una forma de desafiar a los visitantes a reconsiderar sus valores, preconceptos y creencias. Esto es particularmente útil para la interpretación de sitios que contienen narrativas emocionalmente potentes, como los lugares donde ha habido guerras u otros dramas humanos. Uzzell y Ballantyne, por su cuenta y riesgo, argumentan que no existe ninguna interpretación patrimonial que pueda estar realmente libre de valores emocionales, que sea neutral. Proporcionar el espacio adecuado y las oportunidades para la reflexión son elementos fundamentales en el proceso del diseño de exposiciones, sobre todo cuando tratamos temas emocionalmente complejos y controvertidos (Ballantyne, Packer y Bond, 2012).

Actualmente, disponemos de desarrollos y soluciones tecnológicas que nos ayudan a monitorizar las respuestas fisiológicas de los visitantes, con señales que dibujan una determinada respuesta afectiva en las exposiciones – como los cambios en la frecuencia cardíaca y la conductancia cutánea -, reacciones que pueden estudiarse en tiempo real, y que se integran con datos tales como el seguimiento de visitantes o el monitoreo de recorridos por geolocalización (Tröndle, Greenwood, Kirchberg y Tschacher, 2012). Se ha comprobado que se producen respuestas fisiológicas que están relacionadas con reacciones emocionales frente a la estética de la exposición en el entorno del museo y/o galería (Tröndle y Tschacher, 2012; Tschacher et al., 2012). Una variación en el ritmo cardiaco se asocia generalmente con el afecto positivo y el rasgo de personalidad o la «apertura a la experiencia» (p.e., el corazón se desboca en presencia de nuestra amada/o). En este estudio se demuestra cómo determinadas reacciones – en el ámbito de la exposición – se correlacionan con juicios positivos referentes a la calidad estética, humor, sorpresa y, en menor medida, con una evaluación personal de la «calidad y cualidad curativa». De forma similar, la conductividad de la piel, un indicador del nivel general de excitación, tiene que ver con otro tipo de estímulos emocionales, como puede ser el miedo. Además de estos estudios sobre las respuestas a reacciones individuales, se observó paralelamente que los cambios en la configuración del museo destinados a crear atmósferas que fueron respectivamente «ordenadas», «dramáticas» o «contemplativas», generaron diferencias tanto en el movimiento del visitante en el espacio del museo, como en sus respuestas fisiológicas (Tröndle y Tschacher, 2012).

El afecto juega, por tanto, un papel muy importante en las respuestas a los estímulos ambientales de los museos en general, como lo han demostrado los trabajos de evaluación a los que hemos hecho referencia. Así pues, los marcos para el estudio del proyecto de la experiencia del visitante, así como para el diseño de las exposiciones, deben atender tanto a esos elementos emocionales como al control de las diversas respuestas cognitivas y conductuales.


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Fotografía: Sculpture Milwaukee


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