La kinestesia se puede definir simplemente como una sensación de movimiento. Es una palabra que proviene de dos términos: cinética+aestesia. «Cinética» significa movimiento, y «aestesia» sensación. La kinestesia es, pues, la sensación de movimiento dentro de un espacio. Esta percepción de posición-movimiento fue descrita originalmente en 1557 por Julio César Scaliger como un «sentido de locomoción», y produce el mismo efecto que sentimos cuando bailamos, corremos patinamos, montamos a caballo, jugamos al fútbol, caminamos, patinamos, viajamos en un tren, conducimos un automóvil, etcétera. Todas estas actividades implican una experiencia continua de movimiento a través del espacio, combinada con un cierto orden, velocidad, ritmo o aceleración.
Pero, la kinestesia no es solo una sensación meramente física ya que entra en juego la aestesia, término biológico que utilizamos para definir los estímulos mentales respecto a una posición, el movimiento y el equilibrio del cuerpo humano, así como la sensación que todo ello nos produce. Para los arquitectos, nuestros movimientos corporales pueden considerarse tanto ergonómicos como experienciales. Desde un punto de vista ergonómico, existe la necesidad de tener un control empírico de los movimientos corporales dentro del espacio, con el fin de asegurar una repetibilidad predecible.
Experimentalmente, los arquitectos exploran la sensación mental de movimiento a medida que el cuerpo humano interactúa con elementos arquitectónicos dentro de un espacio: las superficies, los giros, las elevaciones, etcétera. Los estudios antropométricos parten de la escala humana, las dimensiones físicas, los límites y las capacidades físicas que son predecibles y objetivamente medibles. Los edificios que se adaptan a esta escala tienen escalones, puertas, barandillas, espacios de trabajo, asientos, estantes, accesorios y distancias para caminar que deben ajustarse correctamente a la persona promedio. Sin embargo, dado que los individuos también interactúan con el entorno en función de sus capacidades sensoriales, deberemos tener en cuenta que la escala humana de la arquitectura se puede ampliar incluyendo edificios con propiedades táctiles, líneas de visión, instalaciones acústicas, iluminación, etcétera, lo que aporta técnicas y una lectura espacial que ha de encajar bien con nuestros sentidos.
Por otro lado, el propósito principal de la arquitectura es el «refugio», con el fin de acomodar la vida humana y todas las actividades que surjan de ella. Los edificios no solo reflejan el estilo de vida de una comunidad, sino también su morfología: su forma y tamaño, los patrones de movimiento y sus percepciones sensoriales.
Hazem Ziada sugiere que «nuestros gestos (parcialmente corporales), posturas y movimientos (corporales), e incluso nuestro sentido del peso, se traducen en inscripciones de la morfología espacial física, aunque sea indirectamente…». El término circulación en la terminología de la construcción se refiere al movimiento de personas dentro y alrededor de un espacio. El movimiento es una forma común de experiencia arquitectónica y se manifiesta a partir de varios mecanismos: acercarse, girar, elevarse, entrar, salir, saltar. Los movimientos corporales humanos se observan en la arquitectura bajo varios puntos de circulación que pueden manifestarse como:
- Elevación: sentido de la gravedad al escalar las alturas.
- Aceleración: movimiento horizontal, caminar, correr, conducir, montar en bicicleta, moverse en sillas de ruedas, carros, etcétera.
Panoramio
En un edificio, los accesos, los vestíbulos, los pasillos, los ascensores, las escaleras mecánicas, las rampas, las escaleras y las puertas de salida, son puntos estratégicos muy valiosos para observar la cinética cuando los visitantes en movimiento «se relacionan» con el edificio.
Por otro lado, cabe mencionar que el término «experiencia» implica participación, conocimiento, contacto o exposición a ciertos fenómenos, objetos o lugares, y resulta profundamente subjetivo, ya que depende de los antecedentes socioculturales del observador. Teóricamente, el movimiento puede conceptualizarse como la obtención de espacio a través del tiempo, y se estudia desde un punto de vista exploratorio que busca comprender el movimiento de los cuerpos humanos en los espacios arquitectónicos y cómo dicha información se puede utilizar en el diseño arquitectónico. Esto supone investigar tanto la ergonomía del movimiento humano como la percepción sensacional del mismo a través de los espacios.
Es importante apuntar que no compartimos cierto dinamismo aplicado al diseño, como es el caso de algunas propuestas extravagantes con capacidad de respuesta cinética en la arquitectura- David Fisher y su diseño conceptual de una torre giratoria en Dubai, como ejemplo-. Lo que realmente nos interesa es comprender, en toda su amplitud conceptual, los movimientos corporales humanos y el impacto que esto tiene en el diseño de espacios que dependen en gran medida de la circulación para lograr su funcionalidad básica, como puede ser un vestíbulo de tránsito en museo o un espacio de exposiciones. Un ejemplo lo encontramos en la maravillosa escalera de caracol de los Museos Vaticanos. El movimiento no es nuevo para la comprensión arquitectónica; históricamente, los arquitectos conceptualizan el espacio y el tiempo de manera diferente, veamos algunos enfoques:
- Clasicismo: perspectiva en un espacio, objetos siempre estáticos.
- Cubismo: tergiversación espacial de objetos; las distintas partes de un objeto se desplazan a diferentes posiciones en el espacio pero no se ilustra movimiento alguno.
- Futurismo: los objetos se mueven en el espacio y su trayectoria dinámica del movimiento se ilustra claramente. El movimiento futurista se basa en una hipótesis de «la belleza de la velocidad» , considerando los edificios como «máquinas».
Buscamos comprender los movimientos naturales de los seres humanos y las implicaciones que tienen en el diseño de un edificio, particularmente de un museo. Es curioso que, aunque ahora pasemos más del noventa por ciento de nuestras vidas dentro de edificios, se preste tan poca atención a cómo el entorno construido moldea nuestros pensamientos, emociones y bienestar psicológico.
Las personas juzgamos un edificio por su belleza externa, pero un arquitecto no solo observa su apariencia, sino que además se interesa por otros factores. Queremos pensar que estudia la disposición espacial, la estructura, el control ambiental, la seguridad, y afirmamos que en un «buen edificio», todos estos factores deben armonizarse entre sí. A diferencia del pintor y escultor, el arquitecto es un artista funcional. Crea obras de arte que son objetos y espacios de uso diario para aquellos que intentan alcanzar un objetivo determinado.
El arquitecto es una especie de productor teatral, un profesional que proyecta el escenario de nuestras vidas. No es un trabajo fácil. En primer lugar, los actores somos personas comunes y corrientes, por lo que el arquitecto debe ser consciente de nuestra forma natural de actuar- de lo contrario todo resultará ser un fiasco-. Lo que es correcto y natural en un entorno cultural, puede resultar erróneo en otro; lo que es apropiado para una generación, se vuelve ridículo para la siguiente si las personas han adquirido nuevos gustos y hábitos. La arquitectura es producida por y para la gente común; por lo tanto, debe ser fácilmente comprensible para todos. Se basa en una serie de instintos humanos respecto a descubrimientos y experiencias comunes a todos, pero, sobre todo, se basa en nuestras relaciones.
La arquitectura no puede carecer de sensibilidad emocional. Pensemos que ningún otro arte se aplica, por un lado, de una forma tan indirecta, fría y evasiva, y , por otro, tan íntimamente conectada con la vida diaria del hombre. Los estilos arquitectónicos y los lenguajes del pasado siempre han sido entendidos desde una evolución constante con las artes y artesanías contemporáneas de la época, algo evidente a lo largo de la historia – ya sean las esculturas de Michael Angelo en las órdenes clásicas, o las pinturas de Picasso en el movimiento cubista -. También se produce una clara progresión de formas artísticas relacionadas con la morfología humana, que van desde las pinturas rupestres de Egipto hasta las esculturas, las pinturas de retratos, la fotografía y, por último, las películas y los gráficos en movimiento en el siglo XXI. Si bien es difícil que el arquitecto moderno entienda mejor la percepción visual que los grandes matemáticos griegos, la nueva tecnología en motion graphics, así como la visualización virtual, le permiten no solo vender la ilustración espacial cuantitativa de los espacios diseñados, sino también transmitir la calidad kinestésica. Es la llamada «sensación háptica» del diseño con precisión.
En su libro, «Los ojos de la piel», Juani Pallasmaa nos habla sobre la hegemonía que la estética visual tiene en la práctica de la arquitectura, el «ojo hegemónico» que se impone, anulando el resto de los sentidos. Pallasmaa escribe: «en lugar de una experiencia espacial y plástica basada en una base existencial, la arquitectura ha adoptado la estrategia psicológica de la publicidad y la persuasión instantánea; los edificios se han convertido en productos publicitarios que se desprenden de la profundidad y la sinceridad existenciales». Tal vez Pallasmaa tenga razón al pensar que muchos arquitectos diseñan edificios para gustarse, pero seguramente, en el fondo, no se sienten tan realizados.
¿Qué orientación se debe tomar, entonces, para producir diseños hápticos de alta calidad? Observamos que el cuerpo humano, nuestra posesión tridimensional más importante, no ha supuesto una preocupación central en la comprensión de la forma arquitectónica. En la medida en que la arquitectura se considera arte, en sus etapas de diseño se concibe como un arte visual abstracto y no como un arte centrado en el cuerpo humano. Creemos que éste debe ser la referencia esencial y memorable de la tridimensionalidad, y que este sentido puede constituir una base fundamental para comprender el sentimiento espacial en nuestra experiencia en la edificación.
Por otro lado, el movimiento es un asunto experiencial que los arquitectos deben resolver. Con el aumento exponencial de la población, los espacios se congestionan cada vez más y el movimiento fluido se vuelve esencial para mantener una secuencia ordenada de actividades. A menudo, uno se pregunta por qué los habitantes de las grandes ciudades siempre parecen tener prisa. Tal vez sea que el espacio se agota rápidamente y corremos en busca de lugares despejados.
Siguiendo estas lecturas, el diseño arquitectónico de los espacios no solo debe considerar habitaciones estáticas, sino que el arquitecto debe verse a sí mismo como un escenógrafo coreografiando diferentes actividades durante un período de tiempo determinado. A partir de aquí, tendrá dos retos principales. Primero, gestionar la ergonomía del movimiento masivo de personas dentro de espacios limitados. Y después, instalar calidad kinestésica para cada individuo en el diseño de espacios. El problema que nos encontramos, llegados a este punto, es un conocimiento y comprensión limitados del “movimiento” como un factor de diseño.
Permafried
En cualquier exposición, el visitante busca constantemente el efecto «Wow!». Y lo puede encontrar en el orden de las actividades y actuaciones, en el diseño del espacio en sí o en la naturaleza de los contenidos de las exposiciones. A medida que un visitante recorre una exposición, atravesando espacios que contienen objetos en exhibición y escenarios para la narrativa museográfica, adquiere una experiencia unificada de la exposición total. Esta vivencia es la que toma para comparar las exposiciones anteriores y posteriores, y es, además, la que construye momentos y recuerdos para futuras referencias. A veces resulta complicado medir la experiencia del visitante frente a los muchos prejuicios socioculturales individualizados por separado. Sin embargo, es posible arrojar más luz sobre los atributos de los espacios y exhibiciones al dibujar una reacción experiencial que se añade a la línea de la historia prevista de la exposición. El primero y más significativo de estos atributos son los patrones de circulación del espacio de exposición. Señores arquitectos, ténganlo en cuenta por favor.
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