La palabra cultura, si la aplicamos a los museos, puede tener diversos significados y acepciones; por un lado cultura tiene un significado abierto y designa un todo, es decir un conjunto de conocimientos, costumbres de ocio, valores o hábitos de un determinado sector de la población que es visitante de los museos. Por otra parte, es un sentido más cerrado, poseer una cultura de museos puede interpretarse como ser un experto en museos, es decir, alguien que se asocia a una persona extraña, una especie de profesor Tornasol, pero relacionada solo y exclusivamente como un loco de los museos. En cualquier caso, hay una tendencia clara, creemos, a considerar este tipo de cultura como una especie de excelencia civilizada y, por ello, muchas ciudades carentes de museos, incluso países, pueden sentir necesidad de disponer de un museo, aunque sea pequeñito, para vencer ese complejo de inferioridad; se justifica plenamente que lo sientan.
Además, la cultura se puede asociar al concepto de «identidad», la existencia de museos se traduce en el reforzamiento de identidades, de eso estamos muy seguros. Como consecuencia de la existencia de la natural cultura del museo, nace un museo.
Ilustración: Elizabethan Superheroes
La creación de un museo se produce casi siempre sobre un contenido ya existente, una colección, y que sus promotores ya tienen a su disposición: una colección de fósiles y minerales, ala obra de uno o varios artistas, un conjunto de máquinas, restos arqueológicos, etcétera. Sea lo que fuere el objeto de la colección, para transformarlo en equipamiento cultural hay que apoyarse en las técnicas museológicas y museográficas necesarias, y aplicando innovaciones sorprendentes si pudiera ser. En realidad, no se puede estar seguro al 100% de lo que funcionará mejor como colección por si misma y acabará consolidándose, pero si sabemos con cierta seguridad que técnicas utilizar para que la colección expuesta atraiga a visitantes y se vayan del museo felices y contentos, con un brillo especial en los ojos. Disculpad la petulancia, pero es que son ya muchos años trabajando en esto; apostamos siempre por el lado emocional de las cosas, una cuestión de pasión o no pasión.
Fotograma de la película «Lost in translation».
Las técnicas museográficas que manejamos siempre están basadas en innovación con la ayuda, apoyo y complicidad del personal del museo, que es pieza fundamental en el proceso de construir un museo ganador. Diseñar un museo tradicional, con vitrinas, repitiendo lo ensayado durante años hasta la saciedad, tendrá también sus seguidores, no lo negamos. Pero, si hacemos comparaciones, los visitantes prefieren el tipo de museo que les impacte visualmente, les emocione y sea bello para la mayoría. Los que innovan, se arriesgan; si la fórmula falla – que no falla si se hace profesionalmente y con sentido común -, el equipamiento se hunde y desaparece: una catástrofe; la noticia del fracaso no suele trascender más allá de un círculo pequeño de opinión. Pero, si la fórmula tiene éxito, la idea se extiende como la pólvora surgiendo infinidad de imitadores de la innovación, sin asumir riesgo alguno ¡Tramposos! Pero, ese es el juego y ocurre en multitud de campos profesionales. Lo malo es cuando se comienza a copiar por copiar sin criterio, cuando se comienza a aburrir aplicando las mismas soluciones «innovadoras»: el kit molino de rotación para cereales, los péndulos sean de Foucault o no, las pantallitas táctiles… La clave está en diseñar y construir una museografía sorprendente, diferente, original, didáctica y barata, nada menos, pero posible.
Foto: Alaysia
Para el progreso cultural, afortunadamente, el espíritu conservador de determinados sectores de la museografía se ve contrastado por la voluntad innovadora de otros; la idea de proporcionar a los visitantes aquello que esperan para sorprenderse positivamente, se ve contrastada por la idea de proporcionar a los visitantes algo nuevo. Los sectores innovadores asumimos muchos riesgos, pero sabemos que se abre camino para los que vienen detrás, y eso es muy bueno. La cultura de la innovación en el museo existe, creando una forma de retar al pasado inmóvil; gracias a una cultura de los museos innovadora, el mercado cultural crece. La cultura de los museos crea sus propios nichos de mercado; el consumo de museos aumenta el deseo de más, porque, en realidad, el hecho mismo de entrar en el museo dibuja una identidad; es como la reafirmación de la identidad cultural del visitante. En cualquier caso, como venimos asegurando, la cultura de los museos, su producción cultural, debe dejar paso a la innovación, al cambio hacia mejor, a soluciones que reafirmen la existencia de los museos, evitando su condena a la desaparición si siguen aferrándose a un pasado que ya pasó.
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Ilustración principal y para redes sociales: Elizabethan Superheroes
Buenas tardes.Muy interesante todo lo contais.Es importantísimo , como decís, proveer al museo de nuevas tecnologías que lo harán más cercano al visitante, aportando creatividad , innovación y simbiosis con la obra de arte.Pero lo que más me gusta cuando exponeis cualquiera de estas cuestiones es que , en ningún momento dejais de lado el término «emoción». Todo lo demás , si no es capaz de emocionarnos, carece de sentido,
He observado que la mayoría de vuestras entradas estan enfocadas , precisamente, en esa dirección , en la de proveer al «visitante» de elementos suficientes para tocar su fibra sensible,que salgamos de un museo con la sensación de haber experimento algo más que una sensación visual .
Enhorabuena por vuestro afán interminable de hacer de nosotros sres más sensibles y , en definitiva, mucho mejores.
Un saludo.
Lola.
Muchísimas gracias Lola por tu comentario, es de los que nos llegan al corazón, de verdad. Decir solo que nuestra pasión se centra en que no perdamos nuestra maravillosa cándida inocencia, pero sin perder el espíritu crítico, es decir, que no nos pisen la cabeza por ser lo que somos, personas sensibles. Para nosotros, es de vital importancia trabajar duro y así intentar influir en los niños, por ejemplo, para que no se pierda esa sensibilidad percepctiva que es el origen de toda la creación de belleza. Si el ser no es sensible y sensitivo la belleza de la creación no surge, hay que limitarse entonces a ser meros espectadores y verlas venir. No nos lo podemos permitir, reivindicamos la potencialidad creadora que está dentro de todos y cada uno de nosotros, unos más que menos, es cierto, pero nos da igual. Algunos aportan el sentido común y la austera racionalidad que generara el orden necesario para que no se nos vaya todo de madre, es otra forma de asentar la creatividad, de reafirmarla. El suelo, la base, la imaginación debe asentarse tranquila, son la base de la bondad. Lo que hace que la vida merezca la pena, es el amor. Un fuerte abrazo Lola.