Han pasado ya muchos años desde la aparición del modelo de «creación de significado» y su aplicación en el ámbito de los museos, haciendo un intento sistemático por lograr una mejor comprensión de lo que ocurre en las salas de nuestros museos (Silverman, 1990; 1995). Aparte de comprender lo que sucedía en las salas y galerías (Silverman, 1990; 1995), se hizo el ejercicio de generar entusiasmo entre los miembros de la comunidad del museo, tanto académicos como profesionales. Su adopción dio pie a una serie de publicaciones en las que los autores exploraron el proceso de creación de significado del público. Su forma de investigar dicho proceso específico fue recogido y analizado a partir de las conversaciones de los visitantes dentro de los museos y de entrevistas llevadas a cabo antes, durante y después de su visita (p.ej., Allen, 2002; Leinhardt, Crowley y Knutson, 2002; Leinhardt y Knutson, 2004).
El modelo de la creación de significado se basaba en el aprendizaje en cuanto a proceso social, utilizando el lenguaje como una de sus prácticas sociales y como una expresión pronunciada del contexto personal y social de los participantes. La creación de significado ampliaba la percepción sobre quiénes eran los visitantes del museo y cómo se valoraba esta experiencia al apreciar la variedad y diversidad existente entre los mismos, su significado y los diferentes estímulos (agendas) (Silverman, 2013). Se reconocían, asimismo, las funciones sociales y los fundamentos del museo. La creación de significado fue el primer paso hacia la transformación de estas instituciones en lugares inclusivos y democráticos donde todos los significados posibles pueden encontrar su «hogar». Su adopción cambió el interés de identificar y medir los resultados «cognitivos» y «afectivos» de la experiencia misma; es decir, lo que la gente ve y hace en las exposiciones (Schauble, Leinhardt y Martin, 1997).
«Abrir los museos a múltiples voces y puntos de vista» (Roberts, 1997, 152) crea un espacio para el debate, la discusión y el compromiso, y permite que la misma exposición desencadene diferentes respuestas, significados y, posteriormente, experiencias. Esa es una de las principales razones por las que preferimos hablar de generar significado en el museo en lugar de aprender, ya que el visitante es un creador activo de significado que, constantemente, (re)forma sus interpretaciones y comprensiones sobre el mundo (Silverman, 2013) a través de la interacción social, el intercambio y su compromiso.
Algunas investigaciones han demostrado (Allen, 2002; Blud 1990; Falk y Dierking, 2000; Litwak ,1993; Moussouri, 1997) que la mayoría de los visitantes llegan a los museos como parte de un grupo social más amplio. En particular, los estudios motivacionales indican que la interacción social y la colaboración se encuentran entre los motivos más frecuentes por las que el público acude a los museos con otras personas (Falk y otros, 1998; Packer y Ballantyne, 2002); lo hacen, por ejemplo, para «pasar tiempo», en «un día con amigos y familia» – esta es una de las seis razones principales para visitar museos (Moussouri, 1997) -. Los visitantes utilizan el contenido de la exposición como fuente de información, a través de la cual desarrollan y gestionan sus relaciones en curso y aprenden más unos de otros. Litwak (1993, 11) explica que, en realidad, eligen el museo como escenario para tener «una experiencia mutua compartida con sus acompañantes», durante la cual descubren cosas y crean una comprensión más profunda sobre sí mismos, sus compañeros y el mundo que los rodea.
Uno de los medios socioculturales básicos que utilizan los visitantes para generar significado es hablar. Los investigadores han analizado sus conversaciones (Allen, 2002; Leinhardt y Crowley, 1998; Leinhardt, Crowley y Knutson, 2002) focalizándose en el contexto y el contenido de las exposiciones, excluyendo los intercambios verbales que abordan las decisiones de planificación y gestión (Leinhardt y Crowley, 1998). Además de ser uno de los medios socioculturales básicos para la creación de significado de los visitantes, dichas conversaciones se valoran, también, como el resultado de la negociación entre los componentes de los encuentros en curso y los beneficios obtenidos a través de experiencias previas (Allen, 1997; Blud, 1990; Leinhardt, Crowley y Knutson, 2002; Leinhardt y Knutson, 2004), algo que Falk y Dierking (1992; 2000) han denominado «contexto personal» – Doering y Pekarik (1996) lo llaman «narrativas de entrada»-
Por otro lado, las exposiciones son «objetos sociales» (Simon 2010), que despiertan la imaginación, las historias y el intercambio social de nuestra audiencia. Visitantes, exposiciones, recursos de mediación e interpretación, aspectos del contexto, todos, interactúan en la creación de significado. Ya en 1998, el proyecto PISEC (Borun y otros, 1998) probó una serie de comportamientos observables como indicadores de aprendizaje en el museo para las familias en el caso de las ciencias, y encontraron que no estaban relacionados con dicho aprendizaje los siguientes supuestos: llamar a alguien, señalar una exposición, expresar me gusta/no me gusta, y acercarse/retirarse de una exposición. Un año más tarde, Griffin argumentó que, particularmente, los gestos de señalar indican que el público comparte «aprendizaje con compañeros y expertos» (Griffin, 1999, 116). Con base a esos dos hallazgos, se pueden explorar los comportamientos de aprendizaje como indicadores de interacción social y formas de compartir la creación de significado mediante grabaciones de audio y video de los encuentros de los visitantes (en este caso, en siete exposiciones). Lo que éstos hacen y dicen frente a una exposición se define con la palabra «performance», un término tomado de Goffman (1959) y utilizado para referirse a la interacción verbal y no verbal de los visitantes.
A partir de estos conceptos, se pueden identificar tres patrones amplios para «atraer a una audiencia» como el desempeño recurrente más frecuente, ya que se observa la necesidad social de los visitantes de compartir algo con los demás (p. ej., Blud, 1990; McManus, 1989; Moussouri, 1997) y de atraer la atención de los otros. La segunda categoría, denominada «narrar y etiquetar», se refiere a las prácticas de narrar historias y señalar algo (verbal y no verbalmente). Estas dos prácticas, a menudo, pueden ser detalladas por la voz autoritaria del museo a través de lo que se conoce como «eco del texto» (McManus, 1989) – cuando los visitantes citan pasajes directamente del texto interpretativo provisto -, o por la voz del visitante a través de su propia narración. Además del «eco del texto», los visitantes pueden reformular el texto interpretativo mientras filtran la información proporcionada para adaptar sus propias necesidades y las de sus compañeros de visita (Allen, 2002; Crowley y Jacobs, 2002). Al incluir aspectos del lenguaje de la institución en su propio discurso – detallando la creación de significado a través de su propia narración -, los visitantes descubren la exposición no solo a la luz de la voz autoritaria del museo, sino también con relación a su propio contexto, mezclando sus reflexiones e historias personales con las proporcionadas por el museo. La tercera categoría, denominada «animar a través de-mostrar haciendo”, incluye aquellos incidentes en los que los visitantes usan sus propios cuerpos para dar vida a la exposición – o a aspectos de ella -. Esta categoría se somete a análisis por primera vez con relación a las exposiciones no interactivas y explora las formas en que el público usa sus cuerpo para elaborar y enriquecer su creación de significado. Estas tres categorías resaltan el hecho de que ser el destinatario del intento de compartir una construcción de significado permite experimentar las exposiciones a través de los ojos del otro; es decir, la exposición se infunde a través de lo que dice y hace ese otro. Este intercambio social constituye y activa las exposiciones y las formas en que los visitantes las experimentarán (Heath y vom Lehn, 2004).
Algunos investigadores defienden la importancia de la interacción social para la formación del significado futuro, independientemente de su profundidad o validez. Experimentar las exposiciones es un proceso que tiene lugar en la confluencia de diversos «contextos» que se gestionan constantemente a través de los propios visitantes. La creación de significado se puede encontrar en la intersección de todos esos contextos. Escuchar las conversaciones de los visitantes deja de lado las posibles formas en que éstos comunican sus experiencias a través de la interacción social y mediante el despliegue de recursos proporcionados por cada museo. Además de estudiar conversaciones, el microanálisis de los medios socioculturales a través de los cuales los visitantes crean y comparten su significado, contribuye a lograr una comprensión razonada del proceso de creación de significado y a mostrar los múltiples contextos en los que incluso un encuentro fugaz tiene lugar.
Gracias a los hallazgos recogidos y al desarrollo de observaciones que exploran la experiencia del museo investigando la interacción social (Heath y vom Lehn, 2004; Meisner y otros, 2007), se han generado argumentos sobre la importancia de la «identificación» (Allen, 2002; Fienberg y Leinhardt, 2002; Silverman, 1990) y la existencia de una secuencia en el proceso de creación de significado con los visitantes, quienes tienden a identificarse primero y proceden a crear significado después. Durante esta etapa de identificación, que es la base sobre la que construir sus experiencias, el público representa aspectos de su identidad – basándose en el contexto físico – al tiempo que ésta se remodela aún más a través de su interacción continua. Podemos observar que el interés mutuo se negocia socioculturalmente y se manifiesta a través de las actuaciones de los visitantes. Según Falk y Dierking (2000), la narración o storytelling y la observación son dos de los medios posibles para compartir información sociocultural en el museo; la referencia (verbal o no verbal) también lo es, y puede ser representada y compartida en entornos visualmente complejos, como los museos. Este hallazgo podría tener implicaciones adicionales para el diseño de las exposiciones, teniendo en cuenta, además, otras premisas.
La evaluación preliminar, formativa y sumativa puede ayudar a mejorar la relevancia, la funcionalidad y la eficacia de las exposiciones y su encuadre en la creación de significado de los visitantes.
El buen diseño fomenta la interacción social:
- Diseña exposiciones proporcionando texto interpretativo visiblemente accesible para múltiples participantes.
- Proporciona enlaces visuales a los objetos en el texto interpretativo. Señala cosas que se deben mirar.
- Una información desafiante puede provocar un revuelo en la exposición, pero los visitantes primero deben ser capaces de identificar y localizar los objetos, especialmente cuando se exhiben en una vitrina, entre otros.
- Apoya las experiencias directas en las exposiciones diseñando llamadas de atención que dirijan la atención a esos objetos.
No dejes que tus visitantes se pierdan: si utilizas números para abordar los objetos expuestos, ubícalos en orden ascendente. Si usas la descripción de la ubicación, no permitas que la densidad de los objetos los moleste. En una exposición donde se muestra una gran cantidad de objetos, considera colocar el texto interpretativo dentro de la vitrina, para facilitar a los visitantes dibujar vínculos entre dicho texto y los objetos relevantes, evitando así tener que moverse hacia adelante y hacia atrás.
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Recursos:
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