Qué Es Museología Social

Qué Es Museología Social

 

En muchos lugares del mundo, especialmente en Europa, hemos sido testigos de cómo en las últimas décadas se ponía en marcha una estrategia global que está cambiando los modos y maneras de la economía; y ésto conlleva un impacto sobre las personas.

A partir de la reflexión acerca de las transformaciones que están teniendo lugar, y sus contundentes efectos en la sociedad, no podemos menos que relacionar el impacto económico social con la evolución de los museos y su relación con las personas. Teniendo en cuenta la amalgama de conclusiones que nos vienen al papel, y considerando que la museología práctica va modificándose también al ritmo de los tiempos – con sus correspondientes cambios en las ciencias sociales en los últimos años (Fraser, 2000; Bourdieu, 2001 ; Santos, 2009) -, sería interesante dar un paso atrás, volver a la década de los 70 y repasar, aunque no lo hagamos hoy en profundidad, la evolución y reajuste de tres conceptos que son clave para la evolución de los museos en el siglo XXI: Patrimonio, museología y desarrollo.

En efecto, dos documentos de la UNESCO, que ya existen desde el siglo pasado, hacen hincapié en el pensamiento ideológico y conceptual en relación a los compromisos asociados a esos tres conceptos. El primero, constituye la columna vertebral de una gran convención sobre el patrimonio cultural, considerado desde el punto de vista monumental y elitista del legado histórico que pertenece a una Europa hegemónica (UNESCO, 1972). El segundo, creado por la sección museológica de esta misma entidad, refleja el espíritu de las nuevas causas sociales, que juegan un papel central a ambos lados del Atlántico, promoviendo un debate, iniciado en el Seminario Regional de la UNESCO, sobre el papel de la educación en los museos ( ICOM, 1958)  y el reconocimiento de su función social basada en el concepto de «museo integral» (ICOM, 1972). En este último documento, más conocido como la Declaración de Santiago, el ICOM fundamenta sus premisas en una museología participativa, capaz de reconocer al museo como un instrumento dinámico de cambio social – con base en el trabajo interdisciplinario -, y al museólogo como un ser socio político (Cándido, 2003).

Como consecuencia de todo lo visto, podemos afirmar que los años 70 fueron testigos del nacimiento de una práctica sociocultural que ha llegado a ser parte fundamental en el proceso de evolución de los museos, un medio para el desarrollo integral de los mismos. Dentro de este marco, estamos en condiciones de reconocer nuevas ideas. Hablamos de ideas que surgen en torno a una democracia participativa que va ganando visibilidad y reconocimiento en la sociedad, convirtiéndose en un eje de cohesión y desarrollo cultural.

Con la llegada de nuevos tiempos (para la lírica), el debate actual – y la evolución natural de esas tendencias -, diseñado en Santiago de Chile, daría lugar a la aparición de una nueva tendencia museológica que bajo el título de «Nueva Museología» (Declaración de Québec, 1984), proponía una renovación de los principios y metodologías en este campo de las ciencias sociales y las humanidades (Lorente, 2012; Sancho Querol, 2013). Las nuevas formas de museología (ecomuseos, museos escolares, comunitarias, vecinales, urbana …) habían comenzado a extenderse por toda Europa y América. Fortalecida por la creación de un Movimiento Internacional para una Nueva Museología, en 1985, esta innovadora corriente de pensamiento establece su teoría en base a tres conceptos: Comunidad, territorio y patrimonio, formando la estructura de la Museología Social (Fernández, 2003; Bruno, 2010).

Paralelamente, dentro de un contexto generado a partir de una idea simple sobre los principios de la globalización, y estrechamente relacionado con una creciente concienciación social sobre el medio ambiente, aparece el informe de la Comisión Mundial de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente y el Desarrollo, «Nuestro Futuro Común«, más conocido como el «Informe Brundtland» (ONU, 1987). Este informe proporciona una visión crítica del modelo de desarrollo que había sido adoptado, hasta entonces, por las naciones del primer mundo. El señor Brundtland, definió el concepto de crecimiento sostenible, destacando el riesgo de un uso excesivo de los recursos naturales, sin respetar la capacidad y la resistencia de los diferentes ecosistemas de la Tierra, y con la terrible consecuencia del vacío de sostenibilidad para las generaciones futuras.

Siendo conscientes de este aviso a navegantes, y como resultado de la primera Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Medio Ambiente y el Desarrollo (Naciones Unidas, 1992), con la Declaración de Río 92 y, sobre todo, con la Agenda 21, se crean documentos determinantes en la lucha para una reformulación del modelo de desarrollo que estaba en uso hasta entonces. En dichos documentos, se muestra una fuerte relación entre la protección del medio ambiente global y sus consecuencias económicas para la sociedad.

En este sentido, y como resultado del debate internacional y del trabajo de activistas como John Elkington, en los años 90 fuimos testigos de la aparición de «Los tres pilares del desarrollo sostenible» o «Triple Balance» (Elkington, 1998 ), en respuesta a esos desafíos planteados por diferentes organizaciones internacionales, como Naciones Unidas.

Estructurado según tres dimensiones fundamentales: social (justicia), económica (prosperidad) y del medio ambiente (calidad de vida), el concepto de sostenibilidad reveló similitudes interesantes con ideas que se habían generado previamente en Santiago de Chile. Pero una palabra comenzó a marcar la diferencia y elevó aun más el nivel de compromiso con dichas ideas de sostenibilidad: «museo».

A pesar de la existencia  de diferentes contextos, y teniendo en cuenta que el concepto de la Nueva Museología surge asociada al desarrollo socio cultural, las ideas se aproximan unas a otras en función de los valores que tienen en común. En efecto, debido a su naturaleza y compromiso, la dimensión social del concepto de sostenibilidad podría tener una relación muy estrecha con el concepto de comunidad en la Nueva Museología y la dimensión ambiental del territorio. Sin embargo, comparando con la tercera dimensión de la sostenibilidad (la económica) y el tercer eje de trabajo de Nueva Museología (patrimonio), estas ideas parecieron perder su orden y correspondencia natural.

Dentro de esta línea de pensamiento y reflexión, ahora somos conscientes de las diferencias que existen entre la dimensión de la economía con relación al patrimonio ; de hecho, se revelaron dos grandes vacíos en el siglo XXI. La Nueva Museología afrontó, en lo que a patrimonio se refiere, los desafíos de lo que es hoy el cuarto pilar del desarrollo sostenible: La cultura (Hawkes, 2001; Naciones Unidas, 2012). En otro orden de cosas, la dimensión económica del desarrollo, asumió, para el nuevo concepto de museo y de museología moderna, los retos relacionados con la sostenibilidad financiera. Actualmente, la cultura es reconocida como un factor importante para el desarrollo social y económico, permitiendo, de esta forma, el despegue hacia el futuro.

A partir de este impulso, las medidas adoptadas están marcadas por la progresiva toma de conciencia de los vacíos. En los años 80, se comienzan a producir estudios sobre el patrimonio, y se da la bienvenida a la » humanización de la herencia histórica», expresada a través de la ampliación del propio concepto de patrimonio para incluir el de «Cultura Popular» (UNESCO, 1989). Con la llegada del nuevo milenio, se da valor a uno de nuestros legados más preciosos: La diversidad cultural (UNESCO, 2001), mediante el reconocimiento de lo intangible como dimensión de nuestras diferentes culturas (UNESCO, 2003). Estas son las bases de un nuevo discurso en torno al concepto de regeneración del patrimonio (Gonçalves, 2007).

Como resultado de la puesta de largo del movimiento de la Nueva Museología durante los años 90 – pero también debido a las características y necesidades de las sociedades contemporáneas -, la museología y la sociología entraron en contacto más estrecho adoptando la forma de la Museología Social (Sociomuseología). Heredera de la Nueva Museología, este campo utiliza el museo como herramienta para lograr el desarrollo sostenible. Y ésto se consigue a través de la participación de las comunidades en la definición, gestión y socialización de los bienes culturales y naturales, centrando su práctica en la idea de museo como un proyecto colectivo de carácter sociológico. Gracias  a este objetivo, su práctica se ha estructurado, hasta el día de hoy, a partir de un concepto aún más amplio y profundo de la participación (Moutinho, 2010).

Bien entrados ya en la segunda década del siglo XXI, y frente a los grandes cambios que estamos atravesando (sufriendo), se hace evidente la necesidad, y casi obligación, de cambiar la posición de los museos y la museología respecto al centro de nuestra sociedad.  Con esta idea en nuestras mentes, y conscientes del papel que el museo desempeña en el proceso de desarrollo, donde la cultura debe ser uno de los ejes sociales principales, el ICOM nos recuerda que «no hay crecimiento sostenible sin desarrollo cultural» (ICOM, 2013A ), reconociendo el potencial del museo y del patrimonio como «motores positivos de desarrollo» (ICOM, 2013b). Patrimonio, museología y desarrollo, son ahora las claves para lograr una sociedad sostenible.

Es en este contexto, donde la Museología Social adquiere el reto de incorporar los cuatro pilares que forman la estructura integral del desarrollo. El museo, visto como un microcosmos y un laboratorio local para una sociedad en evolución, se encuentra en el eje del sistema, y su papel es el de valorar y reutilizar  los recursos naturales (territorio – dimensión ambiental) y culturales (historia – dimensión cultural), construir la justicia social (comunidad – dimensión social) y promover un desarrollo integrado (museo sostenibilidad – dimensión económica).

El museo debe servir como radar social en nuestro tiempo, una plataforma para la expresión de los ciudadanos, un foro para la construcción de un presente y un futuro mejor. A ojos de la Museología Social, su papel consiste en enfatizar que su mayor patrimonio son las personas (Chagas, 2013), responsables de construir una globalización sostenible para todo el mundo.

Recursos bibliográficos:

Alonso González, Pablo y Fernández, Jesús (2013): Rural Development and Heritage Commons Management in Asturias (Spain): The Ecomuseum of Santo Adriano. Journal of Settlements and Spatial Planning, Special Issue, n. 2, pp. 245-253. http://jssp.reviste.ubbcluj.ro/>

Alonso González, Pablo, Fernández, Jesús y Navajas Corral, Óscar (2015): La Ponte-ecomuséu: una herramienta de desarrollo local basada en el patrimonio. Actas del Congreso SOPA, Congreso Internacional sobre Educación y Socialización del Patrimonio en el Medio Rural. La Descomunal. Revista Iberoamericana de Patrimonio y Comunidad, 1 (1985), pp. 118-127.

Alonso Ramírez, Jesús (1994): El Alephmuseum. En: Miscelánea Museológica; Ignacio Díaz Balerdi coord. Bilbao: Servicio Editorial, Universidad del País Vasco, pp. 57- 74.

Casacuberta Inglés, Jaume (2011): Aproximación histórica y conceptual al desarrollo cultural comunitario. En: Acción cultural y desarrollo comunitario; David Casacuberta, Noemí Rubio, Laia Serra coords. Barcelona: Colección Acción Comunitaria y Socioeducativa. Vol. 13. Editorial Graó, de IRIF, S. L., pp. 15-26.

Chagas, Mario (2013): Los museos en el marco de la crisis. Museos es: Revista de la Subdirección General de Museos Estatales, ISSN 1698-1065, nº. 5-6, 2009-2010, p. 86- 101

Díaz Balerdi, Iñaki (1996): La formación del Museólogo. En: Actas de las I Jornadas de Museología, Formación y selección de profesionales de museos. Madrid, Mayo 25- 26, 1995. Madrid: Revista Museo, nº.1, 1996, pp. 43-57.

Días Balerdi, Iñaki (1994): Museos: conflicto e identidad». In: Miscelánea Museológica; Iñaki Díaz Balerdi comp. Bilbao: Servicio editorial de la Universidad del País Vasco, pp. 47-56.

Jisheng, Liang (1987): La formación museológica en China. Museum, nº. 156 del vol. XXXIX. París: ICOM, 1987, p. 295.

Layuno Rosas, María Ángeles (2002): Los nuevos museos en España. Madrid: Edilupa Ediciones S. L.

Moutinho, M. (2007): Definição evolutiva de Sociomuseologia. Proposta para reflexão. Comunicação apresentada no XII Atelier Internacional do MINOM. Lisboa: ULHT.

Moutinho, M. (2000): Autonomia, ritmo e criatividade na museología contemporânea. Encontros “Linguagens, tecnologias e processos museológicos”. São Paulo, Brasil: USP.

Moutinho, M. (1994): A construção do objecto museológico. En: Cadernos de sociomuseologia, 4. Lisboa: ULHT.

Moutinho, M. (1989): Museus e sociedade. En: Cadernos de Património, 5. Museu Etnográfico do Monte Redondo.

Fotografía: Columbia Museum of Art. 


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