Enseñanza Formal e Informal en Museos

Enseñanza Formal e Informal en Museos

 

Cuando hablamos de la educación no formal, e informal, hacemos referencia a un público muy diverso y con características ampliamente diferentes: adulto e infantil, turista, especialista en la materia objeto de comunicación del museo y otras muchas posibles combinaciones. Por esta razón, es conveniente delimitar este tipo de educación, heterogénea y desestructurada, en función de la diversidad de perfiles de público al que se dirige, ya que éste puede acudir a los museos de forma individual o colectiva, con o sin un motivo claro, y con unas expectativas, necesidades, edades y formación muy diferentes; incluso existe la posibilidad de que muestre problemas de movilidad, visión o audición, entre otras muchísimas variables.

Sin embargo, todo ello no nos impide poder plantear unos objetivos predeterminados a la hora de diseñar el proyecto educativo de un museo. Existe la posibilidad de crear una visión y una misión didácticas que entendemos deben ser comunes y han de trabajarse independientemente del tipo de público – escolar o no escolar – y de sus características, ya que suponen las premisas didácticas básicas que dan sentido al papel socio-educativo de todo museo.

Por otro lado, si la homogeneidad del público escolar permite desarrollar unos objetivos más regulados – en función de una reglamentación ya existente en materia educativa -, en el ámbito no escolar esos objetivos didácticos pueden ser más abiertos, ya que tras ellos no hay una finalidad académica, sino eminentemente social y cultural.

En este sentido, es cierto que para el planteamiento de los objetivos en el ámbito no formal o informal podemos utilizar como referente, en algunos casos, lo establecido para las diferentes etapas educativas. Por ejemplo, para el caso de las visitas no estructuradas de público infantil es factible recurrir, en parte, a los objetivos de Educación Infantil y Primaria. Incluso para un público adulto no iniciado o especializado en la materia los objetivos marcados por la programación educativa escolar pueden ser suficientes y, en muchas ocasiones, ir más allá de sus necesidades reales.

De una manera u otra, los objetivos genéricos que podemos desarrollar en un proyecto educativo de museo dirigidos a la educación no formal e informal pueden conformarse en las siguientes lineas:

1. Proporcionar al visitante conocimientos y técnicas necesarias para la interpretación de las sociedades del presente y del pasado, a través del patrimonio, superando lo anecdótico y fortaleciendo la visión integral del entorno, desde una perspectiva socio-histórica, natural y científico-tecnológica.

2. Concienciar a la sociedad de la necesidad de una conservación compartida, aspecto que resulta relevante para todo proyecto de educación patrimonial, por cuanto los bienes patrimoniales contribuyen a la consideración de las identidades colectivas, por su capacidad para fomentar la participación ciudadana, la cohesión social y la promoción cultural.

3. Revitalizar la función social del patrimonio, potenciando su significación como recurso para el desarrollo social, económico y cultural. Entender el patrimonio como un recurso económico y cultural implica que debamos ser capaces de crear los instrumentos de gestión necesarios para su inclusión en estrategias que generen riqueza y calidad de vida en el entorno.

4. Reivindicar la investigación científica sobre el museo, su entorno y la estructura comunicativa empleada, debiéndose destacar, llegados a este punto, la necesidad de mantener proyectos de investigación de forma permanente, lo que significa entender la investigación como un bien que debe revertir en la sociedad, al tiempo que se generan nuevos recursos económicos de carácter patrimonial y cultural.

5. Planificar estrategias de evaluación continua de la calidad educativa y la rentabilidad sociocultural del proyecto, en las que el visitante se sienta participe y actúe como evaluador externo del propio proyecto educativo.

Sin embargo, es necesario tener en cuenta unos condicionantes específicos que guíen el diseño de actividades y propuestas educativas para este tipo de público que podríamos, grosso modo, dividir en visitantes en familia, adultos, turistas y especialistas.

El objetivo de los visitantes en familia es compartir una actividad cultural en la que, al mismo tiempo que desarrollan una actividad lúdica, consiguen una serie de aprendizajes. Para ello, es interesante desarrollar tareas intergeneracionales. La información no puede ser compleja sino asumible por todos, por lo que debe centrarse, principalmente, en la aplicación de técnicas y procedimientos que faciliten a los adultos poder explicar y trabajar con los niños durante el tiempo de la visita y de los talleres (makerspaces o espacios de creación) asociados a ella.

En el caso de los adultos, se puede atender más a los datos e informaciones, aunque no exclusivamente, desarrollando los aspectos referidos a la identidad individual y colectiva que caracterizan la sociedad en la que se encuadra el centro de presentación del patrimonio.

Los turistas tienen otras expectativas. Por lo general, desean nuevas experiencias y aproximarse al conocimiento de zonas atractivas a través de las características más relevantes de la cultura y territorio que visitan. Esto no implica una gran profundidad o complejidad en los contenidos trabajados; más bien, han de ser significativos y con un planteamiento divertido, aunque riguroso. El público especializado plantea unos requisitos específicos, hecho que no implica no poder introducir en el proyecto educativo objetivos relacionados con ellos. En este grupo se pueden incluir profesionales e investigadores que visitan museos tanto en periodos vacacionales con una finalidad de juego, como en una faceta formativa – en sus estudios universitarios para profesionalizarse -.

La posibilidad de que un público con necesidades educativas específicas visite el museo es cada vez más habitual, por lo que hay que tenerla en cuenta en el diseño del proyecto educativo. Realmente, los objetivos en este caso no tienen que modificarse sustancialmente, sino más bien adaptarlos a sus necesidades y, por otro lado, diversificar el tipo de recursos y actividades de manera que pueda lograrse su cumplimiento.

Toda esta diversidad de tratamiento, en cuanto a objetivos, en función de los tipos de público, implica su planteamiento en el proyecto educativo, a fin de atender a una mayor diversidad de visitantes. Por eso, debe hacerse palpable en los materiales y recursos de apoyo a la exposición y, particularmente, en los talleres y diferentes niveles y líneas de presentación de la información y contenidos que pueden comunicarse. Y todo ello, puede lograrse hoy gracias al empleo de las nuevas tecnologías, plataformas digitales, realidad aumentada, realidad virtual, beacons, códigos QR y redes sociales, entre otras.

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Fotografía: Ashmolean Museum. Learn.


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