Este año hemos sido testigos de una adaptabilidad humana inimaginable, con un acoplamiento sin aspavientos a nuevas formas de trabajar, adoptando la transformación digital y promoviendo otras acciones audaces. Hemos aprendido de las circunstancias difíciles y, dada la urgencia, hemos visto cómo se aceleraban los cambios. Muchos de ellos serán críticos según avancemos en esta crisis, y una vez que la hayamos superado, pero quizás lo más importante sea la necesidad de reconocer que hacer cambios, algunos de ellos verdaderamente grandes, es posible.
Los museos son famosos por su burocracia, conservadurismo y academicismo; se mueven paso a paso, gradualmente y, normalmente, con una gran lentitud. Pero se está demostrando que cuando se enfrentan a dificultades – algunas que ponen en jaque su supervivencia – pueden reorientarse rápidamente para asumir desafíos y encontrar nuevas formas de servir a sus públicos. Ahora, comprobamos que sus sistemas no son tan inmóviles; el cambio no se halla más allá de su propia competencia.
Los planes que iban a tardar años o meses en realizarse se han puesto en marcha en cuestión de semanas. Gran parte de este progreso proviene de cambios en los modelos operativos: objetivos claros, equipos enfocados y una rápida toma de decisiones han reemplazado a la providencial lentitud de los museos. Muchos líderes de museos están reflexionando sobre cómo los equipos pequeños y ágiles creados con prisa para lidiar con el virus COVID-19 han emprendido acciones importantes más rápido y mejor.
Se está reconfigurando la forma en la toma de decisiones, y las instituciones que puedan adoptar esos modelos de descentralización rápida y eficaz estarán mejor situadas al salir de la crisis.
Ahora que el mundo empieza a mirar más allá de la pandemia – no puede ser de otra manera -, debemos comprometernos a no dar pasos atrás. Necesitamos adoptar estas nuevas formas de trabajar y aplicarlas a otros problemas que afronta la sociedad. Sí, la crisis sanitaria mundial ha sido el punto de inflexión que ha sacado a la superficie muchos problemas que sabíamos que existían y a los que había que dar solución. Hemos visto protestas como Black Lives Matter en todo el mundo expresando su enojo por el racismo, la violencia policial, la desigualdad y la injusticia económica. En todos estos temas también es posible encontrar una buena oportunidad una vez que salgamos de la crisis sanitaria.
Una de las cosas que estamos viendo en esta situación actual, es que los museos están construidos sobre una base de supremacía blanca y colonialismo, algo que parece haberse puesto en la mesa de la discusión durante la crisis del COVID-19, y que demanda una respuesta rápida y un cambio; esta es sin duda un área que requiere toma de decisiones audaces. ¿Cómo descolonizar nuestros museos? ¿Cómo incorporar narrativas igualitarias a nuestras exposiciones? ¿Cómo podremos asegurarnos de que nuestras juntas directivas, nuestro liderazgo y nuestro personal, en todos los niveles, reflejan las comunidades de las poblaciones a las que sirven?
Se ha hablado de las necesidad de cambios, reinversiones y reimaginaciones en las conferencias y publicaciones sobre los museos y su futuro durante varios años, y sin duda algo ha sucedido fruto de todas estas reflexiones. Pero vayamos más allá de los cambios graduales, tomemos medidas audaces y transformemos nuestras organizaciones. La crisis climática es otro problema que no podemos permitirnos ignorar. El impacto de todo esto empequeñecerá la disrupción que hemos visto este año si no se actuá en consecuencia. En 2019, la ONU declaró que debemos reducir las emisiones de carbono en un 7,6% cada año durante la próxima década a fin de evitar una catástrofe climática. Para poner todo esto en un contexto concreto es probable que, con el impacto de los cierres del COVID-19, la reducción de la producción industrial y una bajada drástica en los viajes aéreos durante 2020, disminuyan las emisiones entre un 7% y un 8%. Esa disminución del 7,6% ya supone un cambio importante en nuestra forma de vida.
Pero el sentimiento respecto a nuestra posición en el mundo está cambiando. El 70% de los británicos cree que deberíamos responder al cambio climático con la misma urgencia que afrontamos la crisis del COVID-19, y un porcentaje aún mayor, el 93%, manifiesta que, a medida que se alivian los cierres, el gobierno y los empleadores deberían fomentar cambios en el estilo de vida para reducir las emisiones (por supuesto, todas estas opiniones vienen de los que no han votado al amigo Boris).
En muchas partes del mundo, se observa un cambio radical en la forma de trabajar, con un crecimiento exponencial de personas que lo hacen desde casa. Muchos buscan mudarse fuera de las ciudades e irse a vivir al campo, a la España vaciada, en nuestro caso. ¿Cómo pueden los museos contribuir a que sus comunidades sean más sostenibles? ¿Podrían actuar a modo de bibliotecas de préstamos comunitarios o creando makerspaces de reparación, para que la gente no necesitara comprar tantas cosas? ¿Podrían animar a los visitantes a utilizar el transporte público o realizar visitas online a los museos?
La desigualdad globalizada y la crisis climática son solo dos de los desafíos que creemos que los museos podrían abordar usando las voces de confianza que se han ganado a pulso. Hay, además, otros temas relevantes que afrontar y, quizás, su punto de partida esté en otra parte, pero tienen que tener al menos uno.
Cualquiera que sea el desafío, creemos que lo importante es adoptar la actitud de «hacer las cosas bien» de cara a la pandemia y provocar que los cambios positivos se produzcan.
Recurso bibliográfico:
Jim Richardson (2020): Covid created a change in mindset in museums, now what will we do with it? Museum Next. On Line Learning.
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