«El museo es a la vez una forma arquitectónica, un entorno concreto para la reflexión, un depósito de tangibilidades, una escuela para los sentidos, un espacio de convivencia, un sistema autopoético y una proyección de la sociedad ideal, a pesar de las tensiones ampliamente documentadas entre el ideal utópico del museo y sus instrumentalizaciones».
– (Kirshenblatt-Gimblett, 2004: 1).
En la búsqueda de la evolución del museo, desde la antigüedad hasta nuestros días, podríamos hacer un viaje en el tiempo y visitar lugares maravillosos dedicados e inspirados por las Nueve Musas; perdernos por bibliotecas, palacios, iglesias, gabinetes de curiosidades, pinacotecas, museos modernos y posmodernos. Este viaje es una exploración a los mundos de nuestros museos – no necesariamente apoyándonos en una etimología exacta -, buscando lo que éste ha perseguido a lo largo de los diferentes períodos de la historia.
Los museos han demostrado una gran capacidad para cambiar y evolucionar; también para echar el ancla y quedarse irremisiblemente varados en el pasado; todo ello en el contexto en el que tienen lugar estas alteraciones con respecto a sus prácticas y perspectivas. Podríamos iniciar el viaje siguiendo una ruta que nos permitiera comprender el papel del museo, sus prácticas, sus conexiones y su relación con el público en diferentes períodos del tiempo a lo largo de la Historia. Observaremos cómo las tendencias socio-económicas y culturales han alterado a lo largo de los años ese papel y las formas de desempeñarse como institución a través de sus prácticas. Podremos reconocer los patrones que indican los diversos cambios e intereses que han tenido lugar en la historia de nuestros museos. Desde espacios donde se almacenaban objetos hermosos y auténticos para la admiración de la realeza y la corte, hasta instituciones donde eran presentados el poder y la riqueza, reafirmando principios universales y educando a las masas, pasando por ser también, más adelante, un lugar amigable para los visitantes, educativo e interactivo para todos. Actualmente, nuestros museos dependen de su entorno social, económico y cultural.
Al margen del transcurrir de los tiempos, los museos, con sus colecciones y narrativas, han moldeado y construido las identidades de la sociedad y las naciones durante siglos, independientemente del número de personas que visitan el sitio real. No son espacios neutrales, sino voces subjetivas derivadas principalmente de la autoridad y del poder (Marstine, 2005). Bennet (1999), afirma que siguiendo la lógica de la recreación racional, los museos se perciben como procesos de industrialización, urbanización y formación de clases. También formulan modos de conocimiento y prácticas de consumo como parte de la sociedad capitalista (Hooper-Greenhill, 2000). La dialéctica de Bennett (1995: 104) sobre los museos – y su evolución en el tiempo, como tema recurrente -, proporciona información útil sobre la complejidad del discurso de dicha evolución. Impulsado por la retórica de los objetivos de los museos, por un lado, y la racionalidad política incorporada en sus modos de funcionamiento, por el otro, las demandas pueden ser insaciables, argumenta Bennett, y reconoce que esta contradicción conduce a un museo contemporáneo a convertirse en algo «complejo y contradictorio».
Los museos, después del modernismo, pueden ser considerados como entidades de la modernidad líquida (Pollock, 2007), tomando en cuenta la noción del sociólogo Zygmunt Bauman, que explica cómo en las culturas en expansión de la era de la información, la falta de grandes narrativas no conduce a un objetivo final: «no necesitamos reemplazar una vieja creencia por otra; debemos, más bien, ir hacia una modernización continua que transforme todos los aspectos de nuestras vidas revelando que son transitorios» (Bauman, 2000).
Algunas investigaciones se centran en la idea de las experiencias interactivas dentro del ámbito del museo, prometiendo alejarse del museo templo para aproximarse a un espacio con muchas narraciones personales pequeñas y con el público como centro de atención. Sin embargo, el objetivo final es comprender las condiciones por las cuales el museo ha moldeado históricamente al visitante y su experiencia, así como las circunstancias que dieron origen a estas nociones. Son nociones que prometen una transformación del museo, un movimiento más allá de la lógica unidimensional, para trasformarlo en un lugar donde reflexionar sobre los problemas actuales de la vida, a través de la interactividad y el compromiso con una audiencia diversa. Al mismo tiempo, se observa que estas variedades de rutinas y tecnologías no representan tanto un cambio en las normas del museo como en la programación de marketing, las relaciones con las administraciones públicas en cada ciudad, o las políticas gubernamentales y otros «centros de cálculo» (Latour, 1987), lo que impone requisitos financieros crecientes a los museos (Dibley, 2005). El esfuerzo de los museos para ofrecer narrativas múltiples y democráticas, que atraigan al público a través de pantallas interactivas de última generación – exposiciones de «tocar y sentir» -, también actuarán como un espacio turístico (Bennett, 1999), «alterando su relación con el visitante al convertirse este en cliente» (Mastai, 2007: 178).
Después de todo el tiempo pasado, el museo aún conserva poderosas huellas de su identidad «original», como portador de «objetos y artefactos auténticos soportados por un conocimiento enciclopédico», mostrados en un templo, una biblioteca memorable, un gabinete de curiosidades, un estudio; en definitiva, en un espacio de la Historia. Intentamos comprender la «condicionalidad» del museo en el cambio, su transformación demandada a lo largo del tiempo, y su dependencia inevitable de la dinámica externa de cada período en el que existe. La audiencia activa es vocalizada como parte del paradigma actual del museo. Sin embargo, las líneas entre pasivo y activo, cuando se relacionan con objetos, artefactos o relatos históricos, se vuelven borrosas.
Siempre ha existido una necesidad de interacción entre el objeto y el público para «experimentar» el museo. Los modos y significados de esa relación posiblemente difieran y / o respondan a la reacción en el ámbito de las tecnologías digitales. La llegada, para quedarse, de la innovación y transformación digital, así como las experiencias interactivas mediadas digitalmente, han influido en las técnicas museográficas, en su relación con los visitantes y en los contenidos museológicos. También en los los procesos internas y en la dinámica de los museos en sí, tal vez dirigiendo la atención al afecto, sentimientos, emociones, sensibilidades o desorientaciones, buscando siempre la forma de consolidar nuestra vínculo con ellos.
Recurso bibliográfico:
Ntalla, Irida (2017): La experiencia interactiva del museo: investigando las tendencias experimentales y el enfoque del público en las Galerías del Londres Moderno y la exposición del Alto Ártico (Universidad de Londres).
Crédito fotografía principal:
World Photo Adventure. https://www.worldphotoadventure.com/time-travel-photography/
(2014). Link:Si quieres recibir nuestro newsletter y nuestros artículos por correo electrónico, rellena y envía el boletín adjunto, por favor, completando el campo correspondiente en el formulario de inscripción que encontrarás a continuación. Tu dirección de correo electrónico (asegúrate por favor de escribirla correctamente), será utilizada exclusivamente para enviarte nuestros newsletters y artículos, pudiendo darte de baja en el momento que quieras.