Los primeros estudios de visitantes llegaron de la mano de Benjamin Gilman en 1910, de Edward Robinson en 1920 y Arthur Melton en 1930 (Gilman, 1910, Robinson, 1928, Melton, 1933, 1935, 1936). Observaron que ciertos comportamientos de los visitantes se repetían en diferentes museos; esos patrones ahora forman parte de todos los estudios de visitantes. Un ejemplo de dichos comportamientos es lo que se ha denominado la «fatiga del museo» (Gilman, 1910, Robinson, 1928, Melton, 1935, Falk et al., 1985).
Desde aquellos primeros estudios, las investigaciones han demostrado que existen diversas formas de comportamiento propias de los visitantes fatigados, y que esa fatiga varía, por ejemplo, dependiendo del tipo de exposición (Falk et al., 985). En cualquier caso, está compuesta de diferentes fenómenos, si bien la teoría tiende a unificarlos, por lo que el concepto sigue siendo ambiguo en sí. Por otro lado, las explicaciones aplicadas a la fatiga del museo resultan un tanto especulativas y no han sido evaluadas en detalle. (Falk, 1983, Serrell, 1997, Hein, 1998, Bitgood, 2002, Falk y Dierking, 2002, Falk y Storksdieck, 2005). Para abordar este problema, vamos a revisar y analizar brevemente la literatura que existe en torno a la fatiga de los museos, presentando una definición actualizada y proporcionando un punto de referencia para que los profesionales de los museos investiguen sobre el tema- y lo contrarresten- en sus instituciones.
Gilman (1916) fue el primero en describir la fatiga del museo, aportando una definición enfocada hacia el esfuerzo requerido por el visitante para observar y asimilar las exposiciones. Tras analizar algunas de estas exposiciones en el Museo de Bellas Artes de Boston, afirmó que «después de un breve esfuerzo inicial, [el visitante] se resigna a verlo prácticamente todo de manera imperfecta y con una mirada pasajera». En un estudio posterior, Robinson (1928) mostró que la fatiga del museo podía aplicarse a cuatro tipos de museos, y describió varias características. Melton (1935) proporcionó evidencias adicionales aplicadas al concepto al estudiar la relación entre la cantidad de pinturas en un museo y la atención de los visitantes,
Más recientemente, Falk, Koran, Dierking y Dreblow (1985) investigaron la fatiga en el Museo de Historia Natural del Estado de Florida. Estudiaron a los visitantes, atendiendo a la aparición de comportamientos indicativos de interés hacia las exposiciones, hacia otros aspectos del entorno del museo y hacia el resto de personas, aparte de valorar su interés propio. Descubrieron que la tasa de interés en los primeros momentos era alta, y luego se mantenía constante durante unos 30 minutos, para caer posteriormente a un nivel más bajo. El recorrido de los visitantes pasaba de ser un movimiento lento inicial alrededor de las vitrinas, a deambular de sala en sala con paradas más selectivas -comportamiento indicativo de un menor interés hacia lo expuesto-.
Beverly Serrell ha realizado una gran número de estudios sobre la duración y la asignación del tiempo de los visitantes en los museos. En un análisis de más de 100 exposiciones (Serrel, 1997, 1998), sacó la conclusión de que el interés del visitante disminuía tras recorrer más de 20 minutos de exposición, independientemente del tema y el tamaño. Su investigación defiende la idea de que los visitantes muestran un tiempo de atención muy limitado, ya que su interés decrece rápidamente.
El tema de la fatiga también se ha estudiado en el contexto de los parques zoológicos. Por ejemplo, Bitgood, Patterson y Benefel (1986) encontraron que los visitantes del Zoo de Birmingham permanecían más tiempo en las salas dedicadas a los reptiles. Del mismo modo, Marcellini y Jenssen (1988) rastrearon a los visitantes de otro zoo mientras recorrían una sala de reptiles y observaron comportamientos similares. Todo parece estar relacionado con aquello que tiene el potencial de captar el interés del visitante y lo que no, parece obvio.
En cualquier caso, todas estas investigaciones nos muestran que existen diferentes maneras de visitar un museo, y que los comportamientos varios se explican bajo el paraguas de la definición de «fatiga del museo», que puede hacer referencia a la disminución de la atención, y no tanto a la sensación física de cansancio. Las siguientes conclusiones comunes se pueden extraer de todas estas teorías:
- Se ha demostrado que el interés alcanza una cota alta durante los primeros 30 minutos de una visita, y va disminuyendo progresivamente.
- Un segundo patrón, es que la fatiga se incrementa cuando el visitante se enfrenta a un gran número de contenidos.
- Los cambios de comportamiento relacionan a los visitantes fatigados con la exigencia intelectual en la naturaleza de las exposiciones. Esta acción se manifiesta aún con mayor nitidez en los visitantes más jóvenes.
- Se dan patrones de fatiga constante y, por lo tanto, predecibles, a partir de conceptos que se hacen comunes en diferentes tipos de museos.
Las razones expuestas anteriormente están abiertas, pero son suficientes y claras para que los museos actúen ya en consecuencia. Por otro lado, debemos considerar que las personas interactúan no solo con el museo sino que también lo hacen entre sí, conceptos que nunca antes se habían tenido en cuenta (Melton, 1935; Falk et al., 985; Bitgood, 2002) -visitar un museo al lado de un fanático de la erudición agota de inmediato-.
Actualmente, se conocen otros factores de la fatiga centrados en los atributos de los visitantes, denominados «Hipótesis de los perfiles de los visitantes», y en características ambientales llamadas «Hipótesis de los perfiles ambientales». La hipótesis de los perfiles de los visitantes formula que los factores asociados a ellos son los responsables de disminuir su interés. Uno de los rasgos de la fatiga es el de ser puramente «física», algo que la convierte en una fatiga condicionada. Melton (1935) comparó una visita al museo con una caminata. Sin embargo, esta explicación ofrece ciertos límites, dados los resultados del estudio de la fatiga relacionado con el cansancio físico (Melton, 1935): ¿puede la fatiga física realmente ser el motivo principal del desinterés creciente en un recorrido en el museo?
El procesamiento cognitivo también se ha propuesto como un factor determinante de la fatiga (Melton, 1935, Bitgood, 2002), pero resulta difícil de evaluar debido a la falta de relaciones establecidas entre la psicología cognitiva y los estudios de visitantes. Hay quien sostiene que los procesos cognitivos, como la capacidad de atención, desempeñan un papel importante- como también lo hace el momento del día (Kahneman, 1973, Hampson y Morris, 1996, Bitgood, 2002)-; las personas tendemos a concentrarnos en una sola cosa a la vez (Kahneman, 1973). De acuerdo con esta explicación, las capacidades limitadas de atención respaldan el concepto de fatiga del museo, ya que no somos suficientemente capaces de prestar atención a muchos contenidos durante las etapas de una visita (Melton, 1935; Bitgood, 2002). Un punto de apoyo para este argumento es el hecho de que esta idea es relativamente predecible.
Por ejemplo, el estudio de Falk et al. (1985) concluye que pasarán de 30 a 45 minutos antes de que comience la fatiga del museo -un patrón común conocido-. Este cambio de interés predecible tiene que ver con la saturación de información, hasta un punto crítico. Otro área de la psicología cognitiva, que podría estar relacionado con la fatiga del museo, es el «efecto de la mera exposición», que viene a explicar que un estímulo positivo con un resultado final negativo produce mucho «desgaste»- y rápidamente- en el visitante (Kail y Freeman. 1973; Van den Burgh y Vrana, 998; Nordhielm, 2000). Varias investigaciones han demostrado que el efecto de la mera exposición es un factor determinante, por ejemplo, en la fatiga relacionada con la visión de obras de arte (Leder, 2002) -lo que no entendemos nos frustra, por lo que nos cansa-. Esta es una explicación bastante viable para explicar la fatiga del museo, porque tiene similitudes en su naturaleza y ha sido expuesta al desgaste.
Existen otros atributos de los visitantes que podrían justificar la fatiga del museo, teniendo en cuenta ciertas características de los mismos. Los visitantes difieren ampliamente en sus experiencias pasadas, intereses, planificación de la visita, capacidades intelectuales, familiaridad y comodidad. Todo ello influye en la forma de interactuar con los museos (Falk et al., 1985, Diamond, 1994, Falk y Dierking, 2000). El concepto está bien recogido por Falk et al. (1985) quién afirma que «esta visión sugiere que la mejor manera de predecir el comportamiento de los visitantes es saber más sobre ellos. Por lo tanto, X% de los visitantes se sentirían más atraídos por la exhibición A, mientras que Y% no mostraría interés alguno por A».
Sobre la hipótesis de los perfiles ambientales en el visitante, las investigaciones han demostrado que el ambiente del museo les afecta bastante . Steve Bitgood ha trabajado mucho en este tema. Su reciente reseña (Bitgood, 2002) es un buen punto de referencia. Los factores de diseño de la exposición incluyen el aislamiento, el tamaño, el contraste con el fondo, las características sensoriales (sonido, olor o tacto), la iluminación y la ubicación de la línea de vista -isovista- (Melton. 1935; Screven, 1974; Bitgood, 1989; Bitgood) y Patterson, 1993, Ogden, Lindburg y Maple, 1993, Bitgood, 2002).
Aunque, la mayoría de los estudios se han centrado en la influencia de una o dos variables, Johnston (1998) realizó un enfoque más integral a través de una investigación exhaustiva sobre la repercusión de otros muchos factores (inicialmente 50 variables). Encontró que los aspectos estructurales de la exposición influyen directamente en el tiempo de visualización. Las variables ambientales también ayudan a explicar el interés de los visitantes por las exposiciones.
Parece que hay sitio para ambas hipótesis. Pero, ¿cuál es el conjunto de factores más destacados? Esta claro que la fatiga del museo es producto de varios fenómenos, y parece probable que sus causas, y su importancia, difieren en función del escenario -el agotamiento físico por ejemplo, podría ser uno de los más importantes-. Considerar los factores ambientales y de visitantes como causas independientes puede parecer demasiado simple. Una visión unificadora, en la que ambos grupos de factores se interconectan para dar forma a la fatiga del museo, podría proporcionar un argumento más válido. Esta idea quizás se explica mejor desde la psicología cognitiva, más centrada en los determinantes cognitivos.
Por otro lado, sabemos que varias variables de diseño influyen en el procesamiento cognitivo y, por lo tanto, en el atractivo del objeto (Clore, 1992, Reber, Schwarz y Winkielman, 2004). Existe, pues, interacción entre el procesamiento cognitivo y diferentes variables de diseño -como la presencia de patrones verticales y horizontales, la cantidad de información, la simetría y el contraste objeto/fondo- que están influenciadas por su capacidad para facilitar el procesamiento cognitivo (Reber et al., 2004). Esta revisión muestra que la visión tradicional de la fatiga ofrecida por los primeros estudiosos de los museos necesita actualizarse.
La fatiga de los museos es un elemento muchísimo más importante de lo que estas instituciones consideran. Influye en la medida en que los visitantes participan en las exposiciones. Sin embargo, encontrar una solución a la fatiga puede resultar difícil debido a la complejidad del concepto y a la falta de conocimiento sobre sus causas. Afortunadamente, una gran cantidad de estudios muestran la relación entre el tiempo de visualización, el aprendizaje de los visitantes, el disfrute y el diseño de las exposiciones.
Este tipo de investigación es de fácil acceso para los profesionales de los museos. El trabajo de Steve Bitgood y Beverly Serrell proporciona un buen punto de partida. Serrell (1997, 1998) afirma que un buen diseño museográfico atrae definitivamente a los visitantes, y considera que es esencial y recomendable que cada exposición contenga elementos atractivos, con etiquetas cuidadosamente diseñadas. Los diseñadores deben generar y buscar la atención de los visitantes, como señalaba Bitgood (2002).
Para ello, es necesario lo siguiente:
- Aumentar el carácter distintivo de la exposición (el tamaño, el contraste con el fondo, la ubicación de la línea de visión, etcétera), ubicando las vitrinas y oros soporte de contenidos con relación al flujo del tráfico (objetos destacables, puntos de atención, la inercia y el sesgo del giro a la derecha (Melton, 1935; Bitgood et al., 1999, Bitgood, 2002).
- Reducir el esfuerzo mental para comprender las exposiciones.
- Motivar a los visitantes a participar en las exposiciones, formulando preguntas, corrigiendo conceptos erróneos, aportando contenido interesante, generando imágenes mentales, folletos, realidad virtual y oportunidades para la interacción (Robinson, 1928, Screven, 1992, Peart, 1984, Bitgood, 2002).
- Minimizar las distracciones, como los sonidos (ruidos), la competencia entre elementos y la novedad en el entorno.
- Proporcionar oportunidades para que los visitantes tomen descansos (porque ayudarán a reponer las capacidades de atención).
Es importante tener en cuenta que minimizar el tiempo y el esfuerzo es una estrategia inteligente y efectiva para el visitante, cuyo objetivo es tener «la curiosidad picada y satisfecha» (Rounds, 2004, p.389). Esta es una interpretación interesante, pero no se ha evaluado a través de estudios de visitantes.
A modo de resumen final, diremos que la fatiga del museo es un concepto complejo e importante, relacionado con la cantidad de tiempo que pasamos en museos, galerías y un pequeño número de exposiciones. Es probable que existan varias explicaciones para la fatiga del museo, incluidos los perfiles de los visitantes, factores ambientales, y la interacción entre todos ellos. Se requiere más investigación, especialmente en colaboración con investigadores de psicología cognitiva, y se recomienda que el museo analice las características de la visión y la fatiga en sus propias instituciones y luego desarrolle estrategias para contrarrestarla, algo muy común en la gran mayoría de los museos del mundo.
Recursos:
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Bitgood, S., Benefield, A., Patterson, D. y Litwak, (1991): Influencia en la atención del visitante: los efectos de las siluetas de tamaño natural en el comportamiento del visitante. En Estudios de Visitantes: Teoría, Investigación y Práctica, vol. 3 (pp 22-230). Jacksonville, AL: Centro para el Diseño Social.
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