El museo de propósito social debe funcionar como una institución dinámica y vital, que sea capaz de desarrollar relaciones de valor con audiencias muy diversas; que se nutra de la práctica participativa y co-creativa, formando parte de la vida cotidiana de las personas; que busque fomentar valores sociales progresistas y, al mismo tiempo, sea ampliamente reconocido como un lugar para el diálogo y debate; que trabaje en colaboración con una variada gama de instituciones, dentro y fuera del sector cultural, para generar sociedades vivas, inclusivas y más justas. En base a los estudios recientes que ha realizado el Centro de Investigación para Museos y Galerías, explicaremos cómo crear un museo socialmente integrado en la práctica contemporánea de la institución museal.
En los últimos cincuenta años, la práctica museística ha ido más allá de todo reconocimiento. Los museos y galerías han pasado de ser instituciones introvertidas y socialmente desconectadas -“torres de marfil” del conocimiento erudito, especializado y enrarecido-, a espacios dinámicos, vitales y atractivos donde los visitantes y las comunidades son bienvenidos y animados a participar socializándose.
Respecto a la vida y a la razón de ser del museo, hablamos de un lugar que se centra en su colección, en la documentación y en las exposiciones, pero también debe hacerlo en sus actividades, ese espacio donde verdaderamente se reafirma y adquiere un rol social. ¿Qué implica ser un museo con un propósito social? ¿Cuáles son sus características? ¿Cuáles sus valores reales? ¿Cuál es su práctica? Tenemos la idea de un museo como una institución con un propósito social – fundamentalmente basado en su potencial impacto en la práctica contemporánea del museo- que aborda problemas de representación e identidad de las personas desde el punto de vista de la accesibilidad y la discapacidad -esta última excluída del museo tradicional-. ¿Qué papel pueden desempeñar los museos y las galerías para desafiar los prejuicios y la discriminación que sufren las personas con discapacidad, a fin de ofrecer información a las personas «normales» para que piensen y entiendan esa otra forma de vida? Esta preocupación, por ejemplo, constituiría una parte importante en un museo de naturaleza social.
A lo largo del último medio siglo, la práctica y organización de muchos museos se ha transformado a un ritmo superior al que cabría esperar. El museo «tradicional» respondía a una organización elitista, introvertida, que atendía a los privilegiados de la sociedad, a los más educados y prósperos. Los museos eran «templos», centrados en sus procesos internos de recopilación, documentación, exhibición e interpretación del mundo desde fuera, que valoraban únicamente caracteres específicos del saber, el del experto, el del académico. Podríamos apoyarnos en el concepto del museo «esencialista» de Mark O’Neill, cuyo único propósito era preservar, investigar y exhibir, sin perseguir objeto social alguno que no fuera el del compromiso con el conocimiento y la belleza por sí mismos. Los museos se mantuvieron alejados de la sociedad, y muchos aún lo están; como sostiene Janes, «la mayoría de los museos, como instituciones sociales, han evitado en gran medida, tanto por razones morales como prácticas, un compromiso más amplio con el mundo en el que existen», lo que les sitúa en peligro de volverse irrelevantes.
Por otro lado, como receptores de dinero público, los museos ya no pueden justificar ese alejamiento de la sociedad, para dar solo respuesta a un grupo limitado. Digamos que, en general, no han sido un reflejo de la riqueza y diversidad de las comunidades fuera de sus paredes, ni se han hecho eco de sus identidades, intereses y preocupaciones. La realización del poder de la cultura para transformar vidas, para cambiar la sociedad, para crear sociedades más inclusivas e iguales, ha supuesto una de las fuerzas impulsoras más necesarias para la transformación de los museos. Otros factores determinantes han sido los movimientos globales de derechos humanos, el activismo social, las poblaciones cambiantes en Occidente o las demandas de rendición de cuentas en instituciones públicas. La sensibilidad frente a todas estas cuestiones formaría parte de lo que es el concepto de un museo con propósito social.
En el Reino Unido, entre los notables profesionales de los museos que trabajan en este área, encontramos a Mark O’Neill, del Glasgow Museums y (ahora) Glasgow Life -al que ya hemos mencionado-, David Fleming, actualmente director de National Museums Liverpool y David Anderson, director de National Museums Wales/Amgueddfa Cymru. El trabajo de todos ellos ha transformado la visión y los valores de los museos a su cargo, generando una estrategia decisiva para convertirlos en instituciones socialmente responsables en la práctica. Así, por ejemplo, han implantado en su misión el concepto de «cambiar vidas», con el compromiso de defender la justicia social, haciendo que este tipo de museos nacionales sea único en el mundo.
El museo socialmente comprometido no puede ser más diferente del tradicional. Hablamos de una entidad que abraza activamente su papel social, luchando para la creación de una sociedad vibrante, inclusiva y más justa. Son museos que trabajan en colaboración y en asociación con una gran variedad de organizaciones para lograr sus objetivos, tanto dentro como- esto es muy importante- fuera del sector cultural. Impulsados por sus valores de misión, buscan promover acciones sociales progresivas que incluyan el bienestar social, la equidad, la integración y la imparcialidad. Identifican y se enfrentan a la discriminación y a la intolerancia de todo tipo, trabajando con sus comunidades para comprender y desafiar las formas de pensar negativas y perjudiciales. Aceptan las diferencias, ya sean culturales, de orientación sexual, de discapacidad o de etnia, transformándose en lugares para explorar la vida y la cultura humana en toda su riqueza, pasada, presente y con visión de futuro.
Este tipo de museos se convierten en foros vibrantes, animados, atractivos y vivos, muy lejos de las galerías silenciosas y sombrías del pasado. Son lugares para el diálogo y el debate, donde las ideas se vuelven permeables en lugar de eternas y sagradas; lugares para desarrollar y explorar conceptos sobre el mundo. El conocimiento no es algo que únicamente pueda ser creado por expertos, académicos y curadores eruditos. El museo social utiliza enfoques de aprendizaje a lo largo de toda la vida, fomentando la práctica participativa y co-creativa e invitando a las comunidades a compartir el proceso de hacer algo nuevo dentro de él. Se trata de una experiencia que puede ser compartida entre el museo y sus comunidades, y que se basa en una consulta en profundidad con la sociedad que quiera participar. El museo debe estar abierto a aprender de aquellos con los que trabaja; abierto a otras formas de pensar, hacer, ser y ver.
Este tipo de nuevos museos mantienen una relación con el público que se renueva constantemente, al ritmo de transformación de la sociedad, provocando aún más diferencias importantes entre el museo socialmente responsable y su predecesor vintage. Las audiencias ya no son «esponjas» pasivas que absorben el conocimiento y la información que otorga el museo, sino agentes activos en su aprendizaje, «capaces de construir sus propios significados, que pueden diferir radicalmente de los previstos en el punto de producción».
A estos museos, las audiencias llevan sus propias ideas, opiniones y actitudes, así como sus emociones- que se buscan activamente como parte de la experiencia del museo-. Es una relación mutua, en la que ambas partes comparten y exploran. El museo atrae así a una amplia gama de personas- no a una selección limitada de la comunidad- que reflejan la rica diversidad de la sociedad, integrada por individuos de diferentes edades, sexos, antecedentes educativos, experiencias de vida, culturas, religiones, sexualidad y discapacidad. De esta manera, lejos de alejarse de la sociedad, el museo entra a formar parte de la vida diaria de las personas. No es un lugar distante, rara vez visitado, sino que formará parte de encuentros cotidianos.
Así pues, el museo socialmente responsable juega un papel completo y vital en la sociedad. Sigue siendo una institución que recopila, documenta, exhibe e interpreta, pero lo hace con un propósito directamente relacionado con su posición social. Los lazos que establece con los individuos y las comunidades que se hallan fuera de sus muros es fundamental para justificar su existencia.
RECURSOS UTILIZADOS PARA LA REDACCIÓN DE ESTE ARTÍCULO:
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