Cada vez somos más los que intentamos conducir nuestras vidas buscando formas de interactuar de una manera más efectiva y respetuosa con todo lo que nos rodea, incluídas las personas. Aprender a enfrentarnos al caos sobre la diversidad de la experiencia humana, tratando de descubrir cómo podemos hacerlo de una manera más razonada y razonable, puede resultar complicado. La puesta en valor y propuestas del Método de Diseño Disruptivo pretende ayudarnos en este complejo proceso.
El Diseño Disruptivo (a partir de ahora DD) es una práctica de exploración creativa que busca intervenir en los complejos conjuntos de problemas sociales y ambientales. El mundo está lleno de conflictos caóticos y profundamente interconectados, necesitándose urgentemente mentes más creativas para invertir su energía y ayudar a abordarlos con éxito mediante soluciones razonables, de modo que podamos recorrer caminos reales y efectivos hacia la sostenibilidad y la igualdad.
Para ayudar a que ésto se produzca, existen profesionales como Leyla Acaroglu, que han desarrollado el Método «Disruptive Design (MDD)», un enfoque innovador para la resolución creativa de problemas, pudiendo ayudar a desarrollar perspectivas tridimensionales sobre la forma en que funciona el mundo. Los sistemas, la sostenibilidad y el proceso de diseño, todo ello combinado, parecen proporcionar las bases para un enfoque activo a la hora de explorar, identificar y crear intervenciones tácticas que aprovechen los cambios en los sistemas para obtener resultados sociales y ambientales positivos. Básicamente, el método DD es una forma de promover y potenciar una acción que pueda convertir los problemas en oportunidades, logrando así un cambio positivo en nuestro entorno vital.
Coexisten tres elementos en este proceso del DD: lo que se denomina minería (profundización), contexto y construcción. Cada parte del método constituye una etapa iterativa en un ciclo de inmersión profunda sobre un determinado problema, explorando las dinámicas del sistema que lo mantienen, desarrollando posteriormente intervenciones creativas que ayuden a evolucionar y resolver cualquier dificultad de una manera creativa y sostenible. Los «diseñadores disruptivos» aprenden a conocer a fondo los grandes problemas, pudiendo estar de mano muy desordenados, aparentemente caóticos, identificando un proceso programable que pueda afectar positivamente al mundo en cada parcela de interés, con un propósito e intención. Definitivamente, no se necesita ser un diseñador para poner en práctica un enfoque disruptivo en la búsqueda de cambios positivos que ayuden a solucionar graves obstáculos, sin embargo, sí es preciso que todos sintamos un fuerte deseo de que el universo funcione mejor.
El mundo sufre, y cada vez más, complejas dificultades cuya resolución requiere algo más que enfoques superficiales. Con demasiada frecuencia, tratamos de afrontar un problema desde la misma idea que condujo hasta él. Como dijo Einstein, esta es una forma realmente ineficaz de sustituir un problema por una solución. El método DD puede facilitar a cualquier profesional el desarrollo de un conjunto de ideas creativas y herramientas para abordar cuestiones complejas. Ya existen recursos para superar el pensamiento lineal reduccionista con vistas a desarrollar un enfoque sólido y tridimensional para comprender los problemas y contribuir a resolverlos de forma creativa. Este método está basado en la idea de que el diseño y la creatividad son catalizadores poderosos que permiten activar cualquier cambio positivo y que, como pensadores creativos (diseñadores y no diseñadores por igual), todos podemos dinamizar nuestras capacidades, habilidades y herramientas contribuyendo a un cambio más positivo en el mundo en que nos ha tocado vivir.
El método DD que mencionamos hoy aquí está basado en una metodología que incluye 12 partes, compuesta por diversas herramientas de pensamiento que van desde las ciencias cognitivas hasta el pensamiento sistémico y la gamificación. El anterior método de tres elementos: minería (profundización), contexto y construcción, representa un enfoque aplicado para explorar, comprender e intervenir en los sistemas complejos que están en juego. Este tipo de pensamiento nos permitirá sumergirnos en un problema determinado, explorar los sistemas vinculados a él, para elaborar posteriormente intervenciones que puedan convertirse en soluciones. El mundo es un complejo y hermoso desorden caótico de obstáculos y oportunidades que se entrelazan de maneras que pueden hacer que los humanos nos sintamos abrumados y, a menudo, incapaces de afrontarlos. Se trata de un enfoque diseñado para desafiar esa forma de pensar convencional, reorientando nuestra manera de ver el mundo con vistas a encontrar formas únicas de intervención creativa. No importa dónde vivamos o qué hagamos, todos tenemos la capacidad de influir en nuestro entorno generando así un impacto positivo en el mundo.
Hemos evolucionado como especie desarrollando tecnologías y procesos increíbles para avanzar en nuestras vidas y resolver la mayoría de las necesidades humanas, desde la salud, pasando por el bienestar, hasta el entretenimiento. Disponemos de la capacidad tecnológica y creatividad suficientes para abordar algunas de las consecuencias que un acelerado crecimiento tecnológico ha provocado en los sistemas de soporte vital que nos sostienen. Podemos ver muy claramente las consecuencias de nuestras acciones, individual y colectivamente; por lo tanto, es hora de comenzar a invertir nuestra creatividad en el rediseño de sistemas, en lugar de hacerlo en contribuciones localizadas que mantienen nuestra calidad de vida con alfileres. En este momento, el mundo no precisa de más gadgets o edificios de diseño: necesitamos soluciones tangibles que resuelvan la gran variedad de complejos problemas sociales y ambientales que existen.
Este es un trabajo duro; si fuera fácil, ya lo habríamos resuelto. Pero un trabajo difícil siembra las semillas para obtener grandes recompensas, y no hay mejor recompensa que un buen desafío que genere un resultado increíble, especialmente cuando se contribuye a la construcción del tipo de futuro que queremos. Al buscar nuevas ideas sobre el SÍ, se abre el camino, en un proceso de búsqueda de oportunidades para replantear los problemas como alternativas que alimentan el pensamiento creativo. No hay nada intrínsecamente incorrecto en esa «innovación» iterativa: todos somos ya beneficiarios de asombrosas innovaciones tecnológicas que se han producido durante el éste y el último siglo. Sin embargo, lo que es frustrante y peligroso es que estas creaciones a menudo se diseñen sin tener en cuenta las consecuencias, como en el caso del cambio climático, la pobreza y la falta de igualdad. Si bien resulta quizás más visible en la industria de la tecnología, en realidad está sucediendo en todos los sistemas que nos rodean. Conocemos los peligros de continuar con este ritmo devastador, pero no se ha producido el contexto adecuado para intervenir. Actualmente, con el método DD se combina la resolución de problemas complejos, la innovación social, la sostenibilidad, el pensamiento sistémico y la activación de cambios en un conjunto integrado de buenas prácticas para promover cambios con consecuencias positivas para todos.
La tecnología en sí misma no es una solución totalmente positiva a los problemas del mundo. Aplicando los parámetros para asegurarnos de que las cosas que creamos respeten, contribuyan y sostengan el planeta, se producirá lo que estamos buscando, activando enfoques de cambio (disruptivos) para realizar la transformación necesaria. La innovación, como concepto, no integra un conjunto de valores sociales y ecológicos, ni tampoco el enfoque del «pensamiento de diseño» para la resolución de problemas. Un diseñador disruptivo detecta problemas, explora sistemas y construye soluciones de forma no lineal, divergente, alejándose, a menudo, de la intuición y acercándose al profundo conocimiento de las cosas. Este tipo de pensamiento, desde el relacionado con las evaluaciones del ciclo de vida hasta el pensamiento sistémico, se puede adaptar a cualquier práctica profesional, ayudando a crear pensadores tridimensionales más divergentes que puedan abordar cualquier problema generando una oportunidad. El objetivo del método DD es lograr que el impulso creativo, y las personas que no son creativas, piensen de una manera diferente respecto a la forma en que actuamos e intervenimos en el mundo, formulando un andamiaje para la participación y contribución de los profesionales motivados por objetivos bien definidos, y fomentando el desarrollo de herramientas mentales que activen un cambio social positivo.
Hacemos ésto profundizando en los problemas, empleando una variedad divergente de enfoques de investigación, avanzando a través de la exploración y el mapeo de sistemas e ideando después oportunidades que puedan ser aplicadas a intervenciones sobre los antiguos sistemas, amplificando el impacto positivo dentro de un contexto de micro y/o macro problemas. El punto crítico está en activar la participación, que todos pensemos que los cambios son posibles, en lugar de perpetuar la apatía y la frustración frente a aquello que nos afecta, algo que se puede hacer perfectamente desde los museos y sus makerspaces. La disrupción tiene que ver con la intención. No se trata de destruir las cosas para construirlas de nuevo, sino de comprender la complejidad que hay en juego y buscar oportunidades para cambiar la situación actual de un sistema interviniendo activamente en él. Podremos descubrir, a través del pensamiento sistémico, que la parte más pequeña a menudo puede tener el mayor impacto dentro de un gran sistema. El enfoque DD permite a cualquier persona, en cualquier lugar, participar en los cambios positivos.
Sí, muy bien, pero en qué consiste el desarrollo de habilidades y capacidades únicas para pensar e intervenir en los sistemas que tenemos a nuestro alrededor. Se trata de abrazar la complejidad, crear propuestas que fomenten cambios que hagan que el mundo funcione mejor para todos nosotros y diseñar el tipo de vida futura. Por eso, un diseñador disruptivo debe abarcar estos seis conceptos simples:
- Todo está interconectado.
- El cambio es constante.
- El futuro es indefinido.
- Todo cambio debe ser sostenible.
- El desafío es parte de la recompensa.
- El cambio es iterativo.
Formamos parte de un caos interconectado maravillosamente que conforma el mundo que nos rodea. Para diseccionar los sistemas interconectados que están en juego, necesitamos desarrollar una comprensión más profunda de la interdependencia que los humanos tienen con la naturaleza y crear una práctica de pensamiento tridimensional que permita entender cómo funciona el mundo. Las escuelas nos enseñaron, a la mayoría, a pensar de forma reduccionista, lineal y estructurada. Esto es increíblemente útil para asimilar un conocimiento básico, si bien no tanto para aprender a operar en sistemas complejos en constante evolución.
Es por eso que debemos adoptar un enfoque de pensamiento sistémico, para explorar e identificar las cosas que conforman la complejidad de los problemas que estamos tratando de solucionar. Al estar todo conectado, se producen ciclos de retroalimentación y efectos de flujo continuo que nos dan una idea de cómo las personas que operamos dentro de un todo complejo podemos diseñar intervenciones que logren los cambios positivos. Al contemplar el mundo como una serie de sistemas dinámicos e interconectados, es posible desarrollar una perspectiva mucho más detallada de las causas y de las relaciones dinámicas que contribuyen y evolucionan para generar los problemas que existen a nuestro alrededor. Es un poco como la gimnasia mental o el yoga: cuanto más practiques el pensamiento sistémico, más flexible será tu cerebro a la hora de buscar soluciones frente a obstáculos complejos.
Como dijo el filósofo griego Heráclito (500 A. de C.): «la única constante en la vida es el cambio». El cambio es una fuerza universal en constante movimiento que impacta sobre todo lo que vemos y hacemos, desde el clima hasta nuestras decisiones y experiencias. El cambio ejerce constantemente fuerzas sobre nosotros y el mundo que nos rodea. Sin embargo, los humanos tienen predisposición a evitar dicho cambio porque puede ser incómodo, percibiéndose generalmente como la pérdida de otra cosa.
A menudo percibimos el cambio únicamente cuando nos disgusta la dirección en que nos estamos moviendo y, por lo tanto, tenemos todo tipo de sesgos cognitivos que reducen nuestra capacidad de ver de dónde viene y hacia dónde va ese cambio. Si buscamos su raíz, la palabra «cambio» significa «hacer» o «volverse diferente». Independientemente de que hablemos de objetos, personas, museos o del mundo natural, el cambio abarca ambos conceptos, desarrollándose a velocidades variables, de constante y progresiva, a estática o lenta. Como resultado, surgen problemas unas veces increíblemente obvios y otras más sutiles y omnipresentes. Ayuda el hecho de recordar que todos estamos sometidos a un estado de cambio constante y que el mundo también cambia a nuestro alrededor. Tenemos el poder y la capacidad para participar en ese cambio a través de nuestras acciones y, por desgracia, de inacciones que hacen que el mundo que nos rodea enferme cada vez más.
RECURSO:
Acaroglu, L. (2017): Disrupt Design: A metod for activating social change by design. Publicado en 2017 por Disrupt Design LLC, Nueva York, Estados Unidos.
Fotografía principal: Planetary Floklore
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