El sistema de funcionamiento de los beacons (balizas) en un museo es en teoría muy sencillo. Los beacons son unas antenitas que se colocan a lo largo y ancho del interior y exterior del edificio, normalmente en las paredes, que funcionan por bluetooth (no se necesita wifi), con lo cual vinculamos información digital a objetos (muy práctico a la hora de usar varios idiomas, asignar vídeo y sonido, utilizar realidad aumentada y virtual, etcétera). La información que se «emite» a través de estos beacons es la que nosotros hemos asignado previamente al objeto (en un programa instalado en nuestro ordenador aportamos un contenido digital a cada beacon) para que los dispositivos móviles lo reciban (como si fueran mensajes de WhatsApp) por aproximación del usuario al objeto, y esa información que el visitante recibe está depositada en la nube. Por lo tanto, las ventajas en la implantación de beacons se relacionan directamente con la estrategia «trae tu propio dispositivo al museo», algo que puede contextualizar las colecciones digitalmente de una forma muy sencilla, a priori. Por otro lado, esta tecnología ofrece una ventaja añadida: el reconocimiento de la ubicación de las personas (geolocalización de los visitantes dentro del espacio del museo, incluso en exteriores inmediatos al edificio quedando registrado su movimiento en un mapa) lo que resulta cada vez más importante y necesario para saber cómo los visitantes interactúan con las colecciones de los museos. Esta es una tecnología que, por ejemplo, nosotros usamos para informar al personal del museo sobre los perfiles y movimientos de los visitantes dentro de las exposiciones, en qué galería se encuentra cada uno de ellos y durante cuánto tiempo, qué recorrido ha hecho, qué objetos ha visto y cuánto ha estado observándolos, entre otras muchas cosas (podemos incluso registrar si ha estado en la cafetería o en la tienda). El uso de esta solución tecnológica implica que el personal del museo disponga de una gran información sobre los visitantes, su contacto con los objetos, etcétera (a los visitantes se les informa de que van a ser mapeados durante su visita). Es una manera perfecta de que el museo se comunique con el público y le ofrezca una información de mayor valor adaptada a cada perfil, con el fin de mejorar su visita.
Los beacons están presentes en el mercado desde no hace mucho tiempo (unos cuatro años), siendo todavía una opción tecnológica nueva, con potencial para convertirse en una herramienta indispensable para los museos. Pero hay que saber muy bien cómo funcionan y que se pretende con ellos. Para que la primera fase de instalación e implementación de esta tecnología tenga éxito, debe seguirse un protocolo muy bien definido, determinando con claridad para qué la queremos utilizar. Estamos hablando de una tecnología de fácil implantación, pero debe hacerse bajo la creación de un proyecto previo en el que la iteración es la norma, e intentando evitar errores que implicarían gastos técnicos y frustración. Se trata de un sistema de localización sencillo que utiliza antenas bluetooth (con pilas de litio de tres años de duración media por antena) colocadas a lo largo del edificio, e incluso en exteriores, cuya misión es conectar el dispositivo móvil del visitante con la información guardada en la nube (desde la nube y hacia la nube), así funcionan básicamente. Al ser una tecnología de bajo coste a veces se cae en el error de instalarla sin haber pasado por las fases de estudio necesarias (ese proyecto previo que mencionábamos) que permiten testar en un primer estadío cómo funcionan en combinación con la app del museo, y cambiarla, o eliminarla definitivamente, si no responde a «nuestras» expectativas.
Instalar beacons en el interior del edificio del museo puede generar muchos desafíos. Si bien es una solución tecnológica que sigue siendo sencilla y flexible, nos enfrentamos a algunos gastos derivados. Los museos grandes pueden invertir dinero en esta solución sin ningún problema, incluso dedicar tiempo del personal para ayudar a desarrollarla internamente y a la medida del museo. En la mayoría de los casos, en museos medianos y pequeños, para solucionar un problema relacionado con la instalación y el uso de cada nuevo sistema tecnológico, se debe seguir una ruta muy bien definida con el apoyo de expertos en el sistema, si es que no queremos empezar a tirar el dinero. Hemos de ser especialmente críticos los primeros días y tener capacidad de reacción cuando comencemos a analizar si la tecnología beacons es una solución viable y adecuada para nuestro museo, o no. Pongamos un ejemplo…
Imaginemos que hemos decidido utilizar los beacons de la marca Estimote; hemos elegido estas antenitas porque la comunidad de desarrolladores alrededor de esta marca es sólida – está certificada por Apple (iOS) -y ofrece un buen servicio post venta al cliente, con una comunicación muy fluida e inmediata con su equipo de apoyo técnico. Estimote también dispone de un software abierto sobresaliente, lo que significa que podemos desarrollar herramientas a nuestra medida a partir de él: la capacidad de crear nuestras propias herramientas e integrarlas por completo en el sistema de funcionamiento de los beacons de manera inmediata es algo fundamental. En un mercado con muchos jugadores, este tipo de consideraciones son importantes, por lo que hay que estudiar muy bien tanto a los proveedores como sus tecnologías antes de tomar una decisión de compra. Si el Museo de Brooklyn ha elegido a Estimote, por algo será, por nombrar a uno de los grandes que han confiado en esta tecnología.
La primera decisión a la que nos enfrentaremos es algo tan simple como elegir los colores que queremos para nuestros beacons. Actualmente existe el problema de la falta de opciones para elegir sobre el color de las antenitas. Estimote – las demás marcas también tiene limitaciones – nos ofrece cuatro únicas opciones disponibles: blanco, azul claro, morado oscuro y verde mar, tonos que podrían no coincidir con los colores utilizados en las paredes de nuestro museo (los beacons normalmente se colocan pegados a la pared), lo cual representaría un primer obstáculo.
Esto de los colores se puede solucionar con cierta facilidad, pero el siguiente problema es que los beacons se mantengan sujetos en las paredes. Las paredes de los museos tienen diferentes tipos de pintura (brillante, plana, semi) y también varían en superficie y textura (yeso, vidrio, cemento, pladur, tabla roca, etcétera). En muchos casos, las balizas se caen constantemente de las paredes. El adhesivo que traen de fábrica en la parte posterior simplemente no se adhiere (por mucho tiempo) a las superficies. Debemos utilizar el «método Ghery» que se empleó para pegar las planchas de titanio en el edificio del auditorio Walt Disney de Los Angeles: cinta doble cara VHB™ 3M™, que sirve tanto para interior como para exterior ,a prueba de huracanes. Por razones obvias, siempre recomendaremos usar este tipo de pegamento infalible. Al principio, cuando los beacons caían al suelo antes de la era super 3M, los visitantes los recogían del suelo, los guardias de seguridad los encontraban y guardaban, o desaparecían directamente probablemente barridos durante la limpieza.
Los beacons son aparatitos independientes, funcionan con baterías, esto es genial porque les brinda flexibilidad en la instalación, no hay necesidad de conectarlos a la red de energía o a una conexión a internet por cable de datos. La parte negativa es que, a diferencia de un sistema de cableado (como un punto de acceso inalámbrico), no hay una herramienta de administración central confiable para los beacons. Aparte de ir por las galerías del museo y echar un vistazo para ver si las unidades todavía están allí pegadas y/o trabajando utilizando una aplicación de escáner, no tenemos forma de saber si funcionan a pleno rendimiento en todo momento. Imaginamos que el software se mejorará con objeto de anunciar los fallos por unidades en el ordenador que los controla, pero hasta este momento éso no ocurre.
Si hablamos de la duración de la batería, nos encontramos también con algunos problemas. La duración de la batería no es en realidad una preocupación porque las baterías de litio duran tres años de media, pero tendremos que lidiar con este tema en el futuro (hay museos que han instalado más de 100 beacons). Debemos saber qué unidades necesitan pilas nuevas al cabo del tiempo, es decir, hacer una caminata con un escáner de mano para detectar las que tienen la carga baja. Y una vez que tengamos que reemplazarlas, porque las baterías no están accesibles en las unidades actuales de Estimote, aparecerá ese molesto asunto de cambiar la pila y reprogramar el beacon (asignarle la información que debe tomar de la nube para ser enviada al dispositivo móvil del visitante). Lo que debería ser una simple reasignación y puesta en marcha de nuevo, se convierte en un complicado lío de programación cambiante, con el posterior seguimiento de todo el proceso para asegurarnos de que funciona.
Podríamos aprovechar el apoyo de Estimote, más y de mejor forma, para ayudarnos en todo el proceso. Al hacerlo, se podría desarrollar un sistema que incorporara en nuestra aplicación la capacidad de leer el nivel de la batería a medida que un visitante utilizara cada beacon; pero seguiríamos teniendo algún problema. En primer lugar, nos «casa» con un proveedor específico de por vida (la app de Estimote, por ahora, solo usa la iOS de Apple). En segundo, el gasto de batería en las unidades (por no mencionar los teléfonos móviles de los usuarios) para este tipo de sobrecarga lo convierte en una mala elección. Sin embargo, si no se utiliza el software SDK de Estimote, no se pueden aprovechar todos los avances que esta marca está lanzando mientras dirige sus propios recursos al desarrollo de ese SDK (y están avanzando mucho en este momento). Conclusión, es mejor mantener las cosas lo más simples posible para ver si los beacons funcionan bien, y si no lo hacen, siempre podemos pensar en cambiar la estrategia en el futuro (si dejamos al margen los costes derivados del «divorcio» con Estimote-iOS).
Algunos problemas a los que nos enfrentamos no son específicos del proveedor. La señal de beacon, por ejemplo, se ve interrumpida por todo – excepto el aire -, por las paredes, vitrinas, objetos, personas, lo que sea. Este factor es tan particular, de hecho, que podemos estar parados al lado de un beacon colocado en la pared y llegarnos una señal más fuerte de uno situado al otro lado de la habitación, por razones que se escapan totalmente a nuestra comprensión (esto es un problema serio si pretendemos determinar la situación exacta del visitante en la galería). Como podéis imaginar, todo ésto suele ocasionar un complicado proceso de instalación y supervisión continuo.
Por otro lado, debemos decir que podemos ser capaces de crear soluciones nuevas «tailor made» – en lo que iOS Estimote no llega – que nos sirvan de apoyo y mejora cuando realmente lo necesitamos. Pritika, – entre otras compañías de software – ha desarrollado una herramienta que permite agregar un beacon y vincularlo con determinadas ubicaciones muy específicas del museo. La herramienta permite crear grupos de antenitas, así se puede asignar más de un beacon a una ubicación muy concreta y localizada sin errores. También nos ofrece una vista previa de los objetos asignados a cada ubicación (desde un ordenador), con lo que podemos hacer una visualización rápida en pantalla para asegurarnos de que el beacon que estamos instalando está emparejado adecuadamente con el grupo de objetos correcto de la exposición, sin que su señal se disperse.
También se puede personalizar un sistema de instalación, algo esencial si el tamaño de las áreas de instalación de nuestro edificio es muy grande en metros cuadrados. Además, para la instalación final deberemos disponer de una computadora portátil con la herramienta de Pritika, un iPhone con la aplicación Estimote instalada, un plano de planta, un lápiz, un montón de postits y latas de galletas de mantequilla holandesas con los beacons por colores. Las latas se han convertido en una parte vital de la instalación porque bloquean la señal de las balizas no asignadas que se encuentran dentro, si fueran cajas de cartón el proceso sería una auténtica locura, increíblemente difícil de manejar.
Un museo mediano tirando a grande puede llegar a necesitar unas 150 balizas, o más, instaladas en las galerías para que el sistema sea realmente útil, tanto para el visitante como para el propio museo. Creemos que el tamaño estándar llega al límite de lo razonable con ese número de beacons instalados, y no más. No se puede manejar una solución estándar «de fábrica» en museos más grandes que necesitan un mayor número de beacons. Los museos grandes o muy grandes requieren una gran cantidad de software hecho a la medida para que el sistema funcione correctamente (nunca bastará con el software que viene de fábrica), algo que conlleva gastos y puede acabar por completo con el propósito y beneficio de adoptar una solución tecnológica sencilla y a bajo coste. Los aspectos prácticos en la instalación de cualquier tecnología recién nacida siempre son complicados, y ésta lo es. Para añadir dificultad al tema, hay quien pretende zafarse del sistema de beacons Estimote-Apple (iOS), lo más rápido posible, pues opinan que Android es el sistema operativo del futuro, que cada vez menos gente comprará iPhones y que acabará fagocitando a iOS. Ya veremos…
Foto principal: Archivo EVE
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