Para que el proyecto de un nuevo museo, exposición puntual, renovación de galería, zona museística, etc., funcione, las partes implicadas en el proyecto deben saber donde están y que papel desempeñarán en el nuevo proyecto. Las fronteras de las tareas que implica el proyecto de un nuevo museo, o renovación de uno existente, no siempre están claramente definidas y eso se convierte en problema. Entendemos que la museología es una ciencia, una reflexión directamente relacionada con la interacción que se produce entre museos y sociedad. Los museólogos son expertos en gestión de museos, e incluso algunos de ellos también opinan sobre los espacios arquitectónicos del museo. Creemos que deben tener conocimiento sobre el proyecto museográfico, incluidos conocimientos de museografía; el dominio de estas materias es muy importante. Es fundamental que el museógrafo, experto en difusión de contenidos museísticos, soportes de comunicación, adecuación y museización de espacios, diseño y ejecución de exposiciones, etc., haya asimilado conocimientos de museología. La relación museólogo-museógrafo debe ser fluida para bien del futuro proyecto museístico. Ambos deben ponerse de acuerdo para que los expertos investigadores generadores de contenidos no lo pongan todo perdido de erudición, que desarrollen contenidos que pocas personas entendemos, contenidos que solo ellos comprenden. Hay que amortiguar la explosión de saber erudito para poder producir una exposición de contenidos al alcance de todos los públicos que son los que llenan los museos con sus visitas, que pagan entradas cuando se les pide, o que no van si no les atrae la idea de la visita. Sea como sea, el proyecto debe debe desarrollarse siempre en equipo, enfocando como objetivo del trabajo común la modernización en la forma de mostrar el saber y conocimiento que un museo debe ofrecer a la sociedad.
En todos los museos, el conocimiento científico, la sensibilidad artística, una mirada a la historia, todo contenido debe mostrarse de una manera sencilla, hasta el más común de los mortales comprenda absolutamente todo lo que se le muestra sin necesidad de preguntar
Los expertos eruditos, investigadores de base, especialistas avanzados, acostumbran a plantear el objeto de estudio en toda su complejidad, prescindiendo de aspectos espaciales, presupuestarios o didácticos. Frecuentemente, lo que resulta fascinante e imprescindible para el sabio experto resulta absolutamente irrelevante para el público en general. Entre el saber sabio y la enseñanza del saber se hace imprescindible un planteamiento didáctico capaz de traducir a niveles terrenales los conocimientos científicos más complejos. Esta es, desde nuestro punto de vista, la parte más delicada y compleja de un proyecto museográfico: poner al alcance de todos los públicos, incluidos los niños y personas con percepción disminuida (nuestros mayores), el saber más complejo. La absoluta importancia de la simplificación de la realidad. Si cedemos ante el impulso erudito, la exposición acabará sobrecargada de contenidos, de textos, de elementos prescindibles, detalles irrelevantes, códigos indescifrables, etc. Puede acabar convirtiéndose en un enorme libro colgado en la pared. Nos enfrentamos a una lucha constante para alcanzar el equilibrio en el saber y, sobre todo, en la forma en el que ese conocimiento se difunde a la sociedad.
La didáctica expositiva en los museos modernos puede ser producto de una mezcla heterodoxa de disciplinas. Hoy en día, no solo se puede escenificar la difusión de contenidos sino que nos podemos apoyar en la tecnología más avanzada. La erudición no suele ser compatible con la búsqueda de soluciones didácticas universales
También podemos hacer un poco de autocrítica comentando que, en alguna ocasión, el entusiasmo creativo del museógrafo, y más si hay presupuesto, se convierte en un festival de luz y color, devorando literalmente al contenido. Este arranque de entusiasmo creativo (voracidad creativa) hay que reprimirlo inmediatamente. La exposiciones deben buscar siempre el equilibrio entre funcionalidad (accesos, fluidez, circulación, comunicación de contenidos, etc.) y la estética. Ninguno de los dos puede prevalecer sobre el otro porque entonces la exposición no estará correctamente diseñada, se mostrará desequilibrada. Sabemos que las exposiciones se valoran en gran medida por el factor estético, pero los diseñadores museógrafos no podemos tener ese punto de referencia como único objetivo. Siempre se puede encontrar un término medio. Si pretendemos construir una exposición didáctica dirigida a la masa de la población, los diseñadores avanzados deben abandonar la idea de dirigirse a públicos a menudo minoritarios. Si buscamos planos didácticos claros y digeribles intelectualmente para el gran público, debemos situar como referencia de comprensión a los niños y a nuestros mayores.
Si los niños y los muy mayores no entienden el contenido del museo sea el que sea, el museo no es capaz de captar su atención, la exposición puede considerarse como «no adecuada», la museografía moderna nunca debe abandonar el plano didáctico en el diseño de la exposición
En este siglo XXI, el siglo de las nuevas tecnologías para la comunicación, los museos deben exigir para ellos mismos y para su público soluciones museográficas didácticas. Es cierto que entonces el valor formal de los objetos y artefactos expuestos podrían verse afectados al perder cierto protagonismo, pero será en beneficio de la comprensión general, haciéndose necesario ofrecer información complementaria y contextualizar con sentido esos objetos y artefactos para su compresión, incluido el Arte, para que todo lo expuesto al público adquiera un mayor significado, para que se convierta en un conocimiento que pueda ser asimilado sin estridencias, entrando a formar parte del saber colectivo. Existe un ayer y un hoy en el campo de la museografía, una realidad marcada por la búsqueda democratizadora del saber y el conocimiento de todas las materias susceptibles de ser expuestas y divulgadas correctamente a la opinión pública, para todas las edades y condición. La especialización no tiene razón de ser. Decimos «no» a la erudición en los museos públicos, al exceso de datos, a los textos en carteles, a los objetos solitarios, a los cuadros y esculturas con el consabido cartelito… etc.. Esas cosas deben pertenecer al pasado cuanto antes. La élite, con lo que es suyo, puede hacer lo que quiera y como quiera.
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