Para los profesionales de los museos, el objeto del museo digital es omnipresente en su existencia. Ha sido utilizado en numerosas capacidades (documentales, gestión de colecciones, marketing y educación) durante décadas, lo que ha llevado al sector de los museos a depender cada vez más de las colecciones digitales. Sin embargo, si tuviéramos que definir el objeto de un museo digital, ¿cómo podríamos hacerlo? ¿Es posible describir verdaderamente la esencia de un objeto que no podemos tocar ni sostener en nuestras manos? ¿Uno del cual no podemos percibir su peso, olor o incluso relacionarlo con un sabor?
Podemos comenzar considerando las diferentes conceptualizaciones de los objetos de museo digital tanto en la literatura como a través de encuestas y entrevistas recientes con profesionales de museos. De esta investigación surgirán varios conceptos clave e interrelacionados: materialidad, aura (alma) y valor, que serán considerados tanto teórica como prácticamente. En particular, la materialidad y el aura se presentarán como dos características entrelazadas del objeto físico que se considera que crean un tipo de valor distinto, el cual generalmente se considera que falta en el objeto del museo digital (Burns, 2017, p. 4). Por último, al posicionar los objetos del museo digital en el centro de las redes donde la información se comparte y se puede capturar, se explorará el impacto de la interacción con las colecciones digitales en un recuerdo cultural más amplio.
A pesar de la importancia de los objetos digitales en contextos culturales, sigue siendo difícil alcanzar una definición concreta y consensuada. Sin embargo, podemos describir el objeto de un museo digital como una imagen digitalizada verdadera y fiel de un objeto físico de un museo (en 2D y 3D) o como un objeto digital nativo. No obstante, en el sector de los museos, las instituciones existen en diversas formas, siendo custodias de colecciones muy variadas (arte, historia natural, arqueología, entre otras), y están compuestas por personal con conocimientos, habilidades y visiones individuales. Por lo tanto, para cada organización, el objeto digital, ya sea un documento de texto, una imagen, un sonido, una grabación de audio o un contenido audiovisual, también existe en diversas formas.
Para ilustrar la falta de consenso en torno a la definición del objeto de museo digital, examinemos las siguientes definiciones utilizadas por tres importantes organizaciones culturales:
- Europeana (plataforma digital europea para el patrimonio cultural): «una representación digital de un objeto que forma parte del patrimonio cultural y/o científico de Europa. El Objeto Digital también puede ser el objeto original cuando nace digitalmente».
- Alianza Nacional de Administración Digital (NDSA): «un término conceptual que describe una unidad agregada de contenido digital compuesta por uno o más archivos digitales relacionados. Estos archivos relacionados pueden incluir metadatos, versiones derivadas y/o un envoltorio que los une».
- CIDOC (Comité Internacional para la Documentación del Consejo Internacional de Museos): «esta clase comprende elementos inmateriales identificables que pueden representarse como conjuntos de secuencias de bits, como conjuntos de datos, textos electrónicos, imágenes, elementos de audio o video, software, etc. Son documentos mencionados como unidades individuales» (Doerr, Stead y Theodoridou, 2016, página 6)».
Aunque estas definiciones se basan en términos técnicos, se puede notar que abordan conceptos como la inmaterialidad y la representación. Sin embargo, ninguna de estas definiciones, ni las muchas otras que existen y son difusas, realmente capturan la esencia única y a menudo abstracta asociada a un objeto de museo digital. Entonces, ¿cómo podemos realmente describir lo que hace especial a un objeto de museo digital?
Las ideas sobre los objetos de museo digitales también varían en diferentes contextos culturales. Por ejemplo, en un artículo especial del Journal of Material Culture en 2012 titulado «Sujetos digitales, objetos culturales», se mostró cómo la esencia y el valor de un objeto de museo digital pueden entenderse de manera diferente según la cultura en la que se creen, cuiden, usen y compartan. En las comunidades maoríes y de las Primeras Naciones canadienses, los objetos se han considerado desde hace mucho tiempo como «depósitos y catalizadores de información generacional», y estas cualidades se extienden naturalmente al objeto digital (Brown y Nicholas, 2012, página 310). Valorar las particularidades y matices que surgen en diferentes grupos culturales en relación con los objetos de museo digital es una responsabilidad importante para los profesionales de los museos en la era posdigital.
Es sorprendente que solo recientemente algunos teóricos hayan empezado a reflexionar sobre la naturaleza del objeto digital. Tradicionalmente, los estudios se han enfocado en el impacto del objeto de museo digital en nuestras formas de pensar y actuar (generalmente en contraposición a lo físico). Los teóricos de los nuevos medios han examinado la influencia de la tecnología, que nos permite ver estos objetos, en nuestras vidas (Manovich, 2002, página 44). Los teóricos culturales han explorado el impacto de la tecnología digital en tendencias sociales, políticas y económicas más amplias (Cameron, 2007; Cameron, Kenderdine, Thorburn, Barrett y Jenkins, 2010; Henning, 2005; Light, Bagnall, Crawford y Gosling, 2018). Los estudiosos de la memoria y los medios han rastreado el intercambio y la proliferación de imágenes digitales, ya que constituyen, replican y comunican eventos actuales, así como reflejan nuestra comprensión y actitudes hacia momentos históricos particulares (Hoskins, 2011, 2016, 2017). En los estudios de museos, se ha centrado en la capacidad del objeto de museo digital para generar nuevos y amplios tipos de compromiso (Budge, 2017; Geismar, 2018; Hogsden y Poulter, 2012). Sin embargo, hasta ahora se ha prestado poca atención a comprender exactamente qué es el objeto de museo digital y, por lo tanto, su valor propio.
Uno de los primeros estudios académicos que se centró exclusivamente en los objetos digitales fue realizado por Yuk Hui, un filósofo e informático, quien en 2016 publicó «Sobre la existencia de objetos digitales». Hui posiciona los objetos digitales como una categoría propia y distinta que ocupa un lugar específico dentro de esquemas existentes, afirmando: «Podemos tener un conjunto más amplio de objetos, dentro del cual se encuentran objetos técnicos junto con objetos naturales… Además, dentro de este conjunto, podemos identificar otro subconjunto de objetos llamados objetos digitales» (Hui, 2016, p. 49).
Por lo tanto, aunque los objetos digitales se sitúan dentro de los marcos mencionados anteriormente, sus cualidades únicas, como la omnipresencia y la ubicuidad, los colocan en una categoría propia (Hui, 2012, 2016, 2017). Estas mismas cualidades han sido señaladas por otros académicos, como Berry y Dieter, en su conceptualización de lo posdigital. Según Berry y Dieter, las tecnologías, productos y sistemas digitales ya no son opcionales; están integrados en nuestras sociedades, vidas y museos (2015, p. 4). Sería extremadamente difícil, si no imposible, vivir una vida «sin lo digital». Para los museos, reconocer la condición posdigital es crucial, ya que proporciona un marco para comprender, reconocer y analizar las expectativas de los visitantes, quienes ya no diferencian de manera absoluta entre lo físico y lo digital, sino que esperan una integración perfecta de ambos (Parry, 2013, página 25). Los museos deben cuestionarse qué significa esta aproximación no diferenciada para el objeto de museo digital.
Retomando una palabra mencionada tanto en la definición del objeto de museo digital de Europeana como de CIDOC, surge una pregunta interesante: ¿es el objeto de museo digital siempre una «representación»? ¿Puede carecer de alguna de las cualidades de su contraparte física (si es que las tiene)? Según Hui, el objeto digital ocupa una categoría propia, entonces, ¿por qué se articula constantemente en estructuras de valor, materialidad y autenticidad que están arraigadas en lo físico?
Se podría argumentar que la existencia del objeto digital resta valor al objeto físico u original, y se sitúa en una jerarquía de valor en la que lo digital se ve obligado a ocupar la posición más baja. Gran parte de esta creencia se basa en la noción de aura de Benjamin y en la suposición generalizada y persistente de que el objeto digital, debido a su inmaterialidad e intangibilidad, carece inherentemente de esta cualidad mágica (Biedermann, 2017, página 284). A menudo, estos argumentos se fundamentan en la idea de que el aura se atribuye al objeto a través del toque de su(s) creador(es), la pátina visible del tiempo y su ocupación de una posición original percibida (como el famoso ejemplo del techo de la Capilla Sixtina pintada por Miguel Ángel), características distintivas que muchos consideran ausentes en el objeto digital (Benjamin [1937], 2008).
Los objetos del museo digital pueden ofrecer un espacio donde las personas y las culturas se encuentren, quizás un espacio transcultural (aunque siempre mediado por el museo). En este espacio, las culturas dialogan entre sí, ya sea de manera explícita o implícita. Estos objetos poseen una «dimensión performativa» visible, donde su aura se representa de manera tangible para que todos la vean (Were, 2014, página 141). La interacción bidireccional, a veces oculta en clics y búsquedas, otras veces visible en comentarios o sistemas de gestión de colecciones, sigue siendo un factor influyente en la formación de la memoria de cada cultura y su traducción entre culturas. Como afirman Hogsden y Poulter, estos encuentros recíprocos en línea pueden «actuar de manera práctica y heurística para establecer nuevos contextos para comprender los objetos y, a través de ellos, a nosotros mismos» (2012, p. 267). Por lo tanto, como mínimo, el museo y sus colecciones digitales nos ofrecen la oportunidad de cuestionar este fenómeno, su asimilación y su capacidad para exigir cambios tanto en el museo como en los visitantes.
Aquí es donde encontramos el valor del objeto de museo digital, lo cual resalta la necesidad de reformular las nociones tradicionales de materialidad, autenticidad y aura que tradicionalmente disminuyen su valor. Los objetos y las colecciones digitales de los museos deben liberarse de esas estructuras jerárquicas para que los profesionales de los museos y, a su vez, los visitantes puedan apreciar su verdadero valor. Sin embargo, el sector cultural también debe ser consciente de asignar un valor que aún no se ha realizado plenamente en términos de democratización del acceso y una interpretación multivocal posterior, y trabajar en conjunto para lograrlo.
En resumen, no existe una definición única del objeto de museo digital. Las respuestas a las encuestas y entrevistas realizadas sobre este tema han demostrado diferentes conceptualizaciones, aunque no necesariamente contradictorias, de este tipo de objeto. Parte de esta divergencia se debe al desacuerdo sobre las cualidades que puede tener un objeto digital, especialmente en cuanto a su materialidad y aura. Al analizar más a fondo los datos de las encuestas que hemos revisado, observamos que esto a menudo depende del rol del profesional de museo y de la capacidad en la que recopila, interpreta y exhibe las colecciones digitales. Las consecuencias de esto se sienten de manera más notable en relación con los valores atribuidos a los objetos digitales del museo. Sin embargo, al liberar los objetos digitales del museo de estas dicotomías, como se muestra en la exposición «Some Were Neighbors» del USHMM y el modelo 3D del esqueleto del mamut lanudo del Smithsonian, se abren nuevas e innovadoras posibilidades, junto con la democratización del conocimiento y, por ende, la democratización de una formación de memoria transcultural más amplia.
Como profesionales de los museos, tenemos el privilegio y el poder de ser custodios de instituciones encargadas de preservar y, por ende, codificar la memoria. Para reflejar de manera precisa esta memoria global, a veces diversa, contradictoria o incluso divergente, los objetos de museo digitales deben ser vistos, coleccionados y exhibidos como entidades polivocales. Como mencionó un curador: «Estos objetos de museo tienen la capacidad de cambiar la forma en que entendemos la memoria social y transcultural, ya que ahora trabajamos a través de fronteras, tanto entre museos como a nivel internacional».
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Fotografía: Queppelin
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