¿Cómo pueden las exposiciones funcionar como generadoras de conocimiento? ¿De qué modo puede contribuir la creación y difusión de conocimiento a la evolución positiva de los museos y a una mejor relación con su público? ¿Cuál es el verdadero valor para la difusión de conocimiento de las exposiciones inmersivas? ¿Cuál es el papel de la experiencia sensorial en la creación y difusión de conocimiento en el museo? ¿Qué función tienen los programas didácticos del museo como modelos museológicos para la producción de conocimiento? Y, finalmente, ¿cómo contribuye el público a la producción de conocimiento en el museo?
Una de las más destacadas transformaciones que se están produciendo en muchos de los museos de este siglo XXI, es el giro didáctico-pedagógico que progresivamente están adoptando sus exposiciones. Por otro lado, y desde una perspectiva relacionada, la investigación sobre la creación de conocimiento y su vinculación a todo tipo de público, ocupa actualmente un papel mayor y más autónomo en los museos contemporáneos. Los museos ya no se limitan a poner en valor sus colecciones o exposiciones específicas, ahora tratan de crear un nuevo diseño de programación de la formación informal, añadiendo a sus contenidos expositivos las conferencias, publicaciones, simposios y otras actividades didácticas que han entrado a formar de sus acciones cotidianas. Esta es una tendencia que se va consolidando y que el historiador de arte Miwon Kwon ha denominado «el giro discursivo» en el sector de los museos.
Al mismo tiempo, una gran parte de la generación de conocimiento que tiene lugar en los museos del siglo XXI, se origina a partir de la creación y producción de exposiciones, muchas de ellas espectaculares, diseñadas para ofrecer al público experiencias únicas e inmersivas. Si bien las exposiciones «inmaculadas» de los «cubos blancos» habían predominado anteriormente, los museos adoptan hoy sistemas sinestésicos para involucrar a sus públicos. Se podría decir que esta tendencia parte de la necesidad incesante de que los museos crezcan en términos de audiencia; se necesita un espectáculo que atraiga y complazca a un gran público- que quiere disfrutar de nuevas experiencias- y que genere mayores ingresos. Las estrategias museológicas y museográficas aplicadas a la contextualización de los contenidos en los años 60 y 70, con una participación del público cada vez mayor, y formando parte del revolucionario «giro teatral» museístico, se concibieron originalmente con un sentido crítico que desafiaba al establishment institucional y a las suposiciones ideológicas del modelo del cubo blanco. Actualmente, las nuevas estrategias museológicas y museográficas son ampliamente aceptadas por las instituciones como métodos para atraer al ansiado público; unos visitantes cuyos hábitos están definidos por una cultura más amplia en el entretenimiento, las vivencias, las experiencias, los eventos y la interactividad.
En este contexto, ¿qué podemos hacer para aumentar la participación del público en la selección, presentación e interpretación de los contenidos en los museos? ¿Cómo afronta el museo la utilización, cada vez mayor, de las nuevas tecnologías de comunicación, como los vídeos, blogs en línea y redes sociales como Facebook, Twitter e Instagram, para crear y compartir conocimiento desde el museo? En otras palabras, la producción de conocimiento en los museos oscila entre lo discursivo y lo inmersivo, lo que a su vez genera un amplio abanico de nuevos modelos museológicos y museográficos.
Con este panorama de paradigmas cambiantes en la forma en la que se afronta la programación del conocimiento en los museos contemporáneos, las alianzas entre estos últimos y las universidades se están consolidando cada vez más. En los últimos años, las políticas públicas han alentado, si no exigido, que el museo salga de su palacio de cristal y se «valore» a sí mismo generando programas educativos que lleguen a la universidad, más allá de sus proyectos formativos convencionales. Es por ello que el museo contemporáneo se ha convertido en un socio cada vez más interesante como apoyo para la enseñanza académica y los programas de investigación universitaria.
En cualquier caso, la mayoría de las nuevas iniciativas en el tema de la didáctica e investigación aplicada a los programas de los museos se sigue centrando en las exposiciones. ¿Cuáles son los mejores métodos en relación a la producción de exposiciones basadas en la difusión de un conocimiento universal? ¿Qué tipo de sistemas de percepción de la información deben utilizarse? ¿Qué clase de conocimiento se está generando, por quién y para quién?. ¿Cómo podemos crear conocimiento a partir de la colaboración y aportaciones del propio público?
Para poder responder a estas preguntas, debemos diferenciar la exposición de naturaleza discursiva de la inmersiva. Esta dualidad se basa en la diferencia entre la lógica de la lectura – prevalece la visión – frente a la de la experiencia, que supone un dominio de la percepción multisensorial – vista, olfato, oído, gusto y tacto-. Muchos cuestionan esta óptica desde diferentes ángulos, argumentando que las exposiciones discursivas son también (o pueden ser) realmente inmersivas. Pensemos, por ejemplo, en esas exposiciones que abruman al espectador aportando multitud de datos, documentos e información; o las «exposiciones maratón» que se convierten en una experiencia inmersiva, pero también física.
Si tenemos en cuenta los resultados de dos encuestas sobre experiencias de los visitantes, realizadas en dos exposiciones organizadas en el Design Museum de Londres, llegaremos a la conclusión de que la supuesta dualidad entre lo discursivo y lo inmersivo es improductiva. El estudio sugiere que ambos métodos están relacionados con las distintas formas de conocer y comprender de las personas, aunque enfatiza en que lo hacen de manera diferente. Lo particular e importante es que en las exposiciones de diseño y de la estética de la cultura material, tanto las facultades intelectuales como las afectivas funcionan como herramientas para adquirir conocimiento. La investigación concluye que las estrategias museológicas que equilibran los momentos de compromiso inmersivo con los de la reflexión discursiva, pueden crear efectivamente experiencias de exposición intensamente gratificantes en las que los visitantes se mueven entre los modos inmersivo y discursivo indistintamente.
Hay quien afirma, sin embargo, desde una perspectiva puramente narrativa, que el diseño expositivo discursivo e inmersivo presenta diferentes modos de abordar al espectador. Argumentan que los espacios expositivos «fomentan la negociación y el debate, polarizan y politizan el espacio e invitan a abrir discusiones llenas de puntos de vista contradictorios», mientras que los diseños inmersivos de exposiciones buscan crear conocimiento en el ámbito de la experiencia y la información afectiva.
Si pretendemos simplificar estas opciones, partiendo del concepto de las exposiciones como plataformas de difusión de conocimiento muy complejas, y desde el punto de vista de la comunicación entre emisor y receptor a partir del uso único del sentido de la vista, podemos hablar de un modelo utilizado para analizar las exposiciones como textos que están «escritos» – o mejor dicho, codificados – por los curadores, que solo puedan ser leídos, o decodificados, por los visitantes. Dado que la gran mayoría de las exposiciones poseen una narrativa escrita y dirigida a especialistas, podría decirse que es una obligación ética del museólogo/a facilitar dichas narrativas a audiencias de todo tipo y condición. Siguiendo esta línea se propone crear una solución de coautoría: «¿Podemos considerar la posibilidad de crear exposiciones cuyo contenido complejo se proponga en ‘código abierto’ para que el público del museo se convierta en coautor?» El museo se transformaría entonces en una institución que co-produciría conocimiento en colaboración con su público.
Hay una creciente tendencia en los museos a potenciar que los objetos sean más activos y expansivos en la formación del conocimiento. Algunos especialistas proponen un cambio en «el papel habitual del museo como poseedor y proveedor de conocimiento», convirtiéndolo en un generador de herramientas para la creación de escenarios museísticos aún inimaginables. Esto implica un cambio en el papel de los visitantes de cara a los contenidos del museo, un nuevo escenario en el que las exposiciones puedan jugar realmente un papel activo en los procesos de aprendizaje y creación (makerspaces). Otros profesionales trabajan con puntos de vista similares, pero dándole una mayor importancia a la incorporación del uso de los sentidos en el proceso de la visita. Este planteamiento parte de una selección de contenidos museológicos que no se basan exclusivamente en correlaciones temáticas/teóricas, sino en la intervención de los sentidos de los visitantes como instrumentos de adquisición de conocimiento. De esta forma, el público se enfrenta a una producción de conocimiento que ha sido generada por un nuevo perfil de profesional del museo, el «museólogo/a inmersivo/a».
Recurso:
Laurberg, M. y Schavemaker, M. (2016): Between the Discursive and the Immersive: Curating Research in the 21st Century Art Museum. Stedelijk Museum Studies.
Fotografía principal: Desde Sarlat-la-Canéda: tour de día completo de Lascaux IV y arte rupestre
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