Una corriente de museología emergente ha sacado a relucir una vitalidad latente en los museos. Muchos profesionales y académicos reconocen el nuevo desarrollo de los museos, y defienden su transición hacia otros diferentes propósitos (Hooper-Greenhill, 2000; Kotler y Kotler, 2004; Newman, 2005; Pitman, 1999; Weil, 1999; Witcomb, 1997). La historia del museo describe su función inicial como parte del «negocio de salvamento y almacenamiento» (Weil, 1999, pag. 229) y de alojamiento de «gabinetes de curiosidades» (Pitman, 1999, pag. 3). Desde entonces, su papel ha ido más allá de esos comienzos «inmóviles». Como indica la literatura actual, los museos se hallan actualmente en transición hacia áreas ampliadas de interés y propósito. La creciente preocupación para los museos se focaliza, en términos generales, en aspectos como el acceso (o inclusión), las identidades culturales y la comunidad.
Sería útil describir algunas de las influencias en los museos que han provocado esta transición; muchas de ellas caen en las categorías de financiación (Noriega, 1999; Weil, 1999) y en lo que Ames describió como el papel del museo en la antropología social (2004). Su estructura de financiación está en la raíz del papel de transición del museo público en la sociedad (Noriega, 1999; Weil, 1999). En gran parte, los museos son organizaciones sin ánimo de lucro. El estatus fiscal especial se considera un apoyo cívico y gubernamental de facto, por lo que el negocio de los museos recae en los intereses del visitante y de la comunidad. Esa noción de que el público tiene una participación en el museo ha llevado al desapalancamiento de la autoridad absoluta de esta instituciones para compartirla (Noriega, 1999). Lo que, a su vez, promueve la ampliación de los públicos para poder incluir a toda la sociedad, no solo a partes de ella (Weil, 1999). Como instituciones que «se ocupan del ‘arte y la cultura’» (Ames, 2004, pag. 81), los museos son escaparates antropológicos y fundamentales para que la sociedad observe su propia antropología (Ames, 2004). Han llegado a ser vistos como representantes del poder con puntos de vista particulares, y por ello son objeto de protesta por parte de grupos que abogan por la defensa de la injusticia (Ames, 2004). Los museos son representantes de la cultura y están constantemente sujetos a la pregunta de «a qué cultura representan» (Ames, 2004; Mesa-Bains; 2004). La posición de influencia del público en el museo, tanto en sus recursos operativos como en sus fuentes de cultura, ha dado lugar a que éste experimente una transición para cumplir con el segundo punto de Wittlin en su Programa de Doce Puntos para la Renovación del Museo:
Los museos están al servicio de la sociedad; no son un fin en sí mismos (2004, pag. 45).
A medida que los museos de todo el mundo han ido creciendo para ser valorados como instituciones de propiedad casi pública (Noriega, 1999; Weil, 1999), se ha producido un aumento en la «demanda política… de que los miembros de todos los grupos sociales deben tener las mismas prácticas, así como como derechos teóricos de acceso a los museos» (Bennett citado en Noriega, 1999). Sin embargo, existen grupos culturales que no son atendidos por el museo, por muchas razones diferentes, y que tienen el potencial de serlo (Brown, 1994; Kotler y Kotler, 2004; Mesa-Bains, 2004). Para incentivar el acceso de dichos grupos, la institución puede desarrollar exposiciones que reflexionen sobre temas de particular interés para organizaciones cívicas y de servicios, o grupos sociales y asociaciones locales (Brown, 2004).
Pero más allá de esas propuestas, un museo necesitaría abordar una cuestión más profunda: su potencial para ser más inclusivo con las culturas de comunidades diversas (Mesa-Bains, 2004). Las que se hallan fuera de la herencia occidental dominante no son capaces de «autodefinirse» (Mesa-Bains, 2004, pag. 101) cuando las prácticas y la interpretación del curador del museo juegan este papel (Mesa-Bains, 2004). Mesa-Bains describe esta capacidad como «poder» (2004, pag. 101). El museo occidental ignora los recursos culturales, el legado multicultural (Mesa-Bains, 2004) y el «rasquachismo» (la estética de los oprimidos) (Mesa-Bains, 2004, pag. 105). Según Mesa-Bains, solo la acción del poder, como ella lo define, promulgada por audiencias multiculturales compartidas con el personal de la institución del museo, cerrará el libro sobre el tema de la inclusión (2004).
Por otro lado, la cultura y la identidad se hallan entrelazadas (Crooke, 2007; Hooper-Greenhill, 2000). Las identidades etnográficas, demográficas, geográficas e históricas comparten una cultura común (Hooper-Greenhill, 2000). Las culturas pueden identificarse con los objetos que producen y con elementos que no son tan tangibles, como las formas de vida (Crooke, 2007; Hooper-Greenhill, 2000). Es la identificación con una cultura específica lo que define a una comunidad (Crooke, 2007).
De las múltiples perspectivas que existen para definir la cultura (Hooper-Greenhill, 2000), algunas de ellas tienen sus raíces en los productos en sí, como los objetos o elementos producidos como resultado de los procesos culturales (Hooper-Greenhill, 2000). Esta es una perspectiva reflexiva (Hooper-Greenhill, 2000) y considera que la cultura y el arte reflejan la vida y la realidad. Otros enfoques, como la visión propuesta por Giroux, valoran la cultura como un proceso de aprendizaje de «prácticas significativas» (citado en Hooper-Greenhill, 2000, pag. 12), que crean significado para las comunidades y, por lo tanto, una identidad (Hooper-Greenhill, 2000).
Sobre esa transición, y como instituciones culturales que son, los museos recopilan y exhiben objetos que son productos de culturas diversas. La cultura es clave para el rol social del museo, así como para las áreas de interpretación, didáctica y exhibición (Hooper-Greenhill, 2000). La erudición de la cultura visual «insiste en que la visión se construye socialmente» (Hooper-Greenhill, 2000, pág. 15). La comunicación, incluido el tipo exhibido por los museos a través de su estrategia didáctica, es «una parte integral de la cultura» (Hooper-Greenhill, 2000, pág. 139). «Nombrar, clasificar y exhibir, son la base sobre la cual operan los museos» (Hooper-Greenhill, 2000, pag. 139), siguiendo «decisiones tácitas o explícitas hechas por personas para adaptarse o resistir las clasificaciones culturales que afectan a sus vidas e identidades» (Hooper-Greenhill, 2000, pág. 139; Greenhill, 2000, pag. 139). Las colecciones de objetos y artefactos, como los que se encuentran en los museos, pueden ilustrar la identidad de una comunidad (Crooke, 2007). La mayoría de los museos coleccionan para su audiencia (Crooke, 2007). Por lo general, esto se hace con el interés de preservar los objetos culturales que representan a una comunidad, un tipo de patrimonio o los objetos y artefactos (Crooke, 2007).
Además, el museo ha sido utilizado para significar ciertas identidades (Crooke, 2007; Hooper-Greenhill, 2000). Puede ser una identidad nacional o cualquiera de las identidades relacionadas con los valores occidentales (Crooke, 2007; Hooper-Greenhill, 2000). Este es cada vez menos el caso (Crooke, 2007; Hooper-Greenhill, 2000). El pluralismo, la democracia y el multiculturalismo son solo algunas de las razones por las que resulta menos probable que los museos se utilicen para comunicar identidades monolíticas (Crooke, 2007; Hooper-Greenhill, 2000). A través de la participación en actividades como instituciones culturales, pueden ayudar a los visitantes a explorar su propia identidad individual (Crooke, 2007). La participación es el medio para la comunicación de la identidad compartida y la exploración de conexiones grupales (Crooke, 2007).
La creación de redes y relaciones con la comunidad local se considera un objetivo cada vez más importante para los museos (Brown, 2004; Kotler y Kotler, 2004). Muchos se originaron a partir de la historia local o las narrativas regionales como base para la fundación de la organización (Kotler y Kotler, 2004). La región y la ubicación en la que se encuentran reflejarán muchas comunidades diferentes, étnicas y de asociación (Brown, 2004). Los museos pueden mejorar sus conexiones con estas comunidades mediante la programación de nuevos servicios que satisfagan sus necesidades (Brown, 2004). Los barrios contribuyen al sentido de uno mismo, son los lugares donde creamos conexiones para toda la vida (Brown, 2004). Para ser vistos como una parte indispensable de la comunidad y parte de un entorno de vida, todos los museos se considerarán museos de barrio (Brown, 2004).
La Alianza Americana de Museos (AAM) inició un proyecto en 1988 llamado «Museos en la vida de una ciudad» (Sperr, 1992; Crooke, 2007). Tuvo lugar en Filadelfia e implicó la asociación de diferentes museos con varias organizaciones comunitarias de la ciudad (Sperr, 1992). El experimento consistía en crear proyectos colaborativos con cada asociación para tratar de mejorar el papel del museo en la comunidad y con ello los problemas sociales (Sperr, 1992). El proyecto dio lugar a un informe del mismo nombre publicado en 1992 (Sperr, 1992; Crooke, 2007). En 1998, AAM adoptó la «Iniciativa de Museos y Comunidad» (Crooke, 2007) tratando de fomentar más lazos comunitarios en los museos estadounidenses (Crooke, 2007). Esta iniciativa provocó que los profesionales respondieran a la comunidad, involucraran a la misma y se arraigaran en la vida local (Crooke, 2007). Asimismo, fomentó la existencia de conversaciones que resultaron ser exploraciones sobre cómo conceptualizar, elaborar estrategias y crear un marco para los objetivos de la iniciativa (Crooke, 2007). La audiencia estuvo compuesta por un 65% de líderes y organizaciones comunitarias (Crooke, 2007). Lo que resultó de todo ello fue un reconocimiento de que existe un abismo en la percepción de la comunidad sobre los museos y cómo el personal valora su papel. Lo positivo es que se produjo una anticipación de la ganancia potencial en la chispa de las nuevas conexiones como resultado del diálogo (Crooke, 2007). Las comunidades «sugirieron que los museos deberían escuchar a sus visitantes y desmitifícarlo» (Crooke, 2007, pag. 77). También solicitaban experiencias museísticas relevantes y una didáctica museológica que reflejara la naturaleza de la comunidad (Crooke, 2007).
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Fotografía: Migration – The digital transition of museums, a diverse process seeking public participation.
En este curso de Especialización se proporcionan las claves conceptuales y contenidos didácticos relacionados a las especialidades de gestión y planificación del museo, tanto en planteamiento de los objetivos de la comunicación y difusión del mismo, como en el análisis y planificación de los recursos y materiales en la dirección de proyectos museísticos. Este curso profundiza en el conocimiento de los usos y de las correctas estrategias de creación de proyectos de trabajo del museo en todas sus áreas.
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