Actualmente, los museos compiten contra un gran número de proveedores de entretenimiento. Elegimos libremente dónde gastar nuestro dinero y qué hacer con nuestro tiempo libre, y optamos por vivir experiencias virtuales o reales. Si quieren competir por nuestra atención, los museos deben actualizarse constantemente, para poder mantener así su relevancia en un paisaje 24/7, impulsando una sociedad contemporánea hiper-tecnológica.
Un museo debe ser de calidad y debe comunicarse con sus visitantes de forma relevante para ellos (Holo, 2012).
Somos muchos los que estamos de acuerdo con Holo – cómo no estarlo – y los que compartimos esa preocupación por que el museo hable con sus visitantes de tú a tú, de una manera que marque la diferencia. Pero no todos los museos adoptan el mismo enfoque. Algunos temen que si permiten que el público tome la iniciativa, se olvide su propósito original (en los de Arte, fundamentalmente); otros presentan menos inconvenientes en cuanto a la cesión de espacio y tiempo para actividades que van más allá del arte. Lo cierto es que encontramos posiciones y criterios para todos los gustos; podemos analizar algunos de ellos.
Existe la opinión de que la única forma de que los museos pueden conectar con el público actual es pidiéndole que participe. «Cuando las personas pueden participar activamente con las instituciones culturales, esos lugares se vuelven importantes para la vida cultural y comunitaria», «The Participatory Museum» (Nina Simon, 2010). Holly Jerger, directora de programas públicos en el Craft and Folk Art Museum, comparte esa misma idea. Su museo ofrece experiencias individuales donde la gente «utiliza» las manos: «Nuestro objetivo es ofrecer a todos un tipo de experiencia que se relacione con su interés personal en el recorrido del museo» (Jerger, 2012). Sin embargo, para Stephanie Barron, comisaria principal y directora de arte moderno en el Museo de Arte del Condado de Los Ángeles (LACMA), hay ciertas líneas que los museos no deberían traspasar: «Creo que los museos son espacios sociales, pero si ponemos más énfasis en el espacio social que en el arte, no estoy seguro de que seamos muy diferentes de un centro comercial» (Barron, 2012). Marc Allen, director ejecutivo de Machine Project, no ve, en cambio, problema alguno en el replanteamiento de los museos y su rol en la sociedad. Allen entiende la experiencia en una institución cultural como una amalgama de muchas cosas.
Enmarcar el concepto de «relevancia del museo de arte» es complicado, ya que se muestra (o debería) a diferentes perfiles de público: algo de interés para unos puede resultar casi irrelevante para otros Por otro lado, puede ser significativo a nivel personal, local y/o nacional. Un museo es capaz de proporcionar un lugar de relajación para un único visitante, o funcionar como almacén de recuerdos para toda una comunidad; incluso ofrecer experiencias culturales para turistas internacionales; o una combinación de los tres. ¿Cómo se debe medir la relevancia? La venta de entradas y el número de visitantes no nos «cuentan toda la historia», ni mucho menos, si bien es cierto que, a menudo, se utilizan como muestra del valor de una institución (Koster, 2006, 206). Selma Holo y María Teresa Álvarez, sugieren que cada museo debería ser capaz de demostrar sus criterios de relevancia bajo sus propias disciplinas, ya sea en el arte moderno, la ciencia o la historia natural.
Cada uno debe ser capaz de proporcionar la evidencia de que el museo sigue siendo relevante para el público, y que la sociedad será peor sin él (Holo y Álvarez 2009, pag. 38).
Los museos de arte también pueden ser notables en cuanto a elementos arquitectónicos; actúan como rescatadores de ciudades o áreas geográficas enteras. El famoso «Efecto Guggenheim«, es un ejemplo de cómo un edificio de un único museo logró revitalizar una ciudad en clara decadencia, inspirando al mundo de los museos, algo que todavía continúa haciendo.
El museo Guggenheim de Bilbao lo cambió todo. Las ciudades siguen coleccionando museos como piezas de orgullo cívico. La gente está menos interesada en lo que hay dentro del museo que en tener uno (Zeiger, 2012).
El arquitecto Edwin Chan, un antiguo socio de diseño de Gehry Partners (los diseñadores del museo de Bilbao), considera que para que un museo tenga realmente éxito, debe poseer más de un caparazón.
Obviamente, el edificio tiene una presencia arquitectónica icónica muy fuerte y, lamentablemente, eso es lo único de lo que se habla. Creo que el edificio debe ser exitoso, no solo porque es fuerte desde el punto de vista arquitectónico, sino también porque tiene un contenido relevante para llenarlo. – Chan, 2012.
La discusión sobre la relevancia de los museos en nuestra sociedad está muy lejos de acabarse. La tecnología digital ha cambiado nuestro modo de pensar respecto al arte y la cultura: el público de los museos valora las experiencias y quiere participar en la creación real de la cultura (Brown y Novak-Leonard, 2011, 6). Aunque existen lugares con numerosos museos objeto de estudio, el movimiento hacia una cultura participativa no es tanto local como universal. Gracias a las nuevas tecnologías e Internet, la comunidad de visitantes de museos es internacional y comparte sus ideas.
Algunos temen que el cambio hacia una cultura participativa en los museos de arte pueda potencialmente alterar la razón original de su existencia, ya que estos museos existen, sobre todo, por lo que exhiben, algo obvio; si el público acudiera a estas instituciones únicamente para escuchar un concierto o hacer yoga, resultaría difícil distinguirlas de un centro comunitario o de un parque. Por eso, en nuestra opinión, un evento participativo en su máxima expresión debe transmitir la misión del museo o de la exposición, facilitando el encuentro de las personas con el arte. Consideramos que las acciones de los museos de cara a la sociedad no deben estar pensadas para atraer exclusivamente más y más visitantes.
En cualquier caso, los eventos participativos, sean del tipo que sean, no resultan fáciles de organizar. En el Craft and Folk Art Museum utilizan sus exposiciones de arte a modo de trampolines para atraer visitantes a los programas de actividades, como los talleres. En este tipo de acciones – y como parte del taller – se suele recurrir a imágenes de obras que el público puede contemplar en la exposición. Ésto podría animarle a visitar las galerías después de participar en los talleres pero, curiosamente, en este ejemplo concreto la gente no dedicó tiempo a hacerlo. ¿Por qué? Hay razones claramente prácticas: el taller se organizó en un patio al aire libre al que se podía acceder sin necesidad de pasar por las galerías. Pero, incluso, si el evento tuviera lugar en ellas – podrían ser unas clases de yoga, por ejemplo -, sería difícil cuantificar las personas que se tomarían su tiempo para visitarlas. No es sencillo determinar si realmente prestan atención a los talleres, al arte, al entorno… ¿Acudirían visitantes a un museo para participar en otros eventos además de los habituales?. Difícil saberlo. Con el fin de alentarles a que vuelvan al museo, (cuando se programen nuevas exposiciones), los acontecimientos participativos deben diseñarse cuidadosamente y ser considerados siempre como una parte importante de los contenidos. Ésto implica, a su vez, que en los futuros proyectos de arquitectura de museos se deba pensar también en cómo acomodar las posibles programaciones de actividades sin que se alejen del verdadero propósito.
Es importante que cada museo encuentre formas de medir su relevancia. La información de los visitantes es fundamental, si bien existen muchas otras maneras de enfocar la cuestión. La forma cómo la sociedad consume cultura está cambiando en todo el mundo. Cada vez son más los museos de América, Europa, Asia y Australia que ofrecen al público eventos participativos, aunque quizás no todos de la misma forma y en la misma medida. La implicación del visitante en los museos es especialmente común en los de Estados Unidos, que suelen ser instituciones privadas muy responsables de cara a sus inversores (Smith Bautista, 2013). Está claro que el cambio hacia una participación en los museos, no solo en los de arte, es ya un hecho inevitable si lo que se pretende es alcanzar la relevancia.
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Foto principal: Southern Living – The Virtual Online Museum of Art Is Open for Visitors.
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