En los últimos años, se ha venido prestando mucha atención a la innovación aplicada a los sectores culturales y creativos (SCC). Diremos, escuetamente, que cuando hablamos de innovación nos referimos a aquello que es novedad, a algo nuevo. Joseph Schumpeter (1939) definió la innovación como un nuevo producto, un nuevo proceso, una nueva forma de organización, la apertura de nuevos mercados y una nueva fuente de suministros. Otros estudios consideran la innovación algo más que una novedad. Hay quien se refiere a ella como la primera comercialización y puesta en valor de un nuevo método e idea (Dosi y Nelson, 2010; Fagerberg, 2006). En este sentido, el «abrir un primer mercado» se convierte en un criterio clave para distinguir la innovación de la invención y/o la imitación. La innovación introduce en la sociedad un elemento verdaderamente nuevo, mientras que la imitación es la interpretación de «algo» que ya existe en el mercado. Greenhalgh y Rogers (2010) señalan que el hecho de que ese algo llegue a ser una «novedad en la empresa» no es una prueba suficiente como para estar hablando de innovación; se trataría más bien de la «difusión de la innovación». Según Stoneman (2010), la innovación es un proceso dinámico que abarca todas las etapas de la invención, la puesta en valor y la difusión de un producto, servicio o idea, y todo lo que ésto implica.
Los estudios y encuestas tradicionales sobre innovación, independientemente de que las teorías recientes pongan énfasis en la producción tecnológica y en los nuevos procesos de fabricación, siempre están relacionados con el análisis del proceso del cambio tecnológico (Dosi y Nelson, 2010). La esencia de la innovación es algo relevante para la creación, aplicación y difusión de nuevas tecnologías y conocimientos. El número de actividades de I+D afecta fundamentalmente a las oportunidades de innovación tecnológica dentro de un territorio (empresa, industria, región, nación o en el ámbito global), lo que a su vez determina los resultados de dicha innovación y su rendimiento (Becheikh et al., 2006).
Sin embargo, los sectores culturales y creativos (SCC) se caracterizan por la «creatividad aplicada» y el «significado simbólico» de la producción en masa de productos y servicios culturales (Bilton y Leary, 2002). Los bienes y servicios simbólicos en SCC tienen como «primera aplicación» la comunicación de ideas, antes que la generación de bienes funcionales o la fabricación de materiales (Galloway y Dunlop, 2006). Lo primero suele depender de la base simbólica (arte), mientras que lo segundo es analítico (ciencia) y de base sintética (ingeniería) (Asheim y Hansen, 2009). Teóricamente, la innovación en SCC se caracteriza por su posicionamiento en la dimensión simbólica, que es anterior a su dimensión tecnológica. Por ejemplo, se proponen innovaciones «estéticas», «ocultas», «de contenido» o «suaves«, desde las perspectivas de entrada, producción, proceso y medición de la innovación, capturando así la naturaleza única de ésta en organizaciones artísticas y culturales.
Contrariamente, en el plano práctico y puramente racional, se otorga prioridad a la innovación tecnológica aplicada a muchas organizaciones artísticas y culturales. Las tecnologías digitales están irrumpiendo en las prácticas establecidas, generando nuevas oportunidades de aplicación de la innovación en toda la economía creativa (Fondo Digital de I+D para las Artes de 2013). La mayoría de las organizaciones consideran esas nuevas tecnologías el motor esencial de la comercialización, archivado y preservación de su producción. En el área museístico encontramos que la innovación tecnológica ha adquirido mucha más relevancia que cualquier otro tipo de innovación. No son casos individuales; en realidad, muchos museos, instituciones y entidades del patrimonio cultural innovan con el uso y aplicación de las tecnologías (Ioannidis et al., 2014).
La creatividad y la generación de significado simbólico son las características centrales y esenciales de las SCC (Bilton y Leary, 2002). La cultura es la expresión de su creatividad y está vinculada al significado, al conocimiento, a los talentos, a las industrias, a la civilización y a sus valores (KEA, 2006). Los productos culturales tienen un valor añadido en el conocimiento, además del económico, y se pueden segmentar en una serie de componentes que abarcan valores estéticos, simbólicos, espirituales, históricos, sociales y educativos (Throsby, 2001). Existe, pues, una estrecha relación entre las SCC y la innovación. La esencia de cualquier tipo de innovación – incluida la científica y la técnica – aplicada a la industria es creativa (Galloway y Dunlop, 2007)y, por lo tanto, las SCC deben tener un perfil fundamentalmente innovador. Además, los principales productos de una institución cultural y creativa son los bienes y servicios intangibles, cuya «primera aplicación de uso» es la comunicación de ideas, antes de su valor funcional (Bilton y Leary, 2002), por lo que la innovación en las SCC presenta características especiales, en contraposición a sus posibles dimensiones tecnológicas y funcionales.
Algunos estudios que se han realizado en el pasado desde diversas perspectivas – concretamente desde las de las industrias culturales y creativas -, proponen diferentes enunciados para describir el componente simbólico de la innovación. Según el punto de vista de la producción de innovación en estos sectores, se genera «innovación estilística», que es el cambio en los elementos estéticos y simbólicos de los bienes y servicios (Cappetta et al., 2006). La «innovación estética» aumenta el valor percibido y satisface las demandas de los clientes (Alcaide-Marzal y Tortajada-Esparza, 2007) así como la «creatividad de contenido», donde ésta y otras innovaciones provocan una retroalimentación positiva entre las industrias creativas (Handke, 2004). A partir de los resultados de la innovación, se puede producir la llamada «innovación formal», que cambia la forma del producto sin transformaciones necesarias en las funciones del producto y los métodos de producción (Bianchi y Bortolotti, 1996), y la «innovación suave», que es la innovación en productos que impactan principalmente a partir de su estética, o valor intelectual, por encima de su valor funcional (Stoneman, 2010). Si medimos el impacto de la innovación, podremos observar lo que denominamos «innovación oculta», que es aquella que no está registrada por los indicadores tradicionales de la innovación y que involucra principalmente a cinco aspectos del desarrollo de una actividad: el diseño de productos externos, las formas organizativas, los modelos de negocio, las nuevas combinaciones de tecnologías y la mejora de procesos ya existentes (Miles y Green, 2008).
En las organizaciones de arte y cultura, Bakhshi y Throsby (2010) identificaron cuatro dimensiones de la innovación: la extensión del alcance de la audiencia, el desarrollo del arte, la creación de valor y su modelo de negocio, todo lo cual enfatiza los aspectos no tecnológicos en la generación y distribución del producto o servicio cultural. Llegados a este punto, se contempla la idea de que las nuevas tecnologías constituyen un factor vital que proporciona nuevas oportunidades y demandas de innovación en el arte, la cultura y las organizaciones creativas (Bakhshi y Throsby, 2009). La innovación cultural se subraya teóricamente, pero la innovación a través de las tecnologías está prácticamente extendida en las SCC. En realidad, la llegada de las Tecnologías de la Información y la Comunicación (TICs) así como la digitalización, constituyen tanto el contexto como los medios de innovación tecnológica en las organizaciones artísticas y culturales.
Dos puntos de vista podrían resumir todo lo que hemos descrito anteriormente. El primero, valora la adopción de la tecnología como una actividad innovadora; no es una simple imitación del modelo de negocio existente – «en las SCC no se produce la misma necesidad urgente de adaptarse a la tecnología que existe en los negocios convencionales…,(y) permite que las SCC sean valoradas como agentes beneficiarios en la sociedad» (Fopp, 1997) -. Esto significa que las organizaciones culturales tienen que formar sus propios modelos de negocio en el proceso de adopción de tecnologías para el desarrollo de su actividad. Por ejemplo, la preservación y aplicación del patrimonio digital (contenidos digitales y el museo virtual) transforman severamente las áreas de las actividades del museo, desplazándose desde el sitio físico al ciberespacio, permitiendo que aumente el interés por ellos al ofrecer a su público potencial una invitación a la visita real y un acceso en línea a sus recursos y fondos digitales (Fopp, 1997, Karp 2004).
El segundo punto de vista, considera las tecnologías como la herramienta y los medios para lograr la innovación. Enfatiza en la construcción de infraestructuras tecnológicas que faciliten la creación de otras posteriores innovaciones de procesos o productos, sustituyendo al progreso tecnológico en sí mismo. Las organizaciones artísticas y culturales pueden confiar también en las TIC para desarrollar prácticas de gestión innovadoras que funcionen (Marchant, 1999) para la conservación del patrimonio (Navarrete, 2014), para la exposición y la narración (Pujol-Tost, 2011), para generar nuevas experiencias de visitas (Kim et al., 2015), para la comunicación y para la mediación (Kéfi y Pallud, 2011). El informe sobre cómo las artes y las organizaciones culturales pueden llegar a utilizar la tecnología, sugiere que las de ámbito digital producen un impacto positivo en el desarrollo de la audiencia, el rendimiento creativo y en su eficiencia operativa, y algo menos en los ingresos del sector de las artes y de las organizaciones culturales. Para finalizar, diremos que algunos estudios señalan que los museos están menos comprometidos con la tecnología digital que otras organizaciones artísticas y culturales, lo que indicaría que su grado de adopción varía en función del perfil de cada organización (modelos de gestión).
Recurso bibliográfico:
Chuan Li, Blanco Sierra, O. y Rausell Köster, P. (2013): Why Is Technological Innovation Emphasized More Than Symbolic Innovation in Art and Cultural Organizations? Analyzing the Sectoral System of Innovation in Museums. Departamento de Economía Aplicada, Universidad de Valencia, España.
Fotografía: CIO.com: 3 steps toward a more innovative business culture.
Si quieres recibir nuestro newsletter, y/o la bibliografía y recursos asociados al artículo de hoy, pídenoslo en el boletín adjunto, dejando claro que solicitáis la bibliografía y los recursos asociados al artículo, por favor. Si quieres recibir los artículos por correo electrónico completa el campo correspondiente en el formulario de inscripción que encontrarás en la cabecera de esta página. Tu dirección de correo electrónico será utilizada exclusivamente para enviarte nuestros newsletters, pudiendo darte de baja en el momento que quieras.