Tipologías de Exposición para Museos

Tipologías de Exposición para Museos

 

Hoy describiremos los modelos conceptuales de exposiciones, remarcando las repercusiones de cuatro enfoques en el diseño y producción de las mismas. Los modelos que se presentan a continuación tienen implicaciones no solo para las exposiciones individuales, sino también para la combinación de diversas exposiciones en los museos. El supuesto relacionado es que la identificación, discusión y adopción de modelos que difieren de los habituales en un museo sería valioso para dar forma a una mezcla diversa de exposiciones capaces de atraer a una gama más amplia de audiencias.

En la práctica contemporánea de la museografía de exposiciones, existen cuatro enfoques diferentes en cuanto a la forma de funcionar los proyectos con respecto a sus visitantes:

  • Exposición como exhibición de colecciones (objetos, artefactos, especímenes, etc.).
  • Exposición como comunicadora de ideas.
  • Exposición como actividad del visitante.
  • Exposición como entorno.

La mayoría de las exposiciones exhiben objetos e incluyen ideas en textos y cartelas con la esperanza de que el visitante actúe dentro de un contexto. Pero los cuatro conceptos enunciados no se muestran con el mismo énfasis en exposiciones individuales y, por lo general, el creador de las mismas ve solo una o dos de estas dimensiones como las más críticas para el éxito. Aunque los cuatro enfoques no son intrínsecamente excluyentes, empujan al creador de exposiciones hacia diferentes direcciones. Darle más importancia a los objetos, por ejemplo, necesariamente obliga a restársela a cualquier cosa que interfiera o compita indebidamente con ese enfoque, como los textos excesivos o el protagonismo de los audiovisuales.

En general, los museos tienden a favorecer un modelo conceptual, prevaleciendo uno por encima de los otros. Los museos de arte suelen producir exposiciones que recurren al primer modelo, ya que la exposición generalmente se valora como una presentación pública de importantes objetos de arte. Los museos de historia enfatizan sobre la idea de la exposición como un comunicador de ideas acerca del pasado. La exposición como actividad del visitante es un estándar de los museos y centros de ciencia, donde la interactividad se convierte en la protagonista. Y por último, la exposición como entorno es común en los zoológicos y museos de historia natural contemporáneos, donde los entornos inmersivos reproducen o recuerdan los hábitats naturales (dioramas).

Cuando se utiliza el primer enfoque, la selección y disposición de los objetos representan el centro de atención. Se espera que éstos, preferiblemente originales y mostrados en las mejores condiciones de visualización, sean los principales responsables de lo que experimenten los visitantes en la exposición. Como resultado, se dedica mucho cuidado a buscar y seleccionar los objetos que serán más efectivos. Cualquier dispositivo o enfoque destinado a mejorar otras dimensiones de la exposición generalmente se considera algo secundario y se restringe cuidadosamente para no interferir con la selección y la disposición. El equipo de exposiciones suele estar dirigido por un museólogo/a, curador/a o investigador/a que controla la selección de objetos y, por lo tanto, da forma al núcleo de la exposición.

Dependiendo de la tradición dentro de la cual estén trabajando, los creadores de exposiciones tienen diferentes expectativas sobre el modo en que la exhibición de objetos debería afectar a los visitantes. Existe una tendencia en los museos de arte, por ejemplo, a creer que «el arte habla por sí mismo», es decir, que la obra individual, en virtud de su poder como arte, activará en el visitante atento una singularidad compleja, intelectual y con respuesta emocional. En consecuencia, a cada objeto se le da el espacio que se considera apropiado y necesario para su función «comunicativa». En un museo de historia natural, por el contrario, el efecto de un objeto individual sobre un visitante se debe, en gran parte, a su papel como un ejemplo convincente de un todo mucho más grande, algún aspecto importante del mundo. Aunque un único objeto puede hacer el trabajo, generalmente se organizan en grupos coordinados para que funcionen colectivamente.

No todas las exposiciones de objetos son estéticas. Cuando estos objetos son fotografías históricas, por ejemplo, los visitantes pueden sentir que las imágenes los transportan a través del tiempo y el espacio a eventos del pasado.

Todas las exposiciones tienen un tema central que las define. Cuando una funciona fuertemente como comunicadora de ideas (pensamientos, teorías, información, descubrimientos, etc.), busca transmitir mensajes adicionales que desarrollen el tema en cuestión, ofreciendo nueva información o perspectivas. En una idea-exposición, el «corazón» de ésta es el conjunto de mensajes, narrativas o hechos que los museógrafos desean transmitir. Las exposiciones de ideas necesariamente hacen un uso extensivo del lenguaje, ya sea en textos, audio o video. Las colecciones suelen estar rodeadas de «contextos» proporcionados por palabras e imágenes. Los objetos se eligen por su capacidad para apoyar y ayudar a comunicar el mensaje. No es necesario que sean raros o únicos; puede tratarse de elementos familiares, réplicas, reproducciones o copias, porque el objetivo clave es comunicar ideas, no mostrar artefactos importantes.

Las exposiciones que enfatizan las ideas tienden a tener objetivos educativos y son comunes en los museos de historia y de historia natural, que a menudo buscan instruir e inspirar a los visitantes sobre la historia y la ciencia.

También es posible valorar la exposición principalmente en términos de las actividades que se desarrollan en ellas para los visitantes. En lugar de colocar objetos en el centro (como en el artefacto-exhibición) o mensajes (como en la idea-exhibición), la actividad-exposición sitúa el comportamiento y la interacción del visitante en el eje principal. El punto de partida es lo que hará el visitante en la exposición. Ésta le proporciona un medio para ser manipulado y usado como mejor le parezca. ¿Qué opciones se ofrecen? ¿Qué mejorará esas posibilidades? ¿Cómo se coordinarán o integrarán esas actividades? ¿Cómo apoyarán la misión y los resultados que busca el museo? Entre las diferentes actividades de los visitantes se incluyen tocar, manipular, crear, intercambiar, mover y participar en interacciones sociales.

Normalmente, las exposiciones más orientadas a la actividad se encuentran en los museos infantiles y en los museos y centros de ciencia. Las actividades-exposiciones suelen ser interactivas, porque una exposición interactiva está diseñada específicamente para responder a lo que hace el visitante.

Bajo este enfoque, una exposición debe ser un entorno que envuelva al público. A través de la experiencia pasada y la experimentación presente, el visitante obtiene una idea de lo que le rodea y explora las posibilidades que ese contexto le evoca y conduce. Aunque todas las exposiciones del museo son entornos construidos, el énfasis en el entorno-exposición es crear un espacio inmersivo. Muchas exposiciones ambientales reproducen las características sobresalientes de algún otro lugar al que se transporta al visitante. Este tipo de exposición se encuentra frecuentemente en jardines botánicos y zoológicos, como decíamos anteriormente, ya que facilita el cuidado de los ejemplares vivos y, al mismo tiempo, proporciona un contexto evocador.

Los museos de arte han abrazado durante mucho tiempo el valor de las exposiciones ambientales en sus salas de época. El Museo de Arte de Filadelfia, en particular, ha dedicado una cantidad considerable de área de exhibición a estructuras auténticas a gran escala por las que los visitantes pueden caminar o circundar, incluido un templo chino y una casa de té japonesa.

Muchas exposiciones involucran más de un modelo al mismo tiempo. En los casos en los que se incorporan múltiples perspectivas en una sola exposición, existen variaciones en la forma en que ésta incorpora más de un modelo.

Cuando los creadores de exposiciones consideran el enfoque a seguir en cada caso, es probable que se vean influenciados por la adecuación del contenido a un modelo en particular. En los museos de arte contemporáneo, por ejemplo, algunas instalaciones de arte proporcionan un entorno inmersivo y algunos medios de comunicación invitan a la participación de los visitantes. Las exposiciones sobre eventos históricos específicos a menudo funcionan mejor como comunicadoras de ideas. Un tema como las ilusiones ópticas, probablemente sugeriría un énfasis sobre la actividad del visitante.

El público objetivo de la exposición también puede ser una consideración importante. Personas diferentes tienen perspectivas diferentes sobre lo que quieren y esperan de una exposición. Cuando las preferencias del visitante y el enfoque de la exposición no coinciden, se genera una respuesta poco entusiasta. Por otro lado, una exposición que trata de ser «todas las cosas» para todos los visitantes por igual corre el riesgo de perder el carácter y convertirse en un producto de comité insípido que agrada a todo el mundo un poco, pero a nadie mucho.

Cuando un visitante encuentra una exposición que se adapta a sus preferencias, el museo establece una relación mucho más sólida con él. Dado que las preferencias del público varían, los enfoques de las exposiciones también deberían hacerlo. Si el museo desea fomentar las visitas repetidas y ampliar su audiencia, le conviene atender a la gama más amplia posible de ofertas, desarrollando exposiciones basadas en todos los modelos conceptuales, y no en una o dos orientaciones dominantes.

El hecho de que un enfoque funcione mejor depende del visitante individual. Las investigaciones sobre las experiencias de los visitantes demuestran la gran variedad de preferencias. Cuando se observan las experiencias de los visitantes en los museos, se concluye que los menores de 25 años tienen más probabilidades de encontrar experiencias introspectivas satisfactorias, y menos de hallar modelos híbridos cognitivos que probablemente no brinden la mejor solución para lograr variedad en un museo, porque algunas experiencias tienden a entrar en conflicto entre sí. Por ejemplo, la contemplación tranquila de los objetos, que se privilegia en una exhibición de artefactos tradicional, se complica en un espacio que fomenta las experiencias interactivas y los comportamientos sociales. Por otro lado, las exposiciones híbridas, por contener múltiples enfoques, corren el riesgo de parecer superficiales y desenfocadas. Dentro de un modelo híbrido particular, puede ser imposible maximizar la efectividad de todos los diferentes enfoques que dicho modelo incorpora simultáneamente.

Los cuatro modelos conceptuales también pueden valorarse como una especie de «caja de herramientas» analítica aplicada para describir la gama de ofertas de un museo y planificar sus programas de exposiciones. Si, como resultado de esa descripción, se descuidan algunas orientaciones en el museo, las exposiciones futuras podrían configurarse para abordar esas necesidades. De esta manera, con el tiempo, la combinación general de exposiciones se volvería atractiva para un público más variado.

Un museo de arte, cuyas exposiciones son principalmente exhibiciones de objetos artísticos, podría, por ejemplo, expandir la diversidad y riqueza de las mismas adoptando activamente otro modelo conceptual como punto de partida. Si un proyecto de museo de arte se marca el objetivo de producir una exhibición que funcione principalmente como una actividad-exhibición, requerirá un enfoque diferente de selección, exhibición y proceso. Ese nuevo punto de vista puede enriquecer la diversidad de exposiciones y despertar nuevas energías creativas entre el personal.

La elección deliberada de un modelo conceptual alternativo en un museo de historia también podría beneficiar al visitante, sirviendo así mejor a sus audiencias reemplazando algunas exposiciones de ideas por otros tipos.

Si un museo decide, en aras de servir mejor a su público, que debería producir más exposiciones utilizando diferentes modelos, ha de plantearse dos cosas. Primero, decidir qué combinación quiere. Y segundo, analizar la que ya tiene para ver en qué direcciones necesita cambiar. Los modelos conceptuales descritos en este artículo se pueden utilizar para orientar estas decisiones. Sin embargo, son solo una de las muchas consideraciones a tener en cuenta antes de determinar un programa de exposiciones.

Para aplicar los cuatro modelos conceptuales como herramienta analítica, consideremos por separado cada galería del museo e identifiquemos el foco dominante dentro de la misma, recurriendo a una matriz de características identificativas que permitan distinguir los tipos que representan las prácticas habituales actuales. Si son varias las orientaciones que parecen igualmente potentes dentro de un espacio dado, asignemos la galería a ambas.

Utilizando distinciones como estas, es posible adaptar todas las galerías de exposiciones a los cuatro tipos y calcular un perfil aproximado del museo, que se podrá utilizar como una de las guías para establecer un futuro programa de exposiciones que, probablemente, atraerá a una gama más amplia de visitantes.


Recursos bibliográficos:

Pekarik, A.J., Doering, Z. D. y Karns, D. A. (1999): Exploring satisfying experiences in museums. Curator: The Museum Journal, 42(2), 152-173.

Smithsonian Institution (2002): Exhibition Concept Models.

Fotografía principal: CNN Travel. Top ten museums in the world.


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