Accesibilidad en Museos y Centros de Ciencia Latinoamericanos

Accesibilidad en Museos y Centros de Ciencia Latinoamericanos

 

Los museos y centros de ciencia son entidades de gran relevancia, no solo para la comunicación científica, la enseñanza científica informal y el esparcimiento, sino también para promover la ciencia y la tecnología de una manera equitativa, diversa e inclusiva. La inclusión social es, por tanto, una preocupación emergente en el campo de la comunicación científica (Massarani y Merzagora, 2014). Es de especial importancia que las oportunidades que ofrecen los museos y centros de ciencia beneficien a todos los miembros de la sociedad.

Sin embargo, para garantizar la accesibilidad y la inclusión en los museos e instituciones dedicadas a la comunicación científica, sabemos que no basta con adecuar los espacios físicos para la entrada de personas con discapacidad o movilidad reducida. Una parte esencial de su experiencia también está conformada por el compromiso, la participación, la empatía y los factores emocionales, afectivos e intelectuales, como señalan Cohen y Duarte (2013, p. 2).

El concepto de accesibilidad universal o total se basa en el principio de que una buena accesibilidad física por sí sola no es suficiente para garantizar que un espacio pueda ser realmente entendido y utilizado por todos. Se ha de considerar algo más que el aspecto físico de la accesibilidad, teniendo en cuenta los aspectos emocionales, afectivos e intelectuales, indispensables para permitir que un museo se conecte con sus visitantes y fomente habilidades que puedan inculcar empatía en sus usuarios (Cohen y Duarte, 2013, p. 2).

De forma complementaria, Sarraf explica que para que los museos sean accesibles: «sus servicios deben estar equipados para que cualquier persona pueda alcanzarlos, activarlos, usarlos y experimentarlos, sea cual sea su condición física o comunicativa» (Sarraf, 2008, p. 38). En la misma línea, Reich et al. (2010, p. 10) declara:

La inclusión en [la educación científica informal] va más allá de asegurar que las personas con discapacidades puedan ingresar a los edificios o recorrer las exposiciones, programas y tecnologías que brindan tales experiencias. También requiere que las personas con discapacidades puedan aprender de tales experiencias y participar como parte, y no separadamente, del grupo social y la comunidad en general (Reich et al. 2010, p. 10).

Es importante recordar que las personas con discapacidad provienen de todos los estratos sociales: niños/as, jóvenes, adultos y ancianos que pueden tener discapacidades congénitas o adquiridas; estudiantes, profesionales, investigadores, autónomos, líderes y formadores de opinión; quienes, como todo el mundo, tienen derechos y deberes. Por otro lado, las personas con discapacidad no son las únicas que se benefician de las estrategias de accesibilidad e inclusión en los museos e instituciones dedicadas a la comunicación científica. Ya sean públicos o privados, estos espacios deben estar preparados para acoger, involucrar y brindar experiencias a públicos diversos.

En 2006, las Naciones Unidas organizaron la Convención sobre los Derechos de las Personas con Discapacidad (CDPD) y su Protocolo Facultativo para «promover, proteger y asegurar el pleno e igual goce de todos los derechos humanos y libertades fundamentales por todas las personas con discapacidad, y para promover el respeto por su dignidad inherente» (ONU, 2006, artículo 1). Según la ONU, «la Convención pretende ser un instrumento de derechos humanos con una dimensión explícita de desarrollo social» y «es el primer tratado integral de derechos humanos del siglo XXI» (ONU, 2006).

Algunos autores ( Meekosha y Soldatic, 2011) consideran que estos dos documentos de la ONU representan la mayor victoria del movimiento de la discapacidad. Según Ollerton y Horsfall (2013), la convención «trabaja junto con la Declaración Universal, articulando una dimensión social explícita de los derechos humanos y enfatizando la obligación de los estados de promover y proteger los derechos y la dignidad de las personas con discapacidad» (Ollerton y Horsfall, 2013, p. 619).

Iniciada en México en 2001 (Meekosha y Soldatic, 2011, Harpur, 2012), la convención obtuvo el apoyo inmediato de muchos países. Tras su publicación en 2006, 162 países, incluido Brasil y todas las naciones latinoamericanas, lo firmaron y ratificaron. Cuba, México, Nicaragua y Argentina añadieron sus firmas en 2007; Brasil, Chile, Costa Rica, El Salvador, Ecuador, Honduras, Panamá, Paraguay y Perú, en 2008; Bolivia, Guatemala, República Dominicana y Uruguay, en 2009; Colombia, en 2011; y Venezuela, en 2013 (Ferreira y Norberto Rocha, 2017). Los países signatarios se han comprometido a implementar acciones para promover tanto la igualdad de acceso como los derechos de las personas con discapacidad.

La convención destaca el derecho a participar en condiciones de igualdad cultural, especialmente en lo que respecta al acceso a la vida cultural y a los espacios científicos y culturales. Se ha acordado tomar todas las medidas necesarias para asegurar que las personas con discapacidad:

  1. Disfruten del acceso a materiales culturales en formatos accesibles […].
  2. Puedan acceder a lugares para espectáculos o servicios culturales, tales como teatros, museos, cines, bibliotecas y servicios turísticos, y, en la medida de lo posible, gozar del acceso a monumentos y sitios de importancia cultural nacional (ONU, 2006, art. 30).

Una encuesta realizada por Ferreira y Norberto Rocha (2017) identificó dieciocho países latinoamericanos que cuentan con leyes dirigidas a la inclusión de personas con discapacidad, más un país con un plan de acción (Cuba). A partir de este estudio, los autores señalan que catorce de los dieciocho países aprobaron leyes después de 2006, año de la Convención de la ONU.

Reconocemos que se han logrado avances en el ámbito legislativo en América Latina. Sin embargo, no se podía esperar que la convención de la ONU provocara cambios sustanciales o rápidos. Como señalan Meekosha y Soldatic (2011, p. 1394), «la realidad vivida suele estar distante de la retórica jurídica». El acceso a la cultura, los museos y otros espacios científicos y culturales es una parte esencial de nuestra vida, lo que significa que los derechos de las personas con discapacidad deben expresarse claramente en documentos oficiales. Cuando este tipo de preocupación por la accesibilidad se materializa en uno de esos documentos, dota a todos los ciudadanos de derechos legalmente vinculantes, respondiendo a una demanda social que, a menudo, ha sido precedida por una compleja historia de luchas, resistencias, cambios de paradigma y victorias.

Durante la última década, los museos han desarrollado muchas estrategias para conseguir ser más inclusivos, pero aún queda mucho por hacer. Hoy, ofrecemos una visión general de la accesibilidad en los museos y centros de ciencia en América Latina, identificada a través de una encuesta pionera de prácticas accesibles, como la disponibilidad de espacios inclusivos y adaptativos; características y adaptaciones de accesibilidad específicas; y políticas institucionales y de recursos humanos de apoyo. El estudio también está planteado como un recurso a la hora de diseñar futuras iniciativas y políticas públicas orientadas a la inclusión de personas con discapacidad.

Al analizar los datos y evaluar la accesibilidad en las instituciones, se han adoptado tres indicadores desarrollados originalmente por Inacio (2017): Accesibilidad física, Accesibilidad actitudinal y Accesibilidad comunicativa.

1. Accesibilidad física: Este indicador engloba dos atribuciones, una vinculada a la accesibilidad física y otra relacionada con el diseño de objetos y exposiciones. Estos atributos se refieren a características que permiten la movilidad y la accesibilidad sin barreras, a fin de garantizar la autonomía y seguridad de los visitantes en todos los edificios e instalaciones de la institución. También incluyen las características físicas y los recursos de las exposiciones y los objetos que se tienen en cuenta, respetando y valorando las diferentes habilidades y características de los visitantes (Inacio, 2017, Cohen et al., 2012, Museos Nacionales de Escocia, 2002, Aragall et al., 2013, ABNT, 2015). Estos dos atributos se denominan (a) acceso físico, alojamiento y uso del espacio y (b) diseño y uso de objetos.

2. Accesibilidad actitudinal: este indicador refleja actitudes e iniciativas encaminadas a superar los prejuicios, estereotipos y estigmas hacia las personas con discapacidad. También hace alusión a asuntos de política, como las misiones institucionales para fomentar la accesibilidad a través de la capacitación de recursos humanos, incentivos, financiación y programas e iniciativas para fomentar la accesibilidad. Asimismo, se incluyen aquí prácticas e intervenciones inclusivas destinadas a crear espacios para la diversidad (Inacio, 2017, Sarraf, 2013, Tojal, 2015, Corpas y Lyton, 2016). Los dos atributos son (a) prácticas inclusivas, bienvenida y participación y (b) política institucional.

3. Accesibilidad comunicacional: este indicador se refiere a los equipos y recursos que permitan superar las barreras en la comunicación interpersonal, incluidos los escritos y soportes-medios materiales relacionales. Cubre la comunicación in situ y externa, e incluye información de los visitantes sobre la programación, precios de entradas, exposiciones, ubicación e iniciativas de accesibilidad, que puede tener lugar a través de un sitio web institucional, a través de información usando carpetas o folletos, o por teléfono móvil. Los dos atributos se denominan (a) comunicaciones (in situ y externas) y señalización y (b) medios, equipos, recursos, etc., para mejorar las comunicaciones (Inacio, 2017; ABNT, 2015; Minelo, 2004; Sarraf, 2013, 2015; Programa de Accesibilidad del Smithsonian, 1996; Tojal, 2007; W3CBrasil, 2013).

En cualquier caso, queda mucho por hacer, particularmente en términos de estrategias para superar las barreras comunicacionales y de actitud y asegurar la autonomía de los visitantes. Coincidimos con Duarte y Cohen (2012), en que la accesibilidad debe ir más allá de lo físico, es decir, más allá de la eliminación de barreras arquitectónicas. Esto significa «tener acceso y [ser capaz de] recorrer, ver, oír, tocar y sentir los bienes culturales» (Cohen et al. 2012, p. 22), así como tomar conciencia emocional, afectiva e intelectual como aspectos a tener en cuenta (Cohen y Duarte, 2013, p.2).

Si bien la mayoría de las iniciativas que tienen como objetivo promover la accesibilidad involucran una infraestructura física, la estrategia por sí sola no garantiza la inclusión activa. Pocas instituciones reconocen tener intérpretes de lenguaje de señas o descripciones de audio, lo que obstaculiza, en gran medida, las experiencias de las personas con pérdida auditiva y deficiencias visuales. Adicionalmente, las instalaciones carecen de profesionales especializados en atender a personas con discapacidad, y en la mayoría no están capacitando a nadie de su personal o voluntarios para promover la accesibilidad.

El hecho de que estos museos y centros de ciencia dediquen una mayor atención a los aspectos físicos de la accesibilidad puede explicarse de varias formas. El aspecto físico de la accesibilidad es el más visible y ampliamente comprendido, por lo que una institución que desee parecer preocupada por la accesibilidad, ya sea porque quiere cumplir con las leyes o por otras razones, puede hacer de la accesibilidad física su enfoque principal. Otra posible explicación es que el personal simplemente desconoce todo lo que implica hacer que una institución pública sea accesible, por lo que no se siguen todos los pasos necesarios para abordar otras dimensiones de la accesibilidad.

También reconocemos que el conocimiento de las protecciones legales no asegura su cumplimiento, algo que requeriría una serie de inversiones, planes, programas e iniciativas. Una vez que se ha aprobado una ley, necesita financiamiento, infraestructura gubernamental, planificación e inversión para generar resultados. Además, después de la implementación, la aplicación de una ley también debe ser monitoreada y evaluada.

Asimismo, es importante que haya más fondos disponibles, para que las instituciones puedan realizar cambios y emprender iniciativas que aumenten la accesibilidad. Sabemos que existe una ausencia total de la accesibilidad asociada, lo que nos sugiere que las instituciones necesitan implementar un mayor número de iniciativas enfocadas a la accesibilidad actitudinal y comunicacional, y tener políticas institucionales relacionadas.

Por otro lado, se requiere una mayor financiación para la investigación y los estudios académicos. Si bien el número de investigaciones que exploran la accesibilidad en los museos ha crecido desde el cambio de siglo, como lo muestra Sarraf (2008), se ha publicado poco en América Latina (Norberto Rocha et al., 2017a). Los investigadores necesitan estudiar tanto una gama más amplia de temas, estrategias de accesibilidad y discapacidades en sus estudios, como explorar el área con mayor profundidad. Y, al mismo tiempo, se deben publicar en revistas de mayor impacto, fomentando la consolidación de este tipo de conocimiento en la región (Norberto Rocha et al.2017a).

Se requieren, pues, más investigaciones que generen una comprensión de los contextos institucionales y los procesos de aprendizaje que apoyan las prácticas de inclusión de personas con discapacidad en los museos y centros de ciencia. Debemos comprender cómo implementar prácticas efectivas de accesibilidad en ellos.

Aprender directamente de los visitantes es esencial, ya que solo ellos son realmente conscientes de sus necesidades, qué activos traen consigo al museo y qué buscan de su experiencia en él. Se ha demostrado que aprender trabajando con personas con discapacidad tiene un impacto profundo en la labor de los profesionales de la educación (Levent y Reich, 2013, p. 219).

En este sentido, se sugiere que las personas con discapacidad deben jugar un papel más importante como protagonistas, profesionales y consultores y también como público investigador, ya que analizar sus perspectivas arrojaría mucha luz sobre la accesibilidad, o la ausencia de ella, en los museos y centros. En última instancia, uno de los mejores indicadores de si una persona con discapacidad ha tenido una experiencia de inclusión positiva en un museo es preguntarle. Tomamos prestado el argumento de O’Neil (2008, p. 29), en un artículo sobre la discapacidad y el avance de la práctica de los museos que dice: «Nadie puede imaginar la vida de otro lo suficientemente bien como para desarrollar servicios para ellos sin involucrarlos directamente en ese desarrollo. […] La verdadera empatía significa conocer los límites de la empatía y la necesidad de aprender de los testigos».

Por último, nos gustaría señalar que existen datos que se utilizaron para compilar la Guía de Museus e Centros de Ciências Acessíveis da América Latina e Caribe (Norberto Rocha et al., 2017b), una guía que proporciona al público información sobre accesibilidad y que, por tanto, incentiva las visitas – especialmente de personas con discapacidad – a las instituciones que amablemente aceptaron participar en ese estudio. La publicación también pretende alentar a los museos y centros de ciencia a implementar estrategias de accesibilidad.

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Fotografía principal: iGuzzini – The Experimenta Science Center extension.


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