Identidad en el Contexto de los Museos

Identidad en el Contexto de los Museos

 

La «identidad» ha sido discutida e investigada en la literatura reciente de museos (Falk, 2006; Hooper-Greenhill, 2004b; Leinhardt, Crowley et al., 2002; Leinhardt y Knutson, 2004; Rounds, 2006; Spock, 2006). Varios investigadores hacen referencia a que la experiencia del museo influye en la identidad de cada uno de nosotros. Los museos pueden desempeñar un papel crucial en la configuración de esas identidades, tanto individuales como nacionales, a través de sus colecciones, investigaciones y programas públicos (Gurian, 1999; Rounds, 2006; Weil, 1997). Dado que el enfoque principal está basado en que los visitantes aprenden – más allá de que los museos den forma a la nacionalidad y a las culturas – a partir de narrativas sobre ese mundo más amplio que habitamos, lo las investigaciones se fundamentan en las identidades de los individuos y en sus experiencias dentro los museos.

Fienberg y Leinhardt (2002) presentaron una definición más amplia e inclusiva de la identidad:

«Una concepción común de la identidad es que se compone de un conjunto de características demográficas como son la edad, el género, el nivel socioeconómico, la raza y el origen étnico, características que influyen en las actitudes y el comportamiento de las personas y, a veces, influyen en cómo son tratados los demás en la sociedad. Otra concepción de la identidad es que incluye los tipos de conocimiento y los patrones de experiencia que tienen las personas que son relevantes para una actividad en particular. Esta segunda visión trata la identidad como parte de un contexto social, donde la importancia de cualquier característica concreta varía dependiendo de qué aspectos del contexto social son los más destacados en un momento dado» (p.168).

Una visita a un museo puede influir en la identidad de una persona y aportar, además, el sentido de sí misma (Falk, 2006; Hooper-Greenhill, 2000; 2003; Leinhardt y Gregg, 2002; Leinhardt, Tittle y Knutson, 2002; Rondas, 2006). La interacción entre los perfiles personales de los visitantes y sus reacciones ante los objetos y experiencias son capaces de producir cambios sutiles en la visión de sí mismos, en su identidad y en la creación de significados, tanto a nivel individual como colectivamente (Hein, 1998; Leinhardt y Knutson, 2004; Silverman, 1995; Stainton, 2002). Ivanova (2003) reconocía que se ha producido un proceso de intercambio bidireccional entre la identidad del visitante y el sentido de identidad que está presente en los contenidos del museo. Señala, además, que los museos preservan la historia y la memoria y las construyen. Según ella, es importante que «… los museos en general … comprendan cómo influyen en el desarrollo de la identidad, explícita o implícitamente» (p. 22).

Los museos también poseen objetos que pueden resonar fuertemente con las experiencias de una persona, contribuyendo tanto a formar como a afirmar la identidad de ésta (Gurian, 1999; Ivanova, 2003; Leinhardt, Crowley et al., 2002; París, 2002), como Hooper-Greenhill (2000) señalaban:

«Los objetos se utilizan para construir identidades, tanto a nivel personal como nacional. Los objetos pueden conectar con sentimientos profundamente arraigados, simbolizando poderosas convicciones a través de las cuales transcurre la vida» (p.109).

La identidad puede ser moldeada por las interacciones de los visitantes con las colecciones de los museos:

«[…] los visitantes recuerdan objetos significativos durante las visitas al museo, provocando sentimientos relevantes para sus propias identidades personales» (Paris & Mercer, 2002, p.418). Investigando las respuestas de los visitantes hacia los objetos, otras manifestaciones de identidad examinadas por Paris y Mercer fueron: «[…] género, etnia, generación histórica, el yo y la familia» (p.418).

Hooper-Greenhill (2000) reconoce que los museos desempeñan un papel clave, no solo en el mantenimiento y la transformación de la cultura a gran escala, sino también a través de:

«[…] el reconocimiento de la importancia de los objetos con relación [a] la construcción del yo» (p. 150).

Leinhardt y Knutson (2004), al hablar sobre su trabajo en el Museum Learning Collaborative, sugieren que la identidad podría considerarse de tres maneras. En primer lugar, a través de factores demográficos, como la edad, el género y la etnia; el segundo aspecto son los roles cambiantes que las personas desempeñan con relación al resto del grupo y a la actividad que se realiza. El tercero, consistiría en analizar la identidad a través del «[…] pasado colectivo de los visitantes» (p. 50), incluidos sus conocimientos y experiencias previas, motivaciones y prejuicios. Proponen que la identidad la define el individuo: «Soy quien creo que soy, y somos quienes creemos que somos» (p. 51).

Con relación a la visita a un museo, explican que la identidad es participativa y cambia como consecuencia de la visita en sí. Leinhardt y Knutson concluyeron que:

«La identidad se midió menos por la demografía y más por los detalles de cómo los grupos estaban realizando una visita en particular, específicamente por su nivel de interés, motivación y curiosidad, y por su conocimiento apreciativo y experiencial» (p. 75).

Al explorar la memoria a largo plazo y las visitas a exposiciones mundiales, Anderson (2003) declara que la identidad sociocultural es un factor crítico conectado con la memoria de las personas. En este contexto, Anderson define la identidad sociocultural como:

«[…] el conjunto inherente de intereses, actitudes, creencias, roles sociales, etapa de la vida y comportamientos que definen colectivamente a los participantes en el momento de sus experiencias en las Expo» (p.406).

Anderson entendía que la dimensión social de la identidad sociocultural de una persona provocaba los recuerdos más fuertes a partir de sus propias experiencias, más que de las exposiciones y exhibiciones específicas. Sin embargo, señaló que, no solo era importante lo que una persona recordaba, sino «cómo reflexionaba sobre sus experiencias a través del ‘marco’ de su identidad y su rol en la visita». Asimismo, llegó a la conclusión de que «los recuerdos estaban abrumadoramente dominados y mediados por la identidad sociocultural del individuo en el momento de la visita» (Anderson, 2003, p. 409).

Worts (1996) también reflexionó sobre la naturaleza social de la identidad en los museos de arte, sugiriendo que había dos tipos de identidad: una identidad personal – que hace que un individuo sea único – y otra colectiva – por el hecho de pertenecer a la familia, los amigos y la comunidad, tanto cultural como globalmente -. Defendió la idea de que la identidad se experimenta «… reafirmando el sentido del yo, [y] desarrollando un nuevo o variado sentido del yo» (p.128). Sugirió que la identidad era una noción compleja, tanto consciente como inconsciente, y la forma en que las personas daban sentido a su visita al museo:

«Las cogniciones, la emoción, la imaginación, la intuición y las interacciones físicas contribuyen a la experiencia del sentido de identidad de un individuo, ya sea al afirmar un sentido del yo existente o al proporcionar un ímpetu para tener un sentido del yo en evolución. Esta identidad generalmente se refleja en el conocimiento, las creencias, el gusto y las habilidades de uno» (p.128-129).

Leinhardt, Tittle y Knutson (2002) detectaron que las personas que formaron parte de su estudio:

[…] deliberadamente desdibujaron las líneas entre la exposición y ellos mismos, desarrollando un significado personal para el objeto o exhibición, o dibujando una interpretación de sus propias vidas (p. 130)», concluyendo que: «Los visitantes dan forma y remodelan su propia actividad personal al ir a museos y en cada visita, ya sea una experiencia nueva o una visita a un viejo amigo, se sumará a la identidad de ese visitante (p.131).

Hooper-Greenhill (2004) identificó una gama de resultados de aprendizaje que podrían esperarse de los estudiantes que visitan museos relacionados con la identidad, incluido: «[…] el desarrollo de una visión más compleja de uno mismo, la familia, el vecindario o el mundo personal» (p. .164). Reconoció que las actitudes hacia uno mismo y hacia los demás también podrían cambiar como resultado de una visita a un museo. Al informar sobre su trabajo con estudiantes y maestros de escuela, Hooper-Greenhill (2004a) concluyó que los niños exhibían identidades de aprendizaje más positivas después de visitar un museo, particularmente cuando participaban en experiencias de aprendizaje activo, podían manejar objetos y se les brindaba oportunidades para aprender y hablar con expertos.

La investigación de Leinhardt y Gregg (2002) sobre el compromiso de los profesores en formación con una exposición de historia social, concluyó que sus puntos de vista sobre los derechos civiles se formaban sobre la base de una comprensión tanto de quiénes eran (su identidad individual) como de las herramientas que habían adquirido como parte de su trabajo y formación profesional (su identidad profesional). Leinhardt y Gregg manifestaron que:

«La forma en que los visitantes entienden y se apropian del contenido es una consecuencia de su propio sentido de identidad, conocimiento previo y compromisos exploratorios, así como del uso que hacen de los dispositivos y herramientas integrados en el contexto del museo (p.142)».

Pueden producirse cambios significativos en la identidad de una persona cuando los visitantes pasan de una postura desapasionada a otra de pensamiento crítico sobre un tema, particularmente cuando se enfrentan a temas complejos o emotivos como el racismo, la justicia social, los derechos humanos o el medio ambiente (Adelman, Falk Y James, 2000; Kelly y Gordon, 2002; Leinhardt y Gregg, 2002; Swanagan, 2000).

Rounds (2006) propone que los visitantes utilicen los museos para hacer una «construcción de identidad», definida como:

[…] los procesos a través de los cuales construimos, mantenemos y adaptamos nuestro sentido de identidad personal, y persuadimos a otras personas para que crean en esa identidad» (p.133).

Sugiere, además, que la identidad se crea y se sostiene a través de acciones reflexivas, cuestionándose cómo se demostraría esto a través de una visita a un museo, particularmente dado el predominio del “comportamiento de navegación” entre los visitantes (Rounds, 2004). También señala que al estudiar la identidad, el enfoque no debe estar en lo que es la identidad de una persona, sino en lo que se está haciendo al respecto en términos de cómo esa identidad se desarrolla y cambia con el tiempo. Al pensar en el papel de los museos, Rounds defiende que ofrecen «[…] oportunidades tanto para confirmar nuestra identidad existente como para explorar alternativas de manera segura» (Rounds, 2006, p.138), particularmente porque los museos muestran un orden que permite a los visitantes comprender las relaciones entre los objetos y su lugar en el mundo.

Falk (2006) observó que:

«[…] las motivaciones de un individuo relativas al aprendizaje están estrechamente alineadas con el sentido de sí mismo y la identidad de ese individuo […] el aprendizaje expresa identidad» (p.154).

Propone que la identidad no es fija, que las personas tienen identidades múltiples, expresadas en diferentes momentos y conectadas con las variadas realidades del mundo. Enfatiza sobre la importancia de las motivaciones como una forma de describir la «identidad de entrada» de un visitante, bajo las categorías de exploradores, facilitadores, profesionales / aficionados, buscadores de experiencias y viajeros espirituales.

Sin embargo, tanto Rounds como Falk hacen afirmaciones generales fundamentadas en un conjunto inicial de datos algo limitados. Rounds se basa en fuentes secundarias, admitiendo que está realizando una «[…] reinterpretación exploratoria de estudios existentes sobre cómo se comportan los visitantes en los museos» (2006, p.138). Aunque Falk muestreó a más de tres mil individuos, su trabajo se limitó a centros científicos, zoológicos y acuarios. Reconoció estas limitaciones y se preguntó si sus conclusiones podrían aplicarse a otro tipo de museos.

Al criticar estos dos artículos en el contexto de lo que la identidad podría significar para la práctica de la educación en museos, Spock (2006) señalaba que:

«Para cautivar, la experiencia del museo tiene que resonar con algo profundamente sentido en la identidad personal del visitante del museo» (p.179).  

¿Cómo podrían estudiarse las identidades de los visitantes en el ámbito de una exposición en nuestros museos? Intentaremos descubrirlo en próximos artículos.


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Recurso bibliográfico:

Dra. Lynda Kelly (2007): The interrelantionships between adult visitors’ learning identites and their museum experiences. Capítulo 2: learning literatura review. University of Technology, Sidney, Australia.

Foto principal: Inmigration Museum, Museums Victoria, Australia.

 

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