COVID-19: Reajuste de los Museos

COVID-19: Reajuste de los Museos

 

La actual crisis del COVID-19 ha suscitado una gran cantidad de preguntas entre los profesionales de los museos. ¿Cuál es, nos preguntamos, el sentido de que un museo permanezca cerrado al público? ¿Cómo pueden los museos seguir siendo relevantes si la gente no puede visitarlos? ¿Es posible transferir todas las exposiciones al ámbito digital, cuya planificación y ejecución lleva años, para mantener los museos abiertos de forma virtual? Son cuestiones que tienen que ver con la relevancia de nuestros museos – si han de permanecer cerrados -, con cómo éstos podrían evolucionar respondiendo con agilidad a la situación actual y cuál podría ser su papel después del COVID -19. ¿A quién puede servir un museo, si su única instancia es una versión en línea? Todas estas preguntas cruciales entran dentro del ámbito del papel de nuestros museos en la sociedad. La crisis actual les obliga a responder a estas cuestiones y a encontrar fórmulas adecuadas que les permitirá capear el temporal y emerger más fuertes y resistentes.

A medida que los profesionales de los museos y los académicos comienzan a involucrarse más profundamente con las realidades de nuestro nuevo orden museológico, estas primeras incursiones en lo que podría ser un museo digital también corren el riesgo de perpetuar conceptos erróneos más profundos sobre cuál es la misión del museo, pudiendo consolidarse la suposición incorrecta de que hay una suma que nos da cero entre exposiciones «virtuales» y «reales». En el eje de esta tensión se encuentra la necesidad de encontrar formas de resaltar y unir dos de los roles más importantes que tienen los museos en la actualidad: como fuentes y espacios para la comunicación académica (en otras palabras, como repositorios de conocimiento) y como lugares para la comunicación científica (fuentes de entretenimiento didáctico e informativo). Ambos roles se han situado, hasta ahora, en el espacio físico del museo. Sin embargo, al pensar en una evolución digital e híbrida, la pandemia ofrece el potencial para que los museos revelen su funcionamiento interno y compartan mucho más con sus visitantes virtuales.

Por otro lado, el museo como comunicador científico probablemente es el que la mayoría de la gente conoce. Es desde este modelo, desde el que pudiera entenderse también que son lugares de esparcimiento y entretenimiento. Sitios a los que podemos ir cuando visitamos una ciudad, dándonos  una idea del lugar y de su historia. O también lugares a los que acudir un fin de semana lluvioso, cuando los pequeños nos piden un encuentro con los dinosaurios. Podemos visitar alguna de sus muchas exposiciones de gran éxito sobre obras maestras del arte u observar objetos antiguos. Visitábamos un museo cuando éramos escolares, para contemplar ciertas exposiciones y colecciones especiales relacionadas con nuestro programa de estudios. Por supuesto, aprender era el objetivo principal de nuestras visitas.

Visitar un museo pueden ser transformador; ofrece a los visitantes experiencias cercanas y personales al poder observar especímenes y objetos, aspecto éste muy importante en el papel de comunicador científico del museo. Pero la parte pedagógica de la experiencia se equilibra con el contexto en el que se desarrolla. Los museos se convierten en espacios con los que interactuamos a través de los recorridos por sus salas, con quioscos de pantalla táctil (ahora inutilizados), cafés, restaurantes y tiendas de regalos (ahora cerradas). Los museos deben tomarse muy en serio cómo resucitar estos diferentes puntos de contacto (Koszary, 2018). La participación del público se considera un componente crucial del trabajo de un museo, y la experiencia del visitante es una preocupación constante para los equipos curatoriales, que trabajan duro para hacer que los museos sean acogedores, inclusivos y fáciles de recorrer. También es un área de investigación en crecimiento para los especialistas en museos.

Los investigadores que estudian las formas en que los visitantes se relacionan con los museos (Pekarik, Doering y Karns, 1999; Kirchberg y Tröndle, 2012) categorizan las experiencias del público en términos de cómo éste responde cognitivamente a un objeto y a su ubicación dentro de una galería. En su formulación, un museo es capaz de crear múltiples momentos en los que sería posible que se estableciera esa comunicación científica. Sin embargo, estas categorías están, por definición, muy constreñidas, dada la necesidad de que se establezca una proximidad física entre el espectador y los objetos. También, de manera crucial, dejan poco espacio para el diálogo. En los últimos veinte años, se ha rechazado el papel tradicional del museo como una voz institucional erudita que dicta toda significación, dejando poco margen de interpretación o respuesta por parte del visitante (Macdonald, 2016; Weil, 2007; Witcomb, 2003). Pero, ¿ cómo podemos mejorar estas experiencias y, en particular, usando las tecnologías digitales, cuando es casi imposible saber quién podría estar visitando esas propuestas digitales y cuál sería su perfil cultural, educativo o social?. Este es un debate continuo entre los profesionales de los museos que resulta extremadamente complejo.

El papel de los museos como lugar para educar y entretener a sus visitantes es solo la punta del iceberg, cuando se trata de considerar lo que realmente hace un museo. Como bien sabemos, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) es el organismo mundial, afiliado a la UNESCO, que actúa como una organización coordinadora para los museos de todo el mundo. Las actividades descritas por el ICOM incluyen la lucha contra el tráfico ilícito de bienes culturales, la promoción de la gestión de riesgos y la preparación para emergencias a fin de proteger el patrimonio cultural mundial en caso de desastres naturales o provocados por el hombre. Pero para los propósitos de esta reflexión, son los aspectos sobre la «investigación e interpretación» en las actividades de un museo o, como mencionamos anteriormente, el museo como depósito de conocimiento, los que nos obligan a hacer una revisión sobre lo que podrían ser en estos tiempos de crisis sanitaria.

Desde que los museos se vieron obligados a cerrar, algunas instituciones han recurrido a Twitter, un espacio inusualmente rico para que el discurso de los museos trascienda utilizando el hashtag #museoscerrados, entre otros. Algunos museos están dirigiendo a los visitantes potenciales a sus páginas de Google Arts & Culture, donde se pueden explorar partes seleccionadas de sus colecciones, a menudo con notas e información ampliadas. Estos intentos iniciales de proporcionar acceso son admirables, especialmente porque ofrecen la oportunidad de que el público no local acceda a colecciones que tal vez nunca haya podido ver en el pasado o pueda hacerlo por el momento. Esta podría ser una forma efectiva de capear una situación tan atípica. Está claro que simplemente crear un sitio web o tener cierta presencia en las redes sociales que permita una transferencia unidimensional de conocimiento de la institución a la audiencia ya no se considera suficiente para dar una respuesta adecuada al compromiso digital.

La realidad es que también existe la oportunidad de hacerse visible en la crisis actual fijándonos un poco más. Ha habido presión para que los museos realicen cambios críticos durante algún tiempo y, aunque no estemos en la situación ideal, el COVID-19 podría dar el empujón necesario para impulsar esos cambios. Si los museos adoptan el enfoque de «mirar hacia otro lado y esto ya pasará», es mucho menos probable que emerjan con identidades evolucionadas, saludables y flexibles, necesarias cuando todo ésto pase para continuar con su papel de preservadores del conocimiento y transmisores de la comunicación.

Las exposiciones en línea o digitales, que replican, amplían y complementan las colecciones físicas, se están dando cada vez más a conocer, pero entre los profesionales de los museos existe una falta general de consenso sobre lo que podría ser una exposición digital o en línea y, hasta la llegada del COVID-19, sobre si son una opción estratégica valiosa para los museos (Hartig, 2019). Gran parte del desacuerdo ha surgido porque las exposiciones en línea se desarrollaron inicialmente como complementos de las físicas, de la misma manera que las galerías, durante un largo tiempo, fueron consideradas en muchos museos como los espacios centrales de las exposiciones, complementadas con tiendas de regalos, quioscos y cafés. Las salas (y sus sustitutos digitales) a menudo se consideran demasiado editoriales, con excesivo texto, imágenes planas y pocas opciones que ofrezcan al espectador conocimiento sobre cómo navegar por ellas (Kahn, 2017). Las ofertas digitales parecen ser el consenso emergente, pero no deberían basarse en ser copias digitales de lo que ya existe en la realidad física. La clave es sacar provecho de las posibilidades del medio digital, que incluye autonomía, multimedia de varias capas y contenido vinculado. La creación de materiales diseñados teniendo en cuenta lo digital, en lugar de una ocurrencia tardía, permitiría a los museos considerar cómo podrían actuar como repositorios de conocimiento y comunicadores científicos para las audiencias completamente nuevas que han estado y continuarán existiendo para ellos, ya que la crisis mantiene a la gente en casa y mirando sus pantallas. Erin Blasco, gestor de las redes sociales del Smithsonian, ha argumentado que, a corto plazo, los museos deberían olvidarse de las exposiciones físicas, que pueden o no abrir nunca, y considerar la posibilidad de narrar sus historias utilizando materiales que ya están disponibles gratuitamente en línea, como en sus archivos, siendo repositorios en línea e incluso de otras instituciones. Este enfoque permitirá a los museos convertirse en un tipo diferente de comunicador científico, utilizando materiales de ciencia abierta que ya están disponibles.

A nivel de investigación, en una escala mayor y más compleja, hay museos que ya han comenzado a experimentar con la web semántica y los datos enlazados como una forma de conectar sus bases de datos (que pueden contener varios millones de registros) para crear multicapas y sistemas multimedia de las colecciones, centrándose tanto en los registros como en los propios objetos. No es una tarea pequeña y, hasta la fecha, gran parte de este trabajo se encuentra en las primeras etapas de desarrollo técnico y de prueba sobre el concepto. Esta construcción de infraestructura digital constituye una enorme empresa y podría ser difícil de justificar ante los directores y administradores de los museos preocupados por la gestión del día a día de la reputación institucional. Sin embargo, a largo plazo, esta solución promete generar el potencial necesario para construir herramientas de transferencia de conocimiento y comunicación, que permitan a los museos seguir conectando con sus públicos y entre ellos, a pesar de los riesgos de sufrir otras crisis futuras como la del COVID-19.

Si bien la presencia en línea pueden ofrecer una gama cada vez mayor de funciones interactivas para que los visitantes accedan a las imágenes, es imperativo considerar el contexto histórico e interpretativo proporcionado por los museos y los museólogos que organizan las exposiciones. La actual curadora jefe del Museo de Ciencias de Londres, Suzanne Keene, explica que las interfaces web, particularmente las de los museos, corren el riesgo de hacer que el conocimiento prevalezca sobre las colecciones propias: «la gente podrá, por así decirlo, gestionar personalmente la información que las colecciones incorporan sin necesitar mediación o interpretación» (Reading, 2003). Sin embargo, podemos ver que ante esta preocupación resalta la necesidad de que los museos sigan siendo visibles ante un futuro incierto en forma de COVID-19. Muchas personas están luchando por darle sentido al mundo, y los museos están perfectamente ubicados para ayudarles a hacerlo, a través de su papel como comunicadores de la ciencia y como coleccionistas de nuestro conocimiento y cultura. Estos roles, traducidos al contenido digital, no necesitan emular lo que se puede hacer en un museo físico. Como dijo un profesional de un museo, «un sitio web no tiene paredes, una galería no tiene menús». Entendido desde esta perspectiva, el potencial que ofrece lo digital para proporcionar contenido museístico rico y en capas, que cumpla el papel de comunicador científico de un museo, explotando su posición como repositorios de conocimiento, resulta emocionante y estimulante. La realidad, sin embargo, es que crear, gestionar y alojar este contenido no es fácil, rápido ni resulta barato. Y como muchos profesionales de los museos saben (Perrin, 2016), un proyecto digital puede ser rápido, fácil o barato, pero nunca los tres a la vez. Aún así, los museos saben tomarse su tiempo y muchos de ellos han estado recolectando colecciones durante cientos de años.

Referencias bibliográficas:

Kahn, R. (2020): The COVID-19 is prompting many museums to reconsider how they communicate their research to the public. Elephant in the Lab.

Cameron, F. (2015): The Liquid Museum: New Institutional Ontologies for a Complex, Uncertain World: https://doi.org/10.1002/9781118829059.wbihms117

Chan, S. (2019) On immersion & interactivity via #MW2019.

Blagoev, B., Felten, S. y Kahn, R. (2018): The Career of a Catalogue: Organizational Memory, Materiality and the Dual Nature of the Past at the British Museum (1970–hoy). Organization Studies, 39(12), 1757–1783.

Hartig, K. (2019): Museums in the digital space — some reflections on online exhibitions.

Kahn, R. (2018): Smudges on the glass: tracing and locating the museum in the British Museum’s digitised collections. Tesis doctoral.

Kirchberg, V. y Tröndle, M. (2012): Experiencing Exhibitions: A Review of Studies on Visitor Experiences in Museums. Curator: The Museum Journal 55(4) 435-452, número digital: https://onlinelibrary.wiley.com/doi/pdf/10.1111/j.2151- 6952.2012.00167.x

Koszary, A. (2018): Going digital is bloody difficult.

Macdonald, S. (2016) New Constellations of Difference in Europe’s 21st-Century Museumscape. Museum Anthropology 39(1), 4-19.

Morgan, J. y Macdonald, S. (2018): De-growing museum collections for new heritage futures, International Journal of Heritage Studies, 26:1, 56-70.

Pekarik, J., Doering, Z y Karns, D. (1999): Exploring satisfying experiences in museums. Curator: The Museum Journal 42(2): 152–173. Perrin, J. Digitizing Flat Media; Rowman & Littlefield

Reading, A. (2003): Digital interactivity in public memory institutions: the uses of new technologies in Holocaust museums. Media, Culture & Society, 25(1), 67–85.

Weil, S. (1999): From being about something to being for somebody: The ongoing transformation of the American museum. Daedalus 128(3), 229-258

Witcomb, A. (2003): Re-imagining the museum: beyond the mausoleum.


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