La enfermedad por coronavirus (comúnmente conocida como COVID-19) es una enfermedad infecciosa causada por el SARS-CoV-2 (Coronavirus 2 del síndrome respiratorio agudo severo). Desde que se detectó la primera infección en Wuhan, China, a finales del 2019, se ha extendido a más de 200 países. En base a los niveles alarmantes de propagación y gravedad, la Organización Mundial de la Salud declaró este brote como pandemia el 11 de marzo de 2020. Esta es, quizás, la mayor crisis de sanitaria global desde la Segunda Guerra Mundial (Kickbusch et al. 2020). El COVID-19 ha amenazado millones de vidas humanas y devastado las condiciones sociales y económicas a nivel mundial. La pandemia también pone en peligro la vida silvestre, particularmente a las poblaciones frágiles. Comprender los efectos inesperados provocados por el COVID-19 es crucial para preservar el mundo animal.
La mayoría de los expertos creen que COVID-19 comenzó en el «mercado húmedo» de Wuhan, un mercado que vende animales vivos y muertos – algunos domésticos – como alimentos humanos. Algunos científicos sospechan del pangolín; otros creen que los murciélagos podrían ser los anfitriones de este virus. Pero no hay un acuerdo exacto sobre cómo el virus saltó de los animales a los humanos. La fuente definitiva aún no se ha identificado. Es demasiado pronto para responsabilizar a los murciélagos del brote, ya que el coronavirus de éstos no puede infectar a los humanos directamente. De hecho, es necesario un huésped intermedio para que se transmita de animales a personas (Cyranoski 2020). Si se confirma que el brote se originó a partir de los contactos con la vida silvestre viva y su consumo, los mercados húmedos deberían prohibirse a nivel mundial o, al menos, regularse con mucho más cuidado para evitar la transmisión de enfermedades de animales salvajes a humanos.
Los científicos estudian en humanos la relación de SARS-CoV-2 con el coronavirus en murciélagos y pangolín. La secuencia del genoma del SARS-CoV-2 en humanos tiene aproximadamente un 96% de similitudes con el coronavirus de murciélago (Cyranoski 2020, Zhou et al. 2020). El del pangolín comparte solo alrededor del 90–91% (Cyranoski 2020, Zhang et al. 2020). Sin embargo, estos datos no son lo suficientemente claros como para determinar definitivamente si los murciélagos o los pangolines son la fuente de la enfermedad. Aunque los humanos y los chimpancés comparten más del 98% de similitud genética (Wildman 2002), presentan muchas diferencias, tanto en apariencia como en estructuras físicas. Por ello, parece que el pangolín tiene menos probabilidad de transmitir las enfermedades (Zhang et al. 2020).
De alguna manera, la pandemia de COVID-19 ha contribuído a la conservación natural en países en desarrollo. Por ejemplo, la caída de la presión humana y el movimiento dentro de las áreas protegidas -debido a las medidas de cierre – han frenado el estrés en la vida silvestre. El grado de contaminación, particularmente la del aire, están disminuyendo a causa de la reducción del tráfico; las emisiones de carbono se han reducido significativamente, ya que las actividades humanas son limitadas.
Sin embargo, la pandemia de COVID-19 podría obstaculizar la conservación natural por varios motivos. Primero: la caza furtiva puede aumentar, ya que muchas áreas protegidas han sido mal atendidas por sus responsables. Por otro lado, algunas comunidades pueden verse empujadas a recurrir a la caza ilegal de vida silvestre para poder sobrevivir. Segundo: los incendios forestales se han extendido. Los recursos humanos son limitados en el campo para monitorear y responder a estos incendios. Tercero la caída del ecoturismo reducirá el apoyo financiero para la protección de la vida silvestre, ya que los parques han sido cerrados a los visitantes. La mayoría de las agencias gubernamentales, y no gubernamentales, han priorizado el control del COVID-19 sobre el apoyo a la protección de la vida silvestre (y casi todo lo demás). Cuarto: la «falsa» afirmación de vincular la vida silvestre al coronavirus puede provocar en las personas tal actitud negativa hacia ciertos animales que les lleve a matarlos en represalia (Kissui 2008). Por ejemplo, el pangolín chino – en peligro crítico – e incluso el pangolín indio – en riesgo de extinción – podrían verse amenazados aún más debido a la «fiebre antipangolín». Quinto: la mayoría de los programas de conservación ya planificados se han vuelto inciertos. Así, por ejemplo, el recuento de rinocerontes de Nepal, que se suponía que debía iniciarse a principios de 2020, se ha pospuesto (Kathmandu Post, 21 de marzo de 2020). Es importante destacar que los investigadores de vida silvestre no pueden realizar a tiempo sus trabajos de laboratorio y de campo. Concretamente, los estudios basados en encuestas sociales se verán obstaculizados incluso después de la pandemia debido al riesgo de transmisión de enfermedades. Sexto: se han retrasado muchas conferencias, talleres, programas de capacitación y reuniones internacionales y nacionales. Perder esas oportunidades dificultará futuras acciones de conservación y una posterior aplicación de soluciones prácticas.
Dado que la pandemia se halla en su punto culminante en todo el mundo, es demasiado pronto para evaluar el impacto en la biodiversidad y en su conservación. No es justo señalar a una determinada especie de vida silvestre como la fuente potencial del COVID-19, pues no hay evidencia suficiente que respalde tal suposición – Las poblaciones de murciélagos sirven de reservorio a la mayoría de los virus de la familia de los coronavirus -. Sin embargo, es muy importante identificar la fuente para poder prevenir nuevos brotes en el futuro. Aun en el caso de que sea un animal la causa de la enfermedad, ésta nunca llega a los humanos directamente, como ya mencionábamos; se necesitan algunos procesos para transformar el virus en un arma letal.
La cuestión principal está en saber cómo se transmiten estos virus desde los murciélagos, pangolines, u otras especies de vida silvestre, a los humanos. La transferencia de enfermedades funciona en ambos sentidos ; la vida silvestre recibe también enfermedades de los humanos. Culpar a los animales de esta pandemia, sin rastrear a fondo su papel en cuanto a transmisores de la enfermedad, fomenta una actitud negativa hacia ellos, en general, y esto dificulta la conservación en última instancia y el reconocimiento del papel que juegan esas especies en el ecosistema y su bienestar. El intercambio de conocimiento basado en la conciencia y la investigación mejorada ayudaría a cambiar la actitud y la percepción hacia la vida silvestre (Neupane et al. 2017).
Una menor atención a la conservación durante esta pandemia, haría que el hábitat natural y la frágil vida silvestre quedaran algo desatendidos, lo que podría ocasionar grandes pérdidas. Los funcionarios de conservación deben poner a su personal de campo en alerta máxima y continuar patrullando con frecuencia en las áreas protegidas. La vigilancia de la vida silvestre, ya sea de forma remota o en el exterior, debe organizarse para controlar los delitos contra la vida silvestre; y, asimismo, el apoyo financiero ha de estar disponible para mantener todos esos esfuerzos de conservación.
Recursos bibliográficos:
Neupane, Dinesh (2020): How conservation will be impacted in the COVID-19 pandemic. Wildlife Biology. Nordic Board for Wildlife Research.
Cyranoski, D. (2020): El misterio se profundiza sobre la fuente animal de coronavirus. – Nature 579: 18-19.
Kathmandu Post (2020): El recuento nacional de rinocerontes se pospuso debido a las preocupaciones de Covid-19. – The Kathmandu Post, Nepal, <https: // kathmandupost.com/national/2020/03/21/nationwide- rhino-count-posponed-due-to-covid-19-preocupaciones>.
Kickbusch, I. et al. (2020): Covid-19: cómo un virus está transformando el mundo. – BMJ 369: m1336.
Kissui, B. M. (2008): Depredación de ganado por leones, leopardos, hienas manchadas y su vulnerabilidad a las represalias en la estepa de Maasai, Tanzania. – Anim. Conserv. 11: 422-432.
Neupane, D. y col. (2017): ¿Cómo afectan las prácticas de uso de la tierra al conflicto humano-elefante en Nepal? – Wildl. Biol. 2017: wlb.00313.
Wildman, D. E. (2002). Un mapa del genoma del chimpancé común. – Bioessays 24: 490–493.
Zhang, T. y col. (2020): Probable origen de pangolín del SARS-CoV-2 asociado con el brote de COVID-19. – Curr. Biol. 30: 1346-1351.
Zhou, P. y col. (2020): Un brote de neumonía asociado con un nuevo coronavirus de probable origen de murciélago. – Nature 579: 270–273.
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