El museo como institución narra la historia del hombre en el mundo y cómo la humanidad ha sobrevivido en su entorno a lo largo de los años. Conserva elementos creados por la naturaleza y por el ser humano, ademas de albergar el alma cultural de las naciones a las que pertenece en la sociedad moderna. Los museos, grandes y pequeños, preservan la riqueza cultural de la nación en usufructo, y cuidan de su patrimonio para las generaciones futuras. Los de tipo local, por su función y posición únicas, se han ido transformando en la conciencia cultural de la nación a la que pertenecen.
Algunas de estas ideas resultan románticas y bellas, pero la realidad puede acabar con esa sensación idílica. Como resultado de sus inicios históricos en las naciones «en desarrollo», los museos han sido valorados como lugares donde se depositan objetos o materiales «sobrantes», a modo de «almacenes de cosas». Incluso se consideran espacios donde se guardan objetos asociados con la idolatría y las religiones fetichistas. Esta interpretación negativa del sentido de los museos ha inhibido su desarrollo en ciertos estos países, especialmente en los del tercer mundo.
En nuestra sociedad moderna, se impone como necesidad – y, de hecho, urgente – que los museos reinventen sus visiones y misiones, sus objetivos, sus funciones y sus estrategias para reflejar las expectativas de un mundo cambiante. Hoy en día, los museos han de convertirse en agentes de cambio y desarrollo: deben reflejar la realidad social y convertirse en instrumentos de progreso, captando nuestra atención sobre acciones y eventos que promuevan el desarrollo en la sociedad donde se encuentran. Deben convertirse en instituciones que puedan fomentar la paz, que sean impulsores de los ideales de democracia y de la transparencia en el gobierno bajo el que se encuentran, y deben transformarse en parte activa de las comunidades más grandes a las que sirven, tratando de llegar a todos sus grupos, sin excepción.
Para que los museos, sobre todo los locales, conserven su relevancia y se conviertan en socios positivos para el desarrollo de nuestras sociedades, han de emplear sus recursos y potencial únicos en ser más receptivos a las dinámicas de la sociedad moderna y al cambio urbano.
Como instituciones que cuentan con recursos críticos, poseen la capacidad de alentar, promover y fomentar lo mejor de los ideales culturales y democráticos de las naciones. Sin ser políticos, pueden dar voz a la ciudadanía en asuntos relacionados con la forma en que se rigen, elaborando vías para el libre debate y el diálogo; pueden crear una confluencia donde los eventos de hoy se expongan y discutan para el bien colectivo de todos. A través de sus programas y actividades, pueden sensibilizar a grupos clave de la sociedad, como maestros, adultos, jóvenes y organizaciones de mujeres, a través de foros populares sobre los objetivos de la nación, para la promoción y mejor comprensión de su patrimonio y de su agenda, fomentando el crecimiento nacional y el desarrollo, y la emancipación general.
La educación es fundamental para el desarrollo. Una sociedad que carece de cultura y acceso al conocimiento se encuentra vacía e incompleta. Uno de los objetivos fundamentales del museo es educar, ya que posee la capacidad de impartir educación cultural de manera efectiva, pues alberga las herramientas y los materiales necesarios para poder hacerlo a partir de sus colecciones. En la sociedad moderna, los museos enriquecen el proceso educativo, mostrando a los niños, y al público en general, su historia de una manera positiva, ayudando a las generaciones futuras a comprender y apreciar su propia cultura, a fin de que se enorgullezcan del esfuerzo y de la lucha de sus antepasados.
Es muy importante que los planificadores educativos trabajen en estrecha colaboración con los expertos de los museos en cuanto a la integración de sus recursos educativos en el currículo y el proceso de aprendizaje. Por su parte, el museo debe desarrollar programas adecuados para los distintos niveles del sistema escolar, a saber, escuelas primarias, escuelas secundarias, escuelas de formación de profesores, escuelas técnicas y universidades, entre otros. Un programa educativo debidamente articulado por el museo, se convertirá en un componente esencial del sistema educativo general de la sociedad. Las visitas deben ser programadas para atender a todos los grupos de interés, garantizando – algo que se ha tendido muy en cuenta desde hace unos años – la accesibilidad para los más pequeños.
Con la llegada del nuevo milenio, ya no podemos seguir ignorando el papel que pueden y deben desempeñar los peques en la sociedad, pues ellos también forman parte de nuestra humanidad colectiva y deben tener voz en los museos; es necesario desarrollar para ellos programas educativos y culturales especiales y permitirles participar en los debates ya que, si les diéramos la oportunidad de contribuir y expresar su opinión, dichos programas podrían mejorarse. Durante demasiado tiempo hemos ignorado a los niños; durante demasiado tiempo les hemos hecho «seguir» a los adultos en la mayoría de las actividades. Por sí mismos han de tener la oportunidad de hablar, y nosotros debemos escucharles en nuestros museos.
Tal vez una forma efectiva de garantizar que los intereses de los niños se tengan en cuenta en el museo, podría ser establecer un programa especial para ellos en los museos locales, que debería ser consensuado por el resto de los museos. A través de los programas educativos, se podría intentar introducir algo de «ruido»; un «ruido» que es real en nuestra sociedad y que podría generar algo de calidez y emoción en nuestros museos sin alma, por lo demás pálidos y apagados. La época y el tiempo del museo silencioso se han ido para no volver jamas, y es el momento de reflejar la manera en que la sociedad moderna enfoca las actividades en sus museos locales.
A medida que la educación se ha ido convirtiendo en un problema global – desde principios de siglo -, debe entenderse claramente que el museo es una verdadera institución en el proceso de aprendizaje que necesita integrarse completamente en el sistema educativo.
Por otro lado, para que un pueblo viva en paz y armonía, ha de existir unidad. Los museos promueven esta unidad en la sociedad, utilizando sus recursos para asegurar la comprensión y apreciación de los diversos grupos y culturas existentes. La paz es esencial para la felicidad y la alegría de las familias, la comunidad, la sociedad, la nación y del mundo en su totalidad. Los museos deben amortiguar con razón, respeto y mesura, los alaridos de los políticos de turno, «especie» que se ha vuelto cada vez más insoportable, si cabe. Nuestra paz, que se ve amenazada por una sociedad donde los individuos no entienden a sus vecinos, requiere de la resolución de conflictos y de la reconciliación como elementos esenciales para garantizar una unidad sostenible.
Los museos locales, mediante sus colecciones y contenidos logran promover una mejor comprensión del patrimonio colectivo de todos, fomentando el carácter común de aquellas cosas que unen a la nación y a sus gentes. Pueden, a través de sus programas y actividades, reconciliar los diversos intereses sociales por el bien colectivo; pueden, gracias a su posición única, llegar a la conciencia de las naciones y fomentar el diálogo, y pueden convertirse en puntos de reunión para que los países aseguren que la paz, el «no» al odio, sea algo prioritario.
Desde una perspectiva más amplia, los museos locales promueven la diplomacia cultural que generará un mayor entendimiento entre los pueblos y las naciones. Un programa de diplomacia cultural debidamente organizado permite aflorar lo mejor de cada país y fomentar un flujo libre de conocimiento y un intercambio saludable de materiales e ideas culturales. Esta forma de trabajar también creará sentido de orgullo y propósito entre la gente, quienes apreciarán mejor el hecho de que ellos también tienen algo que aportar en pro de la unidad y el entendimiento en las comunidades. A medida que nos adentramos en este siglo, los museos deben mostrar liderazgo en la promoción del patrimonio de la nación. Deben abordar los problemas actuales de la sociedad, ya sean los derivados del desempleo, el desarraigo, o la falta de aprecio de los ciudadanos por su participación en la preservación del patrimonio y los bienes culturales. Como instituciones, nunca deben temer expresarse a través de sus exposiciones y programas para el bien de la nación. Los museos pueden exhibir lo mejor de las culturas de sus países con la organización de festivales culturales bien diseñados que pueden atraer a una audiencia internacional.
Los museos modernos deben promover exposiciones que sean de actualidad y desafíen las mentes de sus visitantes; deben ampliar su alcance y no limitarse únicamente a los objetos y materiales en sus colecciones; deben ser proactivos en su enfoque activo, y es importante que expliquen claramente su visión y misión, que los guiará en todo lo que hagan.
En un mundo que se transforma cada día, los museos se han convertido en instituciones muy importantes que deben ser respetadas y valoradas. A medida que avanzamos, a los museos locales debemos pedirles que sean innovadores, autosuficientes y sostenibles, orientados a las personas – a todas, sin excepción -, que sean cómplices con su comunidad, que nos aporten programas de participación educativa, que sean sólidos profesionalmente con un personal bien capacitado y, sobre todo, amigables con los niños. De esta forma podrán desempeñar en el s XXI un papel muy importante en el desarrollo y evolución positiva de los países a los que pertenecen.
RECURSO PARA LA REDACCIÓN DE ESTE ARTÍCULO:
Emmanuel N. Arinze (1999): The Role of the Museum in Society. President, Commonwealth Association of Museums: Discurso en el Museo Nacional de Georgetown, Guyana, abril 1999.
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