Algunos estudios aseguran que los mensajes creados por los museos en sus exposiciones y programas de difusión de colecciones solo son comprendidos por aproximadamente la mitad de sus visitantes. ¿Podemos valorarlo como un éxito del museo? ¿Qué significa que solo el 50% de los visitantes comprendan los temas y mensajes básicos? ¿Qué pasa con el otro 50%? Si suponemos que todas las personas que visitan la exposición esperan recibir un mensaje y, por lo tanto, están receptivos para ello, pero solo el 50% – ó menos – lo recibe, diríamos que el nivel de logro es bastante bajo. Pero, ¿y si en realidad los visitantes deambulan por la exposición distraídos? Tal vez, razonamos, las personas que captaron el mensaje fueron las únicas que acudieron a la exposición o al programa en busca de ese tipo de experiencia o información. Quizás el otro 50% o el 35% o el 80% tenían necesidades igualmente legítimas y sin embargo no fueron consideradas por el museo y por ello no se cumplieron.
Podemos resumir en una posible razón este bajo índice de comprensión utilizando dos frases cortas: «Los visitantes hacen uso de los museos para sus propios fines y desde diferentes perspectivas. El museo puede influir en estos resultados pero no puede controlarlos». Cuando asumimos que los visitantes acuden a los museos como actividad de su tiempo libre, también debemos comprender que lo hacen con sus propios programas de visita y sentido del tiempo. Como usuarios de tiempo libre que son, las personas visitan el museo sin «objetivos de aprendizaje» claramente definidos. La mayoría de nosotros reconocemos que hay formas mejores, más rápidas, más cómodas y más eficientes de recopilar información objetiva. Con la compra de libros, revistas, periódicos y los medios digitales en expansión, ese modelo de educación se halla ampliamente disponible. Encontramos, en consecuencia, que la mayoría de los visitantes del museo adquieren poco conocimiento nuevo cuando visitan las exposiciones.
Existen exposiciones que tienen como objetivo cambiar las actitudes y alterar el comportamiento individual. Por algunas de las mismas razones que mitigan la adquisición de hechos, es poco probable que los visitantes modifiquen fundamentalmente su punto de vista sobre un tema tras visitar un museo. Si bien sabemos que la mayoría de las exposiciones son plataformas ineficaces para comunicar nueva información o cambiar las actitudes de sus visitantes, reconocemos que son herramientas poderosas para confirmar, reforzar y extender las creencias existentes. Las personas acuden a los museos con diferentes narrativas de entrada, y con diferentes perspectivas y enfoques de su experiencia. La narrativa de entrada, o línea de historia interna con la que ingresan los visitantes, se compone de tres elementos distintos:
- Un marco básico, es decir, la base fundamental en la que los individuos construyen la contemplación del mundo.
- Información sobre el tema dado, organizado de acuerdo con ese marco básico.
- Experiencias personales, sensaciones, emociones y recuerdos que verifican y respaldan esta comprensión. Este modelo sugiere que las exposiciones más satisfactorias para los visitantes son aquellas que resuenan con su narración de entrada y confirman y enriquecen su visión del mundo existente.
Algunos investigadores se han centrado en el contexto de esta experiencia en el sentido de «enriquecer puntos de vista existentes» (encontrar resonancia). Silverman (1993, 1995), por ejemplo, lo describe como «interpretación» o «creación de significado», de «aquello» encontrado en los estudios de historia. Desde este punto de vista, el visitante del museo se involucra en procesos activos, creativos, intelectuales y emocionales que incluyen recordar, imaginar o recurrir a los objetos como referencias, tomarlos como símbolos y utilizarlos para contar historias a otros. Cuando los visitantes son vistos como «creadores de significado», la función educativa del museo pasa de proporcionar una interpretación autorizada a facilitar las variadas actividades interpretativas a los visitantes, fomentando así el diálogo entre esos diferentes puntos de vista.
Pero, ¿Qué tipo de experiencias buscan tener los visitantes en los museos? A través de entrevistas en profundidad, encuestas de muestra y análisis de comentarios de visitantes, se ha podido crear una lista de trabajo sobre tipos de experiencias museísticas, que pueden dividirse a su vez en cuatro categorías fundamentales: experiencias sociales, experiencias objetivas, experiencias cognitivas y experiencias introspectivas.
- Experiencias sociales: algunos visitantes eligen la interacción con otra persona como su experiencia museística más satisfactoria.
- Experiencias objetivas: el foco vuelve a centrarse en algo que va más allá del visitante, en este caso, el objeto de la cultura material o la «cosa real».
- Experiencias cognitivas: las personas cuya experiencia se ve claramente motivada por la apreciación en la conceptualización general de la exposición, y tienden a describir las experiencias cognitivas como las más satisfactorias. Si bien los objetos son importantes para ellos, estos visitantes encuentran su principal satisfacción en los aspectos interpretativos o intelectuales de la experiencia. Ese segmento de la audiencia está más cerca de tipificar el patrón de comportamiento para «invitados» como el preferido por muchos educadores de museos.
- Experiencias introspectivas: son aquellas en las que el visitante reflexiona hacia los sentimientos y la experiencia que son esencialmente privados, generalmente desencadenados por un objeto o un escenario. Gurian (1995), por ejemplo, describe a los visitantes del Museo Conmemorativo del Holocausto de los Estados Unidos como si en su visita se hubieran preparado para «hacer un viaje de introspección personal».
Los visitantes prefieren ciertos tipos de experiencias museísticas a otras en un entorno particular, como resultado de su perfil personal y de experiencias en visitas pasadas. Algunos visitantes de museos de arte prefieren las experiencias pasivas (observar), otros las cognitivas, y otros las introspectivas o emocionales. Según algunos estudios, muy pocos visitantes a los museos de arte parecen preferir las experiencias sociales. Al igual que los individuos buscan tener una experiencia a su medida, los diferentes tipos de museos tienden a enfatizar un tipo de experiencia sobre las demás. Los museos de arte, por ejemplo, a menudo se diseñan como si las experiencias objetivas fueran su principal objetivo, es decir la exhibición del objeto, la obra; le conceden menos importancia a los elementos cognitivos, como los textos y otros sistemas de comunicación. Los museos de historia o los sitios de exhibición del patrimonio, por el contrario, normalmente se centran en las experiencias introspectivas, especialmente en la imaginación y la memoria. Los museos de los niños y niñas, por lo general, parecen preferir las experiencias sociales.
Por otro lado, y observando específicamente la experiencia del visitante al museo como un todo, una investigación llevada a cabo bajo los auspicios de la Fundación Bertelsmann, se basó en tres grupos de atributos en una visita: 1/ Experiencia de llegada y bienvenida ( horas, señalización, actitudes iniciales del personal); 2/ Orientación y servicio periférico en el museo ( guías de museos, servicios) y 3/ Comunicación personal (capacidad de respuesta de las interacciones). Nosotros estamos totalmente a favor de escuchar al público y respetar sus necesidades e intereses. Esto alienta a los museos a tratar a los visitantes como clientes, a respetar y proporcionar los tipos de experiencia que, según ellos, son más satisfactorios, y a garantizar un entorno en el que se faciliten dichas experiencias. Sabemos que los cambios hasta llegar a ver al visitante como un cliente son difíciles y lentos. Conforti (1995), señaló hace tiempo esta dificultad específica con respecto a los museos tradicionales:
«El cambio programático en los museos también está limitado por la realidad bastante simple de que estas instituciones son entidades sociales menos que perfectamente flexibles, restringidas por su propia historia y suposiciones programáticas pasadas. Los museos están conformados por las estructuras y narrativas, los valores estéticos y las perspectivas críticas de las historias artísticas pasadas, así como por los objetivos pedagógicos y políticos de las sociedades y los regímenes que ahora han evolucionado más. Y, en los museos, los valores y las suposiciones del pasado se han estructurado en mecanismos estabilizadores que en última instancia restringen el cambio». (p.340).
Entre los impedimentos para el cambio, las fuerzas que simultáneamente se estancan y constriñen, se incluyen los estatutos fundadores de los museos y las declaraciones de misión, las estructuras de gobierno y las profesionales, las colecciones permanentes y la arquitectura del museo. Creo que tenemos la responsabilidad de adaptarnos antes de que el cambio se imponga desde el exterior. La dirección que hay que seguir parece inevitable, pero no creemos que ésto deba valorarse negativamente. Los cambios también ofrecen la promesa de la renovación y revitalización. Cuanto más respetemos y entendamos las necesidades de un público diverso, más nos acercaremos a una respuesta a sus demandas, y lo haremos con la confianza de que es el camino correcto. Solo así podremos mejorar la experiencia del museo.
RECURSO:
Zahava D. Doering (1999): Visitor Experiences in Museums: Stragers, Guests or Clients? Artículo de la conferencia ofrecida por el autor en Managing the Arts: Performance, Financing, Service, Weimar, Germany, March 17-19, 1999. Institutional Studies Office, Smithsonian Institution.
Fotografía principal: Stock Snap
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2 comentarios en «Visitantes de Museos: ¿Marcianos, Invitados o Clientes?»