La empatía está ligada a la naturaleza de todos los mamíferos, sin excepción. La capacidad empática se muestra en algunas especies más que en otras, convirtiéndose en una función básica, neuroquímica en nuestro caso, para ayudarnos a generar relaciones sociales. La empatía fomenta los lazos sociales que nos unen, proporcionando el fundamento biológico para el cumplimiento de las normas sociales y la construcción de la confianza social. Por lo tanto, es particularmente inquietante que los investigadores de todo el mundo hayan detectado una progresiva disminución de esta capacidad humana, crucial en un momento en que necesitamos profundamente fomentar la comprensión entre todos. La buena noticia es que, de la misma manera que podemos rehabilitar las lesiones físicas, se pueden reciclar nuestras mentes para fortalecer las debilitadas habilidades empáticas humanas. Las fortalezas inherentes de los museos las posicionan como «motores de empatía», muy eficaces para entender al «otro» y para fortalecer así nuestros lazos sociales.
La empatía emocional es la capacidad para experimentar un eco sensible cuando otros sienten angustia o alegría. La empatía cognitiva hace referencia a nuestra capacidad para imaginar cómo alguien se puede sentir en un momento determinado. Ambos tipos son fundamentales para el bienestar individual y para una sociedad con un sano funcionamiento. Las personas que muestran empatía cognitiva son más propensas a comportarse de manera honesta, cortés, caritativa y útil a los demás, La empatía y la compasión son elementos cruciales para la felicidad humana. Entre los ingredientes de la receta humana del ser evolutivo, la empatía se encuentra dentro de una larga lista de elementos «humanos» comunes en otros animales, desde los roedores a los primates más avanzados. Pero, como ocurre con cualquier otra parte de nuestro cuerpo y mente, la capacidad para empatizar puede deteriorarse, pudiendo aparecer trastornos de comportamiento que van desde el narcisismo hasta la sociopatía. De hecho, existe una preocupante evidencia de un declive generalizado de la empatía. Un metanálisis que Konrath, et al. de la Universidad de Michigan ,cita a menudo, es el que se hizo en 2011, examinando datos de 72 estudios de empatía de más de 14.000 estudiantes universitarios estadounidenses desde 1979.
Dicha investigación reveló una disminución de un 48% en su capacidad de empatía durante las últimas cuatro décadas, con un descenso particularmente agudo en la empatía emocional – la llamada preocupación empática -. Otras investigaciones mostraron una disminución de la empatía entre los estudiantes de medicina a medida que avanzaban a través de su formación (lo que podría deberse en parte a algo de tipo funcional: los cirujanos informan que necesitan ser capaces de silenciar su respuesta empática con el fin de hacer bien su trabajo). La disminución general de la empatía pone a las sociedades en riesgo de un aumento de los actos de intolerancia y agresión, además de generar un bloqueo político. Es posible, incluso, que esa disminución de la empatía en el mundo esté relacionada con la actual «epidemia de soledad», con mentes acostumbradas al terror cotidiano que vemos en todos los telediarios. Las investigaciones indican que algunas personas solitarias tienen un bajo nivel de empatía, su capacidad para evaluar cómo son percibidos por otras personas. Convencidas de que están fallando en sus interacciones sociales, pueden llegar a aislarse más y, en algunos casos, desanimadas, presentar tendencias suicidas. El creciente déficit de empatía también se ha relacionado con una disminución de la confianza social y con un aumento de la discriminación, la intimidación y el terrorismo. Todo ésto es motivo de particular preocupación en un momento en que existe una ola mundial de migración forzada por la violencia, que deja a muchas personas desplazadas y que genera ambientes vulnerables a la xenofobia y a la discriminación.
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Muchos individuos se están retirando a vivir su vida en burbujas aisladas de los demás, alejados de los vecinos , de los compañeros de trabajo, comunicándose a través de las redes sociales y poco más. Es difícil cultivar la empatía hacia personas que no son como tú, con las que nunca interactúas físicamente. Incluso se vislumbra un consenso sobre posibles soluciones a este problema de aislamiento emocional, ya que investigadores empíricos, políticos responsables, filántropos y tecnólogos están trabajando duro para encontrar una solución que nos ayude a combatir el declive social. La realidad virtual, por poner un ejemplo sobre este tipo de posibles soluciones, resulta ser una verdadera «máquina de empatía» y ofrece la oportunidad de transportarse al equivalente digital de un otro yo, en otra persona. Planned Parenthood aprovecha este poder en su película de realidad virtual «Across the Line«, diseñada para generar empatía en la sociedad hacia las mujeres que han decidido abortar. El Laboratorio Virtual de Interacción Humana de Stanford está probando la capacidad de la realidad virtual para fomentar la empatía hacia los desamparados, en un nuevo estudio denominado «Empatía a Escala«. Durante las pruebas (algunas de las cuales tuvieron lugar en el Museo Tecnológico de Innovación de San José, Texas) se utilizó el Oculus Rift , con el fin de experimentar lo que sería ser desalojado, desahuciado, perder un trabajo o dormir en las calles durante la noche.
No está claro que se pueda amortiguar artificialmente el declive empático. Algunos creen que el aumento de la exposición a los videojuegos, los medios sociales y el tiempo que pasamos delante de la televisión, dañan, en general, nuestra capacidad para relacionarnos con otras personas cara a cara. Hay quien apunta que se están debilitando los lazos familiares, que existe un creciente número de personas que viven solas y que ha aumentado la tasa de divorcios. Otros hablan de un incremento de la violencia y de la intimidación, de las expectativas infladas del «éxito» como referencia social, y de un aumento general en el aislamiento social. Todos estos fenómenos podrían estar igualmente causados por una escasez de empatía. Un contribuyente significativo al, cada vez mayor, déficit de empatía podría ser nuestra creciente auto-segregación de personas que no son como nosotros.
La empatía juega un papel vital en la participación cívica y en el funcionamiento de la democracia. La capacidad o la incapacidad de los ciudadanos, así como la de los encargados de la formulación de políticas para «ponerse en la piel» de los demás, influye profundamente en cómo nosotros, como sociedad, abordamos males sociales como el desamparo, la pobreza, el desempleo y la desigualdad de ingresos. La empatía con los menos afortunados de nuestra sociedad tiende a acercarnos a las políticas razonables e igualitarias, creando y aplicando soluciones basadas en el valor humano y la dignidad. La empatía influye en cómo nos relacionamos con la naturaleza, con nuestro medio ambiente, con otras personas. «La conservación de la empatía» se está promoviendo, desde algunos círculos profesionales y de concienciación, como un enfoque para fomentar el comportamiento sostenible y el apoyo a las políticas que minimizan los impactos negativos de la actividad humana en el mundo natural.
En gran parte del mundo, el declive de la empatía puede sugerir la necesidad de ajustar las prioridades del sistema educativo. En las escuelas danesas, hablar de empatía es tan importante como enseñar matemáticas o literatura. Una hora semanal de «clase de empatía» forma parte regular del plan de estudios, e implica la resolución de problemas grupales, comer en grupo y compartir el cuidado de la higiene de la clase en una hora. Se ha demostrado que el programa Roots of Empathy, con sede en Canadá, aumenta el comportamiento cooperativo y reduce el acoso escolar. En los Estados Unidos, el National Endowment for the Arts está promoviendo el uso de prácticas de justicia restaurativa en las escuelas, proporcionando capacitación sobre empatía y habilidades de comunicación, disminuyendo paulatinamente el uso de la suspensión y la expulsión como herramientas intimidatorias. Tales prácticas pueden tener efectos a lo largo de toda la vida: hay una correlación directa entre las habilidades socio-emocionales en el jardín de los peques y los resultados en niños y niñas mayores, así como el efecto en adolescentes a través de su periodo de formación educativa, fase de empleo, la actividad criminal, el uso de sustancias y la salud mental.
Por otro lado, las guerras se están convirtiendo en una lucha incesante contra el terrorismo, más que en batallas relativamente directas entre los ejércitos. En un futuro marcado por conflictos dispersos, fomentar la empatía puede ser la clave no militar para romper el ciclo del extremismo y de violencia irracional. Y si, como muchos expertos han pronosticado, estamos entrando en una era en la que las máquinas pueden superar a los humanos, tanto en tareas físicas como cognitivas, el «trabajo social», basado en habilidades emocionales, podría convertirse en el último bastión del trabajo humano. En cualquier caso, viendo lo ocurrido en Barcelona y Ripoll con relación a la respuesta ciudadana hacia la barbarie, se enciende una llama para la esperanza al comprobar que la empatía sigue existiendo entre todos nosotros.
¿Qué significado tiene todo ésto para los museos?
A medida que los museos se esfuerzan por documentar los beneficios tangibles que aportan a la sociedad, surge la evidencia de que la narrativa inmersiva, la que tiene lugar en algunos museos, puede generar empatía. El análisis de datos de la Encuesta Social General muestra que el compromiso con las artes (incluidas las visitas a museos), es señal de que existe también un compromiso cívico, que aún permanecen la tolerancia y el altruismo. En 2013, los investigadores que estudiaron las visitas al recientemente inaugurado Museo Crystal Bridges de Arte Americano encontraron que, después de una sola visita, los estudiantes exhibían una mayor «empatía histórica» y mayores niveles de tolerancia. Y, como ocurre con las habilidades socio-emocionales en general, incluida la empatía, los museos influyen en los resultados a largo plazo en la educación y en la vida. Ellos tienen la oportunidad de demostrar que al cultivar la empatía se favorecen el éxito emocional, el educativo, e incluso el económico, dentro de sus comunidades.
La empatía es una poderosa herramienta para influenciar a los visitantes de los museos. La investigación realizada por Rebecca Herz en el Lower East Side Tenement Museum mostró que la empatía era la conexión más común entre los visitantes y sus exposiciones, dos veces mayor que las posibles conexiones con la historia familiar personal, y cuatro que las conexiones con eventos contemporáneos. Este hallazgo reforzó las investigaciones anteriores que había realizado el museo, demostrando que los sentimientos empáticos hacia los inmigrantes eran un hecho común entre sus visitantes.
Líderes de pensamiento como Michael Edson y Rob Stein han desafiado a los museos a que desarrollen visiones más audaces, por el impacto positivo que pueden llegar a tener en la sociedad. En lugar de contentarse con pequeñas cosas buenas, Stein sostiene que los museos necesitan identificar metas del tipo «quiero la luna» para su trabajo. Si la empatía es de hecho maleable, y la narración inmersiva puede inducir respuestas empáticas, cerrar el déficit de empatía pudiera ser «la luna» que los museos deberían ser capaces de tener. Stein, entonces subdirector del Museo de Arte de Dallas, preguntó: «¿Es la empatía el objetivo estrella para los museos?».
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Los museos podrían medir y valorar su capacidad para enseñar empatía y otras habilidades emocionales, además de analizar hechos y su razonamiento. Esta fuerza es particularmente importante en las comunidades que sufren de estrés y violencia, y entre grupos que incluyen a personas en posiciones de liderazgo: padres y madres, políticos, profesores o fuerzas y cuerpos de seguridad, para quienes la empatía es una habilidad crítica en su entorno particular. Sería interesante crear ambientes que fomentasen las conversaciones entre extraños y encuentros significativos entre personas de diferentes orígenes. Como el fundador del Museo de la Empatía, Roman Krznaric, ha observado, «las conversaciones con desconocidos son una de las mejores maneras de superar nuestros prejuicios y suposiciones sobre los demás».
RECURSO:
American Alliance of Museums (AAM) (2017): Trends Watch 2017. Propiedad de la American Alliance of Museums, e incluimos su URL: https://www.aam-us.org.
Fotografía principal: 500px – Rabbit Hoang