Museo como Experiencia Ritual

Museo como Experiencia Ritual

Podemos establecer cierto nivel de paralelismo entre la sensación que recibe el visitante cuando entra en una iglesia – salvando distancias – para asistir a una ceremonia religiosa, o cuando se sienta en la butaca de un cine deseando ver una película esperada,  con lo que comparativamente significa entrar en un museo, como experiencias rituales todas ellas, cada una en un estrato de la percepción individual diferente, pero no tan distinto. Reflexionemos sobre ello, trasladándonos perceptivamente a estas ideas, para adentrarnos en territorios de ámbito puramente cultural en sus liturgias.

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Podemos considerar que la visita a un museo tiene un carácter ritual en cuanto a lo relacionado, de una forma u otra, con el sentido del respeto al objeto, lo que nos impone una obra, la admiración que sentimos por la belleza que se muestra ante nosotros. La visita a un  museo tiene un carácter ritual,sin duda alguna, ya que supone observar objetos y contenidos, recorrer espacios y emprender acciones – si el museo las ha programado – en la «semi sagrada» institución del museo, regalándonos una experiencia que nos sitúa muy al margen de lo cotidiano.

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El museo requiere de nuestra presencia física para existir, para tener una razón de ser. El visitante se traslada hasta el espacio museográfico, ubicado siempre o casi siempre en un lugar emblemático, especial, diferente, apartado de lo ordinario, sumergiéndonos con respeto en su propuesta.

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De esta forma, el museo también pone al visitante en contacto con un sentido del tiempo diferente y ajeno al día a día, a lo cotidiano: el museo pertenece a un espacio sin tiempos, al margen del ritmo familiar, y contiene objetos expuestos en su interior que, una vez introducidos en sus vitrinas, se escapan a su función. El museo también nos puede llegar a poner en contacto con seres vivos que carecen de signos de vitales, aunque el visitante se empeñe imaginativamente en devolverles esa movilidad ya perdida para siempre. Hay museos que podrían considerarse auténticos  cementerios, mausoleos consagrados a los vestigios humanos y científicos de la Historia. El museo puede recordarnos la existencia de lo efímero de la vida, mostrando objetos»muertos», presentando una historia congelada sin frío, exponiendo utensilios y artefactos separados de su función práctica, personajes inertes de cera o fibra de vidrio, porespán, además de la ineludible taxidermia.

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Al ponernos en contacto con la idea de lo efímero de la vida, la experiencia en el museo se transforma en algo similar a una experiencia mística. En el museo podemos llegar a estar en contacto con lo sagrado, sin que se trate necesariamente de un museo consagrado a lo sacro, pero sí a lo trascendente, a lo especial.

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El museo es un espacio imaginario cuyo paradigma podría ser la paleontología, los grandes esqueletos de los dinosaurios, independientemente de que estemos pensando en un museo de arte, de historia o de ciencia. Hay quien considera un esqueleto de dinosaurio, un vestigio de un super-muerto (Malcom Arth), los restos de un animal y de una especie que ha desaparecido para siempre.

cena_hard_PLVMarithe & Francois Girbaud: Last supper

Podríamos recordar el valor ritual que tienen algunos objetos históricos, o la sacralización automática que sufre cualquier objeto común al ser colocado dentro de una vitrina o colgado en una pared, depositado sobre un pedestal al que le incide un foco luminoso, directa o indirectamente, en un espacio cuyas sombras devoran la luz. Toda esta parafernalia museográfica pretende potenciar esta visión mística del objeto, que en otro tipo de contexto más sencillo pasaría totalmente desapercibido.

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La acción constante del visitante cuando cruza el umbral de la puerta en un museo lo traslada a un tiempo diferente, cuyo objetivo es retener y alargar el tiempo humano hasta que vuelva a cruzar esa misma puerta, pero en dirección a la calle. Más evidente resulta la experiencia mística cuando se musealizan espacios sagrados para el imaginario colectivo; podemos poner muchos ejemplos, el más evidente sería la Capilla Sixtina, dentro del recorrido de los Museos Vaticanos.

06c801cd597371b3e4830b2d15f852d2Bauhaus.com

En estos casos, los objetos y las representaciones se convierten en talismanes para el visitante, los espacios se transforman en santuarios, y ambos son objeto de peregrinaciones multitudinarias, como las ordas que se hacen selfies con la Gioconda de fondo del Louvre. También las ambientaciones refuerzan esa idea de lo sagrado, con connotaciones rituales para los visitantes, pues entrar en contacto con la Historia tiene, en sí mismo, cierto carácter místico y facilita la experiencia evocadora.

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Por otra parte, y más aún hoy en día, el museo pretende seducir, atraer nuestra atención ofreciendo un espectáculo ritual contemporáneo, y lo hace con el uso de las nuevas tecnologías de emisión de contenidos al servicio del efecto sorpresa. El museo comienza así a ofrecer al visitante una trama argumental única, lineal, comprensible, exponiendo ideas que pueden llegar a reforzar mitos en nuestro subconsciente colectivo con el más absoluto rigor y fuerza, y con la precisión de una maquinaria que se va adaptando a las necesidades del paso del tiempo, de la evolución.

4ef9029376cd30d4c1a33ad8a99512a6Iglesia de Grundgvits, Hotelrmand

Los nuevos soportes de comunicación, como puede ser el actual espectáculo del cine (4D), son el reflejo de una identidad cultural que muchas veces entusiasma al espectador rozando el éxtasis, como un espejo multimedia que permite dialogar con sus fantasmas interiores (Silverman, 1988). El museo en cambio, obliga al visitante-espectador a apostar por su propia identidad cultural. Si bien el cine es cada vez más una referencia de transmisión de diversión sin exigencias culturales, o sí, el museo conserva la fuerza de su potencial ético y estético debido a la fuerza de seducción de su propia estructura de Museo.

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El Museo es un espacio cultural de alguna manera excéntrico, marginal en relación con las otra oferta de ocio cultural que tiene una mayor participación colectiva, como la televisión, internet o los video-games. Al igual que ocurre en el cine, los museos comparten la transmisión de conceptos dentro de la influencia de un aura de respeto y atención, algo que le otorga al museo, en concreto, un prestigio cultural que algunos museógrafos aprovechan-aprovechamos para adaptar el discurso museológico al ritmo de otras ofertas culturales menos ritualizadas, menos exigentes en el esfuerzo intelectual, pero también mucho más espectaculares y por tanto más apetecibles para las masas.

6238feac2ba28e794fe18de442ada006«The war on gays», Chris Hedges

Imagen principal y para redes sociales: Cité de l’architecture et du patrimoine

Referencia: ZAVALA, Lauro. «Antimanual del museólogo, hacia la museología de la vida cotidiana». Editora de la Universidad Autónoma Metropolitana, (México DF, 2012).

 

 

 

 

 

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