Museos y Mediación para Familias

Museos y Mediación para Familias

 

 

La mayoría de los museos locales se enfrentan a una situación paradójica: las visitas escolares tienen mucho éxito y reciben comentarios elogiosos, mientras que las visitas familiares de ocio parecen ser decepcionantes y dañan la imagen de los museos, especialmente a través de comentarios en línea como los que se pueden leer en Tripadvisor y en las redes sociales. La mayoría de los museos se han esforzado en adaptar su oferta a los estudiantes diseñando visitas guiadas o interactivas en colaboración con el profesorado, con el fin de cumplir sus objetivos curriculares. Por el contrario, recibir a las familias para actividades de ocio sigue siendo un reto para los museos locales, lo que plantea dos cuestiones. En primer lugar, debido a la falta de personal y recursos económicos, no es posible ofrecer una visita guiada a todas las familias que acuden al museo en busca de un paseo compartido. En segundo lugar, una familia que visita el museo por su cuenta, sin el beneficio de un guía o curador, requiere el diseño de rutas de visita interactivas innovadoras.

Hasta mediados de la década de 1990, la visita familiar a los museos se consideraba una práctica social determinada por el nivel educativo, y la transmisión cultural se producía principalmente dentro de los límites de la familia (Bourdieu y Darbel, 1966). En esta perspectiva, la visita al museo significaba distinción cultural, reservada a las clases altas y resultado de un habitus cultural estructurado por la posición social y el estilo de vida de una familia. Una tendencia de investigación más reciente es el desarrollo de perfiles y expectativas para varias audiencias de museos, lo que proporciona evidencia de que las visitas familiares a los museos están menos determinadas socialmente (Jonchery, 2010). Desde 2010, los análisis de la asistencia a los museos nacionales han revelado un aumento de las familias de las clases media y baja. Este fenómeno también se aplica a los museos locales, donde la mitad de todos los visitantes son de clase media y baja. Investigaciones recientes han explorado las reacciones de familias socialmente desfavorecidas cuando visitan museos: sus relatos de la experiencia sugieren sentimientos contrastantes de desorientación, diversión o construcción de significado (Archer y otros, 2016). La percepción del espacio de aprendizaje informal que ofrecen los museos muestra una disyunción entre el contexto cultural de las familias y la curaduría institucional normativa centrada principalmente en las prácticas y actitudes de la clase media: «Existe una desigualdad inherente dentro de los proyectos de inclusión social que buscan transformar a los grupos ‘no tradicionales’ para adaptarse a una oferta institucional sin cambios» (Archer y otros, 2016). Así, reforzar la participación y el compromiso de las familias en los museos implica replantear las mediaciones culturales para acoger y orientar mejor a los recién llegados a este espacio institucional, así como a las familias que no encajan en el perfil típico de visitante.

Por otro lado, las expectativas familiares superan la misión social de aquellos museos cuyo papel consiste en transmitir conocimientos establecidos. Los padres valoran la dimensión educativa informal de las visitas a museos y desean complacer a sus hijos mientras contribuyen a su crecimiento personal al exponer sus mentes a nuevas áreas de interés (Jonchery, 2015). Para ellos, una visita familiar al museo representa una oportunidad para sumergir a su hijo/hija en un mundo diferente, para que el niño/niña descubra facetas ocultas de su personalidad. Durante una visita familiar, el niño/a descubre no solo sus propios gustos sino también los de otros miembros de la familia: abuelos, padres, hermanos, primos, etc. En los museos, los padres están ansiosos por sumergir a su hijo/a en un contexto que les permita establecer una comunicación auténtica con él/ella. Por lo tanto, la visita familiar al museo puede verse como un dispositivo dialógico: una oportunidad para que padres e hijos/as usen sus respectivas habilidades para construir una percepción conjunta de una colección (Melvilletal, 2000). La mayoría de las familias buscan oportunidades para crear recuerdos compartidos que tengan el efecto de representar a la familia misma (Falk, 2012). «En otras palabras, la gente va a los museos para dar respuesta a su identidad, como el deseo de ser padre o cónyuge solidario» (Falk, 2012, 9). Desde la perspectiva de los padres, una visita al museo refuerza la apreciación de uno mismo como un padre “suficientemente bueno” (Winnicott, 1988), poniéndose así a disposición de su hijo al dedicarle tiempo y compartir descubrimientos y experiencias. Los padres se enfocan principalmente en construir la identidad de su hijo y crear las condiciones para su realización.

Más allá del innegable éxito de las visitas escolares, el personal de los museos ve generalmente la necesidad de ofrecer visitas interactivas para familias con niños de 8 a 12 años. La idea es ofrecer un nuevo recorrido de visita autónomo para las familias en vacaciones que genere comentarios positivos en las redes sociales. Para lograrlo, primero se debe realizar una observación naturalista de los visitantes individuales del museo. Para seguir un marco teórico razonable y consistente al diseñar una visita, los curadores necesitarán desarrollar el museo dentro de su entorno socio-institucional y económico único. Por ello, es necesario llevar a cabo una revisión de investigaciones previas sobre visitas familiares a museos.

Si bien algunos museos locales ofrecen diversas salidas culturales para el público escolar, pocos de ellos cumplen con las expectativas de las diversas audiencias familiares, como la oportunidad de disfrutar de experiencias sociales o de compartir e intercambiar; sus expectativas también tienen dimensiones hedonistas como la relajación, sorpresa, placer y ensoñación (Jonchery, 2015). Compartir es una de las formas principales de transformar una visita familiar a un museo en un momento compartido de relajación, convivencia y descubrimiento (Jonchery y Biraud, 2014). Parece que cada visita familiar al museo incluye tanto un elemento individual como comunitario: es un proceso dinámico e iterativo con elementos como el tiempo de calidad que pasan juntos o interacciones dialógicas inusuales que fortalecen los lazos familiares en el «aquí y ahora» (Cicero y Teichert, 2018; de La Ville y Badulescu, 2018). Sin embargo, necesitamos comprender mejor «cómo el compromiso familiar individual, relacional y colectivo contribuye a los resultados de su experiencia conjunta» (Melvin y otros, 2020). Al considerar la unidad familiar como un medio dinámico y complejo de intercambio de recursos individuales, relacionales y colectivos, podemos identificar siete formas en que las familias se involucran con el contenido de los museos: absorber, interactuar, compartir información, explicar, construir significado, competir y divertirse. Esta perspectiva destaca el papel que juegan los visitantes al utilizar sus propios conocimientos y recursos para transformar los recursos curatoriales expuestos en el espacio institucional en experiencias individuales y compartidas: «Es la combinación de prácticas centrales, de mejora y extraordinarias que da forma al conjunto de las experiencias de la familia de los visitantes» (Melvin y otros, 2020).

Aunque la investigación sobre las visitas de los niños a los museos ha ampliado su enfoque centrado en los niños a centrado en la familia, las ofertas de los museos para las familias rara vez incluyen actividades diseñadas para compartir entre los miembros de la familia (Barbieux, 2011; Leseur y Steffen, 2016), y cuando lo hacen, el objetivo se alcanza principalmente a través de la mediación de un curador. Empoderar a las familias para lograr una visita autónoma es un tema clave para los museos locales con recursos financieros y humanos limitados. Esto se relaciona con varias cuestiones relacionadas con la introducción de tecnologías digitales en la experiencia del museo, como la interacción, la adaptación, la personalización, la propiedad y la participación, que acompañan el diseño y el despliegue de herramientas de mediación cultural digital en línea y presencialmente. La figura del visitante del museo ha pasado de la de mero espectador a la de usuario (cliente), o incluso hiperactor, del sistema museístico (Andréacola, 2014). Las nuevas formas de mediación participativa ejemplifican la transformación de una museología del objeto, según la cual la colección patrimonial es suficiente para dar sentido y opera directamente como mediador cultural, a una museología del punto de vista (Davallon, 2011), en la que el visitante se sitúa en el centro de los dispositivos interactivos e inmersivos que nutren su experiencia museística. Este cambio de paradigma implica pasar de la base de envío (la exposición curatorial con su significado intrínseco) a la base de recepción (las diferentes audiencias, cuyas expectativas, aprehensiones y universo de representaciones deben analizarse en detalle). Este punto de vista arroja luz sobre el camino de aprendizaje experiencial que organiza las actividades de un niño en el museo para explorar, tocar, escuchar, observar, moverse, interactuar con la exposición y mediar dispositivos digitales (Moorhouse y otros, 2019).

La mediación cultural es una construcción narrativa compleja (Jeanneret, 2014), tanto lógica (ya que requiere condiciones materiales) como narrativa (pues la mediación no es una simple transmisión de conocimientos, sino que implica inventar y transformar objetos) y simbólica (pues la mediación no solo regula los procesos de construcción de sentido, sino que también fomenta las relaciones). Por lo tanto, se debe reconceptualizar la mediación familiar como una combinación de mediaciones curatoriales, parentales y digitales. También se puede elaborar un marco de diseño constructivista para una visita familiar interactiva que incluya el uso de aplicaciones móviles interconectadas dirigidas al conjunto padre/hijo.

Las tecnologías digitales pueden ser una oportunidad para afrontar los dos retos que plantea la visita al museo de ocio familiar. La necesidad de introducir la mediación tecnológica en el espacio museístico es también consecuencia del cambiante contexto económico en el que los museos desarrollan sus actividades. La disminución gradual de la financiación por parte de gobiernos y fundaciones ha empujado a los museos locales a atraer nuevos públicos para generar flujos de ingresos adicionales. En este contexto, el diseño de una visita familiar autónoma se basa en distintas elecciones destinadas a proporcionar una experiencia conjunta en la que los protagonistas, padres e hijos, en un contexto de ocio, deben ser percibidos como diferentes a los cánones de las visitas académicas a museos a los que la mayoría de los niños están acostumbrados (Renard y otros, 2018).

Sin embargo, algunas cuestiones digitales son específicas de la visita familiar al museo. Dado que la capacidad de atención de un niño es limitada, el apoyo de los padres es crucial para ayudar a su hijo a disfrutar plenamente de una visita cuya duración debe adecuarse a la edad del niño. Sin embargo, los padres no siempre son expertos o aficionados ilustrados con respecto al tema del museo. Por lo tanto, los servicios digitales de los museos deberían facilitar la mediación de los padres, por ejemplo, brindando información sobre los objetivos de conservación y los mensajes clave que puedan ser de interés para los niños. El andamiaje de los padres en el proceso de aprendizaje experiencial del niño visitante es clave para una experiencia gratificante tanto para los padres como para el niño. El andamiaje tiene una función triple: apoya no solo la relación niño/adulto, sino también el dominio de los dispositivos digitales y el descubrimiento del entorno del museo por parte del niño (André y otros, 2017).

La mediación tecnológica expresa las elecciones de interactividad realizadas previamente en el campo de la mediación en museos (narración de historias, revelación de significados ocultos), al mismo tiempo que tiene en cuenta las prácticas habituales de los niños en los medios para guiar las actividades de juego entre padres e hijos (Rennick-Egglestone y otros, 2016). En algunas situaciones, la mejor mediación tecnológica no es sofisticada: un simple bolígrafo y un cuaderno equiparán al niño para recoger pistas y realizar una exploración del museo, mientras que en situaciones que involucran a preadolescentes, por ejemplo, se necesita la mediación digital para integrar su experiencia en el uso de múltiples pantallas que pueden llevarlos a ser críticos con la forma de interactividad que se ofrece en la visita familiar. De hecho, mostrar interactividad digital dentro de las instalaciones del museo también podría reforzar la influencia de los niños sobre las actividades familiares a través de sus tácticas preferidas: regañar para que los padres se sientan culpables, negociar para obtener ciertos artículos y molestar sin motivo específico (Cicero y Teichert, 2018).

 


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Recursos:

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Fotografía: IPinimg

Consultas: info@evemuseos.com

 

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