El ritmo vertiginoso que experimenta el desarrollo de las tecnologías digitales de comunicación e información está transformando no solo la comunicación sino también las relaciones sociales en todos los entornos y contextos afectados por dichas tecnologías. La publicidad, los medios de comunicación en general, el discurso político, la educación «formal», el comercio, las relaciones públicas, por nombrar algunas, son instituciones directa y profundamente afectadas por las nuevas tecnologías. Y el museo no se escapa, ya que está totalmente relacionado con estos cambios; incluso mucho más que otras instituciones. En la medida en que el museo tiene, al menos, dos jefes (en la mayoría de los casos), el estado y «el público en general», se ve limitado por la economía y constreñido por un público fragmentado, inestable y exigente ; cuenta con menos libertad de movimiento y mayor necesidad de acción que muchas otras instituciones.
Nosotros creemos que el hecho social está por encima de lo tecnológico por varias razones. Si basamos la comunicación en la emisión de significados de relevancia para el público, asumimos que dicho significado se justifica en la acción social de comunicación. Desde esa perspectiva, los medios, las tecnologías de interacción como herramienta, no son realmente el factor principal sino simples canales, y como tales hay que valorarlos (no creemos que el medio sea el mensaje en el caso del museo). El aspecto social está, actualmente, muy relacionado con la tecnología, pero muchas, o la mayoría, de las exposiciones apoyadas con tecnologías digitales no podrían emplearse de la forma en que lo están haciendo de no ser capaces de generar significado en su interacción social. Sin ese significado, la instalación tecnológica no se hace realmente necesaria, se vuelve irrelevante. Debemos tener en cuenta en qué medida los medios digitales han sido una parte integral de los cambios en el modo de comunicar. A pesar de todo, esa redefinición de las nuevas formas de comunicación se mantiene como un hecho o acción social, a pesar del ruido. Las posibilidades contemporáneas del uso de la tecnología para dar sentido a las cosas, y su reconocimiento como herramienta útil en el acto de mejorar la comunicación social, no han sido causales. La explotación de los nuevos medios de poder comunicacional no ha parado, teniendo en cuenta las indiscutibles «ventajas» de las TIC contemporáneas en la difusión de contenidos.
A partir de esa premisa, podríamos poner encima de la mesa la Teoría de la Semiótica Social (Multimodal), donde el término «multimodal» es, en un sentido real, redundante, dado que la semiótica se refiere a los signos utilizados de todas las maneras posibles, convirtiéndose en recursos socialmente generados para la representación (Hodge y Kress, 1988; Kress y Van Leeuwen, 2001; Kress, 2010). Sin embargo, lo «social», en «semiótica social», no sería redundante. Este enfoque es aplicado a las nuevas tecnologías de la comunicación, pero desmarcándose de aquellos otros sistemas de signos convencionales con los que «cohabitan», como son los recursos analógicos (cartelas, por ejemplo). Lo que deberemos tener siempre muy en cuenta en la nueva creación de signos para apoyar significados, es su selección adecuada para la expresión/realización de ese significado que queremos generar. La relación entre la forma y el significado en los signos está motivada por el interés del creador, quien ha de elegir el medio y el modo apropiados para comunicar dicho significado, a fin de que se ajuste a la realidad que se muestra al público, sin ruidos.
Aplicando estas ideas a la construcción de significados, y utilizando los medios que están a nuestro alcance, observamos la relación del museo y el visitante a través de las prácticas y los efectos de la representación. El concepto de la «comunicación como práctica social» nos abre otro campo de posibilidades. Para poder establecer la mejor orientación – con vistas a generar significados ajustados y universales -, deberemos estudiar los medios de información y comunicación, las tecnologías de y para la comunicación y focalizarnos en su combinación, a fin de mediar en la generación de contenidos. Las nuevas tecnologías y sus procesos deben sostener la representación en la comunicación. Pero, por otro lado, es posible hablar de comunicación sin hacer referencia a las tecnologías como medio; al igual que lo es hablar sobre tecnologías de comunicación (TICs) sin ninguna mención al significado que debemos generar. Para fines de investigación y para el diseño de una exposición en un museo, digamos que existe la necesidad de estudiar tecnología (medio) y comunicación (significado) de forma independiente. Creemos que hay que hacerlo así ya que esa separación es la mejor manera de tener una visión clara del significado que queremos comunicar y de cómo lograrlo, sin ser deslumbrados e influenciados por la presencia de la tecnología.
En términos de la relación visitante/ museos, este concepto del aislamiento entre el uso del medio y la creación de significado plantea una exigencia creativa para los curadores, entre otros profesionales de los museos. Una vez que los procesos de representación e interpretación se ponen en marcha, es probable que los visitantes produzcan sus propias interpretaciones / representaciones de forma similar a cómo lo han hecho los humanos durante siglos: unos tenderán a ser abstractos, otros a ser figurativos, todos sensibles en la forma en que los significados son socialmente interpretados y moldeados en entornos culturales y prácticas sociales. Sin embargo, cuando los entornos culturales son complejos (museos de arte contemporáneo, por ejemplo) se producen algunos de esos significados en combinación con las tecnologías disponibles como herramientas para generar procesos de comunicación (obra-visitante). El hecho está teniendo una evolución tan rápida que se vuelven incontrolables, y muy difíciles de programar racionalmente.
Para resumir este punto: nuestro enfoque no está puesto en las TIC con sus capacidades y limitaciones. El objetivo es la forma (transformadora) de crear significados, ya sean los que intenta generar el curador o los propios visitantes de forma espontánea. Insistimos en que el enfoque en la representación es esencial para obtener una imagen clara y nítida en todos los aspectos de la comunicación, usando las tecnologías de representación, las de difusión y las de producción de una manera racional, y sabiendo de antemano cuál es el objetivo de dicha comunicación. Además, como ya mencionamos anteriormente, es muy importante que no nos obsesionemos con el uso de las nuevas tecnologías, pues corremos el peligro de que se pierdan las constantes humanas sociales esenciales en el acto de visitar un museo. Por esa razón, refiriéndonos al caso del museo y su misión social, y para que tengan éxito todos estos factores de cara al público, deben entenderse en su totalidad e interacción de la mejor manera posible.
Queremos centrarnos en los beneficios, más o menos estables, de la comunicación en los museos, como sitios para generar significado y comunicación; y también en la exposición en cuanto a espacio diseñado organizado, resultado de procesos de investigación. De este modo obtenemos una visión clara de la reconfiguración constante de las buenas relaciones del museo como «institución» y de sus visitantes como «representantes» de un público específico, a menudo fragmentado y cada vez más diverso.
La pregunta que nos formulamos es siempre la misma: ¿cómo podemos comunicarnos con efectividad? Esta cuestión debe estar constantemente presente en el proceso de diseño de las exposiciones. Planteamos, incluso, nuevas versiones de la pregunta anterior: «¿de qué forma el cambio digital (nuestra visión de) transforma la comunicación?» ¿Cambia la tecnología el modo en la que los visitantes afrontan la comunicación?». Debemos contestar sin ignorar las constantes y premisas de la comunicación convencional, la de toda la vida. Los procesos de interacción en los que los visitantes de los museos están cada vez más involucrados; es algo que hemos de tener muy en cuenta, ya que esas acciones producen significados sobre los entornos que hemos diseñado. Nuestra contribución como diseñadores de exposiciones tiene como objetivo definir la forma de mejorar la comunicación entre contenidos y público, usando una tecnología específica y aplicando la innovación a la acción comunicativa; pero todo ello en un marco mucho más amplio.
El diseño de la exposición es, en realidad, una articulación de significados, donde la noción de comprensión está condicionada por la sencillez o complejidad de los diversos discursos que el museo emite al público. Ha de ser, además, el resultado de mecanizar discursos universales y accesibles. El trabajo del curador(a) debería incluir la organización textual de sus elecciones y selecciones en dicho discurso, de forma accesible y universal. Finalmente, esta forma de crear discursos se convertirá en el indicador para el compromiso, o no, de los visitantes con el museo, estableciendo el terreno desde el cual las selecciones serán realizadas por ellos en función de su interés.
Resumiendo, el actual diseño de las exposiciones siempre utiliza tecnologías, tanto las «nuevas» tecnologías digitales como otras más antiguas. Son parte de la gama de recursos que los curadores seleccionan y emplean para crear una exposición, de acuerdo con sus objetivos. Debemos tener siempre en cuenta que la interpretación de la exposición pertenece al visitante, la hace para sí mismo y está mediada por su propio interés. La tecnología ofrece grandes posibilidades para generar diferentes tipos de representación de significados y crear un tipo de comunicación acorde con los tiempos que corren. Proporciona herramientas adicionales para que los curadores y los visitantes investiguen sus propios intereses, originando, en ambos casos, significados de una manera «tangible». Sin embargo, permanece la preocupación por el diseño en la creación del significado adecuado, incluso a partir del beneficio potencial originado por el uso de las nuevas tecnologías que llegan al gran público.
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Recurso:
Diamantopoulou, S., Insulander, E., Kress, G. y Lindstrand, F. (2012): Making meaning in an exhibition: Technologies, agency and (re)design. The Transformative Museum. Editado por la Universidad de Roskilde (Dinamarca).
Foto principal: In Order To Control – */
Consultas: info@evemuseos.com