La inteligencia artificial o «IA» es ya una poderosa herramienta que se utiliza con frecuencia (algunas veces sin darnos cuenta), pero ¿cómo pueden los museos aprovecharla?
La inteligencia artificial (IA) no es precisamente nueva. Aunque se desarrolló plenamente por primera vez en la década de 1950, la idea se remonta al siglo IV a.C. cuando Aristóteles ideó la lógica silogística, el primer sistema formal de razonamiento deductivo. Se define como «el estudio y diseño de agentes (o asistentes) inteligentes» – un agente inteligente es un sistema que percibe su entorno y toma acciones que maximizan sus posibilidades de éxito -. La investigación utiliza herramientas y conocimientos de muchos campos, como la informática, la psicología, la lingüística, la probabilidad y la lógica.
Si has hablado con Siri o Alexa, has usado la IA. Si encontraste tu nuevo documental favorito en Netflix o esquivaste el tráfico utilizando Google Maps, también te habrás beneficiado de la IA. La verdad es que está por todas partes y tiene muchas aplicaciones. La tecnología nos permite obtener respuestas más rápidamente, cometer menos errores y, a veces, curiosamente, comprender mejor a nuestros semejantes. Sus diferentes usos han ido creciendo, y la industria museística ha tomado nota de todos ellos.
La inteligencia artificial se convirtió en tema de discusión en los museos durante algún tiempo. En MuseumNext (2018 en Londres), Sara Boutall, del servicio de análisis de big data Dexibit declaraba:
La IA se ha estado filtrando en nuestras vidas, a menudo sin que nos demos cuenta, a diario, usándola para realizar tareas absolutamente fundamentales.
Sara tiene razón. Los servicios que usamos cotidianamente para escuchar nuestra música favorita, comprar productos en línea o encontrar una dirección, utilizan todos IA para su desempeño. Pero, dado que muchos de nosotros no entendemos necesariamente cómo funciona, no le prestamos demasiada atención. En su presentación de MuseumNext, Boutall emplea la analogía de hornear un pastel para ayudarnos a comprender mejor la tecnología de inteligencia artificial. En el pasado, programar ordenadores implicaba dar instrucciones precisas para determinar sus acciones, de la misma manera que los ingredientes y las instrucciones se incluyen en la receta de tu tarta favorita.
Pero con la IA, en lugar de decirle qué hacer, le damos mil ideas diferentes sobre cómo se vería una tarta deliciosa, y luego comienza a aprender a hornearla. Esto ejecutará iteraciones de miles y millones… a diario. Es ese tipo de escala lo que hace que la IA sea tan increíblemente poderosa.
Cuando se trata de museos, la IA se puede incorporar en todo el espectro, desde la experiencia del visitante hasta «entre bastidores»; la tecnología se presenta de muchas formas.
En 2016, el Musee du quai Branly de París acogió a Berenson, el crítico de arte robótico que deambulaba en silencio por los pasillos con un bombín, un abrigo y una bufanda. Berenson fue creado por el antropólogo Denis Vidal y el ingeniero en robótica Philippe Gaussier, usando inteligencia artificial para registrar las reacciones de las personas ante las obras de arte y, a su vez, desarrollar sus propias preferencias. La pregunta que se les hizo a los inventores de Berenson fue: ¿podría el robot desarrollar un gusto estético al interactuar con los visitantes del museo? Lo hizo. El robot funciona así: a través de una cámara situada en su ojo, registra las reacciones de los visitantes; posteriormente, esas grabaciones se comparten con una computadora localizada en otra parte del museo. Los círculos verdes representan las reacciones positivas y los rojos las negativas. Estos colores determinan si Berenson sonreirá o fruncirá el ceño ante la obra de arte.
En el museo, el aprendizaje lo controla primero un conjunto de visitantes a quienes se les pide que muestren a Berenson el objeto que les guste más en nuestra área experimental, pero también un objeto que no les gustó (o les pareció menos interesante), explica Vidal en una entrevista con Vice’s Creators.
En total, Berenson ha «aprendido» de 10 a 20 estatuas. Cada punto de vista local se asocia – gracias a un mecanismo de condicionamiento clásico – a un valor positivo, negativo o neutro.
Al igual que los humanos, los robots de los museos han ido evolucionando, pero a un ritmo exponencialmente más rápido. Dos años después apareció otro modelo, en 2018; el mundo conoció entonces a Pepper, un robot humanoide desarrollado por el Smithsonian de los Estados Unidos. Seis de estos robots ocupan tres museos del Smithsonian con sede en Washington (el Museo Nacional de Arte Africano, el Museo Nacional de Historia y Cultura Afroamericana, el Museo y Jardín de Esculturas Hirshhorn y el Castillo Smithsonian) cuyo propósito es responder a las preguntas de los visitantes y narrar historias usando voz, gestos y una pantalla táctil interactiva.
A los visitantes les encanta interactuar con Pepper y, según el New York Times, los bots posan, incluso, para selfies. El Smithsonian planea introducir el en futuro más Peppers en otras ubicaciones de museos.
Gracias a las películas y la televisión, muchos de nosotros identificamos la inteligencia artificial con robots casi humanos (como Pepper o Berenson). Sin embargo, el público puede interactuar con la IA y beneficiarse de ella de muchas otras maneras. Los sitios web, los chatbots y las herramientas de análisis desempeñan un papel en la optimización de la experiencia del visitante. Algunas de estas herramientas son capaces, incluso, de mejorar el acceso que el público tiene al museo en un primer momento. Por ejemplo, utilizando IA para predecir la cantidad de personas que no se presentaron y que adquirieron entradas por adelantado en un museo que opera a su máxima capacidad, éste puede aumentar la capacidad real y liberar más entradas por adelantado, eliminando esa pérdida de visitantes.
La accesibilidad es también un área importante que los museos tratan de abordar de forma innovadora. Un ejemplo de cómo la IA influye en ello es el chatbot IRIS+ del Museo del Mañana en Río de Janeiro. En la inauguración, en 2017, se presentó a IRIS como un asistente digital del museo. Cada visitante utiliza una tarjeta con chip para personalizar su experiencia en todo el museo a lo largo de diferentes exposiciones. Actualmente, IRIS+ emplea IA para gestionar los datos recopilados de esas interacciones, conversar con la audiencia y conectarla con iniciativas sociales y ambientales focalizadas en mejorar el futuro.
El uso emocionante de la inteligencia artificial implica la participación del público, y se puede lograr tanto dentro como fuera de los muros del museo. En 2016, la Tate se asoció con Microsoft para otorgar su premio IK a creativos digitales capaces de usar una forma de IA para permitir que el público explore, investigue o comprenda la colección de arte británico de Tate de nuevas maneras.
El ganador resultó ser Recognition, un juego que combina obras de arte y fotoperiodismo actualizado. El programa escaneó 30.000 obras de arte digitalizadas para crear los pares. Comparó una foto de Reuters de dos mujeres maquillándose con una pintura de 1660 de composición similar. Ambas imágenes mostraban a las dos mujeres sentadas con colores similares contra cortinas rojas. Las mejores coincidencias se exhibieron en una galería en línea de búsqueda acompañada de explicaciones de por qué el programa hacía la coincidencia, y una exposición correspondiente permitió a los visitantes comparar las coincidencias de la máquina con las suyas.
Un caso parecido se volvió viral cuando la aplicación Arts & Culture de Google lanzó su actualización similar a un retrato Art Selfie en los EE. UU. Se pedía a los usuarios de la aplicación que se tomaran un selfie; con la ayuda del reconocimiento facial, la aplicación era capaz de buscar miles de obras de arte para encontrar el tema coincidente más cercano.
La función logró despegar rápidamente, y los usuarios compartieron sus comparaciones en paralelo en las redes sociales. Debido a que Google Arts & Culture se había asociado con museos famosos de todo el mundo, se produjo una mayor exposición global, y podría haber aumentado el patrocinio a medida que los visitantes viajaban en busca de sus doppelgängers de arte.
Los ejemplos llamativos de IA atraen la atención cuando interactúan con el público, pero la tecnología puede resultar aún más útil dentro de las operaciones del museo. Los sitios web, los chatbots y las herramientas de análisis son solo algunos de los sistemas que dependen de la IA para tomar decisiones y mejorar los museos, tanto para los visitantes como para el personal.
Angie Judge, directora ejecutiva de Dexibit, señala algunos ejemplos de IA que se utilizan actualmente en los museos, desde el pronóstico de visitas hasta la comprensión de las colecciones, gracias al uso de la visión artificial que ayuda a reconocer, clasificar o modelar imágenes. Algunas aplicaciones aún se encuentran en fases experimentales, pero otras, como la previsión de visitantes, están en funcionamiento en algunos contextos comerciales.
Notablemente, el mundo todavía está en la fase de «entrenar al niño pequeño» cuando se trata de IA, ayudándolo a lidiar con situaciones de la vida real a medida que surgen, dice Judge. Y, definitivamente siempre se usa en un contexto de decisión híbrido humano-máquina, donde las personas reales todavía están muy involucradas en contextualizar los resultados de la IA y, en última instancia, tomar decisiones.
Estas aplicaciones no son solo hazañas de innovación e ingeniería, sino que hacen que los sistemas se vuelvan más eficientes y pueden ahorrar tiempo y dinero a los museos. Chris Michaels, director digital de la National Gallery de Londres, ha trabajado en proyectos experimentales tanto para los visitantes como para las colecciones de los museos.
Las principales aplicaciones de la IA estarán bajo la capa de las operaciones del museo, dice Michaels. En la forma en que medimos y pronosticamos el comportamiento de los visitantes, en la manera en que funcionan los sistemas de seguridad y en la forma en que se gestionan la energía y otros recursos. (La inteligencia artificial) debe permitir la realización de ahorros de costes en la gestión de nuestros edificios. Esas son, a menudo, la mayor fuente individual de costos operativos en los museos, y las eficiencias impulsadas por la IA podrían transformarse en modelos comerciales bajo presión.
Un ejemplo de las capacidades de ahorro de tiempo de AI es el análisis de sentimientos, que se puede utilizar para estudiar e interpretar los comentarios del público. En este caso, la tecnología del lenguaje natural permite comprender volúmenes de comentarios de visitantes de forma libre sobre satisfacción, emociones, temas o palabras clave. Judge señala que revisar esos comentarios a mano requeriría mucho más trabajo y suposiciones.
Los modelos de aprendizaje automático entrenados sobre datos históricos pueden captar todo tipo de detalles minuciosos que no son obvios para el ojo humano, para hacer rápidamente predicciones granulares y precisas que llevarían meses de análisis manual. Tener este tipo de conocimiento fácilmente disponible y democratizado para museos de todos los tamaños y profesionales de museos de muchas disciplinas significa que es más probable que sus decisiones estén basadas en conocimientos en lugar de conjeturas.
Todos los días se idean nuevas aplicaciones con la esperanza de hacernos la vida más agradable y fácil de entender. El artículo del New York Times antes mencionado recoge declaraciones de Elizabeth Merritt, directora del Centro para el Futuro de los Museos de la Alianza Estadounidense de Museos, quien señala una posible aplicación de IA en la que los visitantes podrían eventualmente interactuar con figuras históricas en museos de historia usando chatbots. Imagina tener una charla con tu pintor favorito, cientos de años mayor que tú.
Las posibilidades parecen infinitas para el papel de la inteligencia artificial en los museos, pero también es necesario ser cauto a medida que la tecnología evoluciona y se abordan cuestiones de privacidad, prejuicios y conciencia general.
(La inteligencia artificial) es riesgo y oportunidad, dice Michaels. La pregunta crítica sobre cualquier tecnología importante, y las empresas que las crean, es cómo las adaptamos al propósito público de nuestras instituciones y cómo conservamos su valor en la esfera pública. Podemos beneficiarnos mucho de la IA, pero al hacerlo debemos asegurarnos de que conocemos las responsabilidades éticas a las que nos enfrentamos, los derechos de nuestras audiencias que deben defenderse y cómo creamos valor socioeconómico para nosotros y nuestros socios del sector privado sobre lo que hacemos.
A medida que la IA se introduce en nuestro día a día – así como en las aplicaciones de la industria que pasan de etapas experimentales a uso para los visitantes y el personal -, la pregunta sigue siendo: ¿seguirán los museos avanzando hacia esta frontera digital?
Al igual que con la era de Internet, y posteriormente la revolución digital, la IA creará rápidamente un mundo de ricos y pobres, afirma Judge. Y espero que el sector de los museos se encuentre en el lado correcto de esa ecuación.
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Recurso:
Lauren Styx (2021): Artificial Intelligence and the Future of Museums. MuseumNext.
Fotografía: DeviantArt
Este material es extraordinario por abordar aspectos de la tecnología
en el arte, sobre todo los museos