Los museos reúnen un conjunto de disciplinas, narrativas y técnicas para las exposiciones (dioramas y otras contextualizaciones museográficas) que constituyen «complejos expositivos». Estos complejos ordenan y organizan simultáneamente objetos, tecnologías de representación y narrativas expositivas particulares de cara a los visitantes y, al mismo tiempo, construyen realidades sociales (Bennet, 1995, 59); articulan, además, el conocimiento (y el poder) de maneras particulares y señalan el papel fundamental del museo como medio de comunicación universal con relación a la formación del estado moderno (ibid, 79). El «complejo expositivo» representa las expectativas de los profesionales del museo en cuanto al aprendizaje y al uso de los «sentidos para comprender un contenido expositivo» (Fors, 2013, 273).
El creciente reconocimiento e interés por cómo las características del diseño de exposiciones influyen en la atención del visitante ha dado lugar a un campo multidisciplinario denominado «estudios de visitantes», lo que contribuye a una mejor comprensión de la experiencia, de comportamientos, intereses, actitudes y motivaciones del público de los museos, así como de las estrategias de mejores prácticas sobre cómo atraer, educar y servir a los visitantes (Bitgood y Shettle, 1996). Bennet argumenta que «es a través del movimiento, los actos corporales, el caminar y el tacto cuando los visitantes del museo crean significado» (1995, 37). Las últimas investigaciones demuestran cómo éstos construyen activamente el sentido y la importancia de los objetos y artefactos a través de su interacción con las exposiciones del museo (por ejemplo, Heath y otros, 2002).
Según Hooper-Greenhill (2007, 374), «una de las afirmaciones más rotundas hechas por los educadores de museos es la del valor del aprendizaje a través de los sentidos» y la necesidad de crear múltiples caminos incorporados al conocimiento y enfoques conectados al mismo. Los museos buscan mejorar la participación de los visitantes creando exposiciones multisensoriales y multimodales dinámicas – que van más allá de los modelos basados en el lenguaje – y generando otras maneras de ver y experimentar los objetos. Esto ha servido para desarrollar nuevas normas culturales, «competencias» y relaciones con el conocimiento en el museo (Rees-Leahy, 2012). Extender y enfatizar nuevamente la interacción relacionada con el visitante utilizando estas propuestas, ha suscitado nuevas expectativas en los visitantes a la hora de crear activamente sus propias experiencias de aprendizaje dentro del museo (Fors, 2014). Este replanteamiento como creador activo de significado, combinado con una renovada atención a las técnicas sensoriales y multimodales de visualización, y sumado al potencial de las tecnologías digitales, ha llevado a una reevaluación contemporánea de la función del tacto en el museo.
El tacto en el museo contemporáneo se sitúa dentro de una larga y significativa historia de encuentros táctiles en estas instituciones (Grosvenor y Macnab, 2013). En relación a las visitas a los museos de los niños con discapacidad visual a principios del siglo XX, rastreamos el desarrollo de ideas sobre «ver a través del tacto» desde libros y mapas en relieve, o máquinas de impresión Braille, hasta experimentos táctiles y sesiones de manipulación. Los historiadores sensoriales (Classen, 2005, 2017; Candlin, 2010) trazaron la importancia del tacto para los visitantes del museo en el siglo XVII, así como su lugar en el museo actual, donde el tacto ha recibido una nueva atención en cuanto a que es un sentido importante para relacionarse con las colecciones y otros contenidos museológicos (p. Chatterjee 2013; Pye, 2008; Howes y Classen, 2013). Está más allá del alcance de este texto proporcionar una narrativa histórica completa sobre el lugar del tacto en el museo (que lo haremos algún día), sin embargo, la reflexión de hoy sustenta que las exposiciones y programas multisensoriales contemporáneos para visitantes con discapacidades visuales y auditivas (por ejemplo, recorridos táctiles y auditivos) son un elemento importante en la reevaluación del tacto para todos los visitantes modernos.
Candlin (2008, 288) señala el compromiso afectivo imaginativo del público a la hora de tocar para «animar el pasado, el objeto y, por implicación, al propio visitante». La manipulación de objetos en el museo está asociada a una serie de beneficios sociales y de aprendizaje, a un compromiso y placer táctil estético, y a una mayor retención y recuerdo de información y comprensión a través de la adquisición táctil del conocimiento (Levent y Pascual-Leone, 2014). Pero también debemos mencionar que existe poca investigación sobre el uso del tacto por parte de los visitantes familiares en sus experiencias de aprendizaje.
Por otro lado, se han llevado a cabo investigaciones que cuestionan la utilización de pantallas táctiles. Algunos especialistas vienen a decirnos que recurrir a objetos táctiles del patrimonio cultural es una estrategia utilizada por los museos como requisito previo muy valioso, que sirve para recordar y compartir historias y conocimientos. Mediante una exploración de encuentros táctiles se detectan formas para que las familias desarrollen narrativas y creen activamente significados para elaborar sus experiencias de aprendizaje a través del tacto. Los hallazgos en este tipo de investigaciones son significativos para los profesionales de los museos, particularmente porque pocos estudios han prestado atención a las experiencias táctiles multimodales de los visitantes en familia o en grupo. Disponemos de tres conceptos clave que pueden ofrecernos información muy útil sobre cómo afrontar el diseño y aplicación de exposiciones táctiles a la hora de crear experiencias de aprendizaje familiar.
- Compromiso: poder tocar objetos tiene el potencial de aumentar la atención de los visitantes y sus acompañantes (tiempo de permanencia, conversación y tipos de interacción) y el placer táctil estético. Tocar objetos inspira y genera diálogo familiar, estimula a los niños y niñas a plantear preguntas, a describir texturas, a hacer comparaciones y a recordar historias; y a los adultos a nombrar, clasificar y ubicar objetos en su propio conocimiento o el proporcionado por el museo en forma de comunicación puntual.
- Creación narrativa: las familias pueden utilizar las experiencias táctiles como base para crear narrativas en torno a sus propios intereses, conocimientos y experiencias, específicamente aquellas narrativas que vinculen la experiencia actual de los visitantes con las propias narrativas del museo. El tacto puede abrir espacios para que el visitante rehaga o transforme esas narrativas (Binter, 2014). Este potencial ofrece rutas a través de las cuales el museo puede alentar y aprovechar la imaginación de un público capaz de generar narrativas personalizadas que pueden hacer que el aprendizaje sea más relevante, sobre todo para familias y grupos.
- Encarnación: una gran cantidad de investigaciones destacan el papel del cuerpo en la base del aprendizaje (Piaget, 1972; Vygostsky, 1978) como catalizador potencial (Cook, Mitchell y Goldin-Meadow, 2008). Los diálogos táctiles personales que permite este sentido, junto con la sensación de intimidad que ello provoca, pueden ayudar a las visitantes a recordar los objetos y sus experiencias en el museo (por ejemplo, Ward, 2014). Más allá del compromiso «racional» con los objetos táctiles (tamaño, medidas, etc.), y como base de la creación narrativa, también pueden hacer uso del tacto para generar conexiones interpersonales con los objetos.
Esta conexión sensitivo-motora, de características muy específicas, respalda la incorporación de propuestas creativas, donde la acción y las experiencias táctiles pueden determinar la base para la abstracción y el potencial de comunicación posterior (Cook, Mitchell y Goldin-Meadow, 2008). Así como las experiencias táctiles proporcionan diferentes tipos de conocimiento sobre un objeto, las acciones implícitas en la experiencia táctil pueden cimentar formas de comunicación gestuales abstractas. Se ha demostrado que los gestos ilustran la comprensión de los fenómenos por parte de los niños y niñas (Sauter et al., 2012), pudiendo extender la comunicación verbal a través de medios de representación, lo que proporciona importantes niveles de acción para transmitir diferentes aspectos de una idea o concepto. Para los más pequeños y sus familias, las experiencias basadas en el tacto ofrecen, por tanto, modos importantes de interacción para el aprendizaje.
Todas estas propuestas metodológicas sobre la interacción del público del museo buscan demostrar la trascendencia de un enfoque analítico multimodal de la interacción en tiempo real del visitante, reflexionando sobre la conexión entre los intereses y acciones de éste y los del museo. Observamos que «tocar» en el museo es una práctica moldeada culturalmente. Los diferentes tipos de interacción táctil proporcionan distintas rutas hacia diversos conocimientos. Igual que «saber mirar en el museo» implica detectar cómo y dónde pararse, cómo de rápido caminar, o qué decir y qué no decir» (Rees-Leahy, 2012, 5), el tacto necesita ser aplicado de forma profesional para poder ofrecer su verdadero potencial como herramienta de asimilación del conocimiento.
Recursos:
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Bitgood, Stephen y Harris H. Shettel (1996): An Overview of Visitor Studies, The Journal of Museum Education, 21(3):pags. 6–10.
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Vygotsky, L.S. (1978): Mind and Society. Harvard University Press: Cambridge, EE.UU.
Fotografía: For sky hands pose.
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