Lo cierto es que el concepto de cultura científica ha alcanzado la mayoría de edad en los últimos años y ha sido ampliamente discutido por académicos, investigadores y gestores, en áreas que van desde la educación científica hasta la comunicación, involucrando a profesionales relacionados con el capital científico en el contexto social [p. Ej.Feuer, Towne y Shavelson, 2002; Godin y Gingras, 2000; Paisley, 1998; Schiele, 1994]. La noción de cultura científica, que a veces se superpone con los campos de comprensión pública de la ciencia y la alfabetización científica, también se expande hacia el desarrollo de espacios no formales, como los museos y centros de ciencia y tecnología, e incluso afecta a la relación que existe entre las ciencias y las artes, temas de interés cada vez mayor para todos.
Existen diversas propuestas para «medir» la cultura científica, utilizando indicadores que pueden llegar a variar sustancialmente entre autores y regiones [Godin y Gingras, 2000]. Sin embargo, a pesar de la falta de definición común, existe la necesidad de comprender que la cultura científica es un objetivo buscado. Está claro que debe promover la alfabetización científica y, a su vez, apoyar una mejor calidad de vida. ¿Cómo podríamos, entonces, definir la cultura científica? ¿Incluimos el conocimiento científico que surgió en los siglos XVII y XVIII, y que nos condujo a la revolución industrial? ¿Qué sucede con la apropiación del pensamiento científico por parte de la población en general? ¿Y con el papel de la ciencia en el crecimiento económico, social y en el bienestar? ¿Las empresas aplican la cultura científica cuando apuestan por la innovación y la creatividad? ¿Cómo se relaciona la cultura científica con las nociones de comprensión pública de la ciencia y la alfabetización científica? Con estas preguntas en mente, podríamos discutir los fundamentos y definiciones del concepto.
Algunos de los grandes expertos en la materia aceptan de inmediato el reto de contestar a estas y otras cuestiones:
- ¿Qué es la cultura científica?
- ¿Cómo contribuye la relación incestuosa ciencia-arte al desarrollo de la cultura científica?
- ¿Qué políticas públicas e institucionales han tenido éxito – o no – en términos de cultura científica para la sociedad?
- ¿Cuál es el papel de la educación formal y no formal en el desarrollo de la cultura científica?
Conceptos como campos de batalla, inmersión científica, el comunicador como traidor (“comunicatore traditore”) y tendencias de la SciComm, han sido puestos encima de la mesa de discusión numerosas veces. La cuestión estriba en saber cómo expresar, en toda su dimensión, lo que se pretende definir. Massimiano Bucchi (Universidad de Trento, Italia) introdujo el concepto innovador de «Cultura de la ciencia en la sociedad». La educación científica es otro de los principales temas que surgen en la búsqueda de las raíces de la cultura científica. Mientras John Falk y Lynn Dierking (Oregon State University, Estados Unidos) anunciaban la educación para la libre elección como uno de los pilares para adquirir dicha cultura, Helen Jones (Science Museum, Reino Unido) y Sebastian Lipina (CEMIC-CONICET, Argentina) nos muestran las prácticas con algunos museos de ciencia que son ejemplo de que las decisiones institucionales pueden conducir a experiencias significativas para los visitantes. Además, se debe promover el pensamiento crítico y la narrativa científica como cómplices necesarios para lograr el concepto – ahora más comprensible – de lo que es en realidad la cultura científica.
Entonces, ¿definimos «cultura científica» de una vez por todas? Lo cierto es que no resulta tan sencillo. Aunque no disponemos de una definición totalmente cerrada y redonda, podemos estar de acuerdo en que se trata de un concepto multifacético que involucra a una amplia gama de actores, desde científicos y educadores hasta industrias culturales, como museos, teatros y escritores. Por otro lado, el concepto representa un esfuerzo de por vida, por lo que existe una demanda de compromiso a largo plazo con el público, con la obvia necesidad de concentrarse a lo largo del tiempo. Sabemos que la cultura científica surge de una panoplia de disciplinas y requiere políticas públicas para alcanzar sus objetivos, es decir, todos nosotros, pero eso ciertamente exigirá una nueva reflexión. La discusión queda, pues, abierta.
Recursos bibliográficos:
Díaz Costanzo, G. y Golombek, D. A. (2020): The quest for scientific culture. ICOM 19 (01), R01.
Feuer, M. J., Towne, L. y Shavelson, R. J. (2002): Scientific culture and educational research. Educational Researcher 31 (8), pp. 4–14.
Godin, B. y Gingras, Y. (2000): What is scientific and technological culture and how is it measured? A multidimensional model. Public Understanding of Science 9 (1), pp.
Paisley, W. J. (1998). ‘Scientific literacy and the competition for public attention and understanding’. Science Communication 20 (1), pp. 70–80.
Schiele, B., ed. (1994): When science becomes culture. Sainte-Foy, Quebec, Canadá: Editions MultiMondes.
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Un comentario en «En Busca de la Cultura Científica»