Las opiniones sobre la misión del Museo se dividen condicionalmente en dos campos: el de los conservadores y el de los reformadores de museos. Los conservadores argumentan un cierto «carácter sagrado de la misión del Museo, su arraigo en la esfera de los valores más altos». Bajo el enfoque «sacro», el área principal de las actividades del museo corresponde a aquella en la que un objeto se convierte en monumento. Desde este punto de vista, el valor cultural del objeto cobra especial importancia, y el trabajo a realizar con los visitantes se reduce a familiarizarles con los supremos valores almacenados en los museos. Según los conservadores, las colecciones del museo deben mantenerse bajo la propiedad estatal, con un estado obligado a proporcionar apoyo total a los museos.
Los reformadores constituyeron el centro de atención en la década de los 90, y fueron bastante críticos con los conservadores. Sus puntos de vista se hallaban estrechamente relacionados con las tendencias en el desarrollo del museo a partir del impacto de la globalización. Estaban convencidos de que el patrocinio estatal sobre los museos debía encontrarse fuera, con una preservación del patrimonio basada en el principio de su uso activo. En opinión de los modernizadores, «las tecnologías basadas en la asociación, orientadas a proyectos en red se convertirán en el método más eficiente para la recaudación de fondos, y de la formulación de estrategias de desarrollo a largo plazo para las actividades del museo». La idea general de este enfoque está orientada a reajustar las actividades del museo desde el ámbito interno (recopilación e investigación) hacia el externo (individual y social). De esta manera, la prioridad sobre la comunicación y el modelo educativo se reemplaza gradualmente por un modelo de información y comunicación.
Según A. M. Kulemzin, «la misión principal del museo no es solo realizar funciones específicas, sino que es más extensa e incluye, entre otras cosas, moldear la mentalidad de la amplia población». La misma idea es compartida por S. I. Sotnikova, quien considera que «el museo es un instrumento para dar forma a los conceptos básicos de la mentalidad de una persona». T. Y. Yureneva sostiene que el museo contemporáneo “debe desempeñar un papel principal en la percepción humana, desde su ambiente natural y social y en todas sus manifestaciones». Museólogos como T. G. Shumnaya y A. S. Balakirev están convencidos de que el museo contemporáneo «intenta saltar a la esfera de la producción cultural actual». Sus actividades van dirigidas a dar respuesta a las necesidades culturales específicas de los visitantes, que, a su vez, son un reflejo de su identidad religiosa y étnica, de las características socio-profesionales, de la edad, etcétera. «El museo es una formación social única destinada a servir de lugar de reunión e interacción intercultural productiva, de información e intercambio de valores entre diferentes comunidades étnicas, grupos, generaciones, profesionales, específicas de la edad, territoriales y otras subculturas».
La transformación de la misión del museo está determinada por los desafíos de los tiempos modernos, como la globalización, un proceso complejo y de múltiples componentes que se basa en la revolución de la información. Tiene una influencia decisiva en todos los ámbitos de la vida social y de la actividad humana: política, economía, cultura, idioma, educación, espiritualidad y desarrollo moral, relaciones interétnicas e interconfesionales. La globalización supone un poderoso factor de transformación espacio-temporal para la vida humana moderna. Las fronteras geográficas y estatales se difuminan cada vez más; se intensifican los vínculos transcontinentales y la comunicación intercultural. En otras palabras, el individuo se ve cada vez más influenciado por acciones y eventos que no acontecen suficientemente lejos de su entorno social inmediato. Se cataliza la transición de la sociedad tradicional a la civilización virtual tecnológica mediante el proceso de globalización, provocando una transformación en el ser humano.
Hoy en día, la comprensión de la misión y del objetivo general del museo se actualiza, además, por el contexto de la globalización, así como por el establecimiento de una sociedad de la información que se caracteriza por la segregación y el aislamiento, la soledad en «la aldea global»o las comunicaciones a través de canales de comunicación personales- que no personalizados (correo electrónico, teléfonos móviles, etcétera)-. Las personas han perdido sus raíces y tan solo permanecen restos de sus contactos culturales y fragmentos de identidad. El ser moderno se centra en el consumo de la «comida rápida» espiritual. Un nuevo paradigma de transmodernismo ha llegado como respuesta a estos procesos, y viene determinado por la necesidad humana emergente de encuentro, de un mayor deseo de impresiones, sentimientos y experiencias, para llenar ese vacío emocional generado por el mundo posmoderno. De acuerdo con R. Jonsen, la realidad transmoderna está llena de narraciones que constituyen una fuente natural para el desarrollo de los museos. A su vez, la historia se basa en la realidad y la experiencia humana. Por su parte, el científico sugiere que, en la sociedad del futuro, la información será transferida con la ayuda de imágenes, historias, mitos y leyendas, y no mediante letras y dígitos adoptados por el mundo de la información actual. Imágenes y sonidos pasarán a ser el nuevo lenguaje común. Serán prioritarios un sentido de permanencia y continuidad, y la gente «comprará emociones», historias y nuevas experiencias que habrán de ser de alta calidad, integridad y creatividad estimulante. La creatividad debería ser la base de los contactos intelectuales y emocionales de los visitantes de los nuevos museos. Al tratarse de un espacio que une lo intemporal y lo individual, el pasado y el presente, el museo lo integra todo y hace que ese pasado sea real.
El proceso de globalización nivela las diferencias culturales, borra las características nacionales y, en consecuencia, conduce a la erosión de la identidad. Se opone a la «glocalización», entendida como la adaptación de elementos de la cultura moderna a las condiciones de enclave local de diferentes países, tradiciones del lugar y pueblos diversos. La heterogeneidad de las formas regionales de actividad humana se convierte en norma. Esto puede servir de base para mantener y revivir la cultura material y espiritual de una nación o grupo étnico, para asimilar y desarrollar las tradiciones culturales locales, y para preservar las civilizaciones locales. El museo puede y debe constituir el punto focal de estas tendencias.
En nuestra opinión, la “glocalización” en el desarrollo del museo durante las últimas décadas se demostró vívidamente mediante la creación de museos especializados y dedicados a un solo tema o área de actividad humana, o a algún fenómeno natural o social. Se trata de una tendencia que se observa tanto en metrópolis como en pequeños pueblos o áreas rurales. En las grandes ciudades, este tipo de museos puede verse como una forma de resistencia ante la unificación y el poder de los estereotipos que acarrea la globalización. La evidente confrontación refleja la intención de preservar el museo como un espacio de colecciones genuinas que guardan la memoria del pasado. En pueblos y asentamientos pequeños, la creación de espacios dedicados a eventos pasados que acontecieron en esos territorios, o a personas que dejaron una huella en la historia de la región, enfatiza su significado cultural y singularidad, lo que determina la misión del museo regional o local. Cabe señalar que la idea de crear estos museos se atribuye a personas ambiciosas que a menudo consideran el proyecto como un logro personal y comercial. Esto ha dado lugar a la aparición de un grupo bastante grande de museos privados -que aumenta diariamente con un crecimiento intensivo- que se registra como tendencia global. Los museos dedicados a productos culinarios (dulces, queso, ron, chocolate, café…) son siempre populares entre el público. Probablemente se deba a que el objeto adquiere entonces un estatus especial: se vuelve realmente accesible para todo el público. Puede contemplarse en la exposición o ser comprado sin más, y permite a cada visitante convertirse en un experto que evalúa el objeto a su gusto.
La tendencia mundial en el siglo XX pasó a ser la comprensión científica del patrimonio, hecho que permitió clasificar los monumentos en grupos y en sitios conmemorativos. En la segunda mitad del siglo XX, la gama de sitios del patrimonio, bajo la dirección de la UNESCO, se expandió gradualmente, incorporándose una evidencia material diversa -y a diferentes escalas- de las actividades humanas y del medio ambiente. Hoy en día, el concepto de patrimonio va ligado a objetos, artefactos y elementos naturales, sin limitaciones en el tiempo y en el espacio, independientemente de si fueron recopilados y conservados intencionalmente para las generaciones futuras o si se heredaron de los antepasados. En el umbral del siglo XXI, la idea de preservar el patrimonio se ha convertido en un imperativo social. Se han realizado verdaderos esfuerzos para conseguir que el patrimonio pertenezca a la sociedad y para que ésta se comprometa a preservarlo. Puede observarse, además, una revisión de actitudes hacia el patrimonio natural y cultural, que se transforma de una manera más visible en el valor básico de la civilización moderna. Es el patrimonio el que juega un papel crucial en el desarrollo social y cultural sostenible de la humanidad. A fines del siglo XX, aparte de coleccionar, almacenar, investigar y exhibir, los museos comenzaron a introducir la «acción». La idea de la “nueva museología”, que ofrecía innovadores propósitos de museificación, cambió de manera decisiva el concepto anterior del museo, e inició una rápida integración con el medio ambiente; «conquistó» nuevos territorios y cubrió más lugares en espacios abiertos (conjuntos arquitectónicos, complejos naturales, minas, almacenes, canteras, instalaciones industriales, etcétera). La aparición y el desarrollo de los ecomuseos presenta a sus visitantes una conjunción de las características geográficas y culturales de toda una región, convirtiéndose en un tipo universal de museo que ha proliferado en diferentes países.
El cambio de actitudes hacia el patrimonio y el museo explica la razón de los debates en la comunidad museológica internacional. El análisis de las condiciones socioculturales sugiere que «hoy se produce un cambio en el ‘paradigma del museo’: las transformaciones del sistema del museo son tan significativas e irreversibles que deberíamos hablar del nacimiento de una nueva comprensión del museo, la formación de un concepto fundamentalmente nuevo de la evocación de la musealidad, en lugar de ciertos cambios en el museo». Este aspecto ha sido tratado de cerca por OS Sapanzha, quien indica la transformación de la «forma cultural del museo», como tal.
En 2001, el Consejo Internacional de Museos (ICOM) adoptó su decisión sobre la concesión del estatus de museo a una gama más amplia de instituciones:
- Monumentos naturales, arqueológicos y etnográficos, sitios y monumentos historicos y sitios de naturaleza museística que adquieren, conservan y comunican pruebas materiales de las personas y su entorno.
- Instituciones que mantienen colecciones y exhiben especímenes vivos de plantas y animales, como jardines botánicos y zoológicos, acuarios y viveros.
- Centros de ciencia y planetarios.
- Galerías de arte sin ánimo de lucro; institutos de conservación y galerías de exposiciones mantenidas permanentemente por bibliotecas y centros de archivo.
- Reservas naturales.
- Organizaciones de museos, ministerios, departamentos o agencias públicas internacionales / nacionales / regionales / locales responsables de los museos según la definición dada en este artículo.
- Instituciones u organizaciones sin ánimo de lucro que realizan actividades de conservación, investigación, educación, capacitación, documentación y otras relacionadas con museos y museología.
- Centros culturales y otras entidades que facilitan la conservación, continuación y gestión de recursos de patrimonio tangibles o intangibles (patrimonio vivo y actividad creativa digital).
Otras entidades, como el consejo ejecutivo de la misma institución, después de solicitar el asesoramiento del comité asesor, determinan qué instituciones cuentan con algunas o todas las características de un museo, además de apoyar a museos y personal profesional a través de la investigación museológica, la educación o la formación. La definición de «museo» por eliminación, implica el riesgo de una posible pérdida de importancia fenomenológica de esta institución sociocultural. Las reflexiones sobre el futuro del museo han dado origen al concepto de «post-museo», que se asemeja a la idea de los «museos de barrio» de los Estados Unidos o a la de los «museos comunitarios» de América Latina. Los museólogos rusos utilizan este término para referirse a una institución que, además de reinterpretarse, se ha comprometido a compartir autoridad con la comunidad a la que sirve.
Se puede afirmar, con certeza, que el determinismo de la misión del museo como institución debe reflejar factores objetivos, ampliando tanto la comprensión del fenómeno del museo como el alcance de su influencia potencial en el individuo y en la sociedad, como un todo. El contexto sociocultural caracterizado por la globalización, la informatización y la continua evolución de la sociedad condiciona la respuesta del museo a los problemas emergentes, lo que implica la necesidad de una reflexión teórica y la revisión de sus prácticas socioculturales. La ampliación de la documentación del museo, provocada por la inclusión del patrimonio cultural y natural- tangible e intangible- en el ámbito de la museificación, conduce a una comprensión más amplia del mismo como forma cultural, planteando cambios en las características de una museología que surgió de instituciones pasadas. La transformación del significado y el propósito del museo también se asocia con cambios en las demandas y expectativas de la sociedad individual, lo que determina el modo de interacción con ella. La misión del museo contemporáneo se rige por el hecho de que se ha convertido en un agente social activo capaz de implementar los objetivos de la política cultural.
Por otro lado, esa misión refleja las oportunidades cambiantes para interpretar el patrimonio cultural, para actualizar el pasado y para incorporarlo a la vida contemporánea, abordando los objetivos de la acción práctica. Al responder a los desafíos globales modernos y a las necesidades del visitante, el museo formula su misión basándose en las colecciones y en la tecnología, haciendo de su visita una experiencia emocionante y, por lo tanto, inolvidable. No podemos estar más de acuerdo con el museólogo estadounidense J. C. Dana, quien afirmó que «la única y obvia tarea del museo es regalar felicidad, sabiduría y bienestar a todos los miembros de la sociedad». Esta idea, que aún no ha perdido relevancia, debe ser la columna vertebral de la misión del museo contemporáneo, independientemente de su tamaño, perfil y ubicación. Los museos tienen suficiente capacidad, influencia y recursos humanos para desempeñar un papel de liderazgo en la renovación del mundo. Actualmente, los profesionales del museo cuentan con todas las oportunidades para canalizar sus talentos y habilidades hacia el autoanálisis y la evaluación crítica, en una corriente de actividad vigorosa y vertiginosa. La historia nos ha demostrado que los cambios sociales no se producen en tiempos de estabilidad económica, sino de crisis, dificultades e incertidumbres, que es lo que se está dando en nuestros días. Así pues, la comunidad del museo se enfrenta hoy a la tarea de crear nuevos contenidos y formatos de interacción social para adaptarse a la nueva era, ya que los estereotipos antiguos han dejado de ser efectivos.
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