En el artículo de hoy, reflexionaremos sobre la consideración y la importancia que tienen los objetos expuestos en nuestros museos. Para ello, nos centraremos en el carácter y significación de los mismos, definiendo cuáles son realmente sus valores inherentes, aquello que pretendemos preservar cuando tenemos la misión de construir una colección que ha de ser expuesta al público. Primero, hablaremos del conjunto de estos valores para intentar razonar el hecho de que la elección de los objetos a exponer no trata tanto del cómo, sino de qué preservar de todo el conjunto. Por otro lado, cuando la digitalización se ha convertido en una poderosa herramienta al servicio de los museos, resulta relevante pensar en la importancia de los objetos originales por encima de los contextos virtuales tan de moda hoy en día.
Sabemos que los museos asumen normalmente dos responsabilidades: la primera es elegir y adquirir los objetos que fundamentarán sus colecciones; la segunda sería ordenarlos museológicamente, con la implicación de los curadores, creando así valores inherentes en los objetos destinados a la exposición. Estos valores no son absolutos, sino que varían de acuerdo con las circunstancias y criterios curatoriales, pudiendo generar desacuerdo con aquellos que buscan explicaciones exactas en este proceso. Además de la consideración que podamos otorgar a esos criterios, es muy importante pensar que un mismo objeto puede adquirir diferentes significados dependiendo del contexto de la exposición. El hecho de conceder valores a los objetos y apegarnos a ellos, en un espacio y tiempo determinados, es un rasgo ancestral del ser humano. La idea de otorgar un carácter emocional y narrativo a los objetos sigue estando hoy también muy viva en los museos, sobre todo, desde el punto de vista museográfico. Pero, ¿qué tipo de valores y capacidades reales y concretas pueden tener los objetos una vez que son expuestos?
La comprensión intuitiva.
Creemos que es una capacidad necesaria que deben tener los objetos expuestos. Por ejemplo, cuando tenemos que explicar qué edad tienen los fósiles -pretendiendo poner de manifiesto el valor del tiempo con respecto a ese tipo de objeto en concreto-, si lo que buscamos es que nuestros visitantes puedan asimilar ese concepto temporal con claridad y concedan el valor al objeto en todas sus dimensiones, se hace necesario que el público entienda, antes que nada, qué es el transcurso del tiempo, e incluso que lo experimente a partir de la exposición del objeto, y eso es lo que los museos necesitan mostrar.
Pongamos al lado de nuestros fósiles un reloj de arena correspondiente a una hora – digamos que nuestro reloj contiene cinco millones de granos de arena -. Si explicamos que cada grano es el equivalente a un año, el público verá caer una cantidad de arena equivalente a 18.000 años, consiguiendo que el concepto, a veces abstracto, se vuelva inmediatamente comprensible para todos. Esta capacidad instantánea o auto-explicativa es un aspecto importante de los objetos de nuestros museos, convirtiendo este proceso en su cualidad más preciada.
La autenticidad.
Como un valor de los objetos en el museo, podríamos decir que el sentido de la autenticidad es la sensación que experimentamos cuando percibimos estar cerca de la Historia, y esa sensación debe ser capaz de generarse a partir de la exposición de dichos objetos.
La identidad.
Es la capacidad de los objetos en la exposición de comunicar la esencia histórica de su existencia. La identidad limita con la legitimidad en los objetos museísticos cuando se presentan como prueba de un patrimonio legítimo. Esto puede ser relevante para las naciones que buscan consolidar una identidad histórica a partir de sus museos.
El valor estético.
Es uno de los valores más importantes de los objetos, mencionado por el famoso historiador de arte italiano Cesare Brandi, que habla de la diferencia entre el valor estético y el funcional. El valor estético es quizás el más evidente y apreciado, por estar relacionado con la creación artística, y se manifiesta tanto en la artesanía como en la apreciación plástica de toda clase de artefactos.
El valor monetario es una característica con la que debemos tener especial cuidado, ya que puede resultar tentador exagerarlo en detrimento de otros valores, poniendo de manifiesto apreciaciones más intrínsecas pero menos rentables. Puede, incluso, llegar a ser motivo de desaparición de otros aspectos fundamentales de las artes y la artesanía a lo largo de los siglos. Sin embargo, como resulta fácil entender este valor, a veces se emplea como argumento para explicar la importancia de preservar y proteger determinados objetos.
El lugar.
Es otro aspecto que puede resultar definitivo en determinados museos y que no está tan relacionado con los objetos, aún así lo mencionaremos. El valor de la localización de las exposiciones puede determinar una razón para viajar, haciéndonos disfrutar más del contexto urbano o de un paisaje natural relacionado con el museo, por encima del valor de las exposiciones en sí. El componente de la localización, más que el de las exposiciones (interiores y exteriores), se hace evidente en algunos museos, sobre todo en aquellos relacionados con el efecto Guggenheim, generando un valor añadido al crear un impacto especial en el público, fundamentado por el lugar que ocupan en un espacio físico singular, por su propia morfología arquitectónica, o por ambos.
La evidencia.
Es otro aspecto importante de los objetos expuestos e implica el acto de preservar elementos históricos para comprender la razón de su existencia. El polvo y la suciedad se ven normalmente como impurezas que deben eliminarse, a menudo, por razones estéticas. Hoy, sin embargo, muchos objetos de museo pueden analizarse científicamente y mostrar que todo puede ser valorado como una nueva fuente extraordinaria de conocimiento. El hecho de no perturbar innecesariamente las huellas que, por lo general, se encuentran en los objetos – como ocurre en los libros antiguos -, es fundamental.
La función.
Es otro aspecto importante y juega un papel fundamental en la forma en que observamos los objetos. Los museos industriales y tecnológicos a menudo otorgan un nivel más profundo de comprensión si los objetos funcionan. Si un visitante se pregunta sobre la cantidad de agua necesaria para hacer funcionar un molino de harina, cuando, finalmente, tiene la oportunidad de verlo en acción, se genera una compresión inmediata del proceso. Este tipo de experiencias nos regalan un acercamiento más profundo al valor de los objetos en un contexto funcional. También es cierto que el arte a menudo aporta información sobre cómo se veían algunos elementos ya inexistentes. Su desaparición nos obliga a generar reconstrucciones para demostrar funciones de artefactos que hoy ya no existen.
Para finalizar, planteamos una nueva cuestión: ¿qué y cómo debemos conservar para poder comunicar de una manera clara el significado de los objetos a los visitantes del museo? Creemos que es evidente que no se puede hacer una selección a partir de un solo valor asignado a aquellos objetos que deben ser preservados, sino que son muchos a tener en cuenta, y que estos aspectos pueden variar de acuerdo con las circunstancias y los diferentes contextos. Sin embargo, si nos viéramos obligados a elegir uno sobre los demás, seguramente elegiríamos la capacidad evocadora de los objetos, aquella que desata ideas en nuestras mentes y que puede llegar a acariciar nuestras almas; esta podría ser la razón fundamental, el corazón y el verdadero carácter de los objetos antiguos en las exposiciones.
Consultas: info@evemuseos.com
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Fotografía principal: Caritas