Vamos a hacer una reflexión sobre los objetos y la importancia que adquieren cuando se exponen en los museos. Nos referimos a su carácter y sus valores inherentes, así como a la razón por la que las colecciones exhibidas son tan importantes, aquellas que se pretende preservar. Analizaremos algunos de ellos, los que pertenecen a los objetos en exposición. Hoy en día, cuando la digitalización se ha convertido en una poderosa herramienta al servicio de los museos, es fundamental considerar la importancia de los objetos originales.
En sus comienzos, los museos eran instituciones que guardaban tanto objetos como estatuas, libros u otros soportes de información. Con el paso del tiempo, y la llegada de la imprenta, se produjo una clara división entre lo que eran archivos de salvaguarda y bibliotecas. Los museos, que en sus inicios estaban fusionados con las bibliotecas, se fueron convirtiendo progresivamente en instituciones individuales. Ese «desmarcarse» para tener su propio terreno de actuación encerraba dos propósitos fundamentales: la adquisición de objetos y su catalogación. Los curadores potencian entonces los valores inherentes de esos objetos adquiridos – ex-musea -, en román paladino, y los exhiben.
Los valores de los objetos expuestos no son absolutos, sino que varían de acuerdo con las circunstancias. Muestran características que pueden ser aleatorias e impredecibles, y no del agrado de aquellos que buscan explicaciones muy concretas. El mismo objeto puede tener un significado diferente según en qué exposiciones. Esta manera de inspirarse y obtener conocimiento de un cierto conjunto de objetos es, en gran medida, lo que el antropólogo francés Claude Lévi Strauss, llamaba «bricolage», un concepto que a veces se utiliza en contextos museísticos. Su definición suele ser la siguiente: «para hacer un uso creativo e ingenioso de cualquier material que esté a mano (independientemente de su propósito original);» Bricolage» o» retouch» en inglés, es un término muy útil para analizar el proceso de exhibición del museo. Puede ayudar a entender la complejidad que presentan los objetos y los diferentes aspectos de la preservación de las colecciones del museo.
La idea de que los objetos adquieren valores, y nos apegamos a ellos, es una antigua capacidad que el hombre manifiesta – a veces considerada como una característica del comportamiento premoderno – en una línea de tiempo donde la modernidad se define como el momento en que la ciencia y la racionalidad se volvieron dominantes. Esta idea premoderna de los valores otorgados a los objetos está aún muy viva en los museos – y en los centros comerciales, rebosantes de cosas que solo esperan llamar la atención de su futuro propietario -.
Pero, ¿qué cualidades reales tienen los objetos de los museos? Para empezar, todos los objetos tienen historias detrás, con una amplia capacidad evocadora, a veces de sentimientos; todo dependerá de la narrativa que el objeto sea capaz de ofrecer al visitante.
Veamos algunas de esas capacidades:
La «comprensión intuitiva» es un valor inherente de los objetos de los museos. En muchas ocasiones tratamos de explicar el tiempo asignado a ellos con frases como «hace cinco millones de años», para referirnos a la edad de los fósiles; pero en realidad es muy difícil hacernos una idea de cuánto tiempo es ése a nivel de percepción natural. No solo tenemos que entender el tiempo, sino también experimentarlo, y en este tipo de conceptos ciertamente complejos los museos pueden ayudarnos mucho. Sin embargo, es cierto que numerosos artefactos antiguos poseen la capacidad de transmitir ese sentido inmediato de comprensión, quizás sea ésa su característica más preciada.
La «autenticidad», o la sensación de estar cerca de la historia, es otra de esas cualidades que algunos objetos nos transmiten.
La «identidad» es la capacidad que los objetos del museo poseen para comunicarse con nosotros. La identidad limita con la legitimidad y, por ello, los objetos del museo se pueden presentar como prueba de un patrimonio legítimo, que se refleja incluso en la política de hoy. Esto puede ser relevante para las naciones jóvenes que buscan tener una identidad histórica.
El «valor estético» es uno de los dos valores fundamentales de los objetos, mencionado por el famoso historiador de arte italiano Cesare Brandi, que distingue entre el valor estético y el funcional. El valor estético es quizás el más evidente y apreciado de los objetos de un museo, y se refleja en el arte que abarca desde la artesanía y la escultura hasta el arte pictórico; también puede ser uno de los más tentadores de preservar. Algunos objetos cotidianos presentan, asimismo, esa cualidad sin necesidad de haber sido producto del talento artístico de nadie.
El «valor económico» es una característica de los objetos con la que debemos tener especial cuidado, ya que podría ser tentador exagerarlo en detrimento de otros valores más intrínsecos pero menos rentables. Es una característica que ha anulado muchos otros aspectos fundamentales de las artes y de la artesanía a lo largo de los siglos. Sin embargo, al tratarse de un valor tan fácil de entender, se ha utilizado, a veces, como argumento para remarcar la importancia de preservar y proteger los objetos en los museos. Existen numerosas piezas que nunca generaron un especial interés en sus dueños hasta que éstos se percataron del valor económico que podrían tener si eran vendidas a un museo interesado en ellas.
El» lugar» es otro de los rasgos importantes de ciertos museos. La museografía de las exposiciones no puede «viajar», excepto en imágenes, y ése es un aspecto difícil de preservar. En los museos con un gran entorno exterior, el paisaje viene de la mano de la combinación entre creatividad y naturaleza, lo que constituye un gran valor para el museo. La comprensión axiomática o evidente de esos museos a menudo tiene un impacto especial.
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La «evidencia» es otro aspecto de los objetos del museo, lo que complica el acto de preservar algunos elementos históricos. El polvo y la suciedad se perciben, por lo general, como «impurezas que deben eliminarse», a menudo por razones estéticas. Hoy, sin embargo, muchos objetos pueden analizarse científicamente y mostrar ser nuevas fuentes extraordinarias de conocimiento. Un ejemplo de ello es la tumba de Cervantes, en el Convento de las Trinitarias Descalzas en Madrid. Durante 2015, se realizaron excavaciones dentro del convento con el propósito de encontrar su tumba. En ella – al menos se creía que era suya -, los arqueólogos desenterraron trozos de esqueletos y otros objetos, que suponían que eran sus restos terrenales. Para probar dicho hallazgo, analizaron y dataron aquellos objetos que podrían haber sido de la época de Cervantes. Los resultados mostraron que perfectamente podían provenir de la misma época. Este ejemplo muestra la importancia de no perturbar innecesariamente las huellas que a menudo se encuentran, como ocurre, por ejemplo, en los libros antiguos – se ha descubierto que el análisis de polen de ciertos objetos puede ser determinante -.
La «función» es otra características de los objetos del museo, pues es muy importante la forma en que los tratamos. Las casas son, por ejemplo, uno de los ejemplos más obvios, ya que necesitan estar en buena condiciones para ser funcionales. Los museos industriales a menudo ofrecen un nivel más profundo de comprensión a los visitantes cuando muestran actividad. Si nos preguntamos sobre la cantidad de agua necesaria para hacer funcionar un molino, al visitar éste es cuando realmente nos damos cuenta de la poca cantidad que se requiere para alimentar esa rueda gigante, lo que nos ofrece una experiencia que genera una comprensión más profunda sobre fábricas de papel, por ejemplo. El arte pictórico constantemente nos ofrece pistas sobre cómo se veían los objetos históricos, a menudo inexistentes, de ahí la importancia de llevar a cabo numerosas reconstrucciones.
¿Qué debemos considerar para poder exponer con éxito los objetos? Es decir, ¿cómo podemos comunicar los diferentes valores y significados de los mismos a los visitantes de nuestros museos? Creemos que es evidente que no solo su aspecto es relevante, algo que incuestionablemente debe ser preservado, sino que existen otras muchos elementos de valor inherentes a ellos que pueden variar de acuerdo con las circunstancias. No obstante, si solo pudiéramos referirnos a una cualidad importante, una sola, creemos que ésta sería la «capacidad evocadora del objeto», la posibilidad de abrir nuestras mentes y tocar nuestras almas, ya que ese debe ser el fin primordial de las exposiciones y lo que resalta el verdadero carácter de los objetos de la Historia.
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Fotografía principal: Cosmicarms.com