Obra: Sergey Kuzhavsky, «daynight in the museum»
La curiosidad y la motivación son dos ingredientes fundamentales para el fomento de la cultura en la sociedad. La curiosidad, por un lado, consigue que nos interesemos por las cosas, que hagamos preguntas, que queramos ver y observar para aprender o experimentar nuevas sensaciones, nuevas emociones, sacarle partido a la vida, vivir nuestra vida con intensidad. Pero la curiosidad puede verse mermada sin el empuje de la motivación. La motivación es lo que nos hace saltar de la cama por las mañanas con ganas de echarnos el mundo a la espalda. Es lo que nos mantiene «erre que erre» en el mismo camino, lo que mueve nuestras piernas antes de que necesitemos un receso para descansar. La motivación y la curiosidad han resultado ser, desde la noche de los tiempos, los dos únicos elementos que bien combinados hacen que las personas aprendamos nuestras lecciones sin dolor. Ambos nos mantienen en guardia y con el cerebro bien abrochado y con el botoncito «on» accionado. Con curiosidad y motivación todo el aprendizaje fluye y no se detiene hasta que dejamos de estar en este mundo. Ambos nos llevan al camino de la búsqueda de la belleza. Pero son dos elementos vitales que no se inhalan, ni se beben, ni se comen.
Nuestra opinión es que los museos deben ser cómplices en la generación de estos dos elementos. Los museos son entidades de aprendizaje, deben ser generadores de curiosidad. Pero en los procesos que sumergen al visitante en los museos, para que esas visitas se hagan posibles, se debe involucrar a las personas en el ámbito de la motivación. ¿Cómo podemos motivar a las personas para que visiten los museos con ganas de aprender? O, mejor enunciado: ¿qué debemos hacer para que las personas visiten los museos y se diviertan aprendiendo? Nos viene a la mente lo que no funciona ni funcionará nunca: la erudición. Señoras y señores, la erudición no vende. La erudición es fenomenal para esos claustros de universidad donde hay una máquina de café y los profesores, catedráticos, doctores doctos, etc., se encuentran para dar rienda suelta al festival del «yo sé mucho más que tu». Pero eso en los museos ya no funciona, y parece ser que aun no nos acabamos de enterar. Sabemos que aquí nos ponemos muy pesados con la cantinela, pero es que hay que insistir. Los niños, adolescentes, jóvenes, cuarentones/as, maduritos/as, abuelos/as… No se sienten motivados para visitar los museos y aprender de forma divertida cosas nuevas. Los templos del saber deben transformarse en los lugares donde las personas nos divertimos aprendiendo rodeados de belleza.
Archivo EVE
Pero que nos dicen los eruditos sobre todo esto. Veamos. «La curiosidad es un mecanismo del comportamiento mediante el cual un individuo canaliza sus recursos cognitivos, hacia la búsqueda de nueva información y nuevos estímulos que provienen de su relación con el entorno, fomentando la exploración, la investigación y el aprendizaje. Se relaciona con la satisfacción psicológica que el individuo obtiene al procesar información que le resulta interesante por lo novedosa o por serle de interés. La motivación es el impulso que mueve a la persona a realizar determinadas acciones y persistir en ellas para llegar a un fin determinado (1)». Bien. Las teorías están muy bien pero hay que ejecutarlas. Debemos respetar el ámbito teórico porque de ahí parten los enunciados que son la base que construyen buenas ideas y las buenas ideas, si se saben aplicar correctamente, pueden convertirse en soluciones. Vamos a repasar a los eruditos, a ver si nos inspiran…
CJWHO ™ (Salvador Dali Museum | St. Petersburg Florida)
«En la actualidad, los museos y exposiciones han considerado para sus propuestas de módulos interactivos (la interactividad es importante / N.A.) varias teorías psicológicas que explican muchos de los fenómenos de interacción (museo-visitante / N.A.) motivación y aprendizaje, así como otros estudios empíricos surgidos a partir de instalaciones interactivas anteriores. Entre las fundamentales se encuentran el constructivismo cognitivo de Jean Piaget, para quien el conocimiento de todas las cosas es un proceso mental del individuo, que se desarrolla de manera interna conforme el individuo obtiene información y se relaciona con su entorno; el constructivismo social de Lev Vygotsky, para quien el ser humano se caracteriza por una sociabilidad primaria, y plantea que el conocimiento es un producto cultural que el individuo reconstruye a partir de su relación con otros individuos; así como otras teorías paralelas entre las que se encuentran la teoría del flow y la del aprendizaje intrínsecamente motivado de Mihaly Cskszentmihaly (1).
La ciencia metodológica viene a decir que muchas son las motivaciones que pueden impulsar a un visitante a ir a un museo. la primaria, «la más básica», es recorrerlo solo o compartir la experiencia con familiares y amigos, es decir, concebirlo como un espacio social. Sigo… «Un nivel más arriba», estaría la motivación por su propio interés en la temática, por satisfacer su deseo de conocer, aprender, explorar, descubrir objetos y conceptos novedosos, es decir, su estímulo sería de carácter intelectual. En el siguiente estadio, la motivación «está dada» por su conexión personal con lo que experimenta, la fascinación y la profundidad emocional de la vivencia que le permiten establecer analogías con su vida cotidiana. El «nivel más alto» del impulso motivador se encuentra en aquellas exploraciones que estimulen su creatividad. partiendo de la base de que cada persona es única y tiene sus propias necesidades y expectativas, resulta claro que a medida que los niveles primarios son satisfechos, van creciendo las expectativas por los siguientes niveles.
Y sigue…
Todo esto está muy bien, pero nos surgen muchas dudas, por ejemplo: ¿Estas teorías son aplicables a sectores de la población como son los niños?
Mañana hablaremos de la experiencia del museo para todos los públicos…
BIBLIOGRAFÍA:
(1) ¿Cómo se cuelga un cuadro virtual? Las exposiciones en la era digital
RICO, J.C. (coordinador) / FERNÁNDEZ, Luís / ALCALÁ, J.R. / RICO, J.C. (redactor)
Ediciones TREA, Gijón (2009).
Hola, muy interesante vuestra entrada.»Curiosidad», una palabra casi mágica.En la educación tradicional, la curiosidad no siempre estaba bien vista, no se fomentaba y a veces incluso se castigaba. Opino que la curiosidad está hecha de un montón de piezas que, cuando encajan, nos permiten relacionar lo singular con lo general, y eso es bueno. Estoy convencido de que la sociedad tendría un espíritu más crítico (en el buen sentido de la palabra), si desde la escuela se incluyera en los programas académicos algo que contribuyera a enseñarnos a ser más curiosos. Algo así como aprender a preguntar y preguntarnos constantemente que ocurriría si…
Y, aparte ,observo, en diferentes entradas, una especie de animadversión hacia la figura del erudito. Es curioso porque hasta ahora no me había planteado el concepto desde ese punto de vista tan negativo, debe ser que una cosa es la teoría (erudito=persona de amplios y sólidos conocimientos) y otra la práctica (vértelas con un erudito a la hora de compartir mesa de trabajo). A lo mejor es por eso que a la erudición, a lo largo de la historia del Arte, suele representársela siempre como una figura de rostro severo. Un saludo. Antonio.
Gracias Antonio por tu comentario. Ayer redactamos e incluso publicamos una diatriba en relación a la figura del erudito, pero una vez publicada nos arrepentimos por ser un tanto dura. Recapitulemos. Nosotros cuando mencionamos la figura del erudito, lo hacemos desde el punto de vista de la acepción negativa de la palabra, denominación recogida en el Diccionario de la Real Academia de la Lengua Española. Suele ser una figura anclada al pasado que no le gusta la idea de evolucionar por los «riesgos» que conlleva según s forma de entender la realidad. Suele hacer gala de sus conocimientos pero sin recorrido. Ponen muchas pegas y aportan pocas soluciones. Nos hemos encontrado con muchos de ellos/as en el pasado y siempre ha sido una experiencia desagradable. No es animadversión hacia ese tipo de «erudito/a», es sencillamente que existe y genera problemas en el desarrollo de los proyectos. Incluso en los manuales de museología está recogido como una figura poco útil y entorpecedora. El erudito, que no el sabio, es un personaje anacrónico en su forma de actuar que, a diferencia del mencionado sabio, se pasa el tiempo sentando cátedra y haciendo gala de su saber universal. Es una forma de ironía la nuestra, nuestro problema es que la ironía en lo escrito se desvirtúa un tanto y da lugar a malos entendidos. Un abrazo Antonio.
Muy interesante, ¿cuál es el segundo artículo después de este?
El siguiente artículo se titula: Museos y Juegos: http://evemuseografia.com/2014/06/11/museos-y-juegos/
Son muy fáciles de seguir, solo tienes que ir hacia abajo.