La expresión cultural en los países en desarrollo, adopta, a menudo, formas vernáculas de pequeña escala que generan varias opciones de “energía cultural”. Estas, a su vez, son capaces de movilizar a individuos, grupos y comunidades para la acción transformativa. La energía cultural puede impulsar a la gente a: tomarse del brazo y unirse a esfuerzos en grupo, estimular su imaginación e impulsar sus aspiraciones para transformar sus vidas, y fortalecer su confianza – dándoles resiliencia ante las dificultades y ayudándoles a encontrar una fuerza y una determinación que no estaban seguros de poseer -. Las prácticas grupales, como cantar (en coros o bajo otros modos de expresión colectiva en diferentes tradiciones culturales) o bailar, por ejemplo, aumentan el capital social, creando vínculos más fuertes entre los participantes. Pero además, incrementan la autoestima individual, mejoran el bienestar físico y mental, y posibilitan nuevos productos creativos. Este tipo de prácticas también dependen del compromiso emocional: simplemente carecen de sentido (o es comercialmente inviable) si no conectan con los oyentes o espectadores.
En muchos casos, la expresividad y la emoción implican la existencia de voces disonantes; pero hay aspectos de la cultura que los responsables de la formulación de políticas no siempre están dispuestos a asumir. Ciertamente, la expresión cultural ha informado o inspirado muchos movimientos democráticos recientes, ya que la gente reconoce que la libertad de expresión artística es constitutiva de una sociedad libre: de su diversidad, sus libertades, su apertura y flexibilidad. Y en una sociedad así, también deben caber aquellos que plantean cuestiones comprometedoras, que se enfrentan a la ortodoxia y al dogma, y que no son fácilmente captados ni por gobiernos ni por corporaciones. Los actores culturales (artistas, redes y organizaciones que producen o suministran artes) generan ideas, obras de arte, formas artísticas, proyectos y espacios, que apoyan y enriquecen el compromiso con una gobernanza democrática y con los derechos fundamentales de muchas sociedades distintas.
Esto se evidenció de forma gráfica durante la «Primavera Árabe» de 2011, así como en sucesivos acontecimientos de la región (y ciertamente en otros lugares), donde los artistas y las formas artísticas expresaron y/o respaldaron valores y aspiraciones que sustentaban las energías de la sociedad civil y la indignación a la que daban voz. A lo largo y ancho de los países del Sur global, están surgiendo manifestaciones parecidas. Muchas de ellas aún son frágiles, pero demuestran claramente que los profesionales de la cultura se hallan entre los actores ciudadanos que actúan de forma independiente para contribuir al cambio (por ejemplo, a favor del pluralismo étnico y los derechos de las minorías). La alusión a la “Primavera Árabe” nos recuerda que, actualmente, una considerable cantidad de expresiones culturales se producen, distribuyen y consumen de forma digital. Por consiguiente, no abogamos para que el énfasis se ponga en las prácticas culturales y artísticas tradicionales a expensas de las formas contemporáneas. Tampoco buscamos – cuando invocamos el valor y poder de estas últimas – enfrentar prácticas y valores heredados contra el espíritu disonante y perturbador que existe en gran parte de la vida cultural actual, sobre todo entre la gente joven.
El reciente informe sobre “El derecho a la libertad de expresión y creación artísticas”, presentado a la Asamblea General de las Naciones Unidas por la Relatora Especial de las Naciones Unidas en el ámbito de los derechos culturales, aborda las muchas formas en que el derecho a las libertades indispensables para la creatividad y la expresión artística puede verse disminuido, y explica que “la vitalidad de la creación artística es necesaria para el desarrollo de culturas dinámicas y el funcionamiento de sociedades democráticas”. Sus argumentos entroncan con varias de las preocupaciones principales de la Agenda de Desarrollo de las Naciones Unidas a partir de 2015, sobre todo en lo que respecta al desarrollo económico y social inclusivo, así como a los principios fundamentales de los derechos humanos y la igualdad. Entre los muchos modos en que actualmente las libertades artísticas se están viendo mermadas en distintos países, destacan algunos desarrollos financieros y económicos recientes que han tenido un impacto negativo en las industrias culturales y creativas, y que han traído consigo: reducción del apoyo del sector público, restricción de medios de subsistencia a través de la piratería y “censura de mercado” impuesta por la consolidación corporativa, que reduce la diversidad de fuentes de financiación, la autonomía artística y el espacio disponible para la producción. El punto más significativo, sin embargo, es que la Relatora Especial denuncia específicamente las restricciones llevadas a cabo a nivel comercial o industrial en nombre de valores sociales y políticos.
Muchas experiencias presentadas en este capítulo, demuestran también el poder de la expresión cultural como medio para encarnar y representar diferentes identidades culturales. Según el Informe sobre Desarrollo Humano 2004, la libertad cultural en el mundo diverso mostraba que las luchas por el no reconocimiento de la diferencia se habían convertido en factores de inestabilidad y conflicto que suponían un despilfarro de recursos. Los cada vez más crecientes flujos migratorios, han transformado comunidades urbanas de todo el mundo en espacios de mezcla y encuentros étnicos. Las posiciones de las políticas públicas y las actitudes del conjunto de la sociedad, determinarán si esta diversidad conduce a una creatividad intercultural fecunda y cruzada o, por el contrario, a conflictos y tensiones excesivas.
La construcción de mejores patrones locales de convivencia – o coexistencia – con la diferencia cultural, requiere una formulación proactiva de políticas. Se ha dicho que «cualquier empuje para lograr una creatividad urbana en la que esté ausente un mayor interés por la cordialidad y la camaradería… está condenada a permanecer radicalmente inacabada en la comunidad urbana como conjunto… También conlleva temas básicos de ciudadanía y democracia, y la plena incorporación de todos los estratos sociales en la vida activa de la ciudad, no sólo por su propio bien, sino también como un medio para dar rienda suelta a los poderes creativos de toda la ciudadanía».
Recurso:
Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo (PNUD), One United Nations Plaza, Nueva York, NY 10017, Estados Unidos, y las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), 7, place de Fontenoy, 75352 París 07 SP, Francia.
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Fotografía: SPAN222 Hispanic Cultural Expressions – University of British Columbia.