Si las finanzas de un museo colapsan, éste se convertirá en una entidad incapaz de servir a las generaciones presentes y futuras. El cierre de museos puede conducir a la dispersión, o pérdida total, de colecciones, experiencia, conocimiento e información, así como a la desaparición de los servicios para el público actual. Los cierres forzados son afortunadamente raros; los museos han demostrado ser entidades adaptables y resistentes.
Sin embargo, actualmente muchos de ellos están saturados de obligaciones y son financieramente débiles, por lo que resultan muy vulnerables al declive. Por otro lado, su futura financiación puede resultar incierta. Si bien algunos museos nacionales se benefician de los acuerdos temporales de financiación pactados con el gobierno de turno, los museos locales tienen que dedicar gran energía a resistir los constantes recortes presupuestarios que, en ocasiones, se eliminan sin aviso o con muy poca antelación. Por otro lado, el apoyo de las autoridades locales a los museos independientes parece estar desapareciendo, al tiempo que el sistema para financiarlos cambia de forma impredeciblemente.
Muchos museos diversifican la procedencia de ingresos para evitar la dependencia excesiva de una sola fuente de financiación pública. Existe una tendencia generalizada a creer en el potencial de la filantropía privada para apoyar a las organizaciones culturales, complementando la financiación pública con el patrocinio y los ingresos obtenidos de los servicios que algunos museos ofrecen (alquiler de instalaciones, p.e.). Por otro lado, alrededor de la mitad de la financiación de algunos museos nacionales procede de fuentes no gubernamentales – con ciertos museos independientes que tienen como objetivo operar como empresas sociales -, y otros, pertenecientes a las autoridades locales, son administrados por organizaciones benéficas, a las que les resulta más fácil diversificar ingresos y poder reducir su financiación pública matriz con varios años de anticipación.
El sector cultural se encuentra demasiado extendido y poco capitalizado, con organizaciones culturales que intentan hacer más cosas de las que realmente son capaces de abarcar, y que disponen de recursos humanos y financieros reducidos. La escala de actividad parece estar siempre orientada a buscar financiación que pueda mantener abiertas esta entidades.
Los museos tienen que trabajar adaptándose a los recursos de que disponen. Una respuesta sostenible podría ser «hacer menos, pero hacerlo mejor». La incertidumbre sobre la financiación obliga a los museos a pensar a corto plazo, mientras que la sostenibilidad requiere un enfoque a futuro. «Es hora de alejarnos del comportamiento obsesivo a corto plazo en torno al dinero y pasar a una visión a más largo plazo sobre el propósito». Los museos deben ser claros acerca de su propósito y garantizar que sus actividades más importantes se mantengan. «Al restringir las actividades, los costos operativos que debe asumir la gestión económica se pueden reducir en gran medida». Ciertos museos especializados podrían considerar abrir solo con cita previa, o un día a la semana, en lugar de perseguir el mayor número de visitantes para cubrir los altos costos operativos.
Actualmente, podemos entender que, dado su estado, la mayoría de los museos son insostenibles. El mercado está sobresaturado, los costos operativos son muy altos, la productividad en una actividad tan intensiva cuenta con una mano de obra que no puede mejorarse mediante infusiones de tecnología: «ahora se implica a la misma cantidad de profesionales para producir una exposición que hace 50 años». De hecho, se necesitan más profesionales. Además de un museólogo, la exposición de un objeto también puede requerir la información de un curador, de un conservador, un museógrafo y un oficial de documentación o registrador. ¿Es posible que hayamos transformado ciertos aspectos del trabajo del museo en algo demasiado complejo?
La sostenibilidad se ha descrito como «eficiencia con conciencia», y un aspecto clave de la operación sostenible es utilizar los recursos limitados que están disponibles de manera eficiente para lograr el máximo impacto posible. Sin embargo, las falsas eficiencias (como los recortes en la financiación sobre la base de hipotéticos «ahorros eficientes») pueden debilitar a los museos y hacerlos menos sostenibles.
A largo plazo, probablemente haya aún menos fondos disponibles para los museos, y nos encontraremos con un «nunca más», o «eso es historia». El gasto público podría estar bajo una presión, cada vez mayor, a medida que los impuestos luchan para satisfacer el incremento de los costos de las pensiones y la atención médica para una población que envejece. Los ingresos de los visitantes de los museos pueden disminuir al aumentar la competencia en el mercado del ocio y los costos de transporte. Cambiar los patrones de turismo podría suponer recibir menos visitantes extranjeros en caso de que se produjera una tendencia hacia las «vacaciones en casa».
Es posible que los museos necesiten plantear cuestiones acerca de quién podría pagar los servicios que brindan, e incluso pensar seriamente en el tipo de sector de museos que podría financiarse con una pequeña cantidad de dinero. La sostenibilidad económica a veces se puede optimizar trabajando en estrecha colaboración con otros museos u otros tipos de organización, para compartir recursos (¿compras conjuntas o en grupo?). «Las tensiones financieras en el sector de los museos deben abordarse desde un punto de vista global del sector, en lugar de hacerse exclusivamente de una organización a otra organización». En cierto sentido, la autonomía de los museos independientes, en gran medida libres a la hora de determinar sus prioridades, supondría una gran fortaleza para el sector museístico. Sin embargo, podría conducir a la fragmentación, la duplicación de esfuerzos y la competencia innecesaria, reduciendo las posibilidades de actividad coordinada, adquisiciones y promoción, algo que iría en contra de la sostenibilidad del sector.
Resulta útil mirar un poco más allá de la supervivencia de un museo en particular para comprobar si sus servicios – incluido el uso y la preservación de sus colecciones – se prestan a la sociedad de un modo más adecuado y de diferentes maneras – quizás mediante la fusión con una organización diferente -. ¿Se debe permitir que algunos museos «se coman» a otros y que éstos se extingan?
Los museos son generalmente vistos como permanentes; probablemente, algunos deberían plantearse ser temporales y estar diseñados para existir durante unos pocos años, o para una sola generación.
Para terminar, formularemos una última pregunta: ¿cómo podría una mejor coordinación, ciertas asociaciones y, tal vez, fusiones entre museos, contribuir a que el sector fuera más sostenible económicamente?
Recurso bibliográfico:
Maurice Davies y Helen Wilkinson (2017): Sustainability and museums. Your chance to make a difference. The Museums Association (MA).
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