Valores Fundamentales de los Museos

Valores Fundamentales de los Museos

 

«Medir el impacto de los museos» es una de las tres publicaciones tituladas: «Investigación de la audiencia, estilos de aprendizaje y gestión de la relación con los visitantes», que fueron realizadas por un grupo de trabajo denominado Grupo 3. A lo largo de los tres años de ejecución del proyecto, Grupo 3 se concentró en varios temas, focalizándose especialmente en los visitantes de museos y en el desarrollo de audiencias: los estudios de visitantes y metodologías relacionadas, el uso de tecnologías multimedia y su influencia en el público, el rol de las TICs para construir y fortalecer una relación duradera con la audiencia , el uso de la investigación de la audiencia para diseñar exposiciones orientadas al aprendizaje y a la valoración de los diferentes estilos de aprendizaje del público, para desarrollar un enfoque verdaderamente orientado al visitante en el museo.

En un momento dado, Grupo 3 comprobó que era necesario utilizar herramientas para medir el éxito o el fracaso de todas las iniciativas emprendidas por los museos para construir la audiencia y mejorar la calidad de la visita. La cuestión sobre cómo valorar las instituciones o actividades culturales ha sido clave en el debate cultural durante bastante tiempo. Mientras que en la década de los 80, el énfasis se ponía en el impacto económico de las artes (en Myerscough, 1988) y más tarde en el social (en Matarasso, 1997), actualmente existe una tendencia que considera el valor de la cultura como algo bastante más complejo y general. Muchos autores coinciden en que el valor económico no puede fagocitar por entero el cultural, ya que existen características propias de este, como los aspectos que no pueden ser transformados en dinero. Como lo explica Throsby (2001), el valor cultural puede, a su vez, deconstruirse en valores estéticos, espirituales, sociales, históricos, simbólicos y educativos, cada uno de los cuales contribuye a una faceta diferenciada del valor general que subsiste en un objeto cultural, una institución o una experiencia.

De hecho, el papel de los museos va de la mano de la creciente necesidad de demostrar su «valor» en cuanto a eficiencia y eficacia. Aumentar la conciencia y comunicar que dicho valor  contribuye a generar valor a la sociedad -multifacética y multidimensional- requiere un gran esfuerzo. Hoy en día, los museos atraviesan un período complejo resultado de la combinación de muchos factores (que a menudo no tienen nada que ver con el mundo de los museos): la desaceleración económica mundial a largo plazo, el cuestionamiento de los sistemas de bienestar, la reducción del apoyo público a la cultura, la transformación digital y los cambios en la asistencia de las personas, la participación y el compromiso con los productos y experiencias culturales. No es sorprendente que en un período de transición sea difícil evaluar los impactos culturales, económicos y organizativos del sector de los museos, así como los efectos secundarios más o menos no deseados que se derivan de la imprevisibilidad de la reacción de las instituciones (organizativa, estratégica y políticamente) ante los nuevos cambios.

A nivel mundial podemos afirmar que el número de museos ha aumentado en las últimas décadas. Se han vuelto más accesibles y modernos. Los cambios producidos han ampliado el papel de los museos en el mundo, así como el rango económico y social de sus acciones. Se les ha pedido que interpreten diferentes roles en escenarios diversos: ser inclusivos y participativos con la comunidad local, ser capaces de satisfacer las necesidades y deseos de diversas audiencias y actuar como emblemas urbanos capaces de generar flujos turísticos (y económicos) relevantes.

Valores e impactos en el sector museístico:

Al determinar la creación de valor de un museo, muchos expertos están de acuerdo en que la demanda para evaluar los beneficios sociales y económicos depende de diferentes factores, como elevar el perfil del museo, influir en los financiadores, ayudar con su pensamiento estratégico y sostener el proceso de decisión de los interesados. Por otro lado, los responsables de la formulación de políticas necesitan sistemas de evaluación adecuados, transparentes y confiables, capaces de combinar indicadores blandos y duros que respalden el diseño de políticas basadas en la evidencia. Holden (2004) propuso una categorización interesante sobre el valor de la cultura, argumentando que este valor se puede concebir de una manera triple: intrínseca, instrumental e institucional. Afirma que estos tres puntos de vista no se excluyen mutuamente, pero deben considerarse complementarios: «dependiendo de quién sean, son más o menos importantes» (Holden J., 2013). El valor intrínseco está estrictamente relacionado con los contenidos artísticos, y constituye la parte esencial de una experiencia cultural (una especie de valor «per se»). Este valor también se utiliza para describir los efectos subjetivos que las formas de arte provocan en los individuos (a nivel intelectual, emocional y espiritual). Se trata de un valor muy difícil de evaluar, ya que no se puede medir a partir de indicadores cuantitativos estándar ni métricas. El valor instrumental es un concepto adoptado para describir situaciones en las que la cultura se emplea como herramienta para lograr otros objetivos, principalmente en el ámbito social y económico (salud, regeneración urbana, inclusión social, empleo, aumento del turismo, etcétera).

Los responsables de la formulación de políticas están, como es lógico, muy interesados ​​en el valor instrumental, porque se centran en los resultados colectivos y masivos, y quieren saber si es posible (y a qué costo) lograr esos resultados a través de proyectos culturales. Este autor observa que «los políticos valoran principalmente la cultura por lo que puede lograr en términos de otras agendas económicas y sociales». Bajo esta perspectiva, los museos son «valiosos» si contribuyen al cumplimiento de los objetivos de las políticas (incluso aquellos que no están relacionados con la misión cultural y el núcleo cultural) como, por ejemplo, reducir la tasa de jóvenes en riesgo integrando la segunda generación de inmigrantes en la sociedad, estrechando la brecha de género. El valor institucional está relacionado con la forma en que las organizaciones actúan, en particular cuando interactúan y se relacionan con audiencias diversas. Por ello, los museos están en condiciones de fortalecer la oportunidad de crecer, aprender y formar parte de una comunidad. El sentido de la evaluación, en este caso, sería medir el valor que los individuos aportan colectivamente a la cultura (independientemente de una prioridad política específica y contingente como en el valor instrumental).

Por otro lado, para resaltar la multidimensionalidad del valor generado por los museos, los Asociación de Museos de los Países Bajos, en una publicación reciente, ha identificado cinco valores que juntos conforman el significado social de estas instituciones, y a través de los cuales los museos contribuyen en varios dominios públicos.

  • Valor de colección: es el núcleo de la existencia de un museo y comprende una amplia gama de valores relacionados con sus actividades de recolección, conservación, gestión y exhibición.
  • Valor de conexión: depende de la capacidad del museo para actuar como interlocutor y mediador entre varios grupos de la sociedad (dando consistencia a los temas actuales a través de contextos relevantes y significativos) y para convertirse en una plataforma ideal para la comunicación, los debates y la asociación con diferentes partes interesadas,
  • Valor educativo: radica en la capacidad del museo para proponerse como un entorno de aprendizaje (formal e informal) dirigido a un público amplio. Los museos también pueden servir como escuelas en un sentido literal: para los jóvenes  que deseen completar las prácticas laborales, para los adultos que quieran fomentar sus intereses y para que los académicos realicen investigaciones.
  • Valor de experiencia: está relacionado con la capacidad del museo para brindar oportunidades de disfrute, experiencia y aventura; un lugar para la inspiración, la relajación y también la acción, donde las personas pueden ser estimuladas tanto física como intelectualmente.
  • Valor económico: depende de la contribución del museo a la economía de un lugar: la cantidad de turistas que atraen los museos, los empleos que crean directa e indirectamente, el capital representado por los miles de voluntarios, el atractivo para empresas y familias con altos niveles de educación, y los efectos multiplicadores en los ingresos locales.

Este enfoque subraya cómo, en una sociedad contemporánea, la importancia social de los museos es el resultado de su capacidad para generar, al mismo tiempo, diferentes valores que brindan oportunidades en varios dominios. También señala que no todo lo valioso puede expresarse en términos financieros, aunque en tiempos de austeridad se pide cada vez más a las instituciones culturales que demuestren los beneficios que producen a nivel monetario. Otros muchos autores (entre ellos Garnet, Hooper-Greenhill, Kelly, Selwood, Scott, Throsby, Solima) han mostrado la existencia de múltiples valores generados por la existencia de los museos, proporcionando, en algunos casos, categorizaciones y modelos útiles. Aunque los estudios no siempre utilizan las mismas categorías, muchos de ellos se refieren a conceptos generales de «valor económico», «valor cultural» y «valor social». Esto último puede considerarse como una macro categoría que abarca una amplia gama de valores, lo que produce beneficios potenciales tanto a nivel individual (relacionados con temas de desarrollo cultural, educativo, personal) como social (salud, inclusión, capital social, ciudadanía, voluntariado, etcétera). Por otra parte, en el campo del museo, la distinción conceptual entre «social» y «cultural» es a menudo ambigua. Selwood (2010) considera que el valor cultural difiere de los económicos y sociales y está relacionado específicamente con las diferentes actividades «centrales» del museo (colecciones, programas, exhibiciones) que afectan a individuos y organizaciones en términos de capacidad comprensiva del mundo.

Es evidente que «valor» e «impacto» son construcciones teóricas estrictamente entrelazadas en la medida en que pueden considerarse dos caras de la misma moneda. El siguiente modelo explica la cadena que vincula entradas-estrategias-valores-productos-impactos y permite clarificar la relación entre los diferentes factores. Todo museo necesita, para su funcionamiento diario, insumos básicos que son fondos (públicos, privados y de ingresos autogenerados) y mano de obra (personal técnico, administrativo y científico, voluntarios, habilidades externas, etcétera). La misión y los objetivos principales, la naturaleza de la colección, la orientación estratégica, la cultura institucional, las políticas de audiencia y las perspectivas de las partes interesadas, son los factores cruciales para determinar las jerarquías de valor de los museos. De acuerdo con estos aspectos, cada museo clarificará, en un período de tiempo definido, cuáles son los valores (colección, educación, conexión, experiencia y economía) que permiten alcanzar su misión y sus objetivos institucionales finales.

Los productos y servicios representan la forma organizativa a través de la cual los museos hacen que la generación de valor sea factible y posible. Un museo puede implementar, de hecho, una variedad de productos, como colecciones (acceso a), exposiciones temporales, servicios educativos, proyectos de divulgación, sitios web e iniciativas digitales, instalaciones, actividades comerciales, comunicación, alquiler de espacios, dirigidas a diferentes beneficiarios. Todos generan (o deberían generar) impactos en las comunidades de interés por el museo. Ese impacto representa una noción dinámica que presupone una relación de causa y efecto que puede evaluarse a corto (mucho más fácilmente) o a largo plazo (más difícil de demostrar). Si los museos pueden medir estos impactos y mostrar que son consistentes con los valores deseados, estarán en una posición más fuerte para proporcionar evidencia que justifique su importancia social.

Lo que no está suficientemente claro para los diversos actores es la dificultad (y en algunos casos, la inutilidad) para establecer, de manera directa, la relación de causa-efecto entre valores e impactos. Esta dificultad puede explicarse por una cuestión de «tiempo», «definición de resultado» y «causalidad». Algunos efectos se pueden detectar y medir de manera efectiva solo a largo plazo (es decir, puede suponer más de tres años descubrir qué diferencia hará un desarrollo importante, o saber qué impacto podría haber generado la participación infantil en las actividades científicas en la actitud e interés de los jóvenes por la ciencia), pero la evaluación de ese impacto suele ser una tarea de duración limitada (a corto plazo). El otro tema importante está relacionado con el proceso de definición de resultados. Si no está claro cómo los museos se supone que producen efectos particulares (y, por consiguiente, siguen siendo vagos y ambiguos en el intento de establecer resultados consistentes y adecuados), se vuelven «débiles» y frustran cualquier esfuerzo por desarrollar y proporcionar evidencia empírica.

La pregunta, entonces, sería ¿hasta qué punto las medidas de producción corresponden realmente a las de los resultados? Por otra parte, en muchas contextos (en particular cuando estamos tratando con problemas sociales) es difícil demostrar que exista una relación causal entre la actividad de un museo y el impacto que genera. En este sentido, Stone (2001) sostiene que lo más fácil es averiguar cómo los museos contribuyen a un impacto específico, aunque no necesariamente hayan sido ellos los que lo provocaron.

La importancia de la perspectiva subjetiva en el proceso de evaluación:

Los objetos, los objetivos y las métricas utilizadas para describir el valor se ven fuertemente afectados por el «sujeto» que promueve la evaluación. Otros objetivos podrían ser evaluar la satisfacción de la audiencia y comprobar si las actividades del museo pueden contribuir a cambiar (de alguna manera) la vida de las personas (en términos culturales, educativos y sociales). Los responsables de la formulación de políticas, están más dispuestos a valorar y medir la contribución de una institución específica (un museo importante y conocido, una exposición de éxito, un evento deportivo distintivo) que la infraestructura cultural empleada para el logro de una serie de medidas políticas. En cualquier caso, lo que sí resulta inamovible, es que los financiadores y patrocinadores, al final del camino, siempre estarán interesados ​en evaluar si el museo ha cumplido, a través de proyectos concretos o a nivel organizativo, los objetivos específicos que forman parte de su misión principal.

RECURSO:

Alessandro Bollo (2013): Grupo 3 – Measuring Museum Impacts. Editado por Ann Nicholls, Manuela Pereira y Margherita Sani. The Learning Museum Network Project.


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