Son muchas las colecciones biológicas, en particular aquellas que se guardan en museos e instituciones académicas, las que han sufrido un bajón presupuestario dramático en los últimos años. En muchos casos, esta ausencia de recursos económicos ha forzado a los museos a hacer recortes de personal, reduciendo aún más los presupuestos dedicados al trabajo de conservación, algo imprescindible para la supervivencia y la utilidad de estas colecciones. Irónicamente, la importancia de éstas, así como sus contribuciones a la sociedad, ha aumentado en los últimos años, y en particular, aunque parezca increíble, tras los actos de terrorismo sucedidos en todo el mundo. Las colecciones biológicas no solo desempeñan un papel fundamental para la salud pública y la seguridad – sobre todo en los estudios de salud ambiental y epidemiología -, sino que también son relevantes para la seguridad nacional como herramientas de prevención, detección e investigación de diversos tipos de enfermedades.
Hoy trataremos de ofrecer una visión general de algunas de las muchas formas en que las colecciones biológicas desempeñan un papel vital para la sociedad, contribuyendo a la salud y seguridad públicas, monitoreando el cambio ambiental y mejorando la seguridad nacional. Concretamente, las colecciones de museos aportan ideas únicas e invaluables al estudio de patógenos, vectores de enfermedades y contaminantes ambientales. Por otro lado, juegan un papel crucial en los campos a la vanguardia de las ciencias biológicas, como el estudio de la biodiversidad y su pérdida, las invasiones biológicas y el cambio climático global. Podemos afirmar que el almacenamiento y mantenimiento de las colecciones de los museos no son caras si lo comparamos con lo que supondría prescindir de ellas. De hecho, confieren beneficios económicos al servir como depósitos y archivos centralizados para el procesamiento y almacenamiento de información, ahorrando a otras instituciones y contribuyentes cientos de millones de euros al año.
El vínculo más fuerte entre las colecciones de los museos y la seguridad nacional se halla, probablemente, en el ámbito de la salud y la seguridad pública. Las colecciones se utilizan a menudo para rastrear el historial de enfermedades infecciosas e identificar sus fuentes o reservorios. Los ejemplos más obvios son las colecciones de virus y bacterias conocidas que se almacenan para ser comparados los causantes de infecciones emergentes. Los investigadores de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades en Estados Unidos (CDC), por ejemplo, contrastaron virus aislados del ataque de ántrax de 2001 con muestras recolectadas y almacenadas entre los años 60 y 70, tratando de diferenciar e identificar la cepa utilizada (Hoffmaster y otros). 2002).
Las colecciones de museos complementan las de los CDC al añadir una fuente única de material para la identificación de vectores y reservorios de enfermedades. Se han utilizado muestras de tejido almacenadas de mangabeys (Cercocebus torquatus) en la Smithsonian Institution desde fines del siglo XIX, para determinar si SIVsm (un virus de inmunodeficiencia simia y un pariente cercano del VIH-2 en humanos) era prevalente en África, al menos a partir de 1896 (Garrett, 1994). De manera similar, millones de especímenes de mosquitos han sido recolectados durante los últimos 100 años y custodiados en colecciones en el Museo Bishop en Hawai, el Museo Nacional de Historia Natural (Smithsonian Institution), y la Academia de Ciencias de California y la Academia de Ciencias Naturales en Filadelfia. Todo este material puede aportar a nuestra sociedad información crucial en los procesos clave de la dinámica del estudio de patógenos transmitidos por mosquitos, como la malaria aviar, el virus del Nilo Occidental u otros muchos casos. Los museos también proporcionan una línea de base esencial que se puede utilizar para detectar y controlar la acumulación de contaminantes en el medio ambiente.
Por otro lado, las colecciones de historia natural han sido durante mucho tiempo recursos indispensables para los estudios de la biodiversidad de la Tierra, de ahí la urgente y reciente necesidad de mantenerlas. Con este fin, los museos ofrecen una perspectiva única, ya que llevan proporcionando datos a lo largo de un período de tiempo que abarca desde millones de años (colecciones paleontológicas) hasta nuestros días. Tres amplias áreas de estudio relacionadas con la extinción de especies y la pérdida de biodiversidad se han convertido en disciplinas de crisis, dependiendo en gran medida de la información de referencia que ofrecen las colecciones de los museos: la respuesta de las especies a la pérdida y fragmentación del hábitat, las invasiones biológicas y las consecuencias del cambio climático global.
Las colecciones de museos se han utilizado, incluso, para medir la evolución en especies invasoras. Berenbaum y Zangerl (1998) estudiaron las especies recolectadas desde 1873 para examinar la co-evolución química de dos de ellas introducidas en los Estados Unidos, la parsnip silvestre y la parsnip webworm, demostrando una carrera de armas química coevolutiva entre esta planta y su herbívora. El trabajo muestra una posible y rápida respuesta evolutiva de las especies en nuevos entornos, información esencial para comprender tanto el potencial para la propagación de especies invasoras como la efectividad de las estrategias de control.
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El uso de las colecciones de museos se encuentra tan extendido, y el alcance del beneficio de su investigación es tan variado, que sería imposible revisar, ni siquiera, un bajo número de casos individuales. Solo considerando la frecuencia con que se recurre los museos se puede apreciar adecuadamente sus vastas contribuciones a las ciencias biológicas. Los científicos a menudo se nutren de sus colecciones y reciben, como préstamo, numerosos especímenes. Así, por ejemplo, la colección entomática del Smithsonian proporciona una media de más de 100.000 ejemplares al año. La colección entomológica de la Academia de Ciencias de California posee, actualmente, alrededor de 750.000 especímenes cedidos a más de 40 países.
El conocimiento difundido por los conservadores y curadores de estos museos es inmenso, y proviene, por lo general, de las propias colecciones de referencia. El curador Philip S. Ward del Museo Bohart de Entomología de California (Universidad de California – Davis), ha llevado a cabo una serie estudios sobre una familia de insectos, en concreto las hormigas – identificando de 3.000 a 4.000 nuevos especímenes cada año – para otras instituciones. Si englobáramos a los conservadores y curadores de todos los museos de ciencias naturales del mundo, ¿cuántos cientos de miles de identificaciones podrían realizar estos profesionales cada año ?
Los museos ahorran tiempo y dinero, eso es un hecho demostrable. Por un lado, actúan como almacenes-archivos centralizados de material de referencia, a modo de “bibliotecas biológicas”: son sitios de conocimiento y recursos acumulados que eliminan la necesidad de un trabajo de campo costoso que requeriría mucho tiempo (y en ocasiones es peligroso). Teniendo en cuenta los gastos de viaje a lugares remotos para recolectar especímenes, es fácil creer que las colecciones de los museos ahorran a la comunidad científica muchos millones de euros, un ahorro que se transmite a los ciudadanos, cuyo dinero e impuestos deberían servir para contribuir a la investigación científica (en fin…).
Por otro lado, como sucede con las bibliotecas literarias, los museos eliminan el despilfarro de la duplicación y la redundancia. Al igual que una biblioteca exime a los prestatarios del gasto de comprar los libros que desean leer, los museos liberan a los investigadores del tiempo y del gasto que se requieren para curar todos los especímenes necesarios para una colección de referencia funcional. Si bien no disponemos de un análisis fiscal de los ahorros logrados por las colecciones biológicas de los museos del mundo, la comparación con otro tipo de colecciones nos proporciona una estimación bastante aproximada. La Biblioteca del Congreso de los EE. UU., que organiza una gran colección de material de lectura, ahorra a las bibliotecas de la nación 268 millones de dólares al año, ya que cataloga, anualmente, más de 250.000 libros y publicaciones bibliográficas (Bibliotecario del Congreso, 2000). En lo que concierne a la Biológica, al reducir los costos en el estudio de vectores de enfermedades humanas, invasiones biológicas y cambio climático global, las colecciones biológicas proporcionan unos beneficios financieros y sociales que van directos a la comunidad. Numerosas investigaciones sobre invenciones y soluciones biológicas son una muestra evidente de los ahorros que generan los museos.
Durante los últimos dos siglos, las colecciones científicas fueron consideradas componentes esenciales de la investigación, particularmente para taxónomos y sistematistas. La biología se encontraba en una época de exploración y descubrimiento, y en estas etapas iniciales, el papel de las colecciones era primordial e instrumental en el pensamiento de visionarios como Darwin y Wallace. Todavía estamos en esta fase de descubrimiento, y la mayoría de las especies que existen en nuestro planeta, sus funciones y su valor potencial, aún no han sido descritos (Wilson, 2003). La continua existencia de colecciones contemporáneas, y los servicios que brindan a la sociedad, están amenazados por los recortes presupuestarios de muchos países. Nada puede remplazar el conocimiento y la capacitación que nos aportan los museos. La financiación en este área debería convertirse en una prioridad para todos los países (en fin…), de lo contrario, es muy posible que se pierda el conocimiento de la biodiversidad de nuestro planeta y de todos los beneficios potenciales que hay en él.
¿Cómo puede garantizarse la supervivencia de estos activos y el conocimiento que nos proporcionan? En primer lugar, estas colecciones han de estar bien conservadas y preservadas, lo que requiere un compromiso muy serio para apoyar y capacitar a los profesionales y para mantener en perfecto uso las instalaciones de los museos. Por otro lado, el beneficio de estas colecciones para la sociedad debe maximizarse, aumentando la velocidad de incorporación de información a las bases de datos y la accesibilidad para todos.
En última instancia, el mantenimiento y el desarrollo de la infraestructura de los museos probablemente generarán beneficios imprevistos. Consideremos, por ejemplo, las revoluciones que se han producido en ciencias de la computación y biología molecular en las últimas décadas. Si hace 40 años alguien nos hubiera dicho que algún día los ordenadores procesarían miles de millones de bits de información por segundo, y serían del tamaño de un cuaderno, la respuesta hubiera sido «¿Qué es un ordenador?» La dificultad estriba en que los países han de dedicar los recursos necesarios para apoyar a los museos y a sus colecciones un tanto a ciegas, ya que ¿quién puede adivinar los beneficios de esta inversión para las futuras generaciones? Eso sí, aunque resulta casi imposible predecir con precisión los beneficios de las inversiones responsables y con visión de futuro, de lo que estamos seguros es de que la falta de apoyo a la preservación y desarrollo de las colecciones de los museos es la forma más segura de eliminar cualquier beneficio para nuestra sociedad.
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