No existe acuerdo en la literatura con respecto a la definición de un museo móvil en el campo de la museología. Suple (1974), hizo una distinción precisa entre un museo móvil y una exposición itinerante: el primero es «una unidad […] equipada para llevar a cabo las actividades de un museo dentro o alrededor de esa unidad»; la segunda es portátil, pero se instala dentro de una sala de exposiciones.
A lo largo de la historia, sin embargo, han surgido nombres diversos que hacen referencia al recurso móvil en estos campos, y que se definen de acuerdo con los conceptos que aparecieron en ese momento: «exposición móvil», «exposición itinerante», «museo itinerante», «museo móvil», «museo autobús», «museo sobre ruedas», «Laboratorio móvil» y «comunicación del museo sobre ruedas». Algunos programas también han asumido nombres genéricos como «alcance» o «extensión» (Zucker, 1983). Los diferentes términos utilizados revelan, no solo una amplia diversidad de iniciativas sino también sus concepciones y, a menudo, encontramos una superposición entre la idea de «viajar» y la de «movilidad» en la literatura consultada. Hoy nos centraremos en aquellos sistemas y soluciones cuya infraestructura principal consiste en el uso de vehículos del tipo remolques, camiones, autobuses, minibuses y camionetas, que se utilizan para el transporte de exposiciones, actividades y/o como salas de exposiciones ambulantes.
A pesar de la multiplicidad de nombres, el principio que une a estos proyectos móviles, independientemente de su área temática – arte, ciencia y tecnología, historia, natural, historia, etcétera -, es el de promover el acceso al conocimiento. Esto, entre otras razones, nos lleva a creer que las instituciones «sobre ruedas», dedicadas a la divulgación del conocimiento, son actores dignos de tener muy en cuenta en la historia de la comunicación del saber.
Si entramos ya directamente en materia, debemos decir que el primer desafío para los museos móviles es el apoyo financiero y político. Además de la financiación inicial para la construcción de un museo móvil (como la compra del vehículo, su adaptación, y la adquisición y montaje de la exposición), la unidad móvil, a largo plazo, por sí sola, es una cara actividad que requiere de procesos administrativos específicos y una logística para los viajes que son bastante costosos. El mantenimiento de la infraestructura de esos viajes, la propia exposición, el equipo y el vehículo deben ser constantes y, en general, cuestan más que las estructuras comunes de los museos, ya que están sometidos a un mayor desgaste debido al continuo movimiento y a los montajes y desmontajes rutinarios. Al mismo tiempo, dicha estructura debe tener un seguro contra los accidentes o daños que puedan surgir durante el trayecto y, cuanto más lejos esté el destino del museo móvil, mayores serán los costos de combustible, recursos humanos y transporte. Como los museos móviles son elementos fundamentales en la comunicación pública del conocimiento allí donde van, muchos de ellos forman parte de organismos gubernamentales y fundaciones sin ánimo de lucro.
En la mayoría de los países que los utilizan, su construcción y mantenimiento dependen, en gran medida, del dinero público. Por esta razón, la sostenibilidad financiera es uno de sus desafíos actuales, ya que no hay manera de desarrollar este tipo de iniciativas sin el sólido apoyo político y financiero de los organismos e instituciones de financiación. Por un lado, la dimensión política debe estar bien alineada con las misiones educativas y culturales para poder implementar y mantener estos museos móviles. Y por otro, sabemos que estos objetivos educativos y culturales no son neutrales. Existen ideales, intereses, influencias, concepciones y diferentes actores, en diversas esferas de la sociedad, que influyen y condicionan el formato que tendrá ese apoyo político y financiero.
Al estudiar el historial financiero de este tipo de proyectos, aparece otra clase de instituciones involucradas- además de las agencias gubernamentales- que son fundamentales para la implementación de exposiciones itinerantes y museos móviles. La UNESCO fue la promotora de importantes proyectos internacionales y nacionales a lo largo del siglo XX. Si bien las agencias de financiación resultan cruciales para la existencia de estas iniciativas (que deben fortalecerse, y son muy importantes para el creciente acceso de la población a la educación informal), influyen también en determinadas concepciones sobre la ciencia y la tecnología, el trabajo, la economía de los trabajadores. y, en definitiva, sobre la sociedad.
El análisis crítico de los determinantes, concepciones, actores, agencias y diferentes esferas de la sociedad que promueven, restringen y determinan la elaboración de exposiciones y proyectos educativos- ya sean móviles o no-, es poco común en los estudios sobre museos y centros de ciencia, pero existen algunas investigaciones desde esta perspectiva (Marandino, 2016; Achiam y Marandino, 2013; Bonatto, 2012; Navas, 2008). Por lo tanto, es fundamental promover la investigación y la reflexión sobre las limitaciones externas e internas que influyen y determinan el desarrollo de estas experiencias móviles, no solo para mecanizar mejor las políticas de financiación que las hagan posibles- gubernamentales o no -, sino también para equipar a las instituciones de forma puedan realizar estas acciones de manera efectiva.
Pero existen otros desafíos que tienen que ver con la práctica diaria de los museos móviles, con la relación entre socios institucionales y municipios, con el modelo de comunicación implementado y con la constitución de un equipo para trabajar «en el camino». Cuando viajan, los museos móviles deben establecer asociaciones institucionales con los gobiernos locales de destino, con las empresas privadas radicadas en esos municipios y con los gobiernos de las ciudades y sus secretarías de educación, ciencia, tecnología y cultura, escuelas y otros actores de interés. Esto se debe a que la llegada, la instalación y la oferta de servicios involucran la logística de un evento que está dirigido a una gran audiencia. Por lo tanto, el transporte, la seguridad pública, el comercio y las instituciones educativas deben movilizarse para el correcto funcionamiento de todas estas iniciativas. Sin embargo, los problemas inesperados son algo muy común, y la gestión de las soluciones siempre constituyen un punto crítico para quienes lideran y coordinan las actividades itinerantes.
Otro factor relacionado con la práctica de los museos móviles es el modelo de comunicación didáctiva que asumen. Tienen un gran potencial para llevar a cabo una misión socialmente relevante, ya que permiten el acceso a los conocimientos y a las actividades de divulgación dirigida a diversos tipos de público y, especialmente, a aquellos que a menudo no son visitantes de museos (por las condiciones económicas, sociales y geográficas). Sin embargo, la experiencia demuestra que muchos de los discursos recurrentes en estas iniciativas reflejan, en numerosos casos, una idea de comunicación del conocimiento bastante insuficiente.
El tema de la accesibilidad es otro desafío importante para los museos móviles. Actualmente, a los museos de todo el mundo se les exige que eliminen sus barreras físicas, políticas, de actitud y de comunicación, y evolucionen para ser accesibles a un público diverso, especialmente a los discapacitados. Aunque se están logrando avances, tanto en la legislación como en la práctica, el proceso sigue siendo muy lento (Tojal, 2007; Tojal, 2015). Ante esta dificultad, algunos museos móviles ya están trabajando para mejorar su accesibilidad, desarrollando estudios, capacitando a sus equipos e implementando modificaciones estructurales (Inacio, 2017). No obstante, aún se requieren estudios sobre el tema y más inversión pública.
Finalmente, el último aspecto complicado está relacionado con la organización de los equipos. Los museos móviles establecen normalmente la mediación humana como el punto clave de conexión entre el museo, la exposición y sus audiencias. Sin embargo, la creación de este equipo, su capacitación y su articulación no es una tarea fácil de implementar. Los empleados que trabajan en actividades móviles deben poseer un perfil único que abarque, desde ser un buen comunicador cultural o estar dispuesto a permanecer varios días fuera de casa, hasta enfrentarse a la rutina y los desafíos impuestos por los continuos viajes. Sumado a todo esto, todavía existe la falta de formalización de la profesión de comunicadores en los museos y centros de ciencia, y muy poca inversión para su formación (Carlétti y Massarani, 2015). Normalmente estamos hablando de, al menos, un viaje al mes durante cinco días. Esto se traduce en la incapacidad de constituir un equipo fijo para desplazarse, ya que, en la mayoría de los casos, está compuesto por estudiantes que tienen otros trabajos y, por lo tanto, no pueden disponer de una semana al mes para acompañar al museo móvil. Es esencial, pues, mantener una base de datos de equipos actualizados y capacitados disponibles para cada viaje (Costa, Norberto Rocha y Poenaru, 2014, p. 56). Para superar este tipo de desafíos, algunos museos móviles están proponiendo un programa para capacitar a los comunicadores voluntarios en destino, que comprenda entre el 30 y el 40% del personal necesario para servir a la audiencia.
Necesitamos, además, realizar más estudios y análisis críticos sobre el papel, el potencial, los efectos y los impactos de estos museos móviles en cuanto a su relación directa con su público. Adicionalmente, es necesario documentar su creación, concepción, actividades y evaluación. Los pocos informes disponibles en los museos sobre esta clase de actividad móvil han sido llevados a cabo por sus propios equipos y, a menudo, se hallan incompletos, dada la complejidad de la ejecución y las actividades de los proyectos. El tipo de investigación que se necesita para analizar el potencial de las exposiciones, las acciones, las actividades y para evaluar su impacto en la audiencia, debe promoverse para evaluar la contribución de estas experiencias desde el punto de vista de la comunicación pública, del conocimiento universal, de la alfabetización y de la educación. Como Bucchi y Trench (2014) indican, después de muchos años discutiendo sobre prácticas, experiencias y teorías sobre la comunicación del saber, es preciso desarrollar herramientas basadas en indicadores, con objeto de evaluar y analizar el desempeño institucional de este tipo de propuestas.
A modo de resumen, podemos argumentar que los museos móviles ofrecen una vasta área de estudio en el campo de la comunicación pública del conocimiento. Los temas relacionados con su historia, financiación, motivaciones (políticas, institucionales, ideológicas, etcétera), viajes y acciones constituyen un interesante material para analizar y sobre el que profundizar. Estamos convencidos de que los museos móviles siguen teniendo un gran potencial como promotores del conocimiento, y constituyen un instrumento importante para superar el subdesarrollo y las cuestiones sociales. Sin embargo, también es necesario llevar a cabo análisis críticos a partir de los proyectos ya desarrollados y los que están en curso, para informar sobre las políticas públicas e institucionales necesarias para financiar estas iniciativas. Sin lugar a dudas, tenemos por delante un largo camino que recorrer, muy necesitado de buenas políticas públicas, financiación y acción colectiva por parte de instituciones y profesionales involucrados en el trabajo científico y en su comunicación.
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Recursos bibliográficos:
Suple, J. H. (1974). Museums and mobile units. Museums Journal, 73(1), 17-21.
Zucker, M. (1983). The portable museum: A consideration of a twentieth century development in exhibition techniques. Curator: The Museum Journal, 26(1), 35-43.
Marandino, M. (2016). Mobile science museums and the culturalization of science education. História, Ciências, Saúde-Manguinhos, 23(3), 659-677.
Achiam, M., & Marandino, M. (2013). Towards a genealogy of the mobile science exhibition. Science & Education, 22(10), 2473-2490.
Bonatto, A. (2012). Science centers, science museums and mobile units: Promoting scientific literacy in Brazil. Cultural Studies of Science Education, 7(4), 845-853.
Navas, A. M. (2008). Mobile museum: a tool for socialization and science dissemination. In International Conference on Hands-on Science (pp. 107-114).
Tojal, J. B. (2007). Science museums and accessibility for visually impaired visitors. In Ecomuseums ’06 Conference Proceedings.
Tojal, J. B. (2015). Accessibility and Science Museums: A Reflection on Practices. Museum Management and Curatorship, 30(5), 468-482.
Inácio, J. (2017). Towards accessibility in science centres and museums: the Ciência Viva experience. In Ecsite Conference 2017 Proceedings.
Carlétti, P., & Massarani, L. (2015). Communicators in science museums and centers in Brazil: Education, training, and professionalization. Ciência & Educação, 21(2), 419-430.
Costa, J. L., Norberto Rocha, M., & Poenaru, A. (2014). The mobile science museum: from presentation to communication. Museum Management and Curatorship, 29(1), 54-68.
Bucchi, M., & Trench, B. (2014). Handbook of public communication of science and technology. Routledge.